martes, 18 de noviembre de 2025

Francisco Franco, 50 años de la muerte de un dictador.

Arturo Landeros*
En los libros de texto la Revolución Mexicana comenzó el 20 de noviembre de 1910 y oficialmente terminó en algún momento de la siguiente década, aunque para historiadores como Adolfo Gilly se trató de una revolución interrumpida (que no derrotada). Evidentemente, el proceso revolucionario contra el régimen del porfiriato venía de lejos, de la mano de pensadores como Ricardo Flores Magón, por ejemplo. Del mismo modo, la segunda república española vio la luz el 14 de abril de 1931 como un proceso de larga data y complejidad que llevó a su promulgación con el afán de derribar el antiguo régimen encarnado en Alfonso XIII y Primo de Rivera.
El sueño republicano español se vio interrumpido el 18 de julio de 1936 por el golpe de Estado de sectores militares, civiles y religiosos de las oligarquías desplazadas. Francisco Franco es la cara más visible, pero no la única, de la sublevación al orden constitucional roto con la ayuda del fascismo italiano y alemán, y la contemplación de potencias europeas. Franco anunció su sangrienta victoria el 1º de abril de 1939.
Vinieron 36 años de dictadura. El franquismo se alineó con el fascismo de Hitler y Mussolini, los saludos nazis eran los saludos franquistas. Sin embargo, el dictador jugó sus cartas para permanecer en una supuesta neutralidad de balanza variable. Al caer Berlín en mayo de 1945, hasta él mismo debió suponer que vendría la caída de su régimen en cascada. Los exiliados republicanos españoles, desde luego, lo creyeron. Los que combatieron en Francia para la liberación de París, siendo los primeros en entrar a la ciudad, tenían como secuencia lógica la liberación de España. Pero no sucedió, el mundo de la guerra fría había comenzado.
Franco vivió bajo la protección de occidente, a la vez que albergó a conocidos nazis en las costas de Levante. El caudillo dio rienda suelta a la falsificación de la historia, vanagloriando lo que llamaron alzamiento nacional para una cruzada de liberación contra el comunismo, que costó la vida a casi 500 mil personas, llenó de fosas clandestinas el territorio y exilió a miles por todo el mundo. Una vez instalado en el poder, la dictadura materializó su fervor militar y religioso en el Movimiento Nacional a través de su partido único, la falange española. Entre la maraña de símbolos fascistas también se lee la frase carlista “Dios, patria y Rey” (retomada en cierta medida actualmente por el PAN), cuyo reclamo monárquico de momento tendría que esperar.
El nacional catolicismo franquista apretó en todos los rubros de la vida social. La represión era su moneda común y el alto coste de haber sido o estar cercano a la defensa del orden constitucional de la República se pagó con trabajos forzados y, en muchas ocasiones, con la vida. Quizá la más conocida, que no la peor, de sus injusticias, sea la firma de las últimas penas de muerte del dictador en septiembre de 1975. Los fusilamientos en Madrid y el garrote vil ejecutado en Barcelona, como en el caso de Salvador Puig Antich, y que dieron pie a la canción Al alba, de Luis Eduardo Aute.
Y llegó el 20 de noviembre de 1975, y Franco murió. Hace exactamente 50 años. Existe documentación que explica que al dictador lo tuvieron conectado a la vida mediante distintas tuberías que prolongaron su agonía. El régimen alargó lo que pudo para poder atar cabos de la sucesión. Franco había mantenido a su lado al heredero de la corona borbónica, el nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos I. Los mecanismos sucesorios le llevan a la jefatura del Estado como continuidad del régimen, aunque con una careta más amigable. El rey campechano, que en sus recientes memorias, Reconciliación, reivindica la figura de Franco.
Juan Carlos I, sin embargo, vio la conveniencia de librarse de la caspa franquista e impulsó la apertura del régimen. Llegó el gobierno con el también franquista, pero aperturista, Adolfo Suárez, con lo que comenzó el proceso de transición política que permitió la legalización de los partidos de izquierda y una nueva Constitución que, pese a todo, aún mantiene la pátina del régimen.
Se suele decir que Franco murió en su cama, es decir, que su régimen no fue juzgado, que la mayoría de los represores fueron amnistiados, que todo se llevó con cautela, incluso desde la izquierda, para no frenar la posibilidad de dar marcha atrás a la transición y, con ello, el fin del régimen. Sin embargo, a 50 años de la muerte de Franco, cada vez es más patente que, a diferencia de Alemania o Italia, el fascismo español no fue derrotado.
Una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas indica que 20 por ciento de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 piensa que el franquismo fue una etapa “buena” o “muy buena”. El consumo de los mensajes que justifican la dictadura va en aumento. Aunque los motivos son variados, y es una tendencia existente en varios países, el contexto español, caracterizado por la dificultad para materializar la ley de memoria histórica o los bulos en redes sociales de partidos como Vox, entre otros factores, complica la vía para desarticular la falsificación de las narrativas a favor del franquismo entre los jóvenes. Lo cierto es que existe una imposibilidad política para enseñar sobre el franquismo en las aulas e incluso para poder dignificar a las personas perseguidas por el régimen. En España cerca de 6 mil fosas clandestinas utilizadas entre 1936 y el final del franquismo siguen sin abrir. Más de 2 mil 200 personas fueron fusiladas por la represión de la que algunos jóvenes no tienen idea o minimizan sus efectos. El silencio fue la verdadera herencia del franquismo, y cuesta mucho romperlo.
Quizá haga falta escuchar las palabras de Robert Jordan, profesor estadunidense combatiente por la legalidad republicana con las Brigadas Internacionales en la novela Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway: “Soy antifascista desde que entendí el fascismo”.
* Sociólogo, Taula per Mèxic

Agentes arrestan a 130 migrantes en tiendas e iglesias de Charlotte
Redadas no nos hacen más seguros, siembran miedo, acusa gobernador
The Independent y Afp
Periódico La Jornada   Martes 18 de noviembre de 2025, p. 34
Charlotte. Agentes de migración arrestaron a más de 130 personas durante el fin de semana en Charlotte, Carolina del Norte, en un operativo en el que efectivos federales irrumpieron en la ciudad, gobernada por demócratas, en el último objetivo del gobierno de Donald Trump en su campaña contra extranjeros sin documentos.
Agentes federales llegaron a la ciudad más grande de Carolina del Norte a pesar de las fuertes objeciones de los líderes locales. Los efectivos realizaron las detenciones en complejos de apartamentos y tiendas, así como en los terrenos de una iglesia frente a niños.
“Hemos visto agentes enmascarados y fuertemente armados, vestidos con atuendos paramilitares que conducen autos sin distintivos, que atacan a ciudadanos estadunidenses por el color de su piel, realizando perfiles raciales y deteniendo a personas al azar en estacionamientos y en aceras”, declaró el gobernador, Josh Stein, en un comunicado en video.
“Esto no nos hace más seguros. Siembra miedo y divide a nuestra comunidad”, advirtió el gobernante ante las redadas.
La subsecretaria de Seguridad Nacional, Tricia McLaughlin, informó que los agentes arrestaron a “más de 130 inmigrantes ilegales”, quienes, según afirmó, violaron las leyes de residencia.
Entre los detenidos figuran presuntos miembros de pandillas y otros criminales, según afirmó la dependencia, que no proporcionó muchos detalles adicionales.
Último objetivo
El Departamento de Seguridad Nacional resaltó que eligió Carolina del Norte como su último objetivo para la operación antimigrantes de la administración de Trump debido a sus llamadas políticas de santuario, que pueden obstaculizar la cooperación entre las autoridades locales y los agentes aduanales.
En una redada encubierta realizada el sábado, agentes se presentaron en una iglesia en el este de la ciudad mientras entre 15 y 20 feligreses realizaban trabajos de jardinería y niños jugaban, reportó el Charlotte Observer.
La presencia de los agentes enmascarados provocó que algunos feligreses corrieran hacia el bosque cercano, pero los agentes detuvieron a un miembro del grupo, relató el pastor de la iglesia, que no quiso ser identificado.
“Se llevaron a uno de los integrantes de la iglesia, sin preguntar nada, simplemente se lo llevaron”, declaró el religioso al periódico. “Uno de los agentes de inmigración dijo que iba a arrestar a otro de los feligreses. Lo empujó”, agregó.
El arresto parece ser uno de los primeros casos en los que la administración Trump ha entrado deliberadamente en terrenos de iglesias para llevar a cabo medidas antinmigratorias.
La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, ha sido acusada de violar las protecciones de la Primera Enmienda de la constitución estadunidense al infringir las libertades religiosas después de que el gobierno federal revocara la política anterior del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas que prohibía las acciones de control en lugares sensibles como lugares de culto, así como escuelas y hospitales.
En los meses recientes, los líderes religiosos han respondido con demandas para frenar las detenciones por parte de agentes de migración en sus lugares de culto.
Cientos de personas protestaron contra la denominada Operación Telaraña de Charlotte, del Departamento de Seguridad Nacional, en marchas por toda la ciudad durante el fin de semana.
País africano admite pago para recibir expulsados
El reino africano de Esuatini confirmó por primera vez el lunes que recibió más de 5 millones de dólares de Estados Unidos a cambio de aceptar a decenas de personas expulsadas en el marco de la campaña de deportaciones masivas de Washington.
Este pequeño Estado de África ha acogido a 15 hombres desde que la administración Trump llegó a acuerdos, en gran parte secretos, con al menos cinco países africanos para que aceptaran a migrantes deportados de Estados Unidos.

Derechas y movilización social
Asistentes a la marcha de la Generación Z el pasado 15 de noviembre de 2025. 
Foto Víctor Camacho   Foto autor
Luis Hernández Navarro
18 de noviembre de 2025 00:02
Convocadas por medio de redes sociales por una fantasmal Generación Z México, sin rostros visibles pero promovidas por una febril actividad anónima en la blogósfera, las manifestaciones que este sábado tomaron masivamente las calles de Querétaro, Guadalajara, Hermosillo y la Ciudad de México son un hecho relevante en nuestra política. Pero no completamente inédito. 
No es la primera vez que las derechas miden fuerzas en las calles. Tres ejemplos: la Marea Rosa, la Marea Blanca y las peregrinaciones políticas impulsadas por el clero. A pesar de lo que se dijo en su momento, ninguna tuvo que ver con la preparación de un “golpe de Estado blando”.
Antecedente inmediato de protestas masivas anti-4T fueron las cuatro marchas por la Marea Rosa. Pero, a diferencia de la manifestación de la Generación Z México, aquellas tuvieron un liderazgo estructurado, actos centrales con oradores y demandas claras en torno a la defensa del Instituto Nacional Electoral. 
Hace 21 años, el 27 de junio de 2004, se efectuó la Marcha Blanca en contra de la inseguridad pública. La multitud desbordó a los organizadores. El repudio a la delincuencia y la solidaridad con las víctimas congregaron a una variopinta confluencia ciudadana, ajena en su mayoría a siglas partidistas o membretes ciudadanos convocantes. Ellos hicieron de la marcha de la derecha y la mediocracia su propia protesta contra la inseguridad pública. Sin embargo, fue indudable el éxito de grandes televisoras y radiodifusoras que, en escasas tres semanas, pusieron en las calles a decenas de miles de personas. 
En 2016, la jerarquía católica impulsó jornadas en multitud de ciudades, en defensa de la familia y en rechazo a la iniciativa para legalizar el matrimonio gay, propuesta por el entonces presidente Enrique Peña Nieto. El pulso lo ganó la Iglesia. La iniciativa quedó congelada en la Cámara de Diputados.
La movilización, que tuvo como estandarte la bandera de One Piece, tiene aspectos inéditos propios de la política en la era digital, distintos de las anteriores. 
Sin vocero y sin mitin con orador central, los mensajes del acto se divulgaron a través de mantas, consignas y multitud de entrevistas banqueteras. La protesta tuvo un fuerte tono anti Claudia Sheinbaum. 
Abundaron las expresiones soeces en su contra. Fue una constante el señalamiento de que vivimos en un narcoestado y los llamados a destituirlo. Usó como bandera el asesinato de Carlos Manzo, ex alcalde de Uruapan.
Como distintas fuentes documentaron, en la movilización de la Generación Z (un verdadero fraude de membrete, al que nadie vio) hubo una evidente y significativa intervención de la derecha internacional.
Pero no hay en ello novedad alguna. Siempre ha sido así. Lo raro es que no la hubiera. La Cortina de Nopal no existe más. 
La globalización de la política era ya una realidad en el siglo XIX. Desde su fundación, el fantasma del comunismo recorrió Europa. Y, actualmente, la injerencia de Donald Trump o Elon Musk en elecciones de otros países es más que evidente, como pudo verse en los comicios alemanes y argentinos. Las derechas mexicanas acusan a la 4T de tener apoyo de progresismos latinoamericanos, y al obradorismo de inmiscuirse en asuntos de Perú y Ecuador. 
Los movimientos socioambientales y los indígenas del continente son parte de redes trasnacionales. El PAN es integrante de la Internacional Demócrata Cristiana y el PRI de la Socialista. El Estado del Vaticano actúa a través de la curia mexicana.
Las derechas mexicanas que impulsaron la movilización tuvieron en esta ocasión el converger con clases medias descontentas. En México existe un amplio archipiélago de derechas. No todas son iguales. Entre otras, la integran conservadores, neoliberales, la derecha política histórica, sinarquistas, neofascistas, libertarios, ultras, pentecostales. Meterlas a todas en el mismo saco, hacerlas pasar como si fueran lo mismo, le hará un gran favor a sus elementos más radicales. 
Igual de equivocado es presentar inconformidades legítimas como si fueran una manipulación de esta corriente.
Es un hecho que en sectores medios hay descontento con el gobierno por fallas en seguridad, salud, asesinato de opositores y, en fuerzas más reaccionarias, por los libros de texto gratuitos. Ese crecimiento del malestar social lo están capitalizando las derechas, englobándolo en consignas contra lo que llaman “el mal gobierno”.
Muchos de quienes fueron a las manifestaciones son ciudadanos que por primera vez tomaron las calles. Ejercieron su libertad espontáneamente. Nadie los acarreó, ni los lidereó, ni llegaron por el llamado de algún político. No entienden mucho de política, pero están convencidos de que los actuales gobernantes no funcionan, y hay que quitarlos. Los acusan de estar ligados al narco. Probablemente, se sumarán a futuras convocatorias. Junto a ellos estuvieron también grupos neonazis que “vieron burro y se les antojó viaje”.
Personas embozadas y otras con el rostro descubierto, algunas con pelo con casquete corto, lograron tirar un tramo de vallas que resguardaban Palacio Nacional.
No eran integrantes de organizaciones anarquistas de acción directa contra la autoridad o el gobierno. No integraban el bloque negro. Todo hace suponer que, al menos algunos de ellos, son parte de grupos de provocación que pasaron a una nueva etapa de intervención.
Caídas las vallas, en lugar de proteger Palacio Nacional y contener a los manifestantes, los policías salieron al Zócalo a maltratar, golpear y desalojar manifestantes. Nuestro compañero, el fotógrafo Víctor Camacho, fue furiosamente apaleado por uniformados, y además, le robaron celular, cámara y lente fotográfica. 
Donald Trump aprovechó el viaje para seguir estrechando el cerco contra nuestro país y obtener nuevas concesiones. 
“No estoy contento con México… Estuve viendo la situación en Ciudad de México el fin de semana. Hay muchísimos problemas allá”, dijo. No hay novedad en sus palabras. Desde que tomó posesión, ha afirmado cosas similares en múltiples ocasiones con cualquier pretexto. Así lo seguirá haciendo.
X:@lhan55