Carlos Fernández-Vega
Hagamos patria es la directriz del presidente Andrés Manuel López Obrador al impulsar una campaña para que de nueva cuenta México sea autosuficiente en alimentos, como en tantos otros renglones, y deje atrás la fallida consigna neoliberal de importemos todo y de todo, práctica que se tradujo en la permanente pérdida de soberanía alimentaria (y productiva en toda actividad económica) hasta convertir a nuestro país y los estómagos de los mexicanos en dependientes de los mercados foráneos. La enseñanza, indicó, es producir lo que consumimos, y hago un llamado a todos.
En la mañanera de ayer, el mandatario subrayó: Así como entre todos enfrentamos la pandemia, que entre todos enfrentemos el problema inflacionario, que sí nos afecta mucho y más a la gente humilde, porque se puede estar aumentando el salario, pero si aumenta el precio de la tortilla, pues en el salario vez de ganar poder adquisitivo lo pierde. Por eso yo mido el incremento del salario en función de lo que cuesta la tortilla y sí me preocupa que la tortilla esté cara, sobre todo en las tortillerías. Y también hago un llamado para que no se abuse.
Sin olvidar que sin maíz no hay país, López Obrador convoca a sembrar maíz y frijol, todos, a la autosuficiencia. Tenemos que impulsar mucho la producción de autoconsumo y para el mercado, la comercial. Vamos a destinar bastante tiempo y recursos a modernizar las plantas de fertilizantes que nos dejaron, y a ver si echamos a andar otras, aprovechando que tenemos contratos de gas, que es materia prima para el fertilizante, y el propósito es producir.
Pues bien, no puede dejarse de lado que México fue autosuficiente en fertilizantes; en 1982, el Estado contaba con más de 60 plantas de Fertimex, pero el régimen neoliberal alegremente decidió que ellas resultaban no estratégicas y las privatizó, en un proceso que llevó cerca de año y medio. Sin embargo, en 1997, ya totalmente la industria en manos de particulares, se suspendió la producción interna y comenzó la importación, a precios inaccesibles para los campesinos. Dos décadas después, los principales consorcios regresaron –destrozados, exprimidos, quebrados, improductivos y recomprados a precio inflado– al rebaño de las paraestatales gracias a… los neoliberales.
Del comparativo utilizado por el Presidente (¿cuántos kilogramos de tortilla compra un salario mínimo?), es necesario recordar que desde hace muchos años tal cotejo lo realiza –por iniciativa de sus académicos e investigadores– el prestigioso Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM, el cual amplía esa medición con otras mercancías de consumo básico, con lo que el deterioro del ingreso se hace más que notable.
Lo anterior, sin olvidar que fue Ernesto Zedillo, como inquilino de Los Pinos, quien, a partir del primer día de 1999, sin más, canceló el subsidio a la tortilla para beneficiar a los mexicanos, porque, decía, “con la apertura del mercado y la competencia entre los productores se logrará abatir el precio de este alimento básico en la dieta popular, lo que favorecerá ampliamente a los consumidores (de entonces a la fecha su precio de ha incrementado en cerca de 2 mil 700 por ciento; de ese tamaño ha sido el beneficio).
El CAM ha documentado lo siguiente: en enero de 1982, un salario mínimo compraba 51 kilos de tortilla; para el 26 de octubre de 2018 sólo alcanzaba para seis (por Los Pinos habían pasado Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto). Con los incrementos salariales bajo el gobierno de López Obrador, esa proporción creció a ocho, pero por efectos de la pandemia, según ha detallado el mandatario, ahora son siete.
De igual manera, el CAM detalla que al comienzo de 1982, un salario mínimo compraba casi 17 litros de leche; en 2018, sólo 4.4 litros; en el caso del aceite: 7 y 2.8 litros, respectivamente; en pan: 280 y 44 piezas, en cada caso; huevo, de 9 a 3 kilogramos, en el mismo orden; frijol, de 12 a 3.
Las rebanadas del pastel
El gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, anda de novio de Grupo México, del tóxico Germán Larrea. La huelga en Cananea cumplirá 15 años y nadie mueve un pelo. Eso sí, el mandatario estatal siente mariposas en el estómago cuando ve a Xavier García de Quevedo, vicepresidente ejecutivo del corporativo, a quien un día sí y el siguiente también amorosamente recibe en su despacho de Hermosillo.
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Médicos cubanos: ayuda necesaria
El lunes pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que durante su visita a Cuba se firmó un acuerdo de salud que incluye la contratación de más de 500 médicos de la isla para enfrentar el déficit que tiene nuestro país, en particular en las zonas más vulnerables; el envío a aquella nación de médicos generales mexicanos para formarse en especialidades y la importación de la vacuna cubana contra el covid-19 para aplicarla en niños.
El mandatario refirió que México tiene déficit de médicos generales y especialistas debido a las políticas neoliberales que dejaron fuera de la educación pública a miles de aspirantes a estudiar medicina, y también señaló que en ocasiones el problema para llevar servicios de salud a la población no es la falta de hospitales, sino de profesionistas que deseen trabajar en los ubicados en zonas con altos índices de pobreza.
En respuesta, representantes de más de 30 colegios, asociaciones y federaciones de médicos especialistas publicaron una carta dirigida al Presidente, en la cual rechazan la intención de contratar a los galenos cubanos por considerarla una falta grave en contra de los profesionales de la salud de México. Además de estimar como agravio para el gremio médico mexicano la decisión del gobierno federal, afirmaron que los médicos extranjeros no reúnen las competencias requeridas, no tienen funciones debidamente especificadas, no cuentan con los requisitos establecidos por las leyes vigentes y carecen del aval de los colegios de profesionistas.
La reacción de las organizaciones médicas ha sido retomada y magnificada por los políticos y los medios de comunicación de la derecha mexicana, en una verdadera exhibición de la histeria contra la revolución cubana que caracteriza a esos grupos. De manera vergonzosa, la animadversión hacia el régimen de la isla se ha antepuesto a las necesidades de millones de mexicanos que no tienen acceso a servicios de salud, sea por la falta de profesionales o por la negativa de éstos a laborar en las comunidades donde se requiere su presencia.
Basta con señalar que, según la Secretaría de Salud, nuestro país arrastra un déficit de 200 mil médicos –al menos 123 mil de medicina general y 76 mil de especialidad– para darse cuenta de la urgencia de reforzar la plantilla de los trabajadores sanitarios del sector público, y de que el número de galenos cubanos es mínimo para tener cualquier impacto en las perspectivas de empleo de los médicos mexicanos. Además, la extrema mezquindad de quienes rechazan la presencia de los profesionales de la isla los lleva a absurdos como cuestionar las competencias de quienes han sido formados en una tradición cuya calidad y espíritu solidario son reconocidos a nivel internacional.
Por ejemplo, en 2017 la Brigada Médica Internacional Henry Reeve recibió el premio Dr. Lee Jong-wook de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por diseminar un mensaje de esperanza a todo el mundo al tratar a más de 3.5 millones de personas en 21 países que enfrentaron muchos de los peores desastres naturales y epidémicas desde su creación en 2005.
Tampoco puede olvidarse que, durante la primera etapa de la pandemia, Cuba envió a nuestro país a 700 médicos, cuya participación fue crucial para evitar el colapso de los servicios de salud en los momentos más álgidos de la emergencia sanitaria, por lo que la postura hacia los profesionales sanitarios de la isla debería ser, en primera instancia, gratitud.
Cabe esperar que los desplantes de xenofobia y ceguera ideológica no afecten el trabajo de los médicos cubanos, ya que éste se dará en beneficio del derecho a la salud de los mexicanos, y en particular de quienes encaran mayor marginación.