En ocasión del pasado aniversario de la expropiación petrolera, tuve oportunidad de leer un artículo que me pareció del mayor interés para comprender algunos sucesos relacionados con el nuevo gobierno de Estados Unidos. El documento fue escrito por mi amigo Miguel Ángel Sánchez de Armas, por lo que le pedí me permita reproducirlo en mi colaboración de La Jornada:
“La expropiación de la industria petrolera del 18 de marzo de 1938, asestada por el gobierno de un país periférico y dependiente, en contra de las naves insignia del imperialismo planetario, desencadenó una onda expansiva que alborotó mercados financieros, círculos diplomáticos y medios de comunicación de un mundo que se aprestaba a la guerra.
“Los medios de Estados Unidos y de Gran Bretaña dedicaron amplios espacios al lance. Reseñaron puntualmente el insólito espectáculo de una nación tercermundista enfrentada al poder de los consorcios petroleros. Muchos periódicos fueron artillería pesada en la guerra de propaganda contra el gobierno de Lázaro Cárdenas.
“El grueso de la información se originaba en Nueva York, Washington, Los Ángeles y Londres, con datos servidos por la Standard Oil y demás empresas expropiadas. El diario yanqui que cubrió el evento de manera más directa, consistente y sistemática fue The New York Times a través de su corresponsal Frank L. Kluckhohn, sus notas eran frecuentemente retomadas por otros medios. No faltaron los ‘enviados especiales’ a la escena del crimen. Anita Brenner, del New York Times; Betty Kirk, del Christian Science Monitor; Adamatios Theophilus, de Los Angeles Times, entre otros, desembarcaron en el Valle del Anáhuac. Diez días después de la expropiación, The New York Times publicó una nota dando cuenta de la visita del California Press a México y su recorrido por el país. La nota fue: ‘El misterio de la expropiación es saber si México va a conseguir el dinero para pagar por las propiedades confiscadas’. Si bien no se registraron casos de violencia durante la recuperación de las instalaciones petroleras, algunos incidentes se desproporcionaron para dar la idea de una persecución como la que sufrieron los extranjeros durante el alzamiento de los bóxer en China, a principios de siglo.
“El supuesto incidente fue reproducido por otros diarios y se generó un ambiente de alarma. Pero en los informes de la embajada gringa los involucrados aclararon que el ‘enfrentamiento’ había sido una discusión sobre los tiempos y la forma en que las oficinas debían ser entregadas a los representantes del sindicato. Ni el New York Times ni Kluckhohn aclararon posteriormente la información. Otro tema inducido para alarmar a los públicos anglosajones fue la venta de petróleo mexicano al Eje, a la que Cárdenas se vio obligado por el boicot de las petroleras al aceite mexicano después de la expropiación. No se aludía a los negocios de la Standard Oil con esos mismos países, quienes habían gravitado en la esfera de influencia del fascismo. Fue hasta después de Pearl Harbor (1941), cuando Washington tomó acciones contra la Standard por escamotear carburantes a las fuerzas armadas mientras entregaba combustible a los submarinos y aviones alemanes. Otro tema que no fue incorporado con el valor informativo, que sin duda tenía, fue la reiterada promesa del gobierno cardenista de que las empresas serían compensadas de manera justa y equitativa conforme a la ley mexicana. Lo que se publicaba eran informaciones sesgadas. Las empresas tasaban en 450 millones de dólares instalaciones cuyo valor desde 1935 el Departamento de Comercio de Estados Unidos había estimado en 69 millones de dólares.
“Aunque la mayoría de los editoriales, como las noticias, atacaban al cardenismo, hubo excepciones. El 10 de abril, Bertram D. Hulen, en el New York Times, se congratuló de que las relaciones entre México y Estados Unidos hubiesen salido airosas de la tormenta ocasionada por la expropiación. Polyzoides, enviado de Los Angeles Times, reportó que entre los mexicanos privaba una fuerte corriente de simpatía hacia Estados Unidos, que Japón y Alemania tenían poca estima y que la expropiación era un asunto doméstico y no internacional. En el New York Times Magazine, Anita Brenner elogió los programas sociales del presidente Cárdenas permitiendo que muchos mexicanos ‘comprendieran que eran ciudadanos con derechos’ y dieron a los campesinos la esperanza de una vida segura y con comodidades.
“Randall Pond escribió en la revista católica Commonwealth: “Cualquier estadunidense que haya conocido aunque superficialmente los métodos de las empresas petroleras en su propio país, bien puede imaginarse lo que una llamada ‘nación atrasada’ debe sufrir cuando los más poderosos monopolios internacionales dejan caer todo su peso para obtener el oro negro’.
“En aquel clima antimexicano destacó el caso de The Atlantic, la revista liberal fundada en 1857 por Ralph Waldo Emerson. Su director, en 1938, vendió a la Standard Oil el prestigio labrado durante 81 años a cambio de un plato, no de lentejas, sino de petróleo. De sus prensas y con su pie de imprenta apareció una execrable pieza de propaganda antimexicana: ‘Trouble Below the Border. Why the Mexican Struggle is Important to You’. A juicio de personajes de la época, ésta fue una de las más extremas muestras de villanía y deshonestidad periodística jamás documentada.
“Un funcionario del Departamento de Estado en Washington le confirmó al embajador Josephus Daniels la prostitución de la revista. Sin sutilezas, el diplomático expresó su indignación: ‘Lo más bajo a que llegó la propaganda en contra de México fue de la revista Atlantic, una de mis favoritas a lo largo de mi vida hasta que se degradó entregándose a los intereses petroleros que deseaban que Estados Unidos le declarara la guerra a México’. Al igual que los gatos, The Atlantic echó arena para tapar su vergüenza. 83 años no han sido suficientes para que los bucaneros estén dispuestos a revisar su historia”.
* Director general del ILCE
México SA
UNAM: salarios de hambre // Docentes y poder adquisitivo // Neoliberales vs. académicos
Carlos Fernández-Vega
Días atrás se conoció que estudiantes y profesores de por lo menos 22 planteles de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) pararon labores, principalmente por retrasos y descuentos en el pago de salarios a docentes de asignatura y ayudantes. La autoridad universitaria respondió que ha remunerado en tiempo y forma a 98 por ciento de más de 40 mil que laboran en la institución.
La máxima casa de estudios comunicó que tal situación se dio a raíz de dificultades administrativas causadas por el confinamiento por la pandemia de Covid-19 y se circunscribe en su mayor parte al profesorado de asignatura y a ayudantes de profesor de la Facultad de Ciencias y, en menor grado, al personal de otros siete planteles ( La Jornada, Jessica Xantomila).
Bien, pero sea lo que sea, urge corregir esa situación de inmediato, aunque hay que subrayar que esa dificultad administrativa sólo es parte de un problema muchísimo mayor, apenas la punta del iceberg, que daña y pone en peligro no solo a la comunidad académica de la UNAM, sino a la propia casa de estudios, orgullo de México y Latinoamérica.
Ello, porque la dificultad no se limita a la falta de pago oportuno, sino que alcanza niveles verdaderamente preocupantes. El Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM, Salarios de profesoras y profesores de la UNAM 2001-2021) de la propia universidad documenta por qué, y de su análisis se toman los siguientes pasajes. Va, pues.
La mayoría de los profesores y profesoras de la UNAM recibe salarios que no alcanzan ni para comer, menos aún para pagar los equipos electrónicos y la conectividad a Internet necesaria para que la (nueva modalidad a distancia por el Covid-19) educación no se detenga.
La política de reducción salarial asociada al proyecto neoliberal de modernización educativa impuesta en las universidades públicas avanza prácticamente sin obstáculos, gracias a que, a la sombra de la crisis económica y social, se generó un amplio desempleo en prácticamente todas las actividades profesionales.
En 37 años de neoliberalismo, el grueso del personal docente en la UNAM sufrió una reducción salarial de tal magnitud que su ingreso base sólo llegó a representar poco menos de una tercera parte del poder adquisitivo de 1977, dependiendo de la categoría y nivel. Aunque el desplome del salario real durante los dos últimos decenios ha afectado a todos los sectores de asalariados del país, éste se ha mostrado con mayor agudeza en aquellos en donde la política gubernamental tiene un alto grado de determinación, entre otros casos están los salarios mínimos generales en el país y los salarios en las universidades públicas.
El 74 por ciento de los profesores y las profesoras de la UNAM tiene un salario de miseria, que precariza, vulnera y refleja el desprecio hacia la labor docente. Esta situación se agudizó y profundizó con la pandemia, porque ellos y ellas han pagado con su dinero el precio de las clases en línea, esto es: capacitación, equipos de cómputo, pagos de paquetes de Internet que soporten videoconferencias y demás dispositivos electrónicos, además de acondicionar espacios en casa para poder impartir las asignaturas, sumándose los daños a la salud física y mental. La realidad es que gran parte de las y los docentes han adquirido deudas para sostener su trabajo.
De hecho, en 2019 su salario base compró la mitad de lo que adquiría en 2001. Si, como ejemplo, se considera lo que se puede obtener de un producto básico con los salarios base, el escenario va de menos a cada día menos. Por ejemplo, si todo ese ingreso (profesor ordinario de asignatura A) se gastara en kilos de bistec de res, tendríamos que en febrero de 2001 alcanzaría para 7 kilogramos; en igual mes, pero de 2019, sólo para 2.5.
En el caso de una profesora o profesor ordinario de asignatura B la proporción aún es menor, al pasar de 5.9 a 2.1 kilogramos, respectivamente. Y este ejercicio se puede realizar con cualquier de los productos integrantes de la canasta alimenticia recomendable.
Entonces, sí, hay que regularizar los pagos, pero urge atender el problema estructural.
Las rebanadas del pastel
En aras de la transparencia y la legalidad que tanto cacarean, los profesionales de la grilla y los enjuagues Lorenzo Córdoba y Ciro Murayama, más sus achichincles en el INE, deben solicitar su registro como partido político, o en su defecto oficializar su militancia en esa aberración conocida como Va por México.
cfvmexico_sa@hotmail.com