La magnitud de la votación en Estados Unidos, con una participación de casi 145 millones de estadunidenses, puso en jaque y, finalmente, derrotó la intención de Donald Trump de lograr la relección para un segundo periodo presidencial. Más de 100 millones de estadunidenses buscaron asegurar su participación; asistiendo antes del 3 de noviembre, personalmente, 36 por ciento de esta cifra a los lugares de votación, y 64 por ciento enviando su voto por correo.
El desenlace final de la elección, con el triunfo de Joe Biden, ha revelado muchas aristas del complejo panorama que enfrenta la que fue, durante el siglo XX, la principal potencia imperial del mundo. Con fundadas razones, millones de estadunidenses y habitantes del planeta festejan la derrota de Trump, por los valores que ha representado y defendido: enriquecimiento sin escrúpulos, racismo, misoginia, mentiroso, desprecio a la vida de sus habitantes, ignorancia y rechazo a las advertencias científicas del deterioro ambiental del planeta.
Trump confió en que su soberbia y atropellos mantendrían la atracción de sus electores y quebrantaría la voluntad de quienes lo impugnaron desde un principio, como sucedió con James Comey, director de la FBI, y Rex Tillerson, alto directivo de Exxon, a quien despidió como secretario de Estado o las órdenes de atentar contra las vidas del principal general del gobierno de Irán, Qassem Soleimani, y de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. No obstante la derrota, la era de Trump no pasará desapercibida en los anales de la historia. Logró, al final, refrendar y aumentar la cifra de votantes al alcanzar 70 millones, lo que representó 11 por ciento más que en 2016.
Más allá del berrinche y exhibirse fuera de sus casillas, el lance de Trump de declarar que los votos ilegales consumaron el fraude que había anticipado, está la presión de los reales grupos de poder, los dueños del dinero, del Deep State, para anclar a Joe Biden a continuar defendiendo los intereses imperiales, sin alterar la beligerancia racista, como se hizo de manifiesto durante el gobierno de Barack Obama. Esta actitud, Trump la mantendrá hasta el último día de su permanencia en la Casa Blanca, incluso, la endurecerá para reducir lo más posible el margen de maniobra del nuevo gobierno, como ya se advirtió con el distanciamiento de Joe Biden de las propuestas reformistas, no socialistas, de Bernie Sanders.
La derrota electoral de Trump sólo dará un respiro a su pueblo, que enfrenta la peor crisis económica desde la Gran Depresión de 1929 y la peor crisis sanitaria desde la pandemia de influenza de 1918, por lo que sus demandas apremiantes son empleo, apoyo económico y acceso gratuito a la atención médica. Y, también, respecto a los violentos atropellos racistas de la policía contra la población negra y migrante. Sin embargo, fuera de sus fronteras, con otro lenguaje tal vez menos beligerante, tratarán de recolocar a Estados Unidos en una posición dominante y guerrera frente a China y Rusia, en primer plano y frente a todos sus socios comerciales, como es el caso de México. Asimismo, se volcarán a recomponer sus alianzas y posiciones dominantes en el mundo árabe, ante la fragilidad que enfrentan en su abastecimiento petrolero por la vulnerabilidad del fracking ante la volatilidad de los precios del petróleo. Mientras, tratarán de seguir arruinando más a Venezuela con el propósito de aprovechar su petróleo como garantía de su seguridad energética a largo plazo.
Estados Unidos hoy, como ayer Bolivia con el triunfo inobjetable de Luis Arce, simbolizan los nuevos tiempos y experiencias de los pueblos para resistir y remontar el despojo y atropellos de regímenes de dominación que están dispuestos a recurrir a la violencia extrema, por encima de sus códigos morales y legales establecidos por siglos. Pero, venturosamente, los jóvenes y los pueblos, en medio del encierro y del acoso, están encontrando caminos para recuperar la esperanza. La participación extraordinaria de la población en los procesos electorales de ambos países y, en el caso de Estados Unidos, con una anticipación sin precedente en su historia, barrió con los pronósticos triunfalistas de los golpistas en Bolivia y de Trump.
* Autor de Despojo, resistencia y corrupción. México en los ciclos del precio del petróleo. Ed. Plaza y Valdés, México, 2019
Negocios y empresas
La crisis del turismo
Miguel Pineda
Hace apenas 100 años las personas que viajaban por el mundo eran una pequeña minoría; menos de 5 por ciento de la población tenía ese privilegio y la mayor parte de los traslados internacionales era entre países vecinos, muchas veces para conseguir un mejor empleo.
Con el desarrollo del transporte y de las comunicaciones a mediados del siglo pasado se dio un crecimiento del turismo internacional. De los sectores privilegiados se pasó a las clases medias de naciones ricas, periodo en el que también surgieron paquetes turísticos con transportes, hoteles, restaurantes y excursiones.
Ya para finales del siglo XX las clases medias, tanto de países avanzados como en vías de desarrollo, comenzaron a viajar masivamente y hasta antes de la pandemia el turismo a nivel internacional crecía exponencialmente.
La oleada de turistas depende de la situación económica de cada nación. Después de una crisis y una devaluación los viajes se reducen sustancialmente y en momentos de auge y de estabilidad en el tipo de cambio tienden a incrementarse. Así se presentan por momentos oleadas de brasileños, de argentinos o mexicanos que visitan otras naciones y recientemente de chinos que tienen una gran apetencia de conocer otras realidades.
El avance de negocios tales como la aviación, los restaurantes, los hoteles, los cruceros, los comercios y los transportes turísticos se frenó abruptamente, producto de la pandemia.
El resultado fue catastrófico para estos servicios que ocupan a millones de personas. El principal problema es que después de casi un año de la crisis de salud no se sabe cuándo se recuperará la confianza para volver a viajar.
Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial no se había presentado una crisis de tal magnitud y, aunque muchos países otorgan apoyos a los trabajadores y empresas del sector, se calcula que a lo largo del próximo año se generará una quiebra masiva de empresas y despido de trabajadores.
Lo peor de todo es que los servicios turísticos tienen una importancia vital en diversas naciones, incluyendo la nuestra y muchas comunidades especializadas en la atención de turistas no sólo perderán miles de empresas y fuentes de trabajo, sino que no se recuperarán cuando menos en una década, lo que generará un grave problema social de largo plazo.
miguelpineda.ice@hotmail.com