En su primera aparición pública, Trump anuncia que pronto entregará vacunas contra el Covid a los más vulnerables
▲ Kamala Harris y Joe Biden, virtuales vicepresidenta y presidente electos, en imagen del 7 de noviembre. Ambos fueron felicitados por China, declaró el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Wang Wenbin.Foto Ap
▲ Donald Trump en conferencia de prensa ayer en la Casa Blanca.Foto Ap
David Brooks. Corresponsal
Periódico La Jornada. Sábado 14 de noviembre de 2020, p. 22
Nueva York., El presidente y la vicepresidenta electos, Joe Biden y Kamala Harris, respectivamente, ganaron Georgia y Arizona, estados que han sido bastiones republicanos durante décadas, y Donald Trump apareció por primera vez en público desde el anuncio del triunfo de su contrincante el sábado pasado, pero no mencionó la elección, mientras las demandas legales de los republicanos siguen siendo desechadas por los tribunales debido a la falta de evidencia.
Según las proyecciones del triunfo en esos dos estados anunciadas ayer –los últimos en ser declarados, junto con Carolina del Norte, que este viernes fue otorgada a Trump– Biden y Harris obtuvieron 306 votos electorales, precisamente el mismo número alcanzado por Trump en 2016, aunque en esta ocasión los demócratas gozan de un margen aún más amplio del voto popular por más de 5 millones contra el presidente.
Clave, la movilización multirracial
Georgia –donde ya se ha anunciado un recuento– no había sido ganada por un candidato presidencial demócrata desde Bill Clinton, en 1992. Fue clave la movilización multirracial progresista encabezada por organizaciones afroestadunidenses, pero también la significativa aportación de la creciente comunidad latina, sobre todo mexicana.
También estaba presente el espíritu de un héroe progresista, el diputado John Lewis, figura icónica del movimiento de derechos civiles, quien falleció en julio. Fue su distrito en el condado Fulton, el cual incluye Atlanta, la clave en esta victoria. Lewis, quien marchó con Martin Luther King, fue golpeado y encarcelado múltiples veces y fue uno de los oradores de la famosa marcha sobre Washington en 1963, y desde entonces fue conocido como la conciencia del Congreso. Participó en diversas luchas sociales a lo largo de su vida, incluyendo este año en Black Lives Matter. Empleaba una frase célebre aconsejando a que uno se metiera en buenos líos, líos necesarios. Muchos progresistas vieron el triunfo demócrata en su estado como regalo en honor a Lewis.
En enero, ambos escaños de ese estado en el Senado se disputarán en una segunda vuelta, y será entonces cuando se determinará el control de la cámara alta, con enormes implicaciones nacionales. Por ahora los republicanos controlan el Senado, pero perderán la mayoría si ambos candidatos demócratas ganan, ofreciendo un camino mucho más abierto para la agenda política del nuevo presidente.
La venganza de McCain
A la vez, ningún candidato demócrata había ganado en Arizona desde Clinton, en 1996, y antes de él Harry Truman, en 1948. Más aún, ese estado ahora estará representado por dos senadores. Algunos analistas señalaron que uno de los políticos más famosos de ese estado, el senador republicano John McCain, quien falleció en 2018 y fue repetidamente insultado por Trump cuando vivía y después de su muerte, tuvo su venganza desde ultratumba. De hecho, su viuda apoyó la campaña de Biden y recordó que los dos hombres eran amigos a pesar de sus diferencias políticas.
Al igual que el caso de Georgia, el triunfo demócrata fue en gran medida fruto de un intenso trabajo de varias organizaciones progresistas, incluyendo algunos de los grupos latinos más dinámicos del país, los cuales lograron derrotar en los años recientes la legislación antimigrante, y aún más importante, a una de las figuras antimigrantes nacionales, el ahora ex sheriff Joe Arpaio, feroz aliado de Trump.
Este viernes, el magnate apareció en un acto público por primera vez desde que se proyectó su derrota el sábado, pero evitó abordar el tema de la elección o sus planes. La supuesta conferencia de prensa en la que no aceptó preguntas se dedicó al supuesto combate contra el Covid-19. Una vez más se autoelogió por el manejo de la pandemia –tal vez el factor mayor en su derrota– e intentó darse todo el crédito por la vacuna anunciada por Pfizer esta semana, aunque se quejó de que la empresa no reconoció que su producto fue desarrollado bajo el programa del gobierno de Trump. Anunció que muy pronto se empezará a distribuir el producto a los más vulnerables.
A la vez, afirmó que su gobierno no ordenará una cuarentena ni reconoció que la pandemia está llegando a sus niveles más altos jamás vistos este año, incluso a puntos catastróficos en algunos estados. Insistió en su falso argumento de que se registran más casos porque hay más exámenes que antes.
Mientras Trump y sus aliados insisten en que esta elección fue contaminada por fraude y severas irregularidades, hasta atreviéndose a acusar que alrededor de 2.7 millones de votos fueron borrados, cada día se evidencia que es una acusación falsa.
El jueves, el consejo coordinador de funcionarios federales, estatales y locales encargados de supervisar los diversos sistemas de votación que se usan alrededor del país emitieron una declaración concluyendo que la elección fue la más segura en la historia estadunidense y que no hay evidencia de cualquier problema grave en esos sistemas.
Más aún, los jueces continuaron rechazando las demandas interpuestas por republicanos cuestionando diferentes aspectos del proceso electoral en varios estados, casi todos por falta de evidencia.
Un juez en Michigan descartó este viernes una de las demandas, al calificar los argumentos de los abogados de Trump como no creíbles; otro hizo algo parecido en Pensilvania. Mientras tanto, el bufete de abogados que representó a la campaña de Trump en Pensilvania en sus alegatos de fraude electoral renunció este viernes; hizo lo mismo un despacho en Arizona, donde los abogados de Trump retiraron otra queja después de admitir que no cambiaría el resultado.
El depredador en jefe
Gustavo Gordillo
Trump continúa su métodica labor para desarmar la imperfecta democracia estadunidense. La inicia con una mentira mayúscula: que Obama no había nacido en ese país. Continúa con otra mentira así de grande: que las elecciones presidenciales de 2020 fueron un fraude.
La carta fuerte. La carta principal de Trump para la relección era el buen comportamiento de la economía. Se podía discutir si la inició realmente Obama, si beneficiaba más a los más ricos, si los empleos creados eran de muy baja calidad, pero para muchos Trump había manejado adecuadamente la economía.
La pandemia. Trump la subestimó desde el inicio y aunque después en alguna entrevista aceptó cínicamente que desde febrero sabía de su gravedad, pero que prefirió no decirlo para evitar el pánico, lo cierto es que subestimando y ninguneando al grupo de expertos que lanzaron la alerta roja se embarcó en uno de los más desastrosos manejos de una crisis sanitaria.
La maldición del Covid-19. La pandemia no sólo se convirtió en la más grave de las crisis sanitarias que ha sufrido la humanidad desde hace un siglo, sino que ha generado, adicionalmente, dos efectos perniciosos. Por un lado, el desplome de la economía mundial y sus devastadores efectos en términos de empleo, pobreza y desigualdad. Por otra parte, ha terminado por dañar, en amplios sectores de las poblaciones, la menguante confianza en las autoridades y las instituciones democráticas.
La campaña demócrata. Enmedio de la pandemia las campañas presidenciales se desenvolvieron en un ámbito inédito. La linea estratégica que escogió a lo largo de toda la campaña Biden fue la de basar sus acciones en las indicaciones técnicas de los expertos. Hizo pocos encuentros públicos, con poca gente dentro de sus automóviles y privilegiando los encuentros remotos con pequeños grupos. Su propósito central fue recuperar los tres estados del medio oeste que Trump arrebató a los demócratas para ganar en 2016.
La campaña republicana. Conforme quedaba claro para Trump que su principal activo, la salud de la economía, se derrumbaba ante los efectos de la pandemia una obsesión lo envolvió. Reabrir la economía, torpedear todas las indicaciones sanitarias que buscaban reducir los contagios y las muertes a costa de afectar la economía. Convirtió el cubrebocas en el símbolo de los enemigos. Cuando milagrosamente él mismo se contagio del virus, se colgó de esa oportunidad para convertirla en la megalodrama de su resurrección, con un propósito, darles confianza a sus seguidores que no corrían riesgo participando en los mitines organizados en las últimas semanas de la campaña.
Los toques maestros de las campañas. Biden y los demócratas sabiendo de las barreras que la pandemia interpondría para que los electores ejerciesen su voto, iniciaron tempranamente la campaña por el voto anticipado. Trump reaccionó con una campaña que minaba la confianza en las elecciones sobre todo en el voto anticipado. Apreciando la magnitud del voto anticipado, Trump instrumentó su estrategia maestra: mover a través de su campaña relámpago el voto masivo para que votaran el día mismo de las elecciones. Ambas estrategias fueron exitosas, de ahí la magnitud de votantes seguramente arriba del 60 por ciento de los ciudadanos con derecho a votar. También los resultados fueron tan estrechos en algunos estados.
El depredador. Trump es el síndrome de una sociedad dividida, sobre todo en apreciaciones culturales con enfásis en los temas raciales y de género, pero las bases sociales de ambos contingentes electorales tienen en común una actitud antielitista y una sensación de que se encaminan por un sendero de decadencia.
Esas bases pueden sustentar una estrategia de asalto final a las instituciones democráticas en 2024. O pueden germinar en el renacimiento de formas de democracia de base, representativas, multiculturales, locales y nacionales, transformando el sistema de partidos.
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