David Brooks
▲ En Estados Unidos aparecieron nacimientos frente a iglesias que ofrecieron una interpretación contemporánea de la historia de Jesús. En Dedham, cerca de Boston, están ausentes el recién nacido, José y María, hay sólo un anuncio: “ICE estuvo aquí y la familia sagrada se tuvo que esconder”.
Foto Ap
Iglesias y alcaldes, junto con brigadas de miles de voluntarios en todo Estados Unidos, siguen encabezando la resistencia local a las cada vez más severas y crueles medidas antimigrantes y contra refugiados impulsadas por el gobierno federal.
De repente en estos tiempos navideños aparecieron nacimientos frente a iglesias que ofrecieron una interpretación contemporánea del cuento de Jesucristo y su familia. En una en Dedham, cerca de Boston, están ausentes el recién nacido, José y María, con sólo un anuncio: “ICE (siglas en inglés del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) estuvo aquí y la familia sagrada se tuvo que esconder”, todo bajo un letrero sobre la escena que dice: “¿Paz en la tierra?” A pesar de presiones por la arquidiócesis y ICE para desmantelar la escena, la iglesia ha rehusado al argumentar que se muestra a la familia sagrada como lo que fueron: refugiados perseguidos.
En otro nacimiento, Jesús, María y José están separados cada uno dentro de una jaula. En otro más, figuras enmascaradas con uniformes que dicen ICE rodean el nacimiento. En uno en Evanston, cerca de Chicago, el niño Jesús está envuelto en una cobija del tipo que dan a los detenidos en los centros de ICE y sus manitas están esposadas, con una figura de María ahí cerca con una máscara antigas para protegerse de los agentes y soldados romanos, pero identificados ahora como ICE.
Mientras tanto en ámbitos más seculares, alcaldes de ciudades por todo el país siguen expresando su oposición a las medidas antimigrantes, ordenando que sus policías y funcionarios municipales no cooperen con los agentes federales en la persecución de familias inmigrantes. Muchos fueron amenazados por el gobierno de Trump de que serán investigados y hasta enjuiciados por obstaculizar las medidas.
En la ciudad más grande del país, el alcalde electo, Zohran Mamdani, quien iniciará su periodo en enero, emitió un video donde él narra los derechos de inmigrantes en sus interacciones con las autoridades de migración (https://www.youtube.com/watch?v=Tq-KqQXy4LE). Ha dicho que las redadas son “crueles, inhumanas y no sirven de nada para la seguridad pública”, y que él será el alcalde para todos en esta ciudad, “incluidos millones de inmigrantes, de los cuales yo soy uno”.
No está solo, ni fue el primero. Los alcaldes de Los Ángeles, Chicago y Portland enfrentaron y repudiaron antes lo que llamaron “invasiones” de agentes de migración y hasta tropas federales. Han seguido muchos más, como la gran alcaldesa de Boston, Michelle Wu, y sus contrapartes en Charlotte, Durham y Raleigh en Carolina del Norte. Más recientemente, las alcaldes electas de Miami, Eileen Higgins (la primera no republicana en 30 años), y Helena Moreno, de Nueva Orleans (nacida en México, con un padre mexicano y primera latina en el puesto) ya han expresado críticas sobre la manera en que se realizan las redadas. Higgins declaró que el “fervor antimigrante” de Trump “es inhumano, cruel. Soy católica, entonces, pienso que es un pecado”.
Además de que todos estos políticos son demócratas –los operativos antimigrantes se han realizado, todos, en ciudades y regiones con gobiernos de ese partido– encabezan ciudades donde los inmigrantes son vitales. Y es la organización de las comunidades inmigrantes –en grupos comunitarios, sindicatos, iglesias y escuelas, como en los ámbitos culturales– que está el eje de toda esta resistencia. Ahora brigadas de miles, tal vez decenas de miles, de ciudadanos se han organizado en ciudades y pueblos para proteger a sus comunidades de la migra, desde coordinación de alertas tanto por vías digitales como con esa arma de comunicación mucho más antigua –los silbatos– de la presencia de los agentes, brindando asesoría sobre derechos básicos, escoltar a niños cuyos padres temen salir a llevarlos a escuelas o citas médicas, a apoyo mutuo para la entrega de medicinas y alimentos.
No hay mensaje más navideño que la solidaridad y defensa de los refugiados Jesús, María y José y sus contemporáneos, y el cuento narra que a fin de cuentas ellos son los salvadores de todos.
Billy Bragg & Wilco. Christ for President (de Woody Guthrie). https://www.youtube.com/watch?v=v17g1hRgIn
Iglesias y alcaldes, junto con brigadas de miles de voluntarios en todo Estados Unidos, siguen encabezando la resistencia local a las cada vez más severas y crueles medidas antimigrantes y contra refugiados impulsadas por el gobierno federal.
De repente en estos tiempos navideños aparecieron nacimientos frente a iglesias que ofrecieron una interpretación contemporánea del cuento de Jesucristo y su familia. En una en Dedham, cerca de Boston, están ausentes el recién nacido, José y María, con sólo un anuncio: “ICE (siglas en inglés del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) estuvo aquí y la familia sagrada se tuvo que esconder”, todo bajo un letrero sobre la escena que dice: “¿Paz en la tierra?” A pesar de presiones por la arquidiócesis y ICE para desmantelar la escena, la iglesia ha rehusado al argumentar que se muestra a la familia sagrada como lo que fueron: refugiados perseguidos.
En otro nacimiento, Jesús, María y José están separados cada uno dentro de una jaula. En otro más, figuras enmascaradas con uniformes que dicen ICE rodean el nacimiento. En uno en Evanston, cerca de Chicago, el niño Jesús está envuelto en una cobija del tipo que dan a los detenidos en los centros de ICE y sus manitas están esposadas, con una figura de María ahí cerca con una máscara antigas para protegerse de los agentes y soldados romanos, pero identificados ahora como ICE.
Mientras tanto en ámbitos más seculares, alcaldes de ciudades por todo el país siguen expresando su oposición a las medidas antimigrantes, ordenando que sus policías y funcionarios municipales no cooperen con los agentes federales en la persecución de familias inmigrantes. Muchos fueron amenazados por el gobierno de Trump de que serán investigados y hasta enjuiciados por obstaculizar las medidas.
En la ciudad más grande del país, el alcalde electo, Zohran Mamdani, quien iniciará su periodo en enero, emitió un video donde él narra los derechos de inmigrantes en sus interacciones con las autoridades de migración (https://www.youtube.com/watch?v=Tq-KqQXy4LE). Ha dicho que las redadas son “crueles, inhumanas y no sirven de nada para la seguridad pública”, y que él será el alcalde para todos en esta ciudad, “incluidos millones de inmigrantes, de los cuales yo soy uno”.
No está solo, ni fue el primero. Los alcaldes de Los Ángeles, Chicago y Portland enfrentaron y repudiaron antes lo que llamaron “invasiones” de agentes de migración y hasta tropas federales. Han seguido muchos más, como la gran alcaldesa de Boston, Michelle Wu, y sus contrapartes en Charlotte, Durham y Raleigh en Carolina del Norte. Más recientemente, las alcaldes electas de Miami, Eileen Higgins (la primera no republicana en 30 años), y Helena Moreno, de Nueva Orleans (nacida en México, con un padre mexicano y primera latina en el puesto) ya han expresado críticas sobre la manera en que se realizan las redadas. Higgins declaró que el “fervor antimigrante” de Trump “es inhumano, cruel. Soy católica, entonces, pienso que es un pecado”.
Además de que todos estos políticos son demócratas –los operativos antimigrantes se han realizado, todos, en ciudades y regiones con gobiernos de ese partido– encabezan ciudades donde los inmigrantes son vitales. Y es la organización de las comunidades inmigrantes –en grupos comunitarios, sindicatos, iglesias y escuelas, como en los ámbitos culturales– que está el eje de toda esta resistencia. Ahora brigadas de miles, tal vez decenas de miles, de ciudadanos se han organizado en ciudades y pueblos para proteger a sus comunidades de la migra, desde coordinación de alertas tanto por vías digitales como con esa arma de comunicación mucho más antigua –los silbatos– de la presencia de los agentes, brindando asesoría sobre derechos básicos, escoltar a niños cuyos padres temen salir a llevarlos a escuelas o citas médicas, a apoyo mutuo para la entrega de medicinas y alimentos.
No hay mensaje más navideño que la solidaridad y defensa de los refugiados Jesús, María y José y sus contemporáneos, y el cuento narra que a fin de cuentas ellos son los salvadores de todos.
Billy Bragg & Wilco. Christ for President (de Woody Guthrie). https://www.youtube.com/watch?v=v17g1hRgIn
Victoria rotunda del ultraderechista Kast en la segunda vuelta en Chile
Ofrece restablecer el orden, pero dice que será difícil cumplir sus promesas en inmigración ilegal y crimen organizado // La candidata de centroizquierda pide autocrítica a partidarios
▲ El candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, y su esposa María Pia Adriasola, festejaron ante simpatizantes, entre quienes se escuchó: “Pinochet, Pinochet”, en referencia al dictador.Foto Afp
Aldo Anfossi Corresponsal
Periódico La Jornada Lunes 15 de diciembre de 2025, p. 25
Santiago. El ultraderechista republicano José Antonio Kast, con 58.1 por ciento de la intención de votos, se convirtió ayer en presidente electo de Chile al ganar de forma rotunda la segunda vuelta electoral, sobre la candidata de centroizquierda, la militante comunista Jeannette Jara, que obtuvo 41.8 por ciento de los sufragios.
El vencedor asumirá el 11 de marzo de 2026 por cuatro años.
Kast (abogado, 56 años y católico fundamentalista) obtuvo 7.2 millones de sufragios, dos millones más que Jara, imponiéndose en todas las regiones del país.
La participación llegó a 85 por ciento del padrón electoral.
A mitad del recuento, en el centro de comando de Kast anunciaron que Jara había llamado para felicitarlo. Después, en la noche, ella fue personalmente a saludarlo.
En un rito habitual aquí, el gobernante Gabriel Boric llamó a Kast para congratularlo y acordaron reunirse este lunes en el palacio de La Moneda.
El categórico desenlace –16 puntos de diferencia– quedó claro apenas iniciado el conteo, nunca hubo atisbo de una competencia que pusiera en duda la tendencia.
Ante una multitud, en la noche, Kast inició mostrando su religiosidad al decir que “nada sería posible si no tuviéramos a Dios, eso es algo que no podemos dejar de reconocer. Nada ocurre en la vida para los que somos de fe, que no sea en relación directa con Él y le pido humildemente sabiduría, templanza, fortaleza, para estar siempre a la altura de este desafío”.
Luego aseguró: “vamos a restablecer la ley, su respeto en todas las regiones, sin excepciones, sin privilegios”, para explayarse al asentar que gobernará específicamente para restablecer el orden.
“Chile necesita orden en nuestras calles, en el Estado, en las prioridades que se han perdido. El orden no es un capricho, es justicia. (…) El que viola la ley va a sufrir todo el peso de ella. Hemos hablado del registro único de vándalos. Si alguien rompe, destruye lo que no le corresponde, no va a tener ningún beneficio. Si un joven destruye un colegio, amenaza a una profesora, quema una micro (bus), eso no va a quedar impune. Va a ser educado, como corresponde, pero que se olvide de cualquier beneficio del Estado. Y si no se hace cargo, sus padres tendrán que responder por los daños que realizan sus hijos”, afirmó.
También se esmeró en bajar las expectativas al señalar que si bien se propone cumplir sus promesas, tendrá difícil tarea hacerlo en materia de inmigración ilegal y de terminar con el crimen organizado y la delincuencia.
Oposición propositiva
Ante sus partidarios tras el fracaso electoral, Jeannette Jara habló en el tono de una lideresa que no tiene intención de replegarse, todo lo contrario, diciéndole a Kast que la centroizquierda hará una oposición propositiva, pero firme en defensa de los derechos sociales.
Apeló a la cohesión y a la autocrítica de su sector.
“El camino de la unidad es el único que vale la pena. Tenemos una fuerza política, social y cultural que debemos cuidar, consolidar y hacer crecer. Esos son nuestros desafíos. Tenemos que saber seguir trabajando, levantarnos”, arengó.
Siguió con que “no hay espacio para el desánimo. A los millones que votaron por mí, quiero pedirles que conviertan esta noche en un desafío. Que el trabajo, la justicia social, la institucionalidad democrática y el respeto a los derechos humanos sigan siendo principios donde avancemos como país y no retrocedamos”.
Insistió en que “no puede ponerse en riesgo las conquistas, el aumento a las pensiones, la gratuidad de la educación superior, las 40 horas (…) derechos de las mujeres, la libertad para amar y decidir. Todo eso debe cuidarse, nos ha costado mucho”.
Comprometió “una oposición propositiva, exigente” y “firme en proteger lo logrado, en eso no habrá dudas. Consistentemente con los valores democráticos, nuestro quehacer se canalizará siempre por las vías institucionales, condenando cualquier atisbo de violencia, venga de donde venga”.
Llamó a la reflexión y reconstrucción de la centroizquierda.
“Nuestra tarea requiere de mucha autocrítica y reflexión. En los días que vienen nuestro deber es mantener vivo el proyecto que representamos, seguir alimentándolo con ideas, trabajo y cariño, abrirlo hacia sectores que no se sienten representados por nosotros”.
“Es crucial que sepamos escuchar y debe ser con verdadera humildad. A aquellos sectores que no se sienten representados por nosotros, es a quienes más debemos escuchar. Y aunque sea una tarea dolorosa, debemos hacerlo.
“En las próximas semanas debemos hacer una reflexión profunda sobre los factores que condujeron a este resultado. En este proceso, la escucha sincera y el diálogo abierto serán fundamentales para encontrarnos en el país que queremos servir. Atender sus preocupaciones, hacernos las preguntas difíciles, aunque sean dolorosas, para volver a ser alternativa para Chile. Para que el país elija nuevamente conducir su desarrollo. Y esa es una tarea que tenemos que cumplir con responsabilidad”, manifestó la candidata.
Chile: caída al abismo
En los 35 años transcurridos desde que el dictador Augusto Pinochet tuvo que entregar el poder presidencial a un mandatario electo, la política chilena se mantuvo en un juego de matices alimentado por vaivenes entre centroizquierda y centroderecha. En el ejercicio alternado del Ejecutivo, siete presidentes fueron incapaces de superar la herencia constitucional, social y económica del pinochetismo y se limitaron a administrarla bajo un formalismo democrático.
Esa larga etapa de ambigüedades y precarios equilibrios terminó en la segunda vuelta electoral realizada ayer, en la que el ultraderechista José Antonio Kast derrotó por amplio margen a la candidata de centroizquierda Jeannette Jara: 58 por ciento de los votos contra 42. Con ello, la reacción cavernaria llega a la patria de Salvador Allende y empezará a gobernarla a partir de marzo del año próximo.
La victoria de Kast no fue, ciertamente, una sorpresa. Se prefiguró desde la primera vuelta, efectuada el 16 de noviembre, cuando la candidatura de Jara, si bien logró el mayor número de votos, quedó atrapada en una aritmética implacable: con menos de 27 por ciento de los sufragios, habría de hacer frente a Kast, quien logró el 24, y que tenía en la bolsa el respaldo de los candidatos que obtuvieron el tercer lugar, el populista de derecha Franco Parisi, con casi el 20, y el cuarto, el también ultraconservador Johannes Kaiser, con el 14.
Lo sorprendente, en todo caso, es el hecho de que una sociedad que se precia de sus valores democráticos haya terminado por inclinarse, y con tanta contundencia, por un aspirante presidencial que reivindica la pasada dictadura militar, comparte posturas internacionales con Donald Trump y Javier Milei y que es abiertamente xenófobo, punitivista, homofóbico, misógino, contrario a los derechos sociales y laborales y que es hijo de un nazi alemán que se refugió en Chile tras la caída del Tercer Reich.
Para explicar semejante paradoja, no basta el auge internacional y regional de la ultraderecha. Debe considerarse, además, el desgaste y el desencanto provocados por las tres décadas y media de gobiernos que no fueron capaces de romper con la herencia del pinochetismo y con una izquierda partidista que en lugar de encauzar los múltiples movimientos de protesta y resistencia social que sucedieron en ese dilatado periodo –estudiantiles, laborales, indígenas–, se dedicaron a reprimirlos o a mediatizarlos. El ejemplo más descorazonador es el del presidente saliente, Gabriel Boric, quien fue impulsado a la presidencia por una amplia oleada de descontento popular y la promesa, a la larga incumplida, de una nueva constitución.
Así, tras la liquidación de gobiernos progresistas en Ecuador, Perú y Bolivia, la llegada al poder de Milei en Argentina y el desaseo electoral recientemente perpetrado en Honduras, la derecha y la ultraderecha se enseñorean en América Latina. Fuera de la menguada Alianza Bolivariana –en la que sólo quedan Cuba, Nicaragua, la acosada Venezuela y algunos estados insulares del Caribe–, los únicos países de la región que resisten la marejada reaccionaria son Brasil, Colombia, México y Uruguay.
En lo inmediato, en Chile está por iniciarse un periodo abismal de retrocesos políticos y sociales y de consiguientes brotes de los descontentos múltiples y hondos que no encontraron representación en las urnas. El sueño de Allende –la apertura de las grandes alamedas para la construcción de una nueva sociedad– ha vuelto a aplazarse por tiempo indefinido.

