domingo, 26 de abril de 2020

Varias comunidades indígenas se mantienen sin contagios.

Foto
Pandemia
Sierra Norte de Veracruz y La Huasteca
La organización social y autonomía alimentaria los aísla del virus
▲ La afluencia al mercado La Dalia, en la Cdmx, muestra la ineludible actividad de los capitalinos de ir por víveres.Foto Yazmín Ortega Cortés
Hermann Bellinghausen
 Periódico La Jornada.                 Domingo 26 de abril de 2020, p. 8
En medio de constantes malas noticias y cifras aterradoras por la pandemia del Covid 19, surgen experiencias razonablemente esperanzadoras, donde la organización comunitaria y la autonomía alimentaria, en medio de la privación y la distancia, mantienen a raya la propagación del virus.
Es el caso de las comunidades nahuas, otomíes y tenek de la sierra norte de Veracruz y la Huasteca, en una zona donde también confluyen los estados de Hidalgo y Puebla. Desde Radio Huaya, en Huayacocotla, habla con La Jornada Alfredo Zepeda, sacerdote católico y comunicador que ha vivido cuatro décadas en la región, y mantiene contacto directo con los migrantes indígenas en Nueva York.
El sistema de salud aquí está desmantelado, refiere. No se ha construido ninguna clínica en la sierra desde 1981, y las que existen están mal equipadas. Ante la ausencia de atención real por parte de las instituciones, las comunidades se han cerrado de manera drástica y prácticamente no se han diagnosticado infecciones por coronavirus. No pueden confiar. Según Zepeda, el papel de los agentes municipales (en Hidalgo se les llama delegados) ha sido fundamental en el actual control interno de los pueblos. Cerrar los caminos es un reflejo nato, una autonomía que no se pregunta, y mantiene a la región en fase 1 de la pandemia. Un agente de Pericón, Veracruz, lo ponía así: Cerramos el pueblo porque, ¿qué tal si llega el virus? Sabe que no tendrían cómo contener la enfermedad: No hay casos todavía. Hay que seguir así, que no nos llegue la fase 2.
Los únicos decesos han sido de un par de paisanos en el norte de Nueva York. Resulta que allá también es una ventaja inesperada pertenecer a una comunidad indígena: Se organizaron para cerrarse en los barrios de Queens y en las granjas de las zonas rurales, y aunque han muerto muchos trabajadores migrantes, nuestra gente sigue bien y se mantiene en comunicación con sus familias mediante nuestra radio; esa es su utilidad, sirve para conectar entre sí a los pueblos de aquí, e informar a de los de allá, quienes han decidido no retornar por ahora, para no poner en riesgo a sus familias. “Entre la calle 80 y la 105 en Queens, Nueva York, no se habla inglés. Allí está el barrio Corona. El hospital Elmhurst, ubicado a cinco minutos, fue el ‘moridero’ en días pasados. Centenares de latinos fallecieron: mexicanos, guatemaltecos y colombianos. Por fortuna nadie de por aquí”, refiere Zepeda.
Estamos viendo cómo lo tradicional se adapta a lo insólito. Eso han hecho siempre los pueblos originarios, apunta. Están igual que cuando no había carreteras, saben cómo es vivir aislados. Me admira su capacidad de subsistencia en el límite. Y si la cosecha pasada hubiera sido buena, se reirían del hambre. Las plazas comerciales de los asentamientos grandes reciben menos gente, porque ya no vienen las familias completas, como antes de la pandemia, sino que uno solo realiza las compras. Ya comienza a generalizarse el uso del cubrebocas, como un aviso. Con prudente optimismo, Zepeda refiere que por ahora las comunidades, en su mayoría pequeñas, se han reportado con suficiente maíz, frijol, quelites, chayote y otros productos para las próximas semanas. Pero la escasez está anunciada, lamenta. El año pasado la sequía fue cruel. Por eso la Organización Otomí solicitó, en una carta formal al gobierno, maíz suficiente, y de calidad (les han traído uno muy malo), a mitad de precio, lo que también ayudaría para contraponerse a la especulación.