Periódico La Jornada
Martes 19 de noviembre de 2024, p. 13
Con el triunfo de Donald Trump en la elección para presidente de Estados Unidos, México debe estar prevenido para enfrentar situaciones como la detención y el retorno en masa de mexicanos y de otros migrantes, así como la posibilidad de que el gobierno estadunidense catalogue a los cárteles de la droga mexicanos como grupos terroristas y eso determinaría una nueva relación en la frontera y tendría implicaciones en la política de seguridad, destacaron académicos de la UNAM.
Mariana Aparicio Ramírez, integrante del Observatorio de la Relación Binacional México-Estados Unidos, adscrito al Centro de Relaciones Internacionales (CRI) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, señaló que la frontera y la seguridad están vinculadas con otros dos: la política migratoria y la comercial.
Si a partir de la perspectiva del próximo presidente estadunidense México no hace lo necesario en esos sectores, la amenaza de imponer aranceles será una estrategia que ya conocemos. La cooperación entre ambas naciones podría ser dura, pragmática y por momentos ríspida, estimó.
El futuro residente de la Casa Blanca ha hablado de sellar la frontera y detener la migración; me parece que es viable y más cercano de lo que parece, y México debe estar preparado para detenciones y el retorno en masa de mexicanos y de otros latinos. Trump tiene el apoyo de la ciudadanía y eso significa que lo políticamente incorrecto puede ser políticamente viable, advirtió.
En ello coincidió el académico Tomás Milton Muñoz, también del CRI, al advertir que el empresario no va a poder deportar a 11 millones de personas indocumentadas en cuatro años, por el costo que eso implica, pero es un hecho que aumentarán las redadas y el discurso de odio.
En consecuencia México debe estar preparado para las deportaciones y para integrar a esos deportados al mercado de trabajo. Propuso establecer políticas públicas empleo y mayor gasto en infraestructura para aminorar el problema de los migrantes.
Revueltas: las evocaciones requeridas
Javier Aranda Luna
Su origen fue como el de muchos: una familia humilde de provincia. Pasó sus primeros años en las minas de San Andrés de la Sierra, Durango. Pero su origen fue como el de muy pocos: su hermano Silvestre se hizo compositor; Rosaura, actriz; Fermín, pintor. Él decidió dedicarse a la escritura, ese oficio demandante del que no se puede vivir y por el que tuvo que dedicarse a otras cosas.
Ya en la Ciudad de México su inteligencia precoz y justiciera lo hizo afiliarse a los 14 años al Partido Comunista Mexicano (PCM). A los 15 fue detenido por repartir propaganda en el Zócalo. En la época de la Gran Depresión se le acusó de rebelión, sedición y motín, y fue confinado en un reformatorio. A los 20 fue enviado a las Islas Marías por subversivo. Fruto de esa experiencia nació su novela Los muros de agua.
El joven José Revueltas publicó en la revista Taller de abril de 1939 el primer capítulo de El quebranto, pequeño escrito de juventud intenso, confuso, relampagueante, a decir de Octavio Paz. Son los meses previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Paz, quien también reseñó en la revista Sur de julio de 1949 El luto humano, recordó en un ensayo que en mayo de 1936 durante una asamblea de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios se cuestionaba el sentido de la poesía sin causa. Paz, Efraín Huerta y José Revueltas escucharon frente a un público hostil y ante los antenas de algunos obispos y coadjutores, cómo Cardoza y Aragón defendió a la poesía, no como una actividad al servicio de la Revolución, sino como la expresión de la perpetua subversión humana.
Según José Emilio Pacheco, Revueltas tuvo la facultad de percibir en su obra el espanto, la desolación, la inhumanidad de nuestro tiempo; de ver las cosas que otros nos ocultamos para seguir viviendo. La vida para él era dolor y desgracia, y detrás de nosotros no hay nada sino pavor. Un día llegó a decir fundamentalmente, esencialmente, soy pesimista; en el fondo de mí hay una profunda desesperación sin remedio.
El crítico Phillip War afirma que El luto humano es una de sus obras mejor logradas. Yo añadiría El apando, su novela más conocida. Un libro compacto e intenso. El apando es la celda de castigo de la cárcel, pero también una fortísima metáfora: el lugar de castigo en el que todos, víctimas y verdugos, estamos presos en nuestro aislamiento, en nuestra soledad, a decir de Pacheco.
Ahora que en México se habla de militantes puros de izquierda, Revueltas ha sido el más, tal vez el único.
En 1949 publicó la novela Los días terrenales, que provoca acaloradas polémicas. En ella, critica la rigidez ideológica, la disciplina paramilitar de los comunistas. Uno de sus personajes, Fidel, es una horrible máquina de creer, una horrible máquina sin dudas, un dogmático estalinista, un sectario reduccionista.
La novela fue una bomba para la izquierda de entonces. La tacharon de reaccionaria y decadente. Evodio Escalante afirma que la izquierda de la época la condenó de manera unánime. Hasta Pablo Neruda, que fue su amigo, la condenó. Marco Antonio Campos cita al poeta chileno: Las páginas de su último libro no son suyas. Por las venas de aquel noble José Revueltas que conocí circula una sangre que no conozco. En ella se estanca el veneno de una época pasada, con un misticismo destructor que conduce a la nada y a la muerte.
Fue tal la polémica, que Revueltas retiró de circulación Los días terrenales y la obra de teatro El cuadrante de la soledad, que versaba sobre el mismo tema. Quería hacer una autocrítica.
Para Octavio Paz, su crítica a la ortodoxia comunista lo convirtió en un hereje de la izquierda. Su honradez escrupulosa lo hizo criticar a la ideología de izquierda que opera como ciencia, más cercana a las estructuras religiosas con sus órdenes y sectas, donde cada una se cree poseedora de la verdad.
Fue tal su coherencia política, que su familia ha dicho que a José Revueltas se le recuerda más por su pureza ideológica que por su genio literario. Tienen razón: fue militante, sí, pero fue, y sigue siendo, sobre todo, un gran escritor.
En su obra de teatro Nos esperan en abril, a decir de la crítica Aurora Ocampo, nos muestra que el PCM nunca renunció a los intereses creados y contubernios con el poder.
En manos de Revueltas, según José Emilio Pacheco, la novela y el cuento fueron instrumentos de la crítica radical. Su hija Andrea Revueltas decía en 1987 que los partidos de izquierda todavía no superan los problemas que planteó su padre. Y tal vez aún no lo han logrado.
En 1968, José Revueltas fue detenido y condenado a 16 años de prisión en la cárcel de Lecumberri. Lo acusaron de incitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, daño a la propiedad, ataques a las vías de comunicación, robo, acopio de armas, homicidio y lesiones, por su participación en el movimiento estudiantil. El 10 de diciembre de 1969 inició junto con sus compañeros una huelga de hambre por tiempo indefinido que afectó brutalmente su salud.
El dramaturgo estadunidense Arthur Miller pidió al presidente Díaz Ordaz su excarcelación. Finalmente, fue liberado en mayo de 1971. Murió cinco años después, a los 61, el apasionado, generoso, enamorado, vital, inolvidable José Revueltas, a decir de Carlos Fuentes, el mismo sobre quien Julio Cortázar había dicho que tendría que haberse incluido en el boom latinoamericano. A 110 años de su nacimiento su obra sigue viva.
Derecho de los pueblos indígenas: su alcance local y el espejo internacional
Magdalena Gómez
La presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, ha referido que la reciente reforma constitucional en materia indígena no será letra muerta y que ya se están trabajando las propuestas de legislación secundaria. Incluso comentó que sí se darán recursos a los pueblos indígenas; poquitos, dijo, para empezar. También asume los Planes de Justicia que promovió el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) como propuesta universal de los pueblos y va señalando al INPI que se incluya, por ejemplo, la electrificación de las comunidades indígenas. Se tendría que revisar si esa es la propuesta de todos los pueblos y si los planes en curso han sido previamente consultados.
Por otra parte, habrá que considerar que la reciente reforma constitucional excluyó como letra viva el tema crucial de los territorios de los pueblos indígenas, porque de por sí para el Estado seguirán siendo letra muerta aun cuando nunca hayan vivido en la Constitución.
No olvidemos que hasta hoy no se ha logrado reglamentación alguna de las reformas constitucionales en materia indígena, ni la de 1992, la de 2001 y ya veremos cómo se concreta la de 2024, que tiene un plazo de seis meses, según su transitorio. En especial si tienen previstas consultas en serio y con los pueblos de manera previa, libre e informada sobre sus propuestas reglamentarias. Ya veremos los cómos sobre las diversas temáticas enunciadas en la nueva reforma , muchas de ellas retomadas de lo que establece el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y la Declaración de la Organización de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas. Otras son de creación propia, diremos del Congreso de la Unión y legislaturas de los estados, que validaron la iniciativa presidencial, como el hecho de reconocer la jurisdicción indígena y a la vez señalar que la ley determinará los criterios de validación de las resoluciones indígenas o reconocer a los lugares sagrados previamente declarados así por el Estado y, el colmo, los criterios relativos a las consultas y el costo cubierto por los promotores del proyecto en cuestión o si éstos obtienen beneficio deberán indemnizar.
Pero tenemos un contraste para poner el espejo a la reforma mexicana reciente. La Asamblea General de la ONU aprobó el pasado 11 de noviembre una resolución que busca proteger y promover los derechos de los pueblos indígenas (168 votos a favor , siete abstenciones y, el único voto en contra de Argentina).
Señalaron que se trata de ampliar el mandato del Fondo de Contribuciones Voluntarias de la ONU para los pueblos indígenas, pero su base es la declaración de la ONU mencionada arriba. La mayoría de las delegaciones destacaron, en la Asamblea General, el impacto desproporcionado del cambio climático en los pueblos indígenas debido a su dependencia directa de los ecosistemas. La resolución busca reforzar el compromiso internacional para proteger y promover los derechos de las comunidades originarias. La propuesta de resolución fue presentada el pasado 22 de octubre, por varios países latinoamericanos y africanos: Bolivia, Venezuela, Dominica, Ecuador, Liberia, México y Paraguay. Aborda áreas claves, como el acceso a la justicia, la protección del ambiente y la preservación de culturas y lenguas indígenas. Además, destaca la importancia de reconocer el derecho de los pueblos indígenas a mantener sus propias instituciones políticas, jurídicas, económicas, sociales y culturales.
La resolución enfatiza que los pueblos indígenas deben participar plenamente en la toma de decisiones sobre asuntos que afecten sus derechos En especial, los relacionados con sus territorios y recursos naturales. Destaca el reconocimiento del consentimiento libre, previo e informado y sostiene la relevancia de respetar sus tradiciones y conocimientos ancestrales.
El documento aprobado, manifiesta la preocupación por el aumento de la discriminación, el discurso de odio y la violencia contra los miembros de comunidades indígenas. Además, se condenan prácticas como invasiones de tierras y desalojos forzosos. En síntesis, la resolución refuerza el compromiso internacional de promover el acceso a la justicia, la protección del ambiente y la preservación de culturas y lenguas de los pueblos originarios.
La práctica del Estado mexicano, de reconocer sólo aquello que no implique su transformación, nos recuerda lo que señaló la indígena guatemalteca Brisna Caxaj retomando la noción de Charles Hale sobre el indio permitido: en mi país puedes pedir el uso de las lenguas, puede ser que no te cumplan y no pasa nada, pero si demandas territorio, ahí si te criminalizan, tal parece que hay sólo unos derechos permitidos. Así es: te concedo derechos siempre y cuando no tengas poder. Y sí los pueblos quieren el poder para detener el despojo de sus tierras y territorios: letra viva hoy ausente en la Constitución mexicana.