Fue iniciada desde la Casa Blanca al Palacio de Miraflores, detalla el venezolano // Legisladores indagan si el ejército estadunidense ordenó segundo ataque a lancha para matar sobrevivientes
▲ La flota del portaviones estadunidense Iwo Jima realizó vuelos nocturnos sobre el mar Caribe.Foto de la Marina de Estados Unidos tomada de X
Ap, Afp y Reuters
Periódico La Jornada Jueves 4 de diciembre de 2025, p. 24
Caracas. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, confirmó ayer que sostuvo una llamada con su homólogo estadunidense, Donald Trump, hace 10 días, y señaló que se produjo en un tono “cordial” y que fue iniciada desde la Casa Blanca al palacio de Miraflores, sin dar más detalles en medio de la más reciente crisis entre Caracas y Washington.
Desde agosto Estados Unidos desplegó una flotilla de buques de guerra en el Caribe a la que se incorporó en noviembre el portaviones más grande del mundo, el Gerald Ford, con el argumento de combatir el tráfico de drogas en la región, pero Venezuela sostiene que esa operación busca derrocar a Maduro.
“Conversé con el mandatario de Estados Unidos. Puedo decir que la charla fue en un tono de respeto, incluso puedo decir que fue cordial entre presidentes”, detalló Maduro en su primer comentario público sobre la llamada.
“Si esa llamada significa que se están dando pasos hacia un diálogo respetuoso, de Estado a Estado, de país a país, bienvenido el diálogo, bienvenida la diplomacia, porque siempre buscaremos la paz”, declaró el gobernante venezolano.
Trump confirmó el domingo que habló por teléfono con Maduro, sin dar detalles tampoco. “No diría que salió bien ni mal”, expresó el jefe de la Casa Blanca entonces.
Ayer, el republicano aseguró que su conversación con Maduro fue breve: “le dije sólo un par de cosas. Es mucho más que una campaña de presión”, afirmó.
Horas antes, el mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien antier conversó por teléfono con el magnate republicano, afirmó que su comunicación fue “muy positiva” y agregó que en privado su par estadunidense es una persona diferente a la que proyecta en los medios de comunicación.
“Cada vez que hablo con Trump me sorprendo. Porque muchas veces se ve en televisión muy nervioso. En las conversaciones personales es otra persona…Tenemos dos Trump: el de la televisión y el de los diálogos de frente”, afirmó.
El Pentágono, bajo la mira
El Pentágono sabía que había sobrevivientes después de un ataque en septiembre contra un barco con el argumento, sin pruebas, de que transportaba drogas en el Caribe, y el ejército estadunidense aún así llevó a cabo un bombardeo de seguimiento, afirmaron ayer dos personas familiarizadas con el tema, citadas por Ap.
Lo que aún no está claro es quién ordenó los ataques y si el secretario de Guerra, Pete Hegseth, estuvo involucrado en la decisión.
La justificación del segundo ataque fue que “era necesario hundir el buque”, detallaron los informantes, quienes hablaron bajo condición de anonimato por no estar autorizadas a discutir el asunto públicamente.
Estados Unidos inició en septiembre los ataques letales contra embarcaciones que supuestamente transportaban drogas en lo que calificó de combate contra narcotraficantes, luego de desplegar sus capacidades militares en el Caribe. Desde entonces, más de 80 personas han sido asesinadas.
Congresistas de los partidos Demócrata y Republicano abrieron investigaciones sobre informes de que ese segundo ataque mató a sobrevivientes después de que trascendió que Hegseth emitió una orden verbal de “matar a todos”.
Presencia islámica
El secretario de Estado estadunidense, Marco Rubio, aseguró que Irán y la milicia libanesa Hezbollah tienen presencia en países de América Latina, en particular en Venezuela, lo que supone un “riesgo” para la seguridad de Estados Unidos.
El ejército colombiano incautó 1.6 toneladas de cocaína en Bocas de Ceniza, en Barranquilla, informó Caracol Radio. Capturó a tres ciudadanos locales y un jamaiquino.
El ministro del Interior de Colombia, Armando Benedetti, denunció que su teléfono fue intervenido con el software espía Pegasus fabricado por la firma israelí NSO.
No es la guerra, estúpido
La pasividad de los gobiernos de Latinoamérica respecto a la conducta criminal del gobierno de EU al bombardear embarcaciones tanto en el mar Caribe como en el Pacífico alcanza ya niveles escandalosos. Foto Afp / archivo Foto autor
Leopoldo Santos Ramírez*
04 de diciembre de 2025 00:04
La pasividad de los gobiernos de Latinoamérica respecto a la conducta criminal del gobierno de Estados Unidos al bombardear embarcaciones tanto en el mar Caribe como en el Pacífico alcanza ya niveles escandalosos. Ahora, con el intento de cierre del espacio aéreo venezolano, Trump perfila una amenaza para el resto de Latinoamérica que resulta difícil de ignorar, inclusive para un país como el nuestro, comprometido, sin reciprocidad, con la revisión preliminar del Tratado de Libre Comercio.
Pocos países, de tendencia política señaladamente progresista, de izquierda, han alzado su voz para condenar el salvaje atropello al derecho internacional de Trump, pero lo han hecho individualmente, lo cual tiene que cambiar por una posición colectiva; no importa si al principio son pocos quienes se unen, al final se aglutinará la mayoría de naciones dispuestas a rebelarse contra la tiranía, igual que vastos sectores de la sociedad norteamericana han comenzado la movilización dentro de su territorio.
Algunos elementos del acontecer internacional abonan la idea de presentar un frente común contra la arbitrariedad trumpista. Hace poco, con elocuente claridad, el presidente Gustavo Petro, de Colombia, mostró en la Asamblea de la ONU mucho del pensamiento y sentir de millones de latinoamericanos frente a esta nueva agresión del imperio cada vez más cerca de las costas venezolanas. Nuestra Presidenta también, con mesura, ha recordado una y otra vez que se lo preguntan, dentro o fuera de la mañanera, repitiendo los principios de nuestra política exterior.
Las recientes declaraciones de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, al hablar del genocidio Israelí contra Gaza, dio un paso adelante en la condena al régimen de Netanyahu, y exhibió una muestra de que las políticas de Trump no cuentan con respaldo de muchos sectores a nivel internacional, y sí con gran repudio.
Ahora hace falta que los gobiernos que señaladamente están por la paz y no por doblegarse, juntos hagan una declaración uniforme respecto a la retirada de los buques y efectivos armados cercanos a las costas venezolanas, y se denuncien ante la ONU las violaciones al derecho internacional, que ahora parece un concepto vacío, pero que necesita ejercerse para revivirlo. Por supuesto, aparejado todo esto con movilizaciones de los pueblos en favor de la paz.
Contexto real. La actual escalada del presidente Trump encuentra a las fuerzas populares latinoamericanas en una situación de desconcierto, pero con una vasta conciencia antimperialista que necesita moverse antes de que los estropicios del norteamericano lleven a situaciones más difíciles de revertir. Debemos defender a Venezuela tanto como a Colombia, Honduras, Nicaragua, Guatemala y Cuba, porque son parte sustancial de nuestra América.
Si Trump invade Venezuela, vendrán largos años de guerra porque en ese país no faltan hombres y mujeres patriotas que defienden un proyecto de vida comunitaria que no empezó con el chavismo, sino con la lucha por la independencia de Venezuela y que el genio estratégico del libertador Simón Bolívar llevó a buena parte del continente para lograr su liberación. Estos patriotas son herederos de los hombres y mujeres que acompañaron al libertador en la guerra y revolución de independencia de los pueblos de América. Poseen a su favor un proyecto que da fortaleza y poder a su política frente a la política rapiñera de Trump.
Por muchas razones, México está en las mejores condiciones de llamar a las naciones que están por la paz a una acción más decidida. La principal razón es que la presidenta Claudia Sheinbaum cuenta con un consenso favorable en el ámbito internacional por la conducción que ha hecho al gobernar tratando de resolver problemas por la vía legal y pacífica. Su voz en favor de la paz será escuchada por el resto de los mandatarios. Por supuesto, las relaciones de México con Estados Unidos entrarían en un nivel de tensión mayor. Pero lo que viene si Venezuela se ve obligada a defender su territorio resultaría peor para México.
Nadie ha dicho que es un camino fácil, pero la primera regla al enfrentar una tiranía es no equivocarse de estrategia creyendo que mediante concesiones puede conformarse. Recuerdo el episodio del general Lázaro Cárdenas al instalarse en La Habana durante la crisis de los misiles en 1962, y la visita del presidente López Portillo en 1980 para refrendar el apoyo a Cuba, y más reciente, en medio de amenazas a la isla, el reconocimiento al gobierno de Cuba del presidente López Obrador. Esto nos habla de la solidaridad que define al mexicano. Este es el mejor momento para entrar a la arena donde se decidirá el futuro próximo.
*Profesor de El Colegio de Sonora
Fantasía homicida
Rosa Miriam Elizalde
El vicio de las “fuentes anónimas” en la guerra de Estados Unidos contra Venezuela ha convertido la mentira en un santuario cómodo y rentable. Bien lo advirtió Montaigne hace siglos: “El deterioro de la verdad tiene miles de aspectos y un campo indefinido. Los pitagóricos afirman que el bien es cierto y finito; el mal, infinito e incierto”.
Leo con estupor que el problema para convencer a Nicolás Maduro de abandonar el poder es que sus “manejadores cubanos podrían ejecutarlo si cede a la presión estadunidense y renuncia”. La frase apareció hace una semana como filtración en un reporte de Axios (https://l1nq.com/51WRH), atribuida a funcionarios estadunidenses sin nombre ni rostro, y en cuestión de horas ya circulaba en portales, redes sociales y columnas como si se tratara de un hecho comprobado.
La conjetura es ya titular rotundo: Maduro “podría ser ejecutado por espías cubanos si deja el país”, “Estados Unidos cree que Cuba estaría dispuesta a asesinar a Nicolás Maduro si intenta escapar de Venezuela”. La hipótesis, nacida en la penumbra de una filtración anónima, se presentó ante la opinión pública como una pieza más del “realismo” geopolítico, cuando en realidad no había superado ni siquiera el umbral mínimo de la verificación.
El consejo editorial de The Wall Street Journal (https://l1nq.com/NZs8P) se hace eco de la narrativa y repite que el presidente venezolano “no es del todo dueño de su destino”, porque los aliados de La Habana condicionarían su supervivencia política. Ya nadie se acuerda de que todo esto proviene del gobierno más mentiroso de la historia reciente de Estados Unidos (no fue el diario Granma, sino The Washington Post Fact Checker el que contabilizó más de 30 mil afirmaciones falsas o engañosas de Donald Trump).
La fantasía homicida de los “espías cubanos” dispuestos a matar a Maduro cumple varias funciones muy concretas. En primer lugar, demoniza a Cuba y presenta a su gobierno no sólo como “régimen autoritario”, sino como estructura criminal capaz de eliminar a un dirigente extranjero a sangre fría. Ya no se trata únicamente de la vieja “troika de la tiranía” del ex consejero de seguridad John Bolton para referirse a Cuba, Venezuela y Nicaragua, sino de presentar a los servicios de inteligencia cubanos como un aparato de sicariato internacional.
En segundo lugar, borra al Estado venezolano: si Maduro es apenas un rehén de La Habana, la sociedad venezolana, sus fuerzas armadas y sus actores políticos desaparecen del cuadro, reducidos a comparsa de una trama escrita en otra capital. En tercer lugar, contribuye a fabricar una sensación de inevitabilidad bélica: si La Habana estuviera dispuesta a impedir “por las malas” cualquier renuncia, la diplomacia queda desautorizada desde el punto de partida y las salidas políticas se muestran como ilusiones ingenuas.
La mentira, por tanto, no es un exabrupto aislado, sino parte de una campaña para consolidar la impresión de que no quedan caminos políticos y son inevitables las opciones “más duras”. La coda en esta ecuación es que, tras Caracas, el siguiente objetivo natural sería La Habana. El editorial de The Wall Street Journal se permite incluso fantasear con la posibilidad de que, una vez instalado un gobierno “democrático” en Venezuela, “el pueblo cubano se levantaría contra sus dictadores”, como si la región fuera el tablero de una misma ofensiva secuenciada.
Aceptar esa economía de la filtración anónima significa reproducir el mismo marco que hace ver como razonable discutir el derrocamiento de un gobierno extranjero desde la cubierta de un portaviones gringo. Preguntarse quién gana con la difusión de relatos como el de los “manejadores cubanos” y exigir pruebas antes de elevarlos a categoría de noticia no es un gesto de simpatía automática hacia ningún gobierno; debería ser una defensa mínima del derecho de los pueblos a no ver su destino decidido entre rumores de pasillo, operaciones sicológicas y editoriales de The Wall Street Journal.
Es de sentido común que frente a un mal informativo “infinito e incierto”, como sugería Montaigne, la defensa de una verdad verificable sea una forma de resistencia. Pero ya sabemos que el sentido común suele ser de los bienes el más escaso.
