domingo, 26 de abril de 2020

¡El mal viene del sur! Reflexiones sobre la pandemia en la frontera México/EU

Pandemia
Manuel Alberto Santillana*
En el último capítulo de su clásico libro El espejismo de la salud, publicado en 1959, el microbiólogo René Dubos explicaba que era muy probable que nos expusiéramos a epidemias nuevas o que reaparecieran cada sesenta o cien años y tendríamos que afrontarlas como una sociedad global. ¡Poca gente le hizo caso! Ahora vemos que su hipótesis tenía razón. Y lo más probable es que este Covid-19 sea la actual pandemia pero que a la vez lo veremos, cada diez años, más y más veces. Adicionalmente, Iván Ilich escribió en 1969 en su controversial Némesis médica que la medicina había llegado a la ilusión de creer que ya habíamos vencido a las enfermedades infecciosas, que eso era de países pobres y atrasados. La némesis, es decir la venganza de los dioses por aspirar a la divinidad, es lo que está padeciendo el gobierno, empresas de seguros médicos, medicina institucionalizada y en general el pueblo de Estados Unidos. Nunca creyeron, como en Inglaterra o Italia tampoco, que una enfermedad infectocontagiosa los fuera a alcanzar. Eso es del subdesarrollo, y entre ellos México. E igual se piensa desde Texas hasta California; no lo pueden creer y las declaraciones del presidente Trump van en ese sentido: ¡El mal viene del sur!
Lo cual nos lleva a preguntar ¿Por qué es tan diferente el Covid-19 entre la frontera México y Estados Unidos? Si bien existen muchas respuestas nos interesa resaltar cinco aspectos, todos ellos en interacción simultánea:
a) La intensidad de la epidemia está en relación directa con la densidad poblacional, la cual es obviamente mayor en las ciudades del sur estadunidense que en el norte mexicano: San Francisco, Los Ángeles o Dallas son más grandes que Tijuana, Nogales o Ciudad Juárez. Esta densidad poblacional coincide con el aspecto clave de esta epidemia, que es su alta contagiosidad.
b) El sistema de salud mexicano, si bien está fragmentado en varios organismos proveedores de servicios de salud, y que fue muy castigado en su financiamiento y operación durante los pasados 35 años, no obstante sigue siendo un sistema de salud organizado, mientras que el de Estados Unidos –como señaló Vicente Navarro– no existe.
c) Relacionado con el anterior, aun con la corrupción del PRI y del PAN, México se preparó como Estado federal para una epidemia, mientras que Estados Unidos perdió esta oportunidad al aceptar la llamada reforma sanitaria de Barack Obama. México sí lo hizo desde la epidemia de cólera de la década de los noventa, seguido de la preparación ante la amenaza del virus aviar y la experiencia del H1N1, y se preparó con un sistema de inteligencia y vigilancia epidemiológica que EU no tiene. Pese a que en Estados Unidos se cuenta con el mejor sistema de información epidemiológica sigue regido por políticos con intereses económicos por sobre los sanitarios.
d) El ideal estadunidense de la medicina clínica, tipo Dr. House, privilegió en Estados Unidos un sistema hospitalario de alto costo, altamente tecnificado y de medicina defensiva. Ideal que, a la vez, despreció medidas de prevención, de higiene y de educación para salud mientras que en México aún existen. De hecho el problema en México, heredado por el gobierno actual, fue un desmantelamiento del sistema hospitalario mexicano en casi todas sus instituciones, mientras que el preventivo, de vacunación y de vigilancia epidemiológico se mantuvo. Por cierto, pese a que en la reforma panista de 2000 al 2010 se instauró en México la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), al ideal de una FDA de EU, por fortuna nunca logró consolidarse como la figura reguladora del mercado de la tecnología médica, medicamentos o productos y servicios de salud. En México la Secretaría de Salud federal es la cabeza de sector y el Consejo de Salubridad General asumió su papel de máxima autoridad en salud pública, mientras que en Estados Unidos cada estado de los 50 organiza su respuesta a la pandemia. Lo que ha originado una respuesta irregular e incluso arbitraria contra los derechos humanos de los migrantes o de los residentes indocumentados.
e) Por último existe un flujo comercial y personal entre ambas fronteras que no se puede parar. Paradójicamente ahora los que debemos de protegernos de la epidemia somos los mexicanos fronterizos de los sureños estadunidenses. Sin embargo, no se ha documentado, que exista un acuerdo institucional sanitario entre los estados vecinos fronterizos; cada quién jala por su lado. Pese a que existe una comisión de salud México/Estados Unidos, no se conoce alguna emisión epidemiológica conjunta al respecto. Paralizada en su dimensión política, la citada comisión brilla por su ausencia. Es notorio que de California a Texas hay disparidad de acciones epidemiológicas, médicas o sanitarias, mientras que en México, pese a una serie de respuestas diferentes expresadas por los gobernadores de diferentes partidos, al final la mayoría se acoge a lo señalado por el gobierno federal.
Thomas McKweon demostró en su texto The roll of medicine de 1970, lo que Marx/Engels habían propuesto cien años antes: que las condiciones de pobreza preservaban las enfermedades infectocontagiosas, mientras que el bienestar social, la higiene, nutrición y buenos salarios eliminaban estas mismas enfermedades infecciosas en Europa, como así sucedió y posteriormente en el mundo occidental industrializado. Y demostró que no sólo controlaron o eliminaron estas enfermedades varios años antes de que se descubrieran los medicamentos antibióticos, sino que lo hicieron incluso antes de las vacunas para esas enfermedades existieran, es más, incluso años antes de conocer siquiera al agente causal de muchas de ellas. Por eso, con esa soberbia medicalizada de gobiernos como el de Estados Unidos no creyeron que ellos le fuera a tocar.
Mientras tanto México tenía otra experiencia. Con una larga historia de pobreza y de falta de control de muchas enfermedades infecciosas pese a seguir parcialmente un modelo medicalizado institucional, se conformó a la vez un historial de éxito. Primero con los éxitos de la disminución espectacular de muertes por diarreas infecciosas infantiles derivados de la campaña contra el cólera de 1992-93 y segundo, gracias al eficiente programa de enfermedades controladas por vacunación que ha logrado eliminar la poliomielitis o el sarampión. Muestra de esto también es que ha logrado mantener, hasta el momento de escribir esta letras, una epidemia que muestra una curva más plana que la de su vecino del norte, y el modelo más claro es la frontera México/Estados Unidos. Mientras en el norte la némesis médica los vence, en el México desigual, la inteligencia científica logra imponer acuerdos.
*Doctor en Ciencias de Salud Pública
Universidad de Sonora