lunes, 27 de abril de 2020

Romper el pacto ¿fiscal o federal?

Bernardo Bátiz V.
Hay quienes se alegrarían de ver a México dividido o como un Estado fallido, con tal de que el proyecto que triunfó en 2018, con el candidato López Obrador y Morena, fracasara; se trata de un revanchismo enfermizo muy activo. Lo forman empresarios, restos de partidos políticos que perdieron las elecciones y otros, que haga lo que haga y diga lo que diga el titular del Ejecutivo, lo critican y atacan, a veces con bajeza y casi siempre sin la honradez intelectual que exige el debate político. Han pedido que renuncie y han circulado rumores de acciones diversas, desde un golpe de Estado, hasta la separación de algunos estados del pacto federal.
Son pocos pero ruidosos, rencorosos y con recursos económicos abundantes; no los llamaré conservadores, porque no se identifican con los del siglo XIX. Son neoliberales, partidarios del poder del dinero sobre cualquier otro y sin ninguna solidaridad humana, carecen de amor a la patria; desconocen la historia, y no tienen reparo en aprovechar la pandemia que enfrentamos para llevar agua a su molino.
Olvidan que somos parte de la comunidad de países latinoamericanos y miran hacia el norte, donde algunos se formaron, con la esperanza de que les llegue alguna ayuda. Proponen que México quede como Centroamérica, dividido en pequeños estados más vulnerables aún de lo que ahora somos; la razón para adoptar esta postura es falta de solidaridad nacional e ignorancia de la historia. No saben que lo que ahora proponen ya se intentó; perdimos Texas y otros territorios, pero salvamos mucho, lo más poblado y culto del México de entonces.
Hoy se quejan de la situación económica generada por la pandemia y creen que tienen derecho a salvarse solos, piensan que por separado pueden rescatar, no el interés general, no el bien común, sino su interés particular y sus riquezas personales. Al ver que no prende su intento de desprestigiar al gobierno, han planteado, veladamente a veces, más abiertamente otras, dividir a la Federación mexicana. Unos hablan solamente de romper el pacto fiscal, otros en forma anónima, hacen ya circular por las redes mapas con los estados que formarían una nueva nación independiente y hasta escudo y bandera, como si eso fuera posible.
Por supuesto que esta idea descabellada, es únicamente la opinión de unos cuantos. No es de ningún modo el consenso del pueblo en general, cada vez más informado y participativo. Los habitantes de todo el país, incluidos los de los estados norteños, en su gran mayoría están convencidos de que es necesario un cambio de fondo de las estructuras corruptas y dañadas y saben que el proceso está iniciado, mientras que quienes murmuran sobre disolver la Federación, no entienden bien a bien de qué están hablando.
Ignoran que el Estado mexicano, re­pu­blicano y democrático, responde a una decisión política fundamental. Hay una fecha de su nacimiento, que consta en el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, firmada el 31 de Enero de 1824 por los diputados al Congreso Constituyente, electos por los habitantes de las provincias de lo que fue la Nueva España.
Historiadores y constitucionalistas, como Manuel Herrera y Lazo, Felipe Tena Ramírez y otros, coinciden en que la firma del acta constitutiva, salvó a México de desaparecer como una unidad política; sin ella, México hubiera quedado dividido en varias naciones, conforme a los intereses de Inglaterra y Estados Unidos, rivales de España, que ambicionaban los ricos territorios y con diplomáticos hábiles, perfidia y dinero, trataron de impedir (parcialmente lo lograron) que países fuertes de América Latina fueran sus rivales en la política y la economía.
Desde 1820, en el amplio territorio de la Nueva España, cuando parecía inminente nuestra separación de España, aparecieron en todo nuestro territorio juntas provinciales y caudillos que pensaban en hacerse del poder local, como sucedía en algunas zonas de América del Sur y en todo Centroamérica. El acta constitutiva permitió que al adoptarse el sistema federal, copiado de Estados Unidos, los caudillos y las juntas vieran la posibilidad de mantener parte del poder en sus entidades, sin perder la unidad que México requería para conservar su independencia y ­desarrollarse.
Hoy, algunos gobernadores, ante la crisis que significa la pandemia y sus consecuencias en la economía, sin pensarlo mucho, han propuesto su salida del pacto fiscal, sustentado en la Ley de Coordinación Fiscal de la Federación y no han faltado oportunistas, que vieron en esta actitud, un paso hacia el desmembramiento de la Federación. Se trata quizá sólo de una ocurrencia, de la separación del pacto fiscal se han atrevido a insinuar el rompimiento, del pacto federal es algo imposible, intentarlo sería inaceptable y una verdadera traición a la patria; el pueblo de México, que ha demostrado decisión política y esta informado, que cuenta con autoridades electas y comprometidas con sus intereses, no lo permitiría nunca.
jusbb3609@hotmail.com

Desde el otro lado
Divertimento
Arturo Balderas Rodríguez
En estos aciagos días en que la peste investida de Covid-19 se apodera de nuestros más grandes temores, vale abrir un paréntesis al agobio del encierro, la infección y la muerte, para dar un vistazo a las cada vez más descabelladas ocurrencias del presidente de Estados Unidos que, a fuerza de repetirse, se han convertido en chuscas. De no ser por el peligro que encierran, pudieran ser parte de una comedia cuyo propósito es hacer reír, en ocasiones a carcajadas.
La más reciente fue sugerir la ingestión o inyección de detergentes para el aseo doméstico como una posibilidad de curar el Covid-19. Cualquiera habría pensado que el presidente bromeaba a costa de la ingenuidad o ignorancia de sus devotos seguidores. Tan no fue así, que los fabricantes de dichos productos se vieron obligados en anunciar que por ningún motivo se deben ingerir o inyectar como vía para curar cualquier tipo de enfermedad. Con buen criterio, y por descabellada que pareciera, no descartaron que algunos seguidores de Trump siguieran tan absurda recomendación, por lo que la precaución no estaba de más. El presidente también sugirió que algunos derivados de la quinina pudieran curar el virus. El resultado fue que varias personas que siguieron el consejo sin consulta médica murieron por los efectos colaterales de dichos productos. El problema es que, por convicción, ignorancia o conveniencia, Trump no entiende que sus proclamas tienen efecto entre millones de personas, al margen de que a las pocas horas advierta que fue un sarcasmo, como en el caso de los detergentes. Como no lo fue cuando, al margen de la opinión de especialistas, decidió que era tiempo de abrir la economía. Al día siguiente, en varias ciudades miles de personas se manifestaron exigiendo volver a la normalidad y pidiendo la cabeza de autoridades que pensaban lo contrario.
A diferencia de otros mandatarios que tienen una misión o propósito –combatir la pobreza, el deterioro del medio ambiente, la desigualdad, la corrupción etc.– y, con mayor o menor eficacia, tratan de cumplirlo, en el caso de Trump no parece haber ninguno, salvo ver su figura reflejada en el espejo de la televisión para agrandar su ego. Por ello, cuando la prensa lo critica por sus dislates, él responde como el niño malcriado para quien los errores son de todos menos de él mismo. Así de mal están las cosas en esta grave coyuntura.
Seguimos en lejanía física pero cercana virtualmente.