Antonio Gershenson
02 de noviembre de 2025 00:03
Desde tiempo inmemorable, no se sabe cuándo, los grupos humanos peleaban entre sí, ya sea por los recursos naturales, por sus territorios o por otra situación relacionada con la posesión de algo.
Existen un número incalculable de estudios sobre la interacción entre las personas, los pueblos, las naciones y sus recursos naturales. No obstante, las conclusiones de estas investigaciones dejarán de ser vigentes porque la relación humana es sumamente cambiante. Agreguemos el desarrollo constante de los medios de comunicación y su influencia en los criterios de una sociedad multicomunicada como la actual.
Por una parte, la velocidad de la interacción nos mantiene al día con los acontecimientos, incluso nos permite estar de acuerdo con millones en el mundo, aun sin conocernos. Y, por otro lado, existe una marcada polarización respecto de las posiciones políticas en general. Lo anterior influye en un hecho sumamente importante para la convivencia: llegar a acuerdos. De ello depende la paz mundial. En caso contrario, los conflictos llegan y se convierten en agresiones diversas: guerras, invasiones y todo tipo de actitudes ilícitas. Los motivos son incontables, pero uno de ellos, el más evidente en todos los tiempos, es la desmedida ambición material.
Marx, en su teoría del materialismo histórico, señala que la humanidad empezó a enfrentarse a sí misma cuando hubo exceso de producción, porque al principio se cumplía con las necesidades básicas de la comunidad, pero en el momento en que la sociedad empezó a producir más allá de lo necesario, las diferencias sociales empezaron a agravarse.
Con esto no queremos decir que, por ejemplo, las guerras sean únicamente producto del exceso de producción, pero sí podemos tomar como punto de partida la indiscriminada producción y la excesiva industrialización de todo tipo de recursos naturales. Ya lo hemos señalado en diversas ocasiones por este y otros medios de información.
Donde hay tierra, hay guerra, frase que resume los conflictos permanentes de la sociedad humana. Es una característica y un sello de nuestro ser. Pelear por el territorio que creemos que nos pertenece es una conducta consuetudinaria.
Después de la Segunda Guerra Mundial, dirigida por Adolfo Hitler, se mostró una de las facetas más destructivas del ser humano. Nos dimos cuenta de que la humanidad sigue siendo capaz de hacer hasta lo imposible por dominar a cualquier costo.
Una de las peores consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fue el gran éxodo judío, obligando a las comunidades a inmigrar a hacia otras partes del mundo, principalmente Palestina, tema del que seguiremos analizando en lo subsecuente.
Una diferencia entre aquel horror nazi y el actual que continúa provocando el ejército criminal del multiasesino ministro israelí sionista, Benjamín Netanyahu, es que para los nazis el recurso humano fue un objetivo principal para lograr la infraestructura que se propuso el nacional socialismo hitleriano.
Y entonces el esclavismo resurgió con gran fuerza. La mano de obra de los presos, básicamente judíos, fue una gran ayuda para el poderío que logró Alemania en pocos años de guerra.
En el caso del neonazismo sionista israelí, su objetivo principal es la extinción de todo un pueblo. No le interesa el capital humano. Exterminar, acción que, de hecho, no niegan, es un acto permitido por el silencio y complicidad de aquellas instancias internacionales que un día se propusieron la protección de todo el mundo. No más guerras, esa fue la consigna. No era posible permitir más destrucción en contra de ningún país. ¿Recordarán esto en la ONU?
Para los nazis, demostrar al mundo que el pueblo alemán representaba a la raza perfecta por ser aria era uno de sus objetivos más acariciados. En contraste, el regalo más preciado para los merolicos del sionismo sería demostrar al mundo que, una vez arrasada la tierra palestina, la verdad de la tierra prometida se haría realidad.
Hoy, Israel es la nueva cara del fascismo, en su versión judía, que se opone a la existencia del pueblo árabe invadido hace más de 70 años. Netanyahu quiere asegurar la no existencia de un holocausto palestino. La historia se repite: antes nazis contra judíos, pero ahora judíos contra palestinos.
Una vez violadas todas las leyes por parte del gobierno israelí, ¿qué sigue? ¿Querrá demostrar Netanyahu que él es más poderoso que todo el mundo? O de plano, su objetivo es demostrar que puede ser mejor que Hitler. Estos son los sueños de un desquiciado, protegido y estimulado por otros desquiciados.
(Colaboró Ruxi Mendieta)
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Trump amenaza con una “lluvia de fuego” a Nigeria
Afp y Reuters
Periódico La Jornada Domingo 2 de noviembre de 2025, p. 21
West Palm Beach. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó ayer con atacar Nigeria si el gobierno no detiene “el asesinato de cristianos” en el país.
“Si el gobierno de Nigeria continúa permitiendo el asesinato de cristianos, Estados Unidos cesará de inmediato toda ayuda y asistencia a Nigeria, y puede muy bien ir a ese país ahora en desgracia 'con una lluvia de fuego' a borrar por completo a los terroristas islámicos que están cometiendo estas terribles atrocidades”, advirtió el mandatario en su plataforma Truth Social.
El magnate afirmó que pidió al Pentágono que elabore un posible plan de ataque, tras advertir que el cristianismo estaba “enfrentando una amenaza existencial” en el país africano, y pidió a Nigeria que actúe “rápido”.
El secretario de Guerra, Pete Hegseth, respondió al pedido de la Casa Blanca y aseguró que el departamento a su cargo “se está preparando para actuar”, y agregó: “O el gobierno nigeriano protege a los cristianos, o eliminaremos a los terroristas islámicos que cometen estas horribles atrocidades”.
El viernes, Trump acusó, sin pruebas, que “miles de cristianos están siendo asesinados (y) los islamistas radicales son responsables de esta masacre”.
Llamado al sudeste asiático
En tanto, Hegseth propuso a los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) crear instrumentos conjuntos de monitoreo de la situación marítima, ante la supuesta posibilidad de “acciones desestabilizadoras” en el mar de China Meridional.
El secretario se comprometió a apoyar a los países del sudeste asiático con tecnología que les ayude a responder conjuntamente a las presuntas amenazas de Pekín.
“Ustedes lo viven en las amenazas a las que todos nos enfrentamos por la agresión y el curso de las acciones de China en el mar de China Meridional y en otros lugares”, aseveró Hegseth.
España: nostalgia del imperio
En el contexto de la inauguración de las exposiciones de arte precolombino “La mitad del mundo. La mujer en el México indígena”, el ministro de Asuntos Exteriores del gobierno español, el socialista José Manuel Albares, afirmó que “la historia compartida entre México y España, como toda historia humana, tiene claroscuros. Ha habido dolor e injusticia hacia los pueblos originarios. Hubo injusticia, justo es reconocerlo y lamentarlo. Ésa es parte de nuestra historia compartida, no podemos negarla ni olvidarla”. Esta declaración marca un parteaguas en la relación de España con América Latina, en tanto se trata de la primera vez que un integrante del gobierno español admite alguna forma de conducta inapropiada por parte de los conquistadores y colonizadores que destruyeron los mundos mesoamericano y andino, y pusieron en marcha un atroz genocidio en el que desaparecieron para siempre a grupos étnicos enteros e hicieron su mayor esfuerzo para aniquilar las culturas de los pueblos sobrevivientes.
Pese a que se trató de un reconocimiento tibio e insuficiente frente a la magnitud de la barbarie perpetrada por el imperio español contra los pueblos indígenas, las palabras de Albares suscitaron una reacción tan predecible como rabiosa entre las derechas a ambos lados del Atlántico. Entre quienes niegan que se haya cometido algún tipo de violencia y quienes la defienden en nombre de la “superior” cultura hispánica que “liberó” a los indígenas del estado “salvaje” en que vivían, los sectores más rancios de las sociedades y las clases políticas españolas y latinoamericanas han salido a pedir la cabeza de Albares por decir la más simple de las verdades.
Un tópico común a los hispanófilos de acá y de allá es destacar el lenguaje, la religión y la cultura comunes como un “don” de España a los pueblos de América y como una muestra del efecto “civilizatorio” de la Conquista y la Colonia. Para estos individuos, el español tiene un valor intrínsecamente superior al náhuatl, al maya, mixteco, otomí, purépecha, amuzgo, yaqui y a cualquier otra de las 68 lenguas originarias habladas en el territorio mexicano, así como a los centenares de idiomas extintos por la violencia de los colonizadores y de los gobernantes mexicanos que heredaron de aquellos la visión desdeñosa del mundo indígena y los dispositivos ideológicos con los que se justificó y se sigue justificando su expolio. Asimismo, la evangelización forzosa y la destrucción de decenas de miles de textos indígenas aparecen en la perspectiva de las derechas como grandes triunfos de la civilización, la europea, única merecedora de tal nombre. Hoy sabemos que el intento de borrar otras culturas se llama genocidio cultural y no hay justificación posible para una forma de violencia que despoja a los seres humanos de su identidad.
De lo que no se dan cuenta las derechas es de que, con su defensa intransigente de la “hispanidad” y su negacionismo del genocidio, lo único que logran es poner a España a la cola de la civilización como el Estado incapaz de emprender un proceso elemental de reparación de agravios y construcción de memoria histórica sobre unas bases distintas de la propaganda imperial. Asimismo, la exhiben como una nación atrapada en el trauma de la pérdida del imperio y atravesada por el doloroso contraste entre un pasado de gloria –en buena medida, imaginaria– y un presente con un puesto discreto entre las potencias. No será reivindicando, sino superando el paternalismo y la mirada neocolonial que España podrá reconciliarse con América Latina y, quizá más importante para los hispanófilos, consigo misma.
Cuando se antepone el humanismo a cualquier nacionalismo, es claro que en una “historia compartida” (el eufemismo tantas veces usado para referirse al proceso de conquista y saqueo colonial) se cometen injusticias y, si se quiere realmente compartir una historia, éstas no pueden negarse, sino reconocerse y elaborarse con sinceridad y en igualdad de condiciones. La exigencia de disculpas no es rencor, sino un requisito para la sanación histórica, de la misma manera en que la unidad sin admisión de las culpas es un abyecto sometimiento que el pueblo mexicano rechaza sin ambages, mal que les duela a los nostálgicos del Virreinato.
España: derecha carga contra el gobierno por reconocer injusticias de la Conquista
Que el Ejecutivo socialista pida perdón por lo que hace ahora, reclama líder del Partido Popular
▲ José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, “lamentó” antier “el dolor y la injusticia” que sufrieron los pueblos originarios de México durante la Conquista y la Colonia, lo cual desató un alud de críticas.Foto Europa Press
Armando G. Tejeda Corresponsal
Periódico La Jornada Domingo 2 de noviembre de 2025, p. 4
Madrid. El reconocimiento por parte del ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, del “dolor y la injusticia” sufridos por los pueblos originarios de México durante la Conquista y la Colonia, los cuales “lamentó”, provocó un alud de críticas desde la derecha española, incluso con peticiones de dimisión por parte del gobierno de la Comunidad de Madrid, que le exigió retractarse de inmediato de sus declaraciones.
Alberto Núñez Feijóo, líder del derechista Partido Popular (PP), aseguró: “Yo no me avergüenzo de la historia de mi país. Me avergüenzo de la actualidad a la que nos condena este gobierno. Que pidan perdón por lo que hacen ellos ahora”.
El vocero de la Comunidad de Madrid, Miguel Ángel García Martín, mano derecha de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, del ala más dura del PP, señaló: “El ministro Albares es el peor representante que ha tenido nuestro país, el peor ministro de Exteriores que ha tenido nuestro país. Es un ministro nefasto que no conoce la historia de España ni la de su alianza con Hispanoamérica, por lo que debe presentar su dimisión si no se retracta de forma automática”.
“No nos merecemos un gobierno que desprestigie a nuestro país, un gobierno que en cuanto tiene ocasión hable mal precisamente de lo que ha sido España, de lo que es España, de su historia y de la verdad”, añadió el vocero.
El ex canciller José Manuel García Margallo, que dirigió la diplomacia española durante el gobierno de Mariano Rajoy, del PP, se unió a la polémica al calificar de “disparate” y de “error estratégico” las palabras de Albares.
Además, advirtió que “hay quienes recurren al pasado para dividir, a la culpa para justificar su poder y al resentimiento para perpetuarse. Pero la política exterior de un país no puede construirse sobre agravios simbólicos ni sobre falsificaciones históricas”.
