Antonio Gershenson
19 de octubre de 2025 00:01
Aun en época de paz relativa, la ayuda humanitaria es una de las manifestaciones sociales más valiosas con la que contamos. En catástrofes naturales, en las provocadas por la ambición humana y en las que corresponden a los cambios sociales que se van presentando y que provocan conflictos, siempre necesitamos ayuda.
Queremos agregar una idea que omitimos en nuestro artículo anterior en La Jornada titulado “La ciencia, la luz en el camino”. Decíamos que la invasión de los europeos a nuestro continente marcó profundamente el destino de cientos de naciones que sobrevivían, se desarrollaban y crecían de acuerdo con sus tiempos y sus necesidades, pero, además, que la mayoría adoptó la cultura del respeto y la armonía con la naturaleza, algo que no asimilaron los invasores. De esa forma, los diversos pueblos se convirtieron en expertos en aprovechar lo que la tierra y el agua les ofrecía. La geografía, el paisaje y la abundancia, incluso las limitaciones, de los recursos naturales desarrollaron una filosofía propia conductora natural de sus culturas.
El intercambio de conocimiento, de información y mercadería, así como el ofrecimiento de oficios entre los grupos que interactuaban, de alguna forma se convirtieron en esa ayuda o solidaridad permanente tan necesaria para vivir.
Estamos de acuerdo en que la solidaridad no es precisamente una ideología, sin embargo, en determinadas sociedades, ésta es un principio y un valor social humanitario imprescindible, como en el caso, sólo por mencionar dos ejemplos, de la nación tojolabal de México y el del grupo religioso amish, descendiente de los menonitas de Alemania. Dos culturas, cada una en su espacio, con sus antecedentes y buscando su futuro. La ayuda interna de cada uno de estos grupos fue y es una forma de vida que los preservó hasta el presente.
Preguntamos desde hace años, en este y en otros espacios de comunicación, ¿en qué época no han existido crisis y la necesidad de ayuda? En época de huracanes, con las tragedias subsecuentes, por lo general, la gente se conmueve con la desgracia que provocan estos fenómenos naturales. En situaciones de guerra, o de movimientos sociales que causan desastres humanos, surge la organización social para auxiliar a quien lo necesita. Y, sin los sellos partidistas, ni de las múltiples creencias religiosas, la ayuda se manifiesta y sirve, aunque sea un poco, para disminuir los estragos y alentar a las personas afectadas a enfrentar la situación y seguir adelante.
Sin embargo, es en esos momentos cuando un sector de la población sufre, mientras que otros se arman de las peores conductas antisociales y manifiestan su posición antisolidaria. Sus críticas homofóbicas las disfrazan de crítica política y de libertad de expresión al señalar los errores y desorganización de los dirigentes gubernamentales, aún peor si éstos son de izquierda. Llueven las acusaciones, pero esta oposición no se suma a la ayuda requerida.
Busquemos respuestas positivas en la práctica de la solidaridad natural fomentada desde la niñez. Ésta se refiere a la necesidad de ayudar en forma espontánea, por voluntad propia. Se afirma, según estudios de antropología, sociología, sicología y otras disciplinas, que los seres humanos somos empáticos por naturaleza. Tal vez sea cierto, pero tenemos ejemplos que nos enfrentan a la cruda realidad. Y, como muestra, tenemos el genocidio en diversos puntos del planeta, y tal vez el de Gaza sea uno de los más aterradores cometidos actualmente, porque se perpetran asesinatos aun después de aceptar el alto al fuego y de optar por la paz.
No creemos que los militares del ejército invasor y asesino de Benjamin Netanyahu sean un ejemplo de seres humanos ni, mucho menos, de bondad o de empatía con la población civil, que no tiene nada que ver con las ambiciones enfermizas de este gobierno neonazi. A estos individuos no les importa más que sus objetivos irracionales de eliminar a personas, ocupar sus tierras y desmontar el terreno usurpado, como si se tratara de limpiar de hierba mala y proceder a la siembra en la nueva propiedad arrancada impunemente a sus verdaderos dueños.
Esta clase de seres no tienen ni idea de lo que es la solidaridad natural, no obstante el sufrimiento de sus antecesores en los campos de concentración una vez despojados de sus casas y de sus tierras, que no fue asimilado por quienes se dicen ahora dueños de un país que no les corresponde.
El ejército hitleriano no logró sembrar en terreno ajeno, no logró el reconocimiento ni siquiera de sus seguidores, no logró el respeto de la comunidad internacional ni tampoco logró pasar a la historia como la raza única, inteligente y potente, como pretendieron mostrarse ante el mundo. ¿Por qué parte de sus descendientes olvidaron la solidaridad mundial a su favor? Tal vez porque no se fomentó la solidaridad natural que reforzara el aprendizaje que les dejó la hecatombe sufrida a manos de aquellos a los que ahora imitan.
En nuestra opinión, la solidaridad es un principio humano que debemos adoptar como ley fundamental de supervivencia y autoprotección por todos los pueblos del mundo. Siempre necesitamos ayuda mutua.
Queremos enviar un abrazo cálido a nuestros hermanos y hermanas de la ciudad petrolera de Poza Rica, Veracruz, y de los estados afectados por el desastre causado por las lluvias torrenciales. Nuestros deseos de pronta solución a las necesidades y recuperación de la vida cotidiana.
(Colaboró Ruxi Mendieta)
Para Ximena Guzmán Cuevas y José Muñoz Vega, la justicia llegará.
antonio.gershenson@gmail.com
Periodistas de La Jornada abordan el estado de los medios en la época de Trump
▲ El corresponsal en Nueva York y el coordinador de Opinión de este diario.Foto Víctor Camacho
Ángel Vargas
Periódico La Jornada Domingo 19 de octubre de 2025, p. 3
Bajo la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, “la política se ha convertido en un entretenimiento”, en el que “lo central es la teatralidad y el impacto mediático”.
Con esa reflexión, los periodistas Luis Hernández Navarro y David Brooks finalizaron la tarde del viernes su participación en la 25 Feria Internacional del Libro (FIL) Zócalo Ciudad de México, la cual concluye este domingo.
Durante la charla El periodismo en la época de Trump y ante un foro lleno, los periodistas de La Jornada desmenuzaron en cerca de una hora la compleja y agresiva relación del presidente estadunidense con los medios de comunicación.
Reconocieron su habilidad para convertir la información en un espectáculo y su estrategia de imponer un relato a fuerza de repetición y confrontación.
Hernández Navarro, coordinador de Opinión de este diario, ilustró la situación con seis estampas verbales. Una de ellas, narró, ocurrió este miércoles, cuando decenas de reporteros, incluidos los de “la reaccionaria cadena Fox News”, entregaron sus credenciales en el Pentágono al rechazar las restrictivas reglas del secretario de Guerra, Pete Hegseth, que buscan convertir a la prensa en un “adminículo del poder”.
Otra fue la conferencia de prensa de hace unos días junto con el presidente argentino, Javier Milei, donde éste habló sólo un par de ocasiones y Trump durante más de una hora para advertir al pueblo de esa nación sudamericana que no habría rescate económico si su homólogo no ganaba las elecciones.
El presidente estadunidense, apuntó el periodista, convirtió un asunto serio en una frivolidad al coquetear, en la ronda de preguntas, con una reportera y descalificar a ABC News como “fake news”, evitando así discutir temas de fondo como la situación de los indocumentados en su país, la persecución a migrantes, la separación de las familias y las cárceles existentes.
Para entender la lógica de Trump con la prensa, Hernández Navarro recomendó la lectura de Alicia a través del espejo, novela de Lewis Carroll en la que el personaje Humpty Dumpty, como aquel político, impone el sentido de las palabras y define lo que existe, sea verdad o no.
En otra estampa, refirió que para Trump los medios son parte del problema, no de la solución, y evidenció la manera en que los descalifica al tacharlos de mentirosos y “absolutamente corruptos”.
Hernández Navarro indicó que este año son innumerables los pleitos de Trump con la prensa, desde los sostenidos con medios como The Washington Post y The Wall Street Journal hasta la presión sobre consorcios como Meta para deshacerse de verificadores de información.
Todo esto ocurre en un contexto donde sólo 30 por ciento de la población estadunidense confía en la prensa institucional, enfatizó y resaltó que la estrategia trumpiana se basa en elegir a sus entrevistadores, compartimentar el acceso a la Casa Blanca y las conferencias de prensa, decidir quién habla y a quién descalifica, e inventar a sus interlocutores.
“Vemos cómo se está creando un ecosistema comunicativo dócil, cada vez más doblado y apegado a la lógica de eso que se nos quiso vender en alguna época como el gran paraíso de la prensa libre.”
David Brooks –quien como corresponsal de La Jornada en Estados Unidos, según Hernández Navarro, “vive en las entrañas del monstruo”– agregó que Trump usa tanto los medios tradicionales como los nuevos para transmitir un espectáculo, “pero con daños reales”.
Bajo su gobierno, sostuvo, los libros son un “enemigo” –se han censurado más de 4 mil títulos– y cualquier crítica es tachada de “izquierda radical”, un término con el que se señala desde al ex presidente Joe Biden hasta a un manifestante en Portland.
El corresponsal refirió un dato que ilustra la crueldad de la actual política antiinmigrante: al salir diario a la escuela, niños de origen mexicano deben llevar números de teléfono de familiares por si sus padres son deportados mientras no están en casa.
Recordó que desde la primera administración del magnate, los inmigrantes han sido presentados como un “enemigo interno”, y subrayó que, frente a ello y otras situaciones, él y su colega Jim Carson – también corresponsal de La Jornada en esa nación–, se han visto obligados a usar dos palabras antes innecesarias en sus coberturas periodísticas: “fascismo” y “socialismo”.
Este último término, apuntó, gana terreno en la nación estadunidense: la mayoría de los jóvenes simpatiza con el socialismo y Bernie Sanders, quien se declara socialista democrático, es el político electo más popular.
Al respecto, en alusión a Zohran Mamdani, planteó la gran posibilidad de que la ciudad de Nueva York elija el 4 de noviembre no solo a un inmigrante, un musulmán y un joven, sino a alguien que se dice un socialista democrático, para dirigir la capital del capital. “Esas expresiones –dijo– también se encuentran en Mineápolis, por todas partes. Entonces, hay que contar las dos partes de esta historia”.
Brooks aseguró que la resistencia en Estados Unidos es masiva, y ejemplificó con el hecho de que la movilización denominada “No Kings” (No Reyes) reunió en junio a más de 5 millones de personas, siendo la más grande efectuada en un solo día en la historia de aquel país.
También resaltó la diversidad de las protestas, desde una encabezada por la actriz Jane Fonda hasta gente disfrazada de ranas y vacas frente a centros de detención, usando la música y la danza como actos de resistencia.
El futuro de la migración
Foto Ap Foto autor
Jorge Durand
19 de octubre de 2025 00:02
Uno de los planteamientos de Hein de Hass sobre el futuro de la migración señala que ésta empieza a bajar cuando la curva ascendente del índice de crecimiento económico se cruza con la descendente del índice de la tasa global de fecundidad (número de hijos por mujer). Mejores condiciones económicas, con menos hijos=menos migración.
En el caso de México, esto no funciona, porque el índice de crecimiento económico se dio en los cincuentas y sesentas, cuando en esas fechas había una verdadera explosión demográfica al registrase un índice de siete hijos por mujer. Para darse una idea, en Estados Unidos, el baby boom, después de la Segunda Guerra Mundial, fue de tres hijos por mujer.
Ciertamente, las décadas del milagro mexicano generaron una creciente migración rural urbana, pero al mismo tiempo, la reforma agraria fijó a la población ejidataria en el campo, donde se requerían más hijos para apoyar en el trabajo agrícola de aquellos tiempos. Y para remate, entre 1942 y 1964 se dio el Programa Bracero, que generó una corriente de migrantes legales y otra semejante de indocumentados.
La prístina, coherente y lógica propuesta de Hein de Hass, en la que propone el cruce de estas dos tendencias y la reducción progresiva de la migración, no funciona a nivel macro para el caso de México. Hace tiempo que ya no hay “bono demográfico”, el crecimiento económico está estancado y sigue la migración internacional.
No obstante, si consideramos la propuesta de Hein de Hass a nivel micro y analizamos determinados nichos donde coinciden estas dos tendencias, la propuesta es muy convincente.
En efecto, cuando hay desarrollo local y un número limitado de hijos por familia, la migración internacional tiende a descender de manera muy significativa. Es el caso de muchos municipios de los Altos de Jalisco que pudimos estudiar a profundidad hace unos años.
Una de las señoras que entrevistamos me informó que, de sus 18 hijos nacidos vivos, sobreviven 10 de ellos en Estados Unidos, sólo tres en la región y otros dos en Guadalajara. Las familias numerosas de los Altos se caracterizaron por enviar a sus hijos al norte, tanto así que Paul Taylor vino a Arandas a estudiar la migración, en 1930.
Esta región se caracterizó por ser católica, ranchera y migrante. Por ser católica y cristera, se distinguió por tener muchos hijos; me tocó entrevistar a señoras que tuvieron 18 hijos una y 15 otra. Pero eso ya es cosa del pasado: en la actualidad, la tasa es de dos hijos por mujer. Por ser una sociedad ranchera, se distingue por tener ranchos, grandes o pequeños, pero que son indispensables para tener animales, y desde hace un siglo han invertido sus ahorros en comprar tierra. Finalmente son migrantes, por los factores mencionados anteriormente, por tener muchos hijos y por su afán de ser pequeños o medianos propietarios e irse al norte para conseguir recursos.
Las familias del siglo XXI suelen tener dos o tres hijos y el interés de ir al norte sigue presente por la gran tradición que existe, pero no se concreta. Los padres ya no tienen interés en mandar a sus hijos al norte, como antes se hacía. Prefieren que se queden, que los ayuden, que trabajen o que estudien.
Y hay oportunidades para todo; la Universidad de Guadalajara tiene dos campus con múltiples carreras, uno en Tepatitlán y otro en Lagos de Moreno, con cientos de estudiantes que llegan de la región aledaña. Uno de esos estudiantes dijo en una entrevista que tenía que estudiar, porque si no, su papá le quitaba la camioneta. Otra, en cambio, trabajó en la maquila de costura para luego poder ir a la universidad.
En cuanto a las oportunidades laborales, hay una decena de ciudades medias en la región que requieren de profesionales y servicios. Además, hay empresas de todo tipo: grandes grupos lecheros, que se abastecen de los ranchos; numerosos criaderos de puercos y varias megaempresas dedicadas a la producción de huevo, con alta tecnología.
Por otra parte, en la región hay varias tequileras importantes y muy reconocidas, como Siete Leguas, Centinela, Tapatío y Cazadores, con varias marcas; hay también fábricas de azúcar de agave. Todas estas actividades requieren de su articulación con el campo y la producción agrícola, que necesita de numerosos trabajadores. Para añadir, hay fábricas textiles, de metalmecánica, dulces, rodamientos, calzado, maquila de ropa, etcétera.
Pero quizá el indicador más relevante de que la emigración ha dejado de ser una alternativa se refleja en los índices de inmigración. Desde hace varias décadas, se percibe la llegada de migrantes a los Altos de Jalisco para trabajar en las cosechas y en los campos agaveros, que provienen de los estados de Oaxaca y Chiapas.
Por varias décadas, los migrantólogos nos hemos dedicado a estudiar y explicar la emigración internacional, pero ya es tiempo de pensar en que este proceso puede cambiar e incluso terminar, especialmente la migración irregular. Obviamente, se dará de manera procesual y a partir de casos, regiones y circunstancias específicas.
Una mujer de izquierda
Elena Poniatowska
Continuación de la entrevista con Laura Itzel Castillo, presidenta del Senado de la República e hija del ingeniero Heberto Castillo.
–Lázaro Cárdenas fue el gran mentor de mi papá, Heberto Castillo. Lo conoce gracias a que le da clases a Cuauhtémoc Cárdenas en la Escuela de Ingeniería, y eso lo hace participar en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Mi mamá acompañaba a mi papá con nosotros cuatro en los recorridos del ingeniero. Siempre platico algo que a mi papá le daba mucha risa: estábamos en una enramada, en un recorrido que hacía mi padre en un Volkswagen color pistache, como para niños. Me acuerdo perfecto; estábamos dormitando, mientras mi papá estaba en una asamblea que había durado muchas horas. Mi mamá contaba nuestras cabecitas, y de repente contó tres, yo faltaba; entonces avisaba a mi hermano: “Corre a ver dónde está Laurita”. “Está hasta adentro en el mitin al lado de mi papá; es que a ella sí le gusta la política”.
“Yo me sentaba en las piernas de mi papá, eran varios oradores y no me movía con tal de estar con él. Cuando regresé con mi mamá, me reclamó: “¿Y tú qué estabas haciendo ahí? ¿Tú qué sabes de eso? A ver, ¿qué entiendes?” Le respondí: “¿Cómo no voy a entender? Mi papá estaba hablando de los calzones”, porque mi papá aseveró: “Hay que fajarse muy bien los calzones para formar comités”, porque la audiencia era de campesinos de calzón de manta, guaraches y sombrero. Mi papá era matemático, inventor y tenía un lenguaje que conectaba con la gente.”
–Por eso tú luchas desde los cuatro años, Laura.
–Es cierto, todos tenemos que estar muy bien fajados para seguir trabajando. Heberto Castillo era muy polémico, un gran orador, discutía mejor que nadie. Lo admiré mucho y considero que dio su vida para que México cambiara. Me parece que es importante rescatar a los personajes de la izquierda en este país que lucharon durante tanto tiempo para los demás, no para sí mismos. Ahora que ha pasado el tiempo, los hijos de Heberto Castillo tenemos el privilegio de ver lo que ha sido este cambio.
–Recuerdo que Manuel Marcué Pardiñas, director de la revista Proceso, estuvo en la cárcel con tu papá. Heberto siempre lo cuidó porque a él le daban ataques de epilepsia. Recuerdo que también tenía una amistad muy bonita con Armando y Adelita Castillejos.
–Sí, eran las amistades que cultivaban mis papás. En 1967 estaban haciendo un recorrido del MLN, eran cuatro en el automóvil y chocaron, y por el impacto, todos se salieron del auto; tres murieron y mi papá fue el único que se salvó. Cuando estuvo en el hospital, para recuperarse, también trataron de asesinarlo inyectándole cosas, pero mi papá no se dejó. “Ninguna inyección”, no me toquen”.
“Mi papá no se dejaba ni que le pusieran anestesia para coser sus heridas. Mi mamá y Armando Castillejos lograron denunciar que lo querían asesinar. ”
–El heroísmo de tus papás debe ser para ti una herencia formidable.
–La verdad es que cuando uno está en la política también hay que tener conciencia de que toda la familia corre gran peligro. Cuando eres de la oposición, hay un golpeteo continuo contra ti, sobre todo contra tu familia, y eso es duro de aguantar; sales a la calle pensando que a lo mejor no vas a regresar. Vivir en la persecución te hace más fuerte.
–Es algo a lo que te expones al llegar a ser un líder de la talla de Heberto Castillo, ¿no? Laura, tú fuiste testigo de muchos horrores.
–Al participar en cuestiones de carácter político, la familia puede padecer represiones de todo tipo. Cuando éramos niños y mi papá estaba en la cárcel, o escondido, a nosotros nos perseguían; un coche se estacionaba día y noche en nuestra calle.
“Cuando vivíamos en Romero de Terreros, en Cerro del Agua, yo tenía unas amiguitas en la calle de Cerro del Vigilante, en Cerro de la Miel, andábamos en bicicleta y siempre veíamos coches de guaruras que nos seguían; había vigilancia a todas horas. Siempre lo denunciamos y nunca paró la persecución; estábamos acostumbradísimos a los teléfonos intervenidos. Incluso, cuando nos fuimos a Cuernavaca, nos persiguieron, pero mi mamá era una gran escapista.”
“Durante el 68, mi mamá se disfrazaba de estudiante para ir a ver a mi papá a Ciudad Universitaria. Pienso que sí debemos rendir un homenaje a todas aquellas mujeres olvidadas que hicieron mucho por el cambio en México y por la libertad de expresión; tengo la certeza de que si ahora tenemos una gran libertad de expresión, de denuncia, tanto en la prensa como en las asambleas y reuniones, es porque la lucha previa cimentó nuestro coraje y nos hizo más valientes. Son muchos los mexicanos que ahora tienen el valor de expresar y escribir sus ideas, y acusar al gobierno.”
–Todavía faltan muchas denuncias.
–Mi papá siempre dijo que la lucha debería ser pacífica, no armada, para llegar al poder; la vía debería ser la de todos nosotros los ciudadanos. Para mi papá, la única manera de abrirse los caminos era la participación democrática.
–Tu papá nunca creyó en las armas…
–Decía que si había un resquicio, había que ir por ahí. Él buscó que todo se hiciera con apego a la Constitución, porque la Carta Magna nos da garantías individuales de libertad de expresión, de libertad de organización. Pienso que el tiempo le dio la razón, porque a través de un movimiento pacífico fue que la izquierda triunfó; después de una lucha muy larga en la que se fusionaron las izquierdas y el nacionalismo revolucionario del pueblo.
–¿Sientes que su encarcelamiento en Lecumberri tuvo alguna razón de ser? ¿Se podía lograr sin tantas privaciones?
–Las injusticias han sido muchas y originan los movimientos que han marcado la historia nacional: el movimiento ferrocarrilero con Demetrio Vallejo, el asesinato de Jaramillo y de toda su familia. Vallejo y Jaramillo han sido personajes fundamentales en la lucha por la transformación y por los derechos de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes.
–Laura, ¿sentiste que tenías que seguir el camino de tu padre?
–Desde niña me interesó la política, la oposición. Me involucré más a partir del gobierno de Andrés Manuel López Obrador; tuve una gestión en la Ciudad de México primero y después con Claudia Sheinbaum.
“Fui miembro del consejo de administración de Pemex; éramos cinco consejeros independientes durante el gobierno de López Obrador. Ahora soy presidenta del Senado de la República, es un gran compromiso. Nunca imaginé estar en este espacio, mi trabajo ha sido estar en favor de las causas sociales y de la transformación de México. Ha sido para mí un gusto ver que sí es posible, Elenita.
“Las mujeres me han ayudado. Trabajamos en la fundación Heberto Castillo Martínez que encabezaba mi mamá. Formamos un grupo muy bonito con talleres que me nutrían mucho. La política es pasión. ¿Por qué estoy aquí? Porque me gusta, porque me motiva, siento que es mi vida.
“Vengo de la Escuela de Arquitectura Autogobierno, con las organizaciones del movimiento popular hacíamos proyectos para apoyar a los menos favorecido, sobre todo en cuestión de vivienda, porque es un derecho fundamental. Si no hay vivienda, no se pueden desarrollar los otros derechos; tener una vivienda dignifica al ser humano.
“Los movimientos importantes están encabezados por mujeres en la defensa de su territorio. Trabajé en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda. Una de las satisfacciones más grandes era la entrega de la vivienda en los procesos de reconstrucción, de mejoramiento o de la vivienda nueva. Te dabas cuenta de todo lo que significaba para la gente.
“Cuando fui delegada en Coyoacán me gustaba mucho ir a las colonias, estar en las reuniones con la gente, ayudar en el ejercicio de sus derechos y resolver las problemáticas que existían en esa zona. Por medio de la cultura conoces a los pueblos, a las naciones. Ese trabajo ha sido mi escuela.”
–Laura Itzel, me conmueve ver a tantas mujeres ocupando puestos de toma de decisión.
–Sí, Elenita, desde hace muchos años coincidimos Claudia Sheinbaum y yo, por eso es un honor trabajar con ella, hoy, codo a codo.
