martes, 11 de noviembre de 2025

Armand Mattelart, pensar la comunicación desde la crítica anticapitalista.

El sociólogo Armand Mattelart en imagen de archivo. 
Foto tomada de la página web fcei.uchile.cl   Foto autor
Marcos Roitman Rosenmann
11 de noviembre de 2025 00:05
Inicio con una anécdota. En tanto profesor titular de la asignatura de sociología general en el grado de relaciones internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, utilicé como texto obligatorio el ensayo de Armand Mattelart Historia de la sociedad de la información.
Una crítica a los apologetas de la sociedad de la información y una historia de su evolución. Todos los años, alumnos se acercaron preguntando sobre su obra. Ahí radica la grandeza y fuerza de su pensamiento, avivar el apetito de conocimiento en jóvenes que inician su andadura intelectual.
Fijar la atención en la comunicación social es traer a colación a Marshall McLuhan, pero pocos la relacionan con el más destacado teórico del siglo XX en la disciplina: Armand Mattelart, sociólogo belga fallecido el 31 de octubre.
Mattelart dedicó su vida intelectual y militante a desentrañar los mecanismos de dominación ideológicos en las formas políticas adoptadas por las clases dominantes y el desarrollo de la comunicación de masas. Radicado en Chile desde 1963, tras el golpe de Estado de 1973 se traslada a Francia junto con su compañera Michelle Mattelart, pionera en los estudios de comunicación social, género e ideología en las fotonovelas.
La obra de Armand Mattelart puede definirse como germinal. Saltó a la fama por el escrito al alimón, con Ariel Dorfman, Para leer al pato Donald. Comunicación de masas y colonialismo (Siglo XXI, 1972).
En esos años, señalar que los cómics proyectaban ideología de clase era una herejía. Advertir que las viñetas de Walt Disney contenían publicidad encubierta por utilizar un símil supuso romper el mundo de fantasía sobre el cual levantaba su factoría. Así lo refleja la sinopsis de la contraportada en su 39 edición: “Desnudar al ídolo denunciando las falacias contenidas en sus creaciones significaba quebrar la armonía familiar y, con ello, desarmar la metáfora del pensamiento burgués que Donald encarnaba”.
Y así apostillaban sus autores: “Donald era el portavoz no sólo del american way of life, sino también de los sueños, las aspiraciones y las pautas de comportamiento que Estados Unidos exigían a los países dependientes para su propia salvación. El cómic se revelaba como un manual de instrucciones para los pueblos subdesarrollados sobre cómo habrían de ser sus relaciones con los centros del capitalismo internacional”.
Pero Mattelart no es sólo el coautor de Para leer al pato Donald, la más citada, pero no la más relevante. Su obra en solitario o en colaboración hace los cimientos de la teoría de la comunicación social contemporánea. Tempranamente, junto con Carmen Castillo y Leonardo Castillo, publica La ideología de la dominación en una sociedad dependiente, un análisis que “apunta a desmontar las estructuras –del discurso– refiriéndose a la racionalidad de dominación de los grupos tradicionales mediante una lectura ideológica y a determinar su flexibilidad y poder de recuperación para neutralizar los cambios inducidos por otros sectores sociales”. Y en 1972 aparece Agresión desde el espacio. Cultura y napalm en la era de los satélites. Obra primigenia que estudia los vínculos entre el cómic, el discurso y el poder político, destapando cómo la Agencia de Información de Estados Unidos había “preparado panfletos en provecho de la exploración privada del petróleo para ser distribuidos en Ecuador por la Texaco-Gulf Oil (…) y en Bolivia había producido un libro de tiras cómicas sobre terrorismo urbano para ser distribuido por el Ministerio de Información (…) fueron 148 mil ejemplares de la historieta El desengaño. Las copias sin su marca de fábrica fueron enviadas a las filiales de la agencia en 10 países latinoamericanos”.
Develar las formas de control de las clases dominantes desde la comunicación social marcó su impronta intelectual. Nadie como él captó los mecanismos ideológicos, las formas políticas, las dinámicas sobre las cuales el Estado capitalista construyó su espacio de vida, generando un nuevo tipo de comunicación social. Problema que aborda en La comunicación-mundo. Historia de las ideas y de las estrategias.
Asimismo, su preocupación por la militarización de la sociedad, y sus repercusiones en la violación de los derechos humanos como parte de una teoría de la información en tiempos de guerra total, lo lleva a escribir en 1978 Ideología, información y estado militar, subrayando que “… no se trata, como en los años sesenta, de hacer participar a la población en un modelo de consumo y de aspiraciones, teniendo como referencia y blanco las clases medias(…) Se trata más bien, como en toda guerra , de destruir al enemigo”.
En el aluvión de reformas neoliberales, junto a Michelle, publican Los medios de comunicación en tiempos de crisis, un avance de los cambios que devendrán en cibercapitalismo: “…después del magnetoscopio, del videodisco y el teletexto, pronto tendremos la computadora a domicilio: entramos en la era de la telemática (…) Y la industria de la cultura, como los sectores tradicionales, no escapan al redespliegue: la televisión, la prensa, el cine, la edición, los ocios son objeto de una total redistribución de naipes con interés de gran envergadura: la búsqueda del consenso perdido”. Posteriormente, saldrá La invención de la comunicación, clave para comprender la unión entre comunicación, dominio y control de los medios, como última etapa del imperialismo cultural y la sicología de masas. Y ya en 2015, con André Vitalis, ve la luz De Orwell al cibercontrol, donde se aborda la transición hacia un imperialismo digital de control cibernético y el comienzo de la guerra neocortical, gracias a las nuevas tecnologías de dominación cultural e ideológica.
La obra de Armand Mattelart ha sido prolífera. Sin embargo, sus escritos resaltan el rigor teórico y el compromiso militante por visibilizar los mecanismos ideológicos de control social presentes en la comunicación social, entrelazados a las formas de colonialismo cultural desarrolladas por el imperialismo. Sin duda, sus reflexiones ganan la inmortalidad de los gigantes del pensamiento crítico.

“Alimentan” más de mil millones de armas la violencia en el mundo
En 88 por ciento de casos de abuso sexual entre 2022 y 2024 se usaron estos artefactos: Naciones Unidas
De La Redacción
Periódico La Jornada   Martes 11 de noviembre de 2025, p. 25
El Alto Representante Adjunto para Asuntos de Desarme de la Organización de Naciones Unidas, Adedeji Ebo, advirtió que más de mil millones de armas alimentan la violencia, el terrorismo y el crimen organizado en el mundo.
Las armas que se fabrican hoy pueden alimentar los conflictos de mañana, señaló Ebo ante el Consejo de Seguridad, y señaló que si bien se han elaborado marcos normativos, persisten dificultades enormes para implementarlos. También alertó del impacto de los artefactos en la economía y los derechos humanos, informó el organismo mundial en su página web.
En un debate del Consejo de Seguridad sobre los avances y desafíos del control de armas pequeñas y ligeras, Ebo reconoció que se han registrado progresos significativos en materia de cooperación internacional y en la elaboración de marcos normativos, aunque matizó el adelanto al destacar las enormes dificultades que persisten para su implementación.
“En el mundo circulan más de mil millones de armas de fuego. Su continua expansión es tanto un síntoma como un factor determinante de las múltiples crisis de seguridad que enfrentamos. Su amplia disponibilidad resalta la urgencia de ocuparse de las consecuencias de los artefactos pequeños y ligeros ilícitos, cuyo alcance es considerable”, detalló Ebo.
Entre los avances más relevantes, el funcionario destacó la adopción en 2023 del Marco Global para la Gestión del Ciclo de Vida de las Municiones Convencionales, diseñado para prevenir la desviación de arsenales y los accidentes en depósitos militares.
También mencionó la Cuarta Conferencia de Revisión del Programa de Acción sobre Armas Pequeñas y Ligeras, celebrada en 2024, donde los estados reafirmaron su compromiso de frenar su fabricación y tráfico ilícito, así como crear un grupo de expertos técnicos para estudiar las nuevas tecnologías aplicadas a la producción armamentística.
Citó iniciativas regionales como la puesta en marcha de hojas de ruta de control de armas en América Central, el Caribe, los Balcanes Occidentales y África, así como la propuesta en ese continente, llamada Silenciar las armas.
El alto representante adjunto describió el efecto devastador del tráfico de armas ligeras en la seguridad y las garantías fundamentales, al referirse a los datos de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU que indican que 48 mil civiles murieron en 2024 por causas relacionadas con conflictos bélicos, un aumento de 40 por ciento respecto al año anterior.
Además, 88 por ciento de los casos de violencia sexual en conflictos documentados entre 2022 y 2024 involucraron el uso de armas.
Recordó que el gasto militar global alcanzó 2.7 billones de dólares en 2024, 37 por ciento más que en 2015, mientras los 100 principales fabricantes de armas tuvieron ingresos por 632 mil millones de dólares.
“El mundo necesita requilibrar sus prioridades e invertir más en seguridad humana y menos en armas”, recalcó.

Kurdistán hoy
Andrea Cegna*
Exactamente un año después de aquel llamado, desde las montañas llegó un nuevo paso: la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, ya formalmente disuelta, anunció el retiro completo del territorio turco. En Qandil, Sabri Ok declaró que el movimiento aplicará las decisiones del XII Congreso, poniendo fin a la estructura armada y desplazando sus unidades para evitar enfrentamientos y provocaciones. Todo ello en el marco de la “Paz y sociedad democrática” impulsada por Öcalan, quien sigue preso en Imrali desde hace 26 años.
No es la primera vez que el movimiento kurdo tiende la mano. Desde hace décadas, el PKK —declarado “organización terrorista” por presión de Ankara— ha sido el único actor que ha promovido ceses al fuego unilaterales, retiros, negociaciones y propuestas de diálogo. Cada vez, la respuesta del Estado turco ha sido el engaño y la traición. El último gran proceso de paz, entre 2013 y 2015, terminó con la destrucción de ciudades enteras como Cizre y Sur, sitiadas y arrasadas por el ejército. Esa es la memoria que hoy pesa sobre el nuevo intento: el miedo a que Ankara sólo busque cobrar el desarme sin conceder nada.
El movimiento, en cambio, exige actos políticos concretos: la liberación física de Öcalan para que pueda participar en las negociaciones; una ley transitoria que permita la integración de los militantes en la vida civil; el reconocimiento constitucional del pueblo kurdo y de las demás nacionalidades presentes en Turquía. Ante estas demandas, el gobierno responde con silencios y maniobras dilatorias. Erdogan habla del “fin del terrorismo” y presenta el retiro kurdo como una victoria, pero no toca la Constitución, mantiene las operaciones militares en Irak y Siria, y permite que los tribunales sigan encarcelando a opositores, periodistas y autoridades electas.
La “timidez” turca no es prudencia: es estrategia de poder. Detrás del inmovilismo se mueve una parte del aparato estatal y militar que teme las consecuencias de una paz real: la admisión de responsabilidades históricas, la pérdida del control político. Mientras el movimiento kurdo construye una cultura de paz y autogobierno, el Estado defiende un orden nacional basado en la negación del otro.
Ejemplo de ello es el caso de Selahattin Demirtaş, histórico dirigente del HDP, hoy partido DEM. Arrestado en 2016 y condenado a 42 años, pese a las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que ordenan su liberación, Demirtaş sigue siendo rehén de un sistema judicial sometido a la política. Incluso Devlet Bahçeli, líder del MHP y aliado de Erdogan, hoy habla de un “bien para el país” al referirse a su posible liberación: una conversión repentina, dictada por la necesidad de dar legitimidad a un proceso que ya no controlan y por el interés político de atar el proceso de paz a la permanencia en el poder del actual gobierno. Pero mientras las sentencias europeas no se cumplan y la justicia siga bajo chantaje, toda apertura será sólo humo diplomático.
La contradicción es clara: quienes aún son descritos como “terroristas” son los únicos que han buscado la paz. Quienes se presentan como garantes del orden son los mismos que han traicionado los acuerdos anteriores, bombardeado Qandil y Rojava, y negado durante un siglo la existencia del pueblo kurdo. El capitalismo empuja a la guerra en cada rincón del mundo; el pueblo kurdo, como el movimiento zapatista, habla de paz y construye la paz.
La paz kurda no es una tregua, es una revolución. Significa reescribir Turquía sobre bases democráticas, pluralistas, ecológicas y feministas, como lo ha teorizado Öcalan. Es un proceso que también interpela a Europa, cómplice del régimen turco al mantener al PKK en la lista negra. Si la Unión Europea quiere realmente apoyar la paz, debe reconocer que la mano tendida viene del movimiento kurdo, no de quienes lo reprimen.
Las montañas del Kurdistán hoy ya no hablan de guerra, pero no han dejado de hablar de libertad. “Resolver la cuestión kurda es imposible en las actuales condiciones de detención del líder Apo –dijo Sabri Ok–, debe vivir y trabajar en libertad”. Si el gobierno turco sigue ignorando este llamado, quedará claro que no busca la paz, sino la rendición.
El movimiento kurdo, en cambio, ya ha decidido: desarmarse sin rendirse, construir la paz como acto de justicia. Y quizá, entre las cumbres del Qandil, el futuro de Medio Oriente ya se esté escribiendo con palabras nuevas: libertad, democracia, hermandad.
*Periodista italiano