lunes, 8 de diciembre de 2025

American curios.

Sin palabras
David Brooks
▲ En Kenner, Luisiana, exigieron ayer frenar el operativo contra inmigrantes ordenado por el gobierno federal; en contraste, casi ningún líder latinoamericano ha denunciado los arrestos violentos de sus ciudadanos en Estados Unidos.Foto Afp
La vida política de Washington a veces parece ser un gran espec-táculo de autosátira inconsciente, pero es difícil reírse dadas las consecuencias de todo eso en las vidas de éste y otros pueblos.
Y es que el maestro de ceremonias del espectáculo también es el comandante en jefe del superpoder. Por lo tanto, uno no se puede sólo reír cuando bajo sus órdenes decenas de miles de seres humanos están siendo cazados, secuestrados y encarcelados por fuerzas federales por todo Estados Unidos, mientras casi 90 latinoamericanos han sido asesinados en embarcaciones en aguas de este hemisferio, y en tanto se anuncia de manera explícita que la Doctrina Monroe guiará a Washington en su relación con América Latina. Tampoco da risa que hasta el momento casi ningún líder latinoamericano ha denunciado los arrestos violentos de sus ciudadanos en Estados Unidos, ni la proclamación del derecho a realizar redadas militares de sus países.
Pero de repente es de risa que la “guerra contra el narcoterrorismo” y a veces el narcocomunismo se libra mientras al mismo tiempo el comandante en jefe indulta a un ex presidente narcotraficante.
También da risa, aunque escalofriante, cuando el gobierno justifica su ofensiva contra la memoria colectiva y la cultura de Estados Unidos: afirman que todo lo que no celebra la “grandeza” de Estados Unidos a lo largo de sus casi 250 años es falso o distorsionado, parte de la conspiración de la “izquierda radical” para “destruir” el país y continúan modificando o censurando las narrativas en museos nacionales, así como en escuelas, universidades y cualquier otro ámbito.
A tal grado han llegado las cosas que ahora hay palabras que han sido desaparecidas por el gobierno. Según PEN/América, más de 350 palabras han sido removidas de los sitios oficiales y documentos del gobierno federal, incluidas “mujer”, “vulnerable”, “sustentabilidad”, “energía solar”, “racismo”, “prostituta”, “diversidad”, “opresión”, “gay”, “inmigrantes”, “Golfo de México”, “disparidad”, “cambio climático”. Pronto se quedarán sin palabras (la lista completa: https://pen.org/banned-words-list/).
Como parte de su censura de conceptos, materiales curriculares, libros y exhibiciones en museos, medios indígenas reportan que el informe federal sobre mujeres de pueblos originarios desaparecidas y/o asesinadas ha sido eliminado del sitio de Internet del Departamento de Justicia por el gobierno de Trump. Fue el primer informe federal Not one more ( Ni una sola más), elaborado para documentar lo que se calificó de “epidemia” de desapariciones y asesinatos de indígenas estadunidenses, elaborada con base en más de 250 testimonios.
Por otro lado, para resaltar la cultura aprobada, el mandatario literalmente se proclamó maestro de ceremonias de los premios del Centro Kennedy este fin de semana, el primer presidente en convertirse en la estrella en este evento anual en la máxima sede federal de las artes vivas (no es novato, vale recordar que primero se hizo famoso como conductor de un reality show). Antes del acto, el maestro de ceremonias ya había proclamado que esta vez, bajo su mando, el programa “será el que obtendrá el rating más alto… No hay nada como lo que está por ocurrir”. Elogió a los seleccionados (admitiendo que él metió mano en ese proceso): “estos son algunos de los artistas, actores e intérpretes más grandes de su generación. Los más grandes que jamás hemos visto”. Esos grandiosos de la cultura estadunidense son… Sylvester Stallone (tal vez el nuevo himno nacional será la ruta sonora de Rocky), la banda de rock Kiss, el músico country George Strait, la diva de la época disco Gloria Gaynor y el actor de Broadway Michael Crawford.
Pero la estrella, siempre, es él –y lo dice en sus palabras. En lo que seguramente es un récord, el presidente emitió 158 mensajes por su cuenta en su red Truth Social durante tres horas la noche del primero de diciembre, los cuales empezaron con sus críticas a todos sus críticos, contra inmigrantes, entre muchos otros temas, pero el torrente verbal culminó con uno que sencillamente decía: “el mejor presidente que jamás ha vivido”.
A veces uno se queda sin palabras (censuradas o no).
David Byrne. Tiny Desk Concert. https://www.youtube.com/watch?v=PNmcF6eRE7w

La llamada
El 28 de noviembre, The New York Times publicó una nota informativa, bajo el atractivo título “Trump y Maduro hablaron por teléfono la semana pasada”. Foto Afp   Foto autor
Carlos Fazio
08 de diciembre de 2025 00:03
El 28 de noviembre, The New York Times publicó una nota informativa de Maggie Haberman y Anatoly Kurmanaev, bajo el atractivo título “Trump y Maduro hablaron por teléfono la semana pasada”. El sumario agregaba: “Los mandatarios conversaron sobre una posible reunión, incluso mientras Estados Unidos sigue con la amenaza de una acción militar contra Venezuela”. Encargados de la cobertura de Donald Trump en la Casa Blanca y la actualidad de Rusia, respectivamente, se deduce que Haberman y Kurmanaev son dos buenos y experimentados periodistas. Por eso, llamó la atención la vaguedad de la fecha: “la semana pasada”. Pero aún más, las fuentes: “diversas personas con conocimiento del asunto”, “personas que conocían del tema, a quienes se concedió el anonimato por no estar autorizadas a abordar el asunto públicamente”. Salvo la noticia de que hablaron por teléfono y de que ambos mandatarios podrían reunirse, el otro único dato “informativo” de la nota era que el secretario de Estado, Marco Rubio, había participado. Pero no había ninguna fuente primaria. 
Consignaron, sí, que “una portavoz de la Casa Blanca declinó hacer comentarios” y que “el gobierno venezolano no respondió a una solicitud de comentarios”. También, que “dos personas cercanas al gobierno de Venezuela confirmaron que se había hecho una llamada directa entre los dos dirigentes. (Pero) no quisieron ser identificadas porque no están autorizadas a hablar públicamente”. El resto eran datos de contexto, incluido un refrito del propio Times de octubre que, también sin fuentes, aseguraba que Maduro había ofrecido a Estados Unidos “una participación significativa en los yacimientos petrolíferos del país (…) en un esfuerzo por disminuir la tensión”. Pero sobre la conversación, nada sustancial. Es evidente que alguien del entorno de Trump filtró esos escuetos datos. ¿Con qué fin? No está claro. El New York Times ganó la “primicia”. Pero, ¿fue utilizado como parte de una operación sicológica en el marco de la guerra política? En la jerga de los servicios de inteligencia, la “información” había quedado plantada y fue recogida por diversas agencias noticiosas y medios periodísticos internacionales. 
Un día después, la plataforma web argentina Infobae, propiedad del multimillonario Daniel Hadad, señalada en su país por difundir informaciones abiertamente falsas (fake news) probablemente en complicidad con sus propias “fuentes” judiciales y policiales, y con una línea editorial derechista y antipopular, difundió, desde Washington, una nota de su corresponsal Román Lejtman, en la que afirmaba que el “líder republicano” (Trump) le había advertido al “dictador venezolano” (Maduro) que tenía que abandonar el poder en el corto plazo o multiplicaría las acciones militares. Sin citar ninguna fuente, el medio afirmó que Trump le dijo a Maduro que junto con él debían abandonar Venezuela “las principales figuras del régimen que se beneficiaron con los negocios ilegales (drogas, armas, petróleo) y montaron un sistema represivo que viola sistemáticamente los derechos humanos”. Supuestamente, las exigencias de Trump incluían a Diosdado Cabello, Vladimir Padrino, los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, “miembros clave de la nomenclatura” (sic) que opera con Maduro, “jefe del cártel de Los Soles”. En síntesis, la nota reunía todos los elementos propagandísticos de las operaciones sicológicas (PsyOp) y la guerra cognitiva de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) contra Maduro. Con un sesgo que fijaba los reflectores en un personaje: “La inclusión de (Marco) Rubio en el contacto con Maduro implica que la administración republicana ya descartó tácticas alternativas con el régimen populista”. 
Después, la agencia británica Reuters (que fijó la conversación el 21 de noviembre, con una duración de 15 minutos) y el Miami Herald (vocero oficioso de Rubio) se sumarían a la campaña de intoxicación mediática, en el marco de lo que podría denominarse el “nuevo periodismo con fuentes anónimas”. Las “revelaciones” ponían énfasis en el supuesto ultimátum de Trump al “hombre fuerte” (sic) de Venezuela: renunciar y exiliarse en un destino de su elección o enfrentar el accionar militar de Estados Unidos. A su vez, Maduro habría solicitado una “amnistía legal” para él y su familia, la eliminación de las sanciones de Estados Unidos y el fin del caso que (Estados Unidos) adelanta ante la Corte Penal Internacional por presuntos “crímenes de lesa humanidad en Venezuela”. Sendas narrativas respondían más a una construcción política que a una reconstrucción factual, y estaban orientadas a proyectar una imagen de dominio estadunidense sobre Venezuela. 
Hasta el momento, con su lenguaje mafioso siempre ambiguo y críptico, Trump −quien admitió la llamada y dijo que “no salió bien ni mal”− no ha dado ningún dato concreto. A su vez, Maduro definió la conversación telefónica como “cordial y respetuosa”; dijo que fue iniciada desde la Casa Blanca hacia el Palacio de Miraflores y destacó su apego a la prudencia diplomática: “A mí no me gusta la diplomacia de micrófono. Cuando hay cosas importantes, en silencio tienen que ser, hasta que se den”. Y declinó ofrecer más detalles. Es previsible que Maduro sepa que la “cordialidad” no exime los hábitos mendaces y tramposos de su contraparte, por lo que tendrá que estar en máxima alerta. Con más razón, ya que ante el declive hegemónico del imperio, a Trump le urge demostrar que sigue siendo el amo en el mar Mediterráneo de Estados Unidos: el Gran Caribe. Lo que fue ratificado, el viernes 5, con la difusión de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que agrega el “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe; una versión 2.0 recargada, que, con eje en Venezuela, amenaza a México y toda América Latina, y sus recursos geoestratégicos.

El Corolario Trump
Alonso Romero
Se publicó la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, y dentro de ella viene una serie de realineamientos del orden global que no habíamos visto en décadas. Estados Unidos por fin pone en palabras claras su postura de política exterior, deja atrás el intento de hegemonía global, pero retoma pensamientos y prácticas de los años 1800. En particular, reviven la Doctrina Monroe, y le añaden el “Corolario Trump”. En lo económico (de nuevo, al menos en el discurso), deja atrás el neoliberalismo, aboga por una política industrial y llama a poner a los trabajadores de Estados Unidos antes que las ganancias, pero al mismo tiempo dice que luchará contra la política industrial de aquellos países que ve como adversarios (China) y de aquellos que no estén alineados a sus intereses para permitirle tener todos los materiales que considera críticos. Pone como eje central la soberanía de todos los países y su derecho divino a la autodeterminación, pero establece acciones y estrategias encaminadas a mantener, expandir y realinear a sus “aliados” con los intereses de Estados Unidos. Es, sin lugar a duda, un documento lleno de contradicciones y con un doble rasero que deja claro algo: Estados Unidos sabe que ya no existe un mundo unipolar, pero no está dispuesto a permitir que nadie lo alcance o rebase, y ve al mundo, en específico a Latinoamérica, como quien debe servirle y de quien puede disponer y decidir absolutamente todo.
El documento comienza preguntando ¿Qué debe querer Estados Unidos en el mundo y del mundo? Lo cual se vuelve extremadamente revelador y a la vez contradictorio con las acciones de su gobierno. Hablan de tener un hemisferio “relativamente bien gobernado” con el propósito de que no haya migración a Estados Unidos. Lo cual genera las siguientes preguntas: ¿Quién determinará si un gobierno es bueno, estable o no lo es? ¿Qué pasará si ese alguien determina que no lo es? La respuesta la encontramos en la página 9 del mismo documento, en donde dicen que, (parafraseo) si bien las naciones tienen el derecho de autodeterminación, dado que Estados Unidos tiene intereses tan diversos y amplios, debe intervenir en los países. Continúa diciendo que quiere que los gobiernos del hemisferio colaboren contra los narcoterroristas y demás organizaciones, lo cual resulta contradictorio, ya que en esta misma semana, Estados Unidos perdonó a Juan Orlando Hernández, ex presidente derechista de Honduras, sentenciado y en prisión por narcotráfico. El documento cierra esta primera sección dejando claro que no tolerarán influencia y/o propiedad de activos esenciales para “cadenas de suministro críticas por parte de naciones hostiles” y que deben tener y mantener acceso a ubicaciones estratégicas, y al suministro de gas y petróleo del Medio Oriente.
Para lograr sus objetivos, enlistan una serie de herramientas disponibles a Estados Unidos, de las cuales destacaré dos.
1.- Independencia/dominio energético, en la cual se deja claro (página 14) que usarán energía principalmente del petróleo, gas y carbón, y buscarán reactivar la expansión de la nuclear, dejando atrás todo lo relacionado con la transición energética (a pesar de ser los mayores responsables históricos). A su vez, Estados Unidos ve en sus exportaciones de energía una manera de “profundizar relaciones”, defender sus fronteras y, cuando sea necesario, proyectar poder. Dejando claro lo que siempre se ha sabido (aunque los despistados “expertos” de la derecha mexicana lo sigan ignorando), la independencia energética es una precondición de la seguridad nacional; debe ser meta de todos los países alcanzarla y mantenerla activamente.
2.- Reindustrialización de su economía (página 14), “El futuro pertenece a los fabricantes”. Claro, al mismo tiempo que dicen eso, se asegura de mencionar que todos los países del hemisferio deben alinearse a sus prioridades para garantizarles acceso a materiales y cadenas de suministro críticas para su industria y su economía. En su visión, Estados Unidos debe ser dominante en dicho hemisferio como una precondición de seguridad y prosperidad, y no tolerará alianzas de gobiernos latinoamericanos con “competidores fuera del hemisferio”. Por último, como parte de la estrategia para tener acceso a materiales y cadenas de suministro críticas, usará a todo su aparato de inteligencia, y presionarán a los “países que más dependen (para más información, les recomiendo leer mi artículo sobre dependencia asimétrica en https://bit.ly/48JPWDT) de ellos y, por lo tanto, sobre los que tienen más influencia, para obligarlos a contratar sólo empresas de Estados Unidos y expulsar a todos los demás inversionistas extranjeros”.
Estados Unidos se ha quitado la máscara; con una política totalmente expansionista y de dominio colonial en América Latina, busca el control total del continente. Retomando ideas de hace dos siglos, intervendrá de manera económica y/o militar para obtener todos los recursos de la región. Presionará e intervendrá en los gobiernos que no estén alineados para expandir sus intereses y su poder económico y militar. Todo esto, evidentemente, no podrá lograrlo solo. Ya lo hemos visto anteriormente: en todos los países donde Estados Unidos interviene, lo hace de la mano de las élites económicas locales. Siempre hay un grupo que está dispuesto a servir a intereses extranjeros. En México, el proyecto está totalmente claro; la derecha, en todos sus colores, tiene como único proyecto político lograr la intervención de Estados Unidos, para así ganar lo que no pueden por medio de las urnas y la democracia. La izquierda, si bien goza de popularidad y respaldo, no debe confiarse ni relajarse; continuar profundizando el proyecto para lograr un mejor nivel de vida para todos es esencial.
X: @aloyub