La jornada antiobradorista del 13 de noviembre fue la movilización de masas convocada por un frente opositor más numerosa del actual sexenio. Con el pretexto de defender al Instituto Nacional Electoral (INE) y la democracia, una variopinta coalición de fuerzas de centroderecha anti-AMLO logró sacar a la calle a varias decenas de miles de ciudadanos, muchos vestidos de blanco y rosa, en casi todo el país.
Su magnitud estuvo muy lejos de alcanzar el tamaño de las concentraciones populares convocadas por el Presidente. Sin lugar a dudas, también será menor de la que los simpatizantes del mandatario efectuarán este 1º de diciembre. Pero, aun así, sería muy delicado desdeñar el significado y alcance de la protesta del pasado domingo.
Las calles no son el terreno de lucha principal de la centroderecha. Ellos tienen otros medios de presión. John Lennon, compositor de Working class heroe, lo sabía muy bien, cuando, en 1963, en el show de The Beatles ante la reina Isabel II, bromeó: Para nuestro último número, les quiero pedir su ayuda. ¿Podría la gente de los asientos más baratos, aplaudir? Y el resto de ustedes, sólo sacudan sus joyas.
Una protesta contra López Obrador del tamaño como la congregación de este domingo es un hecho que no acontecía desde el 27 de junio de 2004. En aquella fecha, la derecha empresarial y mediática, bajo la fachada del combate a la inseguridad pública, orquestó una gran embestida de masas contra el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, que sirvió de ensayo para preparar su desafuero. La arremetida se orquestó desde los medios de comunicación electrónicos, difundiendo reiteradamente imágenes de violencia, que generaron en la opinión pública de la capital del país una sensación de incertidumbre y miedo. Cientos de miles de personas, muchas vestidas de blanco, marcharon para rescatar a México.
Entre otras diferencias presentes en ambas movilizaciones está el que, a diferencia de la de 2004, la del domingo no fue auspiciada por los medios electrónicos, sino por una parte muy importante de la prensa escrita y las redes sociales asociadas a intelectuales públicos de la derecha. Probablemente, la forma en que el Presidente recriminó el llamado a defender el INE y se refirió a algunos de sus promotores, catalizó la protesta.
Al analizar la jornada del 13 de noviembre es necesario distinguir entre los convocantes y quienes asistieron masivamente a las marchas. No son lo mismo. El núcleo organizador está formado por la alianza de empresarios abiertamente retrógrados, partidos de oposición, jerarcas religiosos y un archipiélago de intelectuales (los transitólogos) con un enorme peso en el INE y la organización de procesos electorales. Los manifestantes fueron un conglomerado diverso de sectores acomodados, grupos rabiosamente anticomunistas, clases medias y clientelas populares de las alcaldías de la Ciudad de México en manos de la oposición, descontentos con el gobierno federal por razones diversas.
En la marea rosa participaron, entusiastas, familias enteras, muchas por primera vez en su vida. En el río humano que caminó sin organizarse en contingentes por Paseo de la Reforma en la Ciudad de México había personas de todas las edades no acostumbradas a corear consignas.
Como versión apache del Show de terror de Rocky, a la marcha asistió una colección de impresentables egos partidocráticos, que desfilaron enjundiosos, y que en otras circunstancias difícilmente habrían convivido bajo el paraguas de la misma convocatoria. En las calles, su presencia se desvaneció ante una multitud que los ignoró y desbordó, pero fueron rescatados del anonimato por la prensa. Como si su biografía personificara la historia del INE, la figura de la mañana fue José Woldenberg. Orador único, fungió de bateador emergente de una oposición de derecha sin figuras políticas fuertes y con intelectuales más que disminuidos. Estará por verse si la coalición antiobradorista lo seguirá placeando.
Más allá de la presencia de consumados mapaches electorales disfrazados de ciudadanos de a pie, como Ulises Ruiz, Elba Esther Gordillo o Roberto Madrazo, las protestas confirmaron la creciente mengua de apoyo hacia la 4T entre sectores medios, anticipada en las elecciones intermedias de 2021. En esos comicios, la oposición ganó la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México (la joya de la corona obradorista) y muchas de las capitales de los estados en disputa. Pese a triunfar en las elecciones, la coalición gobernante perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y tuvo 9 millones de votos menos que en 2018.
Las movilizaciones fueron receptáculo de una parte del malestar que hay hacia la 4T entre universitarios, profesionistas liberales, médicos, amas de casa, artistas, defensores de derechos humanos, feministas, familiares de víctimas de la violencia, científicos, ambientalistas y pequeños empresarios. Muchos no son conservadores. No pocos apoyaron en el pasado al Presidente. Pero ya no lo hacen más. Están desencantados e incluso iracundos. El tamaño de su inconformidad los llevó a sumarse al llamado de figuras como el impresentable Claudio X. González, la más rancia partidocracia, ultraderechistas que salieron del clóset y destacados prestidigitadores electorales, ocultos bajo el antifaz de la defensa del INE.
Más allá del final que tenga la reforma electoral promovida por el Presidente, la marea rosa del domingo fue, para la oposición de derecha, no una jornada ciudadana, sino el banderazo de salida de su campaña electoral rumbo a 2024. Falta ver si pueden conservar el impulso y apoyo de masas que tuvieron.
Twitter: @lhan55
La saramagia en México
Mónica Mateos*
En la Ciudad de México se gestó lo que hoy se conoce como saramagia, es decir, el poder que tuvo José Saramago para inspirar y sembrar ideas humanistas en quienes tuvieron oportunidad de escucharlo defender sus convicciones. En este país, el escritor lusitano vivió intensos momentos de comunión con sus lectores, al grado que solía contar a sus allegados que las claves de su vida, para describirlas a detalle en una biografía, tendrían que ser cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1998, y las muestras de fervor que su público mexicano le obsequió siempre.
Con el galardón de la Academia Sueca bajo el brazo, Saramago visitó la capital del país a finales de 1999 para encontrarse con sus seguidores, quienes morían de ganas por felicitarlo y confirmarle la admiración que se gestó desde la publicación de El Evangelio según Jesucristo en 1991, hito editorial que se sumó a las simpatías rebeldes que el autor cosechó cuando se solidarizó con el movimiento zapatista de Chiapas.
El periplo arrancó un soleado miércoles primero de diciembre, en Tlalpan, ante la comunidad estudiantil y académica del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, que invitó al autor como parte de las actividades de la cátedra Alfonso Reyes. En un auditorio lleno de jóvenes, un par de preguntas bastaron para desencadenar en el narrador un manantial de parábolas que desarmaron la solemnidad y rimbombancia con que se pretendió guiar aquel encuentro. La sencillez y profundidad de las respuestas de Saramago contrastaron con la petulancia de las primeras preguntas, y el resultado final fue que los presentes se convirtieron, sin apenas notarlo, en niños sentados en las rodillas del abuelo sabio, aprendiendo que las cosas esenciales de la vida están alejadas del oropel.
Reconoció ante los chavos del Tec que no había nacido para ser escritor, mucho menos para que le otorgaran un Nobel, aunque es un reconocimiento que ya tengo; pero ¿quién nace para ser esto o aquello? Lo cierto es que hay millones que nacen para la nada; de alguna forma, nací para la nada, en un pueblo de gente analfabeta. Si mis padres no hubieran decidido irse a Lisboa para intentar vivir un poco mejor, quizá seguiría en mi pueblo, Azinhaga.
Con naturalidad, Saramago habló del dolor un poquito tonto que le causaba pensar que no cumplió el sueño de su vida: ir a la universidad, pero enseguida reviró: las cosas son como son y no vale la pena llorar sobre la leche derramada.
Contó que realizó su formación en bibliotecas públicas y, sobre todo, nutriéndose de las experiencias de sus abuelos, “pero no quiero hacer ninguna demagogia. Sería fácil decirles: ‘miren, yo que tuve un origen tan humilde aquí estoy con la gloria, la fama y el triunfo’. No. Lo importante es que de una manera sensible podamos comunicarnos unos con otros por medio de la palabra, una palabra directa, franca, honrada, clara, que no se disfraza.
Nadie, pero nadie, tiene el derecho de ser irónico con otra persona porque eso es considerarse superior a otro. La ironía es necesaria y hasta vital cuando va dirigida a las instituciones, al poder, a la prepotencia. Pero en una vinculación personal sería como una relación entre colonizador y colonizado.
Al terminar la conversación con la comunidad del Tec, Saramago firmó durante casi una hora cientos de libros de su autoría. Ofreció su sonrisa, su paciencia, un apretón de manos y, para los menos tímidos que se lo solicitaron, abrazos y besos que provocaron lágrimas en el lector y emoción en el escritor. Gracias por estar en México, lo queremos, le dijo con mucho respeto una mujer mayor mientras le acariciaba el brazo; mira cuánto costaba tu libro antes del Nobel, con más confianza le expresó un muchacho, que abrió mucho los ojos para no olvidar el rostro de aquel abuelo narrador de historias y luego se alejó abrazando la novela, sonriendo, paladeando aquellos minutos, para algún día contar la anécdota al nieto sentado en sus rodillas.
La gira continuó con una visita a las instalaciones del diario La Jornada. Mientras llegaba al periódico, en el auto Saramago escuchó atento las noticias vespertinas que transmitía la radio del vehículo. La nota del día era el hallazgo de una narcofosa en Chihuahua, con el apoyo de la FBI. Ante esto el maestro afirmó: “¡Qué absurdo cuando mencionan las narcofosas, los narcolaboratorios, los narconegocios! No me gusta que para simplificar a todo le ponen el prefijo narco”.
*Fragmento del libro Saramagia: Testimonios y recuerdos sobre José Saramago en su paso por México, coordinado por Alma Delia Miranda. Editorial Grano de Sal