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Nueva York. El presidente Joe Biden propuso una amplia reforma migratoria, la mayor ampliación en décadas del gasto social para apoyar a familias trabajadoras, reducción de la desigualdad económica y festejó la resucitación de Estados Unidos ante la pandemia y la crisis económica tanto en casa como en el ámbito internacional, en su primer discurso ante una sesión conjunta del Congreso al aproximarse a sus primeros 100 días de gobierno.
En el recinto legislativo aún marcado por huellas de la invasión de derechistas armados el 6 de enero para intentar frenar la certificación de los resultados de la elección presidencial, y con nuevas medidas de seguridad y de salud –se limitó el cupo a sólo 200 personas, en vez de los más de mil 500 que se presentan normalmente a estos actos– Biden recordó que llegó a la Casa Blanca en medio de múltiples crisis, entre ellas “la peor pandemia en un siglo, la peor crisis económica desde la Gran Depresión y el peor ataque contra nuestra democracia desde la Guerra Civil”.
Declaró que en sólo 100 días (la fecha exacta del centenar es este viernes), “estamos vacunando al país, estamos creando cientos de miles de empleos, estamos entregando resultados reales que la gente puede ver y sentir en sus propias vidas. Abriendo las puertas de la oportunidad.
“Estamos optando por la esperanza sobre el temor, la verdad sobre las mentiras, la luz sobre la oscuridad”, afirmó.
Festejó el logro de aplicar 220 millones de vacunas durante sus primeros 100 días, y que ahora cualquier persona mayor de 16 años puede tener acceso a la inoculación. Prometió que pronto Estados Unidos se volverá un “arsenal” de vacunas para el resto del mundo.
Informó que se están enviando cheques de mil 400 dólares a 85 por ciento de la población en asistencia inmediata, junto con apoyos para pagar rentas y también para pequeños comercios y negocios, y se está reduciendo la explosión de hambre que fue detonada durante estas crisis.
Resaltó que sus masivas propuestas para infraestructura y apoyo del bienestar social están dedicadas a generar empleos bien remunerados para trabajadores estadunidenses con la finalidad de reconstruir al país, y subrayó que “Wall Street no construyó este país. Fue la clase media la que construyó este país, y los sindicatos construyeron la clase media”.
La expansión de programas de asistencia social y educación para familias de 1.8 billones de dólares propuesto ayer se agrega a su iniciativa de infraestructura presentada hace un par de semanas, y la del estímulo económico que fue promulgada en ley, y en total suman unos 6 billones de dólares, gasto social federal sin precedente en las últimas décadas financiado en gran medida con un incremento de impuestos sobre los sectores más ricos del país.
A la vez, incluyó como parte de su visión de reconstrucción social y económica una reforma migratoria integral que incluye vías para regularizar a 11 millones de indocumentados, y también resaltó su disposición a que se aprueben algunos componentes de ésta. “La migración siempre ha sido esencial a Estados Unidos”, afirmó, e instó al Congreso a proceder hacia la iniciativa que propuso desde el primer día de su gobierno.
“Terminemos nuestra agotadora guerra contra la inmigración (…) Si creen que necesitamos una frontera segura, apruébenla. Si creen en una vía hacia la ciudadanía, apruébenla. Si realmente quieren resolver el problema, les he enviado el proyecto, ahora apruébenlo”
Solicitó que lo más pronto posible se apruebe la regularización permanente de inmigrantes que llegaron con sus familias siendo menores de edad, conocidos como dreamers.
Para enfatizar el punto, entre los cinco invitados especiales para acompañar a la primera dama durante el discurso del presidente –aunque en esta ocasión se hizo de manera virtual en lugar de estar en el palco con ella, dentro de la cámara legislativa– la Casa Blanca invito al dreamer de origen mexicano Javier Quiroz Castro, cuya familia migró de México cuando él tenía 3 años para vivir en Tenesi. Ahora es enfermero que trabaja en las primeras líneas en la lucha contra la pandemia en Houston, Texas.
También urgió una legislación parcial para permitir que jornaleros agrícolas en el país puedan regularizarse, ampliar visas para jornaleros de temporada y hacer permanente la protección a migrantes de ciertos países afectados por violencia o desastres naturales.
El mundo
Biden también abordó puntos de su agenda internacional, incluida su decisión de retirar tropas estadunidenses de Afganistán después de 20 años –la guerra más larga en la historia del país–, así como el retorno del país al Acuerdo de París sobre cambio climático y a la Organización Mundial de Salud, y recordó que realizó una cumbre sobre cambio climático con 40 mandatarios la semana pasada
Dejó claro que China es el principal retador de Estados Unidos en el mundo “para ganar el siglo XXI”. Aseguró que ante ese país, como Rusia y otros, “Estados Unidos no se retirará de su compromiso con los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
Desafíos domésticos
En el frente doméstico, Biden apremió a los legisladores a aprobar un proyecto de ley que lleva el nombre de George Floyd, afroestadunidense asesinado por policías, con reformas sobre prácticas policiacas, al afirmar que “todos hemos visto la rodilla de la injusticia sobre el cuello de la America negra”.
Su nueva propuesta presentada ayer, llamada Plan de Familias Estadunidenses, busca establecer pre-kínder universal, ofrecer dos años de universidad comunitaria de manera gratuita –recordó que su esposa sigue trabajando como profesora de una universidad comunitaria–, reducir el costo de cuidado de niños para familias de bajos ingresos, establecer nuevos programas para días pagados por razones de salud o atención a la familia, reducción de impuestos y costos de seguros médicos para personas de ingresos menores.
Expertos señalan que todo esto podría reducir de manera significativa la desigualdad económica extrema en el país, e incluso disminuir a la mitad la pobreza infantil.
Ante esa desigualdad, Biden declaró que el proyecto de infraestructura es “el plan de empleo más grande desde la Segunda Guerra Mundial”, y llamó la promulgación de una ley para facilitar la sindicalización y aprobar un incremento del salario mínimo a 15 dólares por hora.
Resaltó que la brecha entre el ingreso de ejecutivos en jefe y trabajadores está a sus niveles más altos, y la pandemia ha empeorado esa desigualdad, en la cual, mientras 20 millones perdieron su empleo, 650 multimillonarios estadunidenses incrementaron su riqueza en más de un billón de dólares. “Es hora de hacer que la economía crezca desde abajo hacia arriba y desde el medio hacia afuera”.
Biden ofreció su discurso desde un podio en la cámara baja, y fue la primera vez en la historia que un presidente brindó su informe con dos mujeres detrás de él, con la vicepresidenta Kamala Harris en su papel del presidenta del Senado, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la segunda y tercera en la línea de sucesión presidencial.
Por la pandemia, sólo asistió una fracción de los legisladores, un par de representantes del gabinete, en lugar de todos menos uno (el sobreviviente designado), y sólo el jefe de la Suprema Corte, en lugar de sus nueve integrantes. Pero el discurso desde el podio es verdaderamente dirigido al público estadunidense y sólo simbólicamente a los legisladores.
Concluyó declarando que la mayor prueba del país es comprobar, ante las apuestas de “los autócratas del mundo”, que “la democracia aún funciona”.
Dejó claro que China es el principal retador de Estados Unidos en el mundo “para ganar el siglo XXI”. Aseguró que ante ese país, como Rusia y otros, “Estados Unidos no se retirará de su compromiso con los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
Desafíos domésticos
En el frente doméstico, Biden apremió a los legisladores a aprobar un proyecto de ley que lleva el nombre de George Floyd, afroestadunidense asesinado por policías, con reformas sobre prácticas policiacas, al afirmar que “todos hemos visto la rodilla de la injusticia sobre el cuello de la America negra”.
Su nueva propuesta presentada ayer, llamada Plan de Familias Estadunidenses, busca establecer pre-kínder universal, ofrecer dos años de universidad comunitaria de manera gratuita –recordó que su esposa sigue trabajando como profesora de una universidad comunitaria–, reducir el costo de cuidado de niños para familias de bajos ingresos, establecer nuevos programas para días pagados por razones de salud o atención a la familia, reducción de impuestos y costos de seguros médicos para personas de ingresos menores.
Expertos señalan que todo esto podría reducir de manera significativa la desigualdad económica extrema en el país, e incluso disminuir a la mitad la pobreza infantil.
Ante esa desigualdad, Biden declaró que el proyecto de infraestructura es “el plan de empleo más grande desde la Segunda Guerra Mundial”, y llamó la promulgación de una ley para facilitar la sindicalización y aprobar un incremento del salario mínimo a 15 dólares por hora.
Resaltó que la brecha entre el ingreso de ejecutivos en jefe y trabajadores está a sus niveles más altos, y la pandemia ha empeorado esa desigualdad, en la cual, mientras 20 millones perdieron su empleo, 650 multimillonarios estadunidenses incrementaron su riqueza en más de un billón de dólares. “Es hora de hacer que la economía crezca desde abajo hacia arriba y desde el medio hacia afuera”.
Biden ofreció su discurso desde un podio en la cámara baja, y fue la primera vez en la historia que un presidente brindó su informe con dos mujeres detrás de él, con la vicepresidenta Kamala Harris en su papel del presidenta del Senado, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la segunda y tercera en la línea de sucesión presidencial.
Por la pandemia, sólo asistió una fracción de los legisladores, un par de representantes del gabinete, en lugar de todos menos uno (el sobreviviente designado), y sólo el jefe de la Suprema Corte, en lugar de sus nueve integrantes. Pero el discurso desde el podio es verdaderamente dirigido al público estadunidense y sólo simbólicamente a los legisladores.
Concluyó declarando que la mayor prueba del país es comprobar, ante las apuestas de “los autócratas del mundo”, que “la democracia aún funciona”.