domingo, 6 de noviembre de 2022

Mexicanos y polacos en Chicago.

Jorge Durand
Hace ya un siglo llegaron a Chicago y a la zona del lago Michigan los primeros mexicanos.
Según Paul Taylor, su presencia se relaciona con las actividades del ferrocarril que dispersó a la población trabajadora mexicana por toda la Unión americana, pero también por un hecho fortuito, las grandes huelgas de las empresas fundidoras de la zona en 1919 y el reclutamiento de mexicanos como esquiroles, quienes llegaron de manera temporal, pero se quedaron definitivamente.
En esos tiempos, los mexicanos compartían el espacio con otros migrantes en barrios cercanos a las terminales ferroviarias, las procesadoras de cárnicos y las fundidoras. También compartían el espacio en las iglesias católicas con italianos y polacos, aunque a los mexicanos se les asignaba o segregaba en las bancas de atrás.
Con los polacos, tan católicos y pobres como los mexicanos, solían haber distintos tipos de conflictos, en el trabajo, billares, escuelas, bailes y en los baños públicos.
Robert Redfield reseña la opinión de un mexicano que asistía a clases de inglés con polacos: Salvador dijo: me gustan los italianos y los americanos. Ellos son simpáticos. Pero los polacos... Hizo cara de disgusto. Según Salvador “los polacos siempre fingen que son americanos, se avergüenzan de que son polacos. Dicen que son alemanes o americanos. Una noche, en la escuela, el profesor señaló que los pueblos que formaban América eran Canadá, Estados Unidos y México. ¡Debería haber visto a los polacos que estaban al derredor¡ ¿Qué…: los mexicanos, son americanos?” También Salvador se quejaba de que a los polacos les daban los buenos trabajos y los mexicanos tienen que hacer todos los trabajos sucios Y al preguntarle ¿por qué? Salvador respondió: yo creo que es porque los mexicanos no se quedan aquí.
El mismo Redfield da cuenta de sus observaciones en ocasión de un baile organizado por mexicanos. El baile fue ruidoso, informal y amable. La mayoría de los asistentes eran jóvenes mexicanos que querían pasar un rato agradable. Había tres hombres por cada mujer. Había también 10 o más europeo-americanos de segunda generación, desorganizados y alocados, la mayoría polacos y una media docena de prostitutas polacas. Éstas entusiasmaron a los mexicanos. Algunas se fueron temprano con lo que habían venido a buscar.
Los polacos, a diferencia de los mexicanos, eran blancos y rubios, casi transparentes, mientras los mexicanos, en su mayoría, eran morenos, raza de bronce. Pero se atraían mutuamente, a los mexicanos les fascinaban las güeras y se reseñan varios casos de matrimonios entre mexicanos y polacas.
No obstante, las relaciones entre varones polacos y mexicanos eran conflictivas, especialmente los fines de semana, que era cuando la mayoría de los trabajadores iba a los baños públicos. Se registraban numerosas peleas y broncas entre los dos grupos porque los mexicanos acaparaban los baños en esos días para darse un regaderazo, cosa que muchos no podían hacer en los cuartos donde vivían hacinados.
Los billares también eran lugar común de disputa por las mesas y los turnos y, sobre todo, porque era el lugar de reunión de hombres solos y donde se ofrecían múltiples servicios.
El billar Las dos Repúblicas, en la esquina de Green Bay y la 90th, además de billar era bebería, restaurante y ofrecía cuartos en renta. El restaurante Chapultepec, de Green Bay 94, era también un pool room, se vendían tamales y se rentaban cuartos.
Al billar van los hombres después del trabajo a divertirse un rato y allí llegaban prostitutas polacas. Redfield relata que un entrevistado le dijo: la semana pasada entraron cuatro chicas polacas con la excusa de que querían escuchar canciones mexicanas. Pero incluso algunas iban más allá, “una de ellas me propuso poner una casa amueblada para que viviéramos los dos, si yo le llevaba mexicanos al negocio. Me dijo, podemos ganar mucho dinero. Pero le respondí que yo nunca había sido padrote y no pensaba convertirme en uno”.
En otro contexto, también industrial y de clase obrera, Paul Taylor anota que para el caso de Bettelheim, Pennsylvania, el problema de las broncas entre diversos grupos raciales era que los mexicanos utilizaban navajas para pelear, lo que causaba heridos y problemas con la policía. No obstante, expresa, que los jóvenes hijos de migrantes mexicanos que iban a la escuela aprendieron a darse trompadas, lo que se consideraba como un signo de integración cultural y una manera tolerada de solucionar disputas.
Otro lugar de conflictos interraciales eran los bailes que solían organizar las asociaciones de mexicanos, como El Club Benito Juárez, La sociedad Hispanoamericana o la Sociedad Fraternal Mexicana de Chicago. Era una manera de recaudar fondos para sus asociaciones cívicas y las fiestas religiosas y, por tanto, eran abiertos a todo público y se cobraba a la entrada. Pero a los organizadores les molestaba la presencia de prostitutas polacas y otros inmigrantes que eran muy ruidosos y armaban líos.
Hace un siglo mexicanos y polacos convivían, pleiteaban y se enamoraban. En el Chicago del siglo XXI cada quien anda por su lado.

De recesiones y cambio climático: la primera
José Antonio Rojas Nieto
Tenemos urgencia de superar, al menos, cinco problemas graves. Desigualdad, desempleo, precariedad laboral, inseguridad y cambio climático. Requerimos diseñar y evaluar acciones sociales y políticas públicas para ello, más ahora que la rentabilidad general de las economías está prácticamente detenida desde inicio de los ochenta y con severas caídas en 2009 y 2020.
Se agudiza la lucha social. La aguda inflación actual muestra las disputas en juego por el relativamente menor excedente disponible, también la elevación de precios de materias primas, de tasa de interés, la baja drástica de capacidad utilizada, la destrucción de capital y los impulsos monopólicos.
Si viene la recesión, se hará cada vez más complicado diseñar e impulsar una estrategia que nos oriente a superar esos cinco graves problemas. Hay explicaciones oficiales, ortodoxas, sobre la inminente recesión, como la de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Visión sustentada en los llamados indicadores compuestos principales (ICP), con ellos identifica los ciclos de crecimiento e indica fases, puntos de inflexión, descensos, recuperaciones, auges y depresiones, con el producto interior bruto (PIB) como referencia, y lo compara con su tendencia histórica o con su comportamiento potencial, pero, domina la visión ortodoxa.
Sin embargo, hay alternativas a identificar y estudiar. Un ejemplo, el excelente trabajo relativamente reciente (marzo de 2014) del profesor Duncan Foley ( The New School for Social Research, de Nueva York). Preparado con Lance Taylor y Armon Rezai ( An Integrated Approach to Climate Change, Income Distribution, Employment and Economic Growth, parte del Research Project on Sustainability, Distribution, and Stability, Institute for New Economic Thinking and the Schwartz Center for Economic Policy Analysis, 2014). Analizan el crecimiento económico impulsado por la demanda, no por la oferta y –gran mérito– profundizan las interacciones entre acumulación de gases de efecto invernadero (GEI), calentamiento global y crecimiento económico en un marco poskeynesiano.
¿Por qué?, para evitar –citémoslos– las debilidades del llamado mainstream. ¿Cuáles?, analizar el crecimiento y los impactos del calentamiento global en dicho crecimiento macroeconómico, desde la perspectiva de la oferta, la que supone que todos los recursos –fuerza de trabajo incluida– se emplean por completo, por lo que el gasto total en inversión y mitigación climática está determinado por el ahorro disponible.
Son modelos –aseguran– que asumen que las decisiones sobre inversión y mitigación las toma un agente representativo que maximiza la utilidad descontada del consumo, en un horizonte temporal de siglos. Lamentan que esta visión tiene supuestos clave, no convincentes. Uno, no se empleará plenamente la fuerza de trabajo si el calentamiento global reduce el nivel de producción, e insisten en la necesidad de asumir que vivimos en un mundo de países y grupos sociales con intereses en conflicto. Con ello –dicen– se descubre que la producción y la actividad económica están determinadas por la demanda agregada y la demanda misma, por la distribución del ingreso entre ganancias y salarios.
Con el tiempo la economía crece y su stock de capital y capacidad productiva aumentan. Niveles más altos de ingresos requieren mayor uso de energía y sin política climática, mayores emisiones de GEI, por eso atienden la evolución de las relaciones capital-población y GEI-capital. Finalmente, muestran la alta probabilidad de que la interacción acumulación de gases de efecto invernadero con crecimiento económico implique periodos cíclicos de auge y caída en la producción, con una estabilización de los GEI en altos niveles, para mantener bajo control la acumulación de capital. Es una perspectiva innovadora a profundizar. Va de por medio una buena estrategia de desarrollo. De veras.
antoniorn@economia.unam.mx