02 de abril de 2025 00:01
Llegaron los días “fatídicos” –2 y 3 de abril– que serán recordados y resentidos. Se habrá pasado de los forcejeos y las negociaciones bilaterales, a una factible guerra comercial global. El señor Donald Trump la ha estado acariciando, armado con aranceles. Desea reconstruir, según promete, la grandeza de su país. Mientras tal fenómeno se hace, o no, realidad, su labor ha sido de discrecional zapa. Ha enderezado sus energías contra una multitud de actores, sistemas e instituciones. Trátese de jueces hasta llegar a la Suprema Corte, libertades civiles, migrantes y abogados litigantes o universidades. Algunas instituciones públicas (educativas), así como multilaterales (ONU), también han merecido sus afanes destructores.
Unas 50 universidades han acaparado su atención pero, otras, tal vez cientos, caerán bajo su mira y coraje. Entre estas pasan lista algunas de gran prestigio: Columbia, Harvard o Pensilvania. Sus rectoras han dimitido ante el empuje de sus amenazas; les quitará las ayudas e inversiones que suman cientos de millones. La vara crucial estriba en sesgos ideológicos derivados de la defensa de las acciones genocidas de Israel. Las acusaciones de antisemitismo han sido usadas para combatir las protestas estudiantiles y para deportar a sus líderes.
La irritación causada por esta represión desatada va en aumento. Parte de ella se ha enderezado hacia las mismas universidades que han cedido a las exigencias de Trump y limitado la protesta estudiantil. La libertad de expresión y asociación entran en el conflicto desatado y cuestionan la misma constitucionalidad del orden democrático. La famosa y sentida primera enmienda va quedando en la retaguardia de las deudas pendientes.
Los hechos, por más atrabiliarios que puedan parecer, tienen también un hilo conductor que toca las fibras conser vadoras de la presente administración republicana. No son sólo golpes improvisados o voluntariosos. Tienen su basamento de acariciadas posturas seudolibertarias de una reacción, rayana en rasgos fascistas, que sostuvo el triunfo republicano. Estos mismos rasgos tratan de extenderlos a lo global. Es por ello que invitan a ciertos personajes a sus ceremonias y juntas de cofrades, en particular latinoamericanos con la intención de promover liderazgos señalados. Aquí caben personajes como Nayib Bukele, Daniel Novoa o el fantoche argentino Javier Milei. Toda una pléyade de futuros adalides de la derecha extrema nucleada por Trump.
Si las amenazas arancelarias han galvanizado opiniones negativas bastante extendidas sobre la capacidad del mismo presidente Trump, su administración corre por muy parecidos enjuiciamientos. El reciente caso de la inclusión de un periodista reputado en el grupo de alto nivel que revisaba los ataques a los hutíes, ha desembocado en el llamado Signalgate. Este caso ha puesto el acento en la incapacidad del grupo que rodea a Trump. Incapaces de sugerir rutas alternas, se han plegado a pulsiones de su jefe, hasta asumir el triste papel de simples comparsas. Siguiendo sus caprichos más extremos, han caído también en improvisaciones de principiantes inexpertos. Consecuencia inevitable de la forma en que fueron seleccionados, simplemente por su obcecada subordinación y no con base en experiencias capacitadoras.
Las posturas intransigentes, amenazantes y controvertidas de Donald Trump han generado reacciones internas que van creciendo y ya forman todo un movimiento opositor. Han movilizado a amplios grupos sociales, sindicatos varios o emigrantes de diferentes orígenes afectados de manera directa. Desafortunadamente, todo este conjunto de dislates no ha propiciado la participación de los demócratas opositores. Sólo algunas figuras de ese partido han levantado voces que son escuchadas con atención creciente: Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez.
La consecuencia ha basculado en avanzar la idea de una administración autoritaria que ya toca ribetes de autocrática. La reciente idea de contemplar, seriamente, un tercer periodo como presidente –contrario a expresa prohibición constitucional– incluirá miedos y pasiones en gran parte del electorado interno.
Nada se diga de temores externos que serán, incluso peligrosos, por sus graves consecuencias derivadas. Mientras, se han ido coagulando balances externos adicionales que harán contrapesos a este desorden renovador trumpiano.
La misma rotura del concepto Occidente ha llevado a los europeos ha movilizar sus adormecidas fuerzas, comerciales, creativas, financieras o militares que tenían subyugadas.
Mientras estas caóticas y cuestionadas disrupciones del orden interno y externo ocurren, China no ha perdido el tiempo para situarse como una potencia efectiva. El lanzamiento del sistema alterno de pagos internacionales, en su moneda, reclamó lugar y atención mundial.
El padrino 4
José Steinsleger/II y última
02 de abril de 2025 00:03
Catorce. Tras la ajustada derrota del peronismo frente a Mauricio Macri (octubre de 2015), el insigne politólogo argentino Jorge Beinstein (fallecido en 2019), escribió un audaz ensayo acerca del “maelstrom” ideológico y político en curso (“Lumpenburguesías latinoamericanas”, Revista Maíz, Facultad de Comunicación de la Universidad de La Plata, 6/ 2016).
Quince. La audacia de Beinstein consistió en exhumar el término “lumpemburgesía”, empleado por Marx para caracterizar a la aristocracia financiera francesa. Y un siglo después (de 1960 hasta mediados de los 70), el belga Ernest Mandel lo usó para el caso del “modelo brasileño”, en tanto el alemán André Gunder Frank lo extendía al conjunto de las burguesías latinoamericanas.
Dieciseis. Con enfoques eurocentristas, ambos autores (trotskista el uno, neomarxista el otro), plantearon que las élites de AL eran “atrasadas” frente a las de Europa y EU. Es decir, más estructuradas y tecnológicamente sofisticadas. Pero finalmente, la flojedad de papeles en asuntos de historia y cultura y el accionar represivo de los regímenes cívico-militares, hicieron que el término “lumpenburguesía” perdiera fuerza y vigor dialéctico.
Diecisiete. En el ensayo de marras, Beinstein concluyó que buscar coherencia estratégica al macrismo “no era tarea fácil ni difícil, sino imposible”. Pues las élites y clases medias argentinas, que les había ido de maravillas con Néstor y Cristina Fernández de Kirchner (leáse, expansión del mercado interno y fortalecimiento del Estado), optaron por treparse a la lámpara de su fobia antiperonista (clasismo + racismo), en perjuicio de sus propios intereses de clase.
Dieciocho. Así, con 214 causas acumuladas entre 2007 y 2015 (a más de 144 denuncias penales durante los cuatro años de su mandato), el ex director del Boca Juniors se convirtió en el primer gobernante de la historia argentina en asumir el cargo mientras estaba procesado. Causas que sus compinches, enquistados en el Poder Judicial, aplazaban un día sí y otro también.
Diecinueve. Ampliando el diafragma, Beinstein señaló que en Argentina, y a escala global, la desregulación entendida como violación creciente de todas las normas consensuadas, se agudizó con la crisis financiera de 2008. Fenómeno debido antes que al “atraso” de las presuntas “lumpenburguesías”, al progresivo empoderamiento de grupos mafiosos que practican la especulación y el saqueo.
Veinte. En suma, asunto harto desquiciante para las izquierdas ideológicamente correctas y políticamente despistadas, y derechas poco dispuestas a levantar el guante frente a grupos delictivos que niegan las reglas democráticas inventadas por ellas mismas, tornándose cómplices de un gigantesco proceso destructivo a escala global.
Veintiuno. Emblemático, el caso de Donald Trump, despidiendo a 12 fiscales que trabajaban en los procesos penales en su contra, abriendo “una era de corrupción sin vergüenza”, según Liz Hoffman, analista del influyente portal Semafor. Aunque en rigor, nada nuevo. En octubre de 2015, a dos años de la primera victoria electoral de Trump, The Washington Post estimó que ningún candidato presidencial serio había tenido “el mismo nivel de profundidad documentada de negocios con entidades controladas por mafiosos”.
Veintidós. V.gr.: el faraónico Trump Plaza, edificio y centro comercial en el este de Manhattan (58 pisos), cuyos materiales de construcción fueron suministrados por el “Club del Cemento” controlado por Anthony Fat Tony Salerno y Paul Castellano, sendos jefes de las legendarias familias Genovese y Gambino.
Veintitrés. En suma, mafias que si bien nunca dejaron de circular en los pliegues del sistema, lucran hoy abiertamente en “toda clase de negocios legales, semilegales o abiertamente ilegales, desde la industria o el agrobusiness hasta el narcotráfico, pasando por operaciones especulativas más o menos opacas”. Y que, a semejanza de un policéfalo “Padrino 4”, encumbran “bandas de saqueadores que obtienen su botín en el menor tiempo posible, y luego de conseguirlo pugna por más a costa de las víctimas, pero también, si es necesario, de sus competidores”.
Veinticuatro. Nada distinto, finalmente, a lo pensado en el decenio de 1920 por el rusófobo de la escuela austriaca Ludwig von Mises (1881-1973), alter ego de los Trump o Javier Milei, al decir: “No se puede negar que el fascismo y movimientos similares que pretenden establecer dictaduras están llenos de las mejores intenciones, y que su intervención, por el momento, ha salvado a la civilización europea” (Liberalismo, 1927).
Veinticinco. En su libro La cuarta ola: líderes, fanáticos y oportunistas en la nueva era de la extrema derecha (Ed. Marea, Buenos Aires, 2024), el politólogo Ariel Goldstein examina la Argentina de Milei, y concluye: “Los dueños del capital ya no creen en la democracia”. Aunque, volviendo al primer punto de este artículo, vale repreguntarse si alguna vez creyeron.
(Primera parte: https://acortar.link/kHIHTa)
Recuperar la Reforma radical
Carlos Martínez García/ I
02 de abril de 2025 00:02
El resquebrajamiento del régimen religioso y político del siglo XVI suele ser explicado por las causas y consecuencias del reto que significó para la Iglesia católica la ruptura iniciada por Martín Lutero en 1517. Es abundante la historiografía sobre el tema, incluso en español, pero, sobre todo, en inglés, alemán y francés.
Frente a la explicación binaria, dos fuerzas enfrentadas, a saber: la Reforma protestante versus la Contrarreforma católica, a mediados del siglo pasado fueron ganando terreno investigaciones sobre un conjunto de movimientos y personajes cuyas propuestas de transformación sociorreligiosa se alejaron tanto de las distintas vertientes del protestantismo como del catolicismo. Los movimientos y personajes aludidos han sido agrupados bajo el nombre de Reforma radical.
Antes de que George Williams, investigador de la Universidad Harvard, publicara en 1962 la primera edición de The Radical Reformation, ya había visto la luz un importante número de trabajos sobre algunos aspectos e integrantes del movimiento. El mismo Williams hizo causa común con Ángel M. Mergal para conjuntar la antología Spiritual and Anabaptist Writers, publicada en 1957, que sirvió de modelo para la compilación de John H. Yoder, Textos escogidos de la Reforma radical, cuya tercera edición es de 2016.
La obra de George H. Williams tuvo una segunda edición en español, La Reforma radical, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1983. Es un volumen de mil 26 páginas. El autor revisó el texto de la edición original en inglés e hizo precisiones y algunas ampliaciones, de tal manera que consideró el editado en México un libro más completo que el dado a conocer en 1962. Él mismo escribió en el prefacio: “La versión española que el autor tiene en sus manos deja muy atrás la versión inglesa original, de manera que es, por ahora, la edición definitiva y autorizada”. La tercera edición, en inglés, vio la luz en 1992.
Williams ahondó en la superioridad de la edición en español, la cual es resultado del filólogo y crítico literario Antonio Alatorre, quien “ha hecho subir notablemente el valor de mi libro”. Esto fue así porque Alatorre, reconoció Williams, “no sólo ha mejorado el texto original y puesto al día ciertos addenda et corrigenda gracias a inteligentes preguntas y propuestas que me han obligado a procurar una mejor claridad de exposición, sino que también, gracias a sus verificaciones personales de citas procedentes de obras escritas en diferentes idiomas, y a su afán de hacer plenamente coherentes y completas las notas de pie de página de la edición original y de las ediciones mecanografiadas, ha dado una mayor solidez al conjunto del libro, para beneficio de los lectores de habla española, lo mismo que de los investigadores de otros países”.
La edición del Fondo de Cultura Económica constó de 3 mil ejemplares, algunos de los cuales son ofrecidos por libreros especializados en precios altos. A mí no son pocos los investigadores de otros países que me han solicitado que les consiga un ejemplar, tarea prácticamente imposible de cumplir porque el volumen está agotado. De manera un tanto inexplicable para mí el fondo no reimprimió la obra. Tal vez ahora sea tiempo de hacerlo. Si así fuese, la benemérita institución sumaría un gran reconocimiento a los muchos obtenidos desde su fundación en 1934.
La de George H. Williams es una obra monumental, que ofrece una visión panorámica sobre un movimiento disperso por prácticamente toda la Europa del siglo XVI. Williams abrió caminos historiográficos sobre la temática más allá de los espacios contemporáneos confesionales identificados, sobre todo, con el anabautismo para hacer que el tópico ganara “respetabilidad” en esferas académicas de Norteamérica y Europa. Demuestra de forma contundente que los reformadores radicales, y las comunidades por ellos influidas y/o creadas, tuvieron propuestas muy firmes que significaron desafíos para el catolicismo romano y, también, para la que llama Reforma magisterial, es decir, la que fue apoyada por las autoridades, los magistrados, e hizo posible la existencia de iglesias territoriales de distintas a las de la Reforma protestante.
Para Williams, “la Reforma radical, llamada a veces el ala izquierda de la Reforma [así denominada por Roland H. Bainton], fue un movimiento hecho de tres tendencias principales, no muy estrechamente vinculadas al comienzo: el anabautismo, el espiritismo y el racionalismo evangélico. Estas tendencias acabaron por constituir un testimonio y un empuje únicos, una auténtica tercera fuerza, comparable con las otras dos, el protestantismo clásico y el catolicismo romano”.
La lid del heterogéneo movimiento radical, en términos generales, consistió en oponerse a las iglesias oficiales territoriales, bajo el argumento que no debía imponerse una determinada creencia religiosa, y sus consecuencias políticas, al conjunto de la sociedad. En este rubro fueron precursores, y precursoras porque la participación de mujeres fue muy importante, de la libertad de conciencia. Un mérito que les ha sido escasamente reconocido por los estudiosos de cómo fue el itinerario histórico de la tolerancia en las sociedades.