José Blanco
El diario británico The Guardian describe al banquero Jacob Wallenberg como el príncipe de la familia real de las finanzas de Suecia. Marco D’Eramo, uno de los fundadores del diario italiano de izquierda Il Manifesto, en artículo reciente en New Left Review cita las siguientes palabras de Wallenberg: No habrá recuperación. Habrá disturbios sociales. Habrá violencia. Habrá consecuencias socioeconómicas: un dramático desempleo. Los ciudadanos sufrirán dramáticamente: algunos morirán, otros se sentirán muy mal. No se trata de un agorero desinformado, sino de una visión que va extendiéndose por la clase dominante del centro del capitalismo globalizado neoliberal. Él mismo prevé una contracción económica mundial de 30 por ciento. Cualquier descripción de lo que puede ser un cataclismo social, político y económico, es pálida frente al cuadro que Wallenberg ve. Estoy muerto de miedo por las consecuencias para la sociedad, dice.
El banquero no habla de fechas o de una crisis pospandemia. No puede hacerlo: si algo domina al planeta en estos tiempos, es la indeterminación. No hay tiempos para nada. Mientras Italia –con los asegunes de los números en todas partes– comienza a respirar con unas curvas en las que el número cotidiano de recuperados supera al de nuevos casos y España ve cómo eso mismo puede estar cerca de ocurrirle, voces provenientes de centros internacionales de investigación no saben si los recuperados están inmunizados. En Alemania, también con más recuperados que nuevos casos, Angela Merkel afirma: Es precisamente porque las cifras dan lugar a la esperanza por lo que me siento obligada a decir que este resultado provisional es frágil. Estamos sobre una capa fina de hielo, muy fina. No estamos viviendo en la fase final de la pandemia, sino al principio.
Wallenberg, banquero e industrial, habla desde el centro multinacional dominante del capitalismo global, y advierte caos: en Estados Unidos el desempleo avanza con números sin precedente. Fortune anota el 23 de abril: “Antes del periodo de cinco semanas de 26.5 millones de reclamos iniciales de desempleo, ya había 7.1 millones de estadunidenses desempleados al 13 de marzo… Cuando las cifras se combinen, equivaldrían a más de 33 millones de desempleados, o a una tasa real de desempleo de 20.6 por ciento, que sería el nivel más alto desde 1934”. Ese nivel será superado.
El caos posible no es para un momento de la poscrisis pandémica, sino para un futuro cercano durante el desarrollo de una pandemia de duración indefinida, que puede tener rebrotes, como el ocurrido en China: Habin, ciudad de más de 10 millones de habitantes, ha sido cerrada como lo fue Wuhan.
Imaginar un escenario extremo es o puede ser asunto de superviviencia, a efecto de prepararse también para un drama social de esa magnitud. En todas partes lo más básico sería la producción y distribución suficiente y equitativa de los alimentos. Tres profesores de tres universidades de EU han publicado un informe en The Conversation titulado Por qué los granjeros están tirando la leche por el desagüe y dejando que los productos se pudran en los campos (23/4/20). Inician con esta imagen: “Muchos estadunidenses pueden sorprenderse y confundirse al ver a los granjeros tirar la leche por el desagüe o dejar que las verduras se pudran en sus campos…; ver la comida destruida en un momento en que la gente pasa hambre pone de relieve los problemas a corto y largo plazo de este sistema”. Analizan una alteración mayor que se produjo en días. Revisan, para las hortalizas, los lácteos y la carne de res y de cerdo, el origen geográfico de la producción, las cadenas diferenciadas de suministro y los destinos finales: uno es el de los consumidores que compran en supermercados y tiendas de conveniencia; otro, con mucho el mayor en volumen y valor, es el comercial: restaurantes e instituciones como escuelas, prisiones, hospitales y cafeterías corporativas que compran grandes cantidades de alimentos a granel. Este segundo destino fue cerrado por la pandemia; sus empleados fueron despedidos. La demanda cayó verticalmente. Eslabones en la cadena de transporte, se fracturaron. Los monopolios alimentarios configuran un sistema ineficiente en extremo para enfrentar una crisis pandémica. En México, algunos supermercados han comenzado a limitar la venta de algunos productos: sólo puede usted llevar dos productos X, para poder atender a más clientes. Un primer aviso.
En un escenario catastrófico, la producción y distribución de los alimentos no puede ser la normal, porque daría lugar al acaparamiento, la escasez provocada, la carestía, la inmensa desigualdad en el acceso a los nutrientes. Probablemente toda la producción y la distribución alimentaria tendría que ser operada mediante mecanismos públicos y comunitarios, como en una economía de guerra. Las libertades de producción y distribución tendrían que ser seriamente limitadas para procurar un acceso democrático al sustento básico de la vida.