lunes, 23 de noviembre de 2020

Contra la violencia, acordamos vivir.

R. Aída Hernández Castillo*
En el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, quisiera recordar un compromiso que hicimos hace más de dos años quienes asistimos al primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, en el municipio autónomo zapatista 17 de Noviembre. En marzo de 2018 unas 9 mil mujeres de distintas regiones del mundo hicimos un compromiso con unas 2 mil mujeres zapatistas: acordamos vivir. En el cierre del encuentro, una de las representantes zapatistas señaló: Aquí, delante de todas las que somos, les proponemos que acordemos seguir vivas y seguir luchando, cada quien, según su modo, su tiempo y su mundo.
Esta promesa, aparentemente sencilla, es un reto en el país que acuñó la palabra feminicidio, donde tan sólo en este año la violencia feminicida aumentó en 145 por ciento, según cifras oficiales, con un saldo de 645 mujeres asesinadas a la fecha. Acordar vivir es un compromiso difícil en un país que se ha convertido en un gran cementerio, donde para octubre de este año se habían documentado 3 mil 92 fosas clandestinas, según la Comisión Nacional de Búsqueda, y seguían sin se hallados unos 70 mil desaparecidos. Hace dos años, frente a las mujeres zapatistas, encendimos una vela y nos comprometimos a prenderla de nuevo cuando sintiéramos que necesitábamos iluminar alguna lucha. Prometimos llevarla a las desaparecidas, a las asesinadas, a las presas, a las violadas, a las golpeadas, a las acosadas, a las migrantes, a las explotadas, a las violentadas de todas las formas y decirles que no estaban solas y que íbamos a luchar por ellas, “por la verdad y la justicia que merece su dolor […] porque el dolor que carga no se vuelva a repetir en cualquier parte del mundo”.
Hoy quiero encender esta vela por nuestras hermanas que sufren en el estado de Chiapas el acoso de los grupos paramilitares. Por las mujeres desplazadas de Aldama, que han tenido que dejar su tierra, sus cultivos, su comunidad, para protegerse y salvar la vida de sus hijos e hijas ante la violencia paramilitar. Por la hermana María Isabel Hernández, quien el 18 de noviembre pasado fue herida de bala en una pierna, cuando intentaba llevar ayuda humanitaria a los pobladores de Tabak y Coko, en el municipio de Aldama. Por todas las mujeres que ahora viven con miedo en un contexto de impunidad, donde las técnicas de terror, las armas y los hombres que provocaron la masacre de Acteal, el 22 de diciembre de 1997, han reactivado la guerra de baja intensidad contra las bases de apoyo zapatistas y las comunidades que simpatizan con su lucha.
Hace 23 años, la masacre de 20 mujeres, siete de ellas embarazadas, 16 niños y niñas y nueve adultos, trató de justificarse con el argumento de que se trató de pugnas intracomunitarias. En ese entonces en el libro colectivo La otra palabra: mujeres y violencia en Chiapas; antes y después de Acteal (1998) (http://www.rosalvaaidahernandez.com/ wp-content/uploads/2019/12/1998- LIBROS-La-Otra-Palabra-PDF.pdf) documentamos los procesos históricos de formación de grupos paramilitares en Chiapas. Ante las perspectivas racistas que trataban de justificar las mutilaciones corporales y las violencias extremas como prácticas culturales mayas, argumentamos que se trataba de una cultura militarista de muerte, trasnacional que cruza las fronteras junto con las armas y que tiene centros de adiestramiento como la Escuela de las Américas. Hoy de nuevo se trata de argumentar que el conflicto entre los habitantes de Aldama y San Pedro Chenalhó se reduce a pugnas intracomunitarias por 60 hectáreas de tierra. Es importante reconocer que estos conflictos se profundizaron con la intervención gubernamental mediante el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede), que permitió que terrenos comunales de Aldama quedaran bajo control de las autoridades de San Pedro Chenalhó. Pero, sobre todo, posibilitó la circulación y uso de armas de alto poder, cambiando por completo los estilos de negociación y conflicto en la región.
La paramilitarización de las pugnas comunitarias ha sido parte de la guerra de baja intensidad que ha acosado los territorios zapatistas desde hace casi tres décadas. Hoy urge encender una vela por nuestras hermanas zapatistas que viven los peligros de la violencia paramilitar. Ellas han hecho eco de nuestras luchas denunciando el feminicidio, la desaparición forzada y el acoso, problemas que no existían en sus territorios autónomos, pero contra los que ellas se han movilizado en nuestro apoyo. Ahora nos corresponde levantar nuestras voces y denunciar la violencia paramilitar que las acecha.
*Doctora en antropología, investigadora del CIESAS

México SA
Deuda: círculo perpetuo // Cáncer para la naciones
Carlos Fernández-Vega
En un planeta cada día más endeudado y empobrecido, ahora sacudido por la mayor pandemia del último siglo, la brillante solución planteada por la mayoría de los gobiernos, cúpulas empresariales y organismos financieros internacionales es… más deuda para combatir la pobreza, en un círculo perpetuo que sólo ha saqueado a las naciones y depauperado a sus habitantes.
En ese contexto, durante su participación en la cumbre virtual del Grupo de los 20, el presidente López Obrador planteó la urgencia de quitar montos de deuda y del pago de su servicio a naciones pobres del mundo y garantizar que los países de ingresos medios puedan tener acceso a créditos con tasas de interés equivalentes a las vigentes en los desarrollados.
Con la cooperación y la ayuda mutua, la comunidad de naciones superaría este doloroso periodo; espero que seamos capaces de dejar en la historia un ejemplo de cómo hacer frente a una amenaza sanitaria mundial y a una grave crisis económica mediante la aplicación del principio de la fraternidad universal, dijo el mandatario.
Sobre el caso mexicano, López Obrador advirtió que la crisis económica que precipitó la pandemia afectó la actividad productiva y el crecimiento disminuyó en una proporción sin precedente en los pasados 90 años. Por ello, aunque no contratamos deuda adicional, la consecuente pérdida de riqueza elevó la deuda pública de nuestro país de 44.8 a 51.1 por ciento del producto interno bruto, y algo similar ha sucedido en todo el mundo, porque a partir de la pandemia la deuda (global) creció 20 por ciento en promedio, y si no abordamos este asunto desde ahora, en el futuro se va a convertir en otra amenaza para la estabilidad económica y al bienestar social del planeta.
Pero, con pandemia o sin ella, la deuda no ha dejado de crecer. Para el caso mexicano, en lo que va del nuevo siglo (gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto) el débito total se incrementó 500 por ciento –sin que ello se haya traducido en crecimiento y desarrollo– y el pago anual por intereses rápidamente se aproxima a un billón de pesos.
Cierto es que la propuesta de López Obrador no es nueva, como tampoco la conveniente sordera de las naciones desarrolladas y la plaga financiera que azota al mundo. Organismos financieros como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han hecho mínimas quitas a las deudas de los países más pobres del planeta –más propagandísticas que efectivas–, sólo para que el endeudamiento siga su carrera ascendente.
De hecho, al cierre del año pasado la deuda de los países de ingresos medios y bajos (la mayoría en el planeta) superó los 8 billones de dólares (millones de millones), y contando. Y en el cuento de nunca acabar, por el servicio de su débito (intereses y amortización de capital) ese grupo de naciones, sólo en 2019, erogó cerca de un billón 100 mil millones de billetes verdes, más del doble que en 2011, de acuerdo con la estadística del Banco Mundial.
Cómo olvidar el diagnóstico de Fidel Castro (Diálogo continental sobre la deuda de América Latina y el Caribe, 1985): “el cobro de esta deuda y el sistema injusto de relaciones económicas es la más flagrante y brutal violación de los derechos humanos; una parte pequeña del conjunto de la deuda se invirtió en cosas útiles, pero todos sabemos que una gran parte se invirtió en armas, se despilfarró, y sabemos, además, que una gran parte se fugó, ni siquiera llegó a la América Latina… El problema ha hecho crisis.
No hay nada más parecido a un cáncer que la deuda externa; todo lo que se deje de ese tumor maligno propicia su reproducción. El imperialismo ha creado esa enfermedad, ese cáncer, y tiene que extirparse quirúrgicamente, totalmente. No veo otra solución. Todo paliativo tiende a agravar el mal.
Y 35 años después, la deuda no sólo ha crecido de forma brutal, sino que los gobiernos, las cúpulas empresariales y los organismos financieros internacionales aseguran que la solución es mayor endeudamiento.
Las rebanadas del pastel
Por aquellos ayeres se propuso un nuevo orden económico mundial y las potencias cumplieron: impusieron el neoliberalismo.
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