Afp y Reuters
Periódico La Jornada Sábado 27 de diciembre de 2025, p. 17
Washington. El secretario de Estado estadunidense, Marco Rubio, elogió al presidente electo de Honduras, Nasry Asfura, del derechista Partido Nacional (PN) por “su defensa de los objetivos estratégicos de Estados Unidos”, luego de que el miércoles fue declarado ganador de los comicios, que estuvieron marcados por retrasos en el conteo de votos, acusaciones de fraude y denuncias de injerencia contra Washington.
Rubio llamó a Asfura con el fin de “felicitarlo por una clara victoria electoral” y “por su defensa de los objetivos estratégicos de Estados Unidos, incluido el avance de nuestra cooperación bilateral y regional en materia de seguridad, y el fortalecimiento de los lazos económicos entre nuestros dos países”, declaró en un comunicado Tommy Pigott, vocero del departamento de Estado.
“Ambos líderes expresaron su disposición a profundizar la cooperación y fortalecer la asociación entre Estados Unidos y Honduras”, añadió Pigott.
Antes de las elecciones hondureñas del 30 de noviembre, el presidente estadunidense, Donald Trump, expresó su apoyo a Asfura al afirmar que podrían “trabajar juntos para luchar en contra de los narcocomunistas” y luego advirtió que “habría graves consecuencias” si la ventaja del candidato conservador, que era mínima, se revertía en el recuento de votos.
En la víspera de la votación y como parte de su apoyo a Asfura, el magnate republicano indultó al ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández y ex líder del PN, quien cumplía una condena de 45 años de prisión en Estados Unidos por narcotráfico.
Asfura, de 67 años, empresario de la construcción e hijo de inmigrantes palestinos, se impuso con una ventaja de menos de un punto porcentual (40.1 por ciento) sobre el presentador de televisión Salvador Nasralla, del Partido Liberal, también de derecha, que obtuvo 39.5 por ciento de las preferencias.
Asfura sumirá el cargo el 27 de enero y su equipo informó que la ceremonia de traspaso de mando presidencial no se realizará en un acto masivo en el Estadio Nacional, como lo hicieron las últimas administraciones, sino que será un evento “más sobrio”, en una sede aún no anunciada, porque “no es una persona suntuosa ni aficionada a eventos protocolares costosos. Prefiere que esos recursos se reorienten a actividades que beneficien directamente al pueblo hondureño”, informaron medios locales.
Nigeria confirma que colaboró con EU para bombardeos en el país africano
El ataque fue un regalo navideño, asegura el magnate republicano // Prevalece el temor entre habitantes
▲ En Jabo, pobladores observan uno de los lugares afectados por los ataques estadunidenses.Foto Ap
Afp y Reuters
Periódico La Jornada Sábado 27 de diciembre de 2025, p. 20
Lagos. Nigeria confirmó ayer que proporcionó información a Estados Unidos sobre miembros del grupo yihadista del Estado Islámico (EI) antes de los bombardeos de esta semana en el noroeste del país, con el fin de mostrar que su gobierno trabajará con otros países en la “lucha contra el terrorismo”, y advirtió que podría haber más bombardeos. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró que el ataque fue un “regalo navideño”.
El canciller nigeriano, Yusuf Tuggar, indicó al canal de televisión local ChannelsTV que “fue Nigeria quien proporcionó información” a Washington para poder atacar los objetivos. Precisó que conversó por teléfono con el secretario de Estado estadunidense, Marco Rubio. “Hablamos dos veces. Lo hicimos durante 19 minutos antes del ataque y luego volvimos a hablar durante cinco minutos antes de que comenzara”, detalló.
El jefe de la diplomacia nigeriana añadió que el presidente Bola Tinubu había dado “luz verde”, y que podría haber más acciones de ese tipo.
“Es un proceso en curso y estamos trabajando con Estados Unidos y también con otros países”, afirmó. El Pentágono confirmó que los ataques fueron ejecutados con el visto bueno del gobierno de esa nación africana.
Aún se desconoce cuáles de los numerosos grupos armados de Nigeria fueron blanco de los ataques. Según el ministro de Información nigeriano, 16 “municiones” fueron lanzadas por drones MQ-9 Reaper.
Los habitantes de los remotos pueblos del estado de Sokoto, cerca de Níger, se dijeron impactados por los bombardeos estadunidenses.
“Escuchamos una explosión potente, que sacudió toda la ciudad, y todo el mundo tuvo miedo”, declaró Haruna Kallah, habitante de la localidad de Jobo.
“Primero pensamos que podría tratarse de un ataque de Lakurawa –grupo armado relacionado con el Estado Islámico en el Sahel, indicó el testigo–. Pero luego nos enteramos de que era un ataque de drones estadunidenses; nos sorprendió porque esta zona nunca ha sido bastión de Lakurawa, y los dos últimos años no sufrimos ningún ataque”.
La ofensiva fue bienvenida por algunos sectores, pero criticada por otros como escalada de las tensiones religiosas en el país más poblado de África, donde ha habido brotes de violencia sectaria en el pasado.
“Obsequio”
En tanto, Trump, aseguró que el ataque militar contra militantes del EI en Nigeria iba a realizarse en principio el miércoles, pero que ordenó retrasarlo un día. “Iban a hacerlo antes. Y yo dije: ‘no, vamos a entregar un regalo de Navidad’ (...) Ellos no pensaban que eso iba a pasar, pero les dimos duro. Todos los campamentos quedaron diezmados”, aseveró al medio estadunidense Politico.
El Pentágono bombardeó objetivos del EI en Nigeria tras afirmar, sin presentar pruebas, que en los últimos meses los cristianos enfrentaban una “amenaza existencial” equivalente a un “genocidio”, argumento rechazado por el gobierno.
La semiótica de la palabra “fascismo”
Maciek Wisniewski
Dado que el único consenso que parece existir entre los estudiosos del fascismo es que… no hay ningún consenso respecto a lo que es el “fascismo” –de allí la existencia de un sinfín de enfoques sobre el tema que dan pauta a los interminables debates acerca de su “verdadera naturaleza”–, una informada históricamente reconstrucción del significado de esta palabra y sus mutaciones a lo largo del siglo XX puede ofrecer una buena vía de salida de este atolladero. Tanto para comprender mejor los autoritarismos del periodo de entreguerras, como la utilidad de este término −o no− para hablar de la política contemporánea.
Esta es justamente la contribución del historiador italiano Federico Marcon que, desplazándose desde los métodos tradicionales de la historia intelectual y conceptual hacia “la historia informada semióticamente” y al hacerse en ello de la semiótica interpretativa de Umberto Eco, recuperó, en su magnífico estudio Fascism: The History of a Word, 2025, página 448 –un tomo que, sucumbiendo a la fiebre de hacer los rankings del fin del año debería ser considerado como el mejor libro de 2025 en su nicho– los modos en los que el “fascismo” funcionó (y sigue funcionando) como un dispositivo conceptual generador de significado moldeado históricamente por presiones y evoluciones políticas del momento y una “polinización cruzada” de la labor semiótica de diferentes actores políticos.
El punto central de Marcon, dada la imprecisión fundacional del término –“ fascio”, literalmente: “haz” o “manojo”, ha sido en Italia, desde el siglo XIX, el nombre genérico de asociaciones de diferente índole− es que el “fascismo” se ha convertido en una categoría política con pretensiones universalistas sólo a consecuencia del impacto histórico que han tenido los regímenes que llevaron su nombre, no por la fidelidad a cualquier significado, ideología o utopía prexistente (p. 9). Y que éste, como tal, se entiende mejor como una suerte de “palimpsesto semántico”, más que un concepto político en sí, como el socialismo, el comunismo, la democracia o el liberalismo (t.ly/mNq7c).
Así, la “insoportable borrosidad” ( fuzziness) e inherentes contradicciones del término −con el cual ni siquiera Mussolini ha tenido ningún compromiso particular ( sic) y lo escogió precisamente por su falta de significado fijo (p. 29)− se derivan del hecho que los regímenes, movimientos e ideologías que este nombre llegó a identificar, estaban, en realidad, compuestos por fragmentos de otras ideologías e instituciones políticas (p. 294).
De allí sólo un arduo y contradictorio proceso de la construcción del significado (semiosis) entre diferentes grupos sociales: I) el propio régimen fascista italiano (el caso principal analizado), II) los pensadores y activistas antifascistas (sobre todo los teóricos marxistas, los pioneros del uso “genérico” del término) y finalmente III) los estudiosos conservadores y liberales de la posguerra empeñados en destilar una suerte de “mínimo fascista” como una antítesis del orden democrático-liberal −a pesar de que, como bien subraya Marcon, el fascismo ha tenido una relación mucho más cercana con la democracia (p. 22)− permitió construir el socialmente aceptado y difundido significado del “fascismo”.
Y es esta complejidad laberíntica de la red de marcadores denotativos y connotativos que el significante “fascismo” organiza en la enciclopedia semántica actual que explica toda una serie de problemas en su entendimiento y en su uso cotidiano en el que predomina su carácter de “insulto”, más que una herramienta del análisis adecuado (t.ly/-Eo87).
Si bien la semiótica de Umberto Eco que Marcon emplea en su reconstrucción de los procesos que convencionalizaron los significados del “fascismo” y sus funciones semióticas ha resultado ser una estupenda herramienta −y una que le permitió abarcar igualmente la labor cognitiva de los historiadores de este fenómeno−, su “Eco-centrismo”, parece haber tenido también sus costos.
A pesar de criticar puntalmente la borrosidad semántica del “fascismo”, Marcon en ningún momento parece notar que el mismo Eco en las últimas décadas ha sido uno de los principales responsables por el deterioro del uso de este término en el debate público. Pocas nociones como su “fascismo eterno” (“Ur-fascismo”) −a pesar, por ejemplo de apuntar correctamente al carácter difuso del fascismo− han hecho tanto para abonar a su ambigüedad. A primera vista atractiva, dicha noción −“un gran disparate de un gran intelectual” (Emilio Gentile dixit)− es, en realidad, profundamente ahistórica, ya que en la historia, simplemente, nada puede ser “eterno” (t.ly/mta8H).
Aunque Marcon identifica bien el sonado ensayo de Eco (t.ly/jh-UD) como uno de los precursores de todo un género “de cómo identificar a un fascista” que tuvo su auge durante la primera presidencia de Trump y abarcó los populares panfletos de los autores como Timothy Snyder, Jason Stanley o Madeleine Albright (p. 319), todos estos “análisis” han de ser considerados entre lo más superficial y debatible que se ha escrito sobre el tema. Y Eco, visto así también −en un giro paradójico−, como el desafortunado padrino de la “literatura chatarra” sobre el fascismo.
Dado que, como bien subraya Marcon, los significados de las palabras no son fijos ni están arraigados en sus vehículos significantes, lo único que puede hacer un estudioso −lejos de imponer los límites al uso de las palabras− es señalar las consecuencias políticas y las ventajas y desventajas heurísticas de su uso. Y éstas últimas respecto al “fascismo” como una herramienta de análisis y la comprensión de la extrema derecha contemporánea sobrepasan, en sus ojos, las primeras: no tanto por su “vacío”, sino por su carácter palimpsético de un significante lleno y “sobrecargado” de una cantidad exorbitante de significados.
