Dejada atrás la jornada electoral estadunidense, que en las semanas recientes desplazó a la pandemia como asunto de mayor atención y preocupación en la opinión pública internacional, ésta –con renovada virulencia– ocupa de nuevo tal centralidad. Al avanzar el otoño, las cifras de contagios y decesos han alcanzado o rebasado los máximos registrados durante la primera y devastadora oleada. “En el mundo, el virus del Covid-19 se difunde más rápido que en cualquier otro momento. En Estados Unidos y Europa se establecen récords de nuevos casos confirmados, al tiempo que América Latina, Noráfrica, India y otras regiones enfrentan serios resurgimientos... gran parte del mundo tendrá que seguir respondiendo a los nuevos contagios –y a millares de muertes diarias– en los meses por venir” ( NYT, 10/11/20).
En contraste, lo que se ha debilitado, y mucho, es el grado de apoyo y aceptación social y político de las medidas de contención. Éstas aun se limitan al distanciamiento social y las acciones preventivas individuales. Por encima de avances y retrocesos, prevalece la indisponibilidad de vacunas y tratamientos efectivos, cuya aplicación generalizada está todavía distante en el tiempo. Muchos países cedieron a la tentación de suavizar o retirar antes de tiempo esas medidas, al tornarse evidente su elevado impacto negativo sobre la economía, el empleo y los ingresos de personas y empresas. Hasta ahora, aunque algunos lo han proclamado, ninguno puede afirmar que en realidad ha superado la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 y sus secuelas. Existen, sin embargo, historias de éxito relativo, que abarcan tanto el manejo de la dolencia como la respuesta a las demandas económicas y sociales derivadas de la enfermedad.
Me interesa referirme, en notas sucesivas, a los dos casos quizá más destacados: Nueva Zelanda y China.
A principios de noviembre, el Financial Times publicó un reportaje de John Plender, referido a China. Afirma de entrada que, mientras Donald Trump y John Biden competían en críticas y censuras al rival geopolítico en el curso de su disputa electoral, la economía de China lograba una vigorosa recuperación. En medio de la pandemia, China ha surgido como el (principal) motor de crecimiento de la economía global.
Al mismo tiempo, China, el focus originario de la pandemia, había logrado controlarla, como muestran las estadísticas y análisis de la Organización Mundial de la Salud. La tabulación más reciente, referida al 9 de noviembre, muestra que ha conseguido mantener por debajo de 100 mil (92 mil 242) el total acumulado de casos –que ahora es inferior al registrado en 59 naciones y equivale a sólo dos de cada mil mundiales– y por deba-jo de 5 mil (4 mil 748) el total acumulado de defunciones –cifra que es rebasada en 33 países y equivale a cuatro por cada mil muertes en el mundo. Entre el primero de marzo, cuando llegó a los 80 mil casos, y el 9 de noviembre sólo se han sumado 12 mil, 49 diarios como media. También los decesos se han estabilizado desde comienzos de la primavera. No hay ya contagio comunitario.
Los mayores organismos financieros internacionales coinciden en la noción de que China será, al cerrar 2020, la única gran economía que registre crecimiento real, de 1.9 por ciento. Entre las 20 mayores economías y con base en lo ocurrido hasta el tercer trimestre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) espera caídas fuertes (superiores a 5 por ciento del producto interno bruto real respectivo) en 12 de ellas: España (-12,8), Italia (-10.6), India (-10.3), Francia (-9.8), Reino Unido (-9.8), México (-9), Sudáfrica (-8), Canadá (-7.1), Alemania (-6), Brasil (-5.8), Saudiarabia (-5.4) y Japón (-5.3), y caídas moderadas (inferiores a 5 por ciento) en las restantes ocho: Estados Unidos (-4.3), Nigeria (-4.3), Rusia (-4.1) y, agrupadas, las cinco de la ASEAN (-3.4). Como es costumbre, el FMI presentó también en octubre sus estimaciones revisadas para 2021. Es probable que tengan que ser corregidas en varias ocasiones a la luz de la evolución de la pandemia, sobre la que se tienen mucho más dudas que certezas.
En China, el año del Covid-19 ha traído consigo un notable fortalecimiento del liderazgo del presidente Xi Yinping, expresado de manera prominente en dirigir el manejo de la pandemia. En los títulos formales y en el ejercicio del poder político real, Xi se ha consolidado como un líder cuyo grado de predominio supera claramente al de sus predecesores y sólo es comparable al conseguido por Mao Zedong, fundador de la República Popular China.
Inevitablemente y ante la falta de un heredero aparente, ha aumentado la especulación acerca de si se respetará el término del mandato de Xi (67) frente al partido y el Estado, establecido para 2022, o si se extenderá por uno o dos quinquenios.
Mortalidad en exceso y determinantes sociales
Asa Cristina Laurell
En varias partes del mundo se ha ido registrando un incremento en el total de defunciones al tiempo que avanza la epidemia de Covid. A este fenómeno se le ha llamado mortalidad en exceso o excesiva. A la fecha hay un número importante de estudios científicos que documentan este fenómeno en los países europeos, Estados Unidos y América Latina. La Organización Panamericana de Salud (OPS) ha elaborado una metodología para calcularlo (ver www.paho.org/coronavirus) que, simplificada, se basa en una comparación entre el promedio semanal total de defunciones entre 2015 y 2018 (fallecimientos esperados) que se compara con las defunciones totales de 2020 (las observadas) a partir del inicio de la epidemia en cada país. Esto permite medir el incremento de la cifra de muertes y su incremento porcentual. Debe notarse que los datos de 2020 están tomados de las actas de defunción de los registros administrativos.
En México se han publicado tres reportes del exceso de mortalidad. La última cubre los datos del 15 de marzo al 29 de agosto (Boletín estadístico sobre el exceso de mortalidad por todas las causas durante la emergencia por Covid-19). Contiene los datos de exceso de mortalidad de 28 estados, el número e incremento porcentual respecto del periodo de comparación y su distribución por sexo y edad. Existen estudios científicos semejantes para estados de Estados Unidos y países europeos cuya totalidad apunta en la misma dirección. Al avanzar la pandemia hay un incremento notable en la mortalidad que no representa sólo las muertes por Covid.
La magnitud del exceso de mortalidad por todas las causas durante este periodo es de 159 mil 127 de defunciones en México, lo que representa un incremento de 58 por ciento. De esta cifra, sólo 39 por ciento se debe directamente al Covid y el resto, o 98 mil 660 a fallecimientos, a otras causas. Es decir, estas últimas muertes para este periodo son casi 100 mil. Otro dato interesante es que los hombres son mucho más susceptibles a fallecer por mortalidad en exceso, con 68 por ciento, en comparación con las mujeres, con 12.9 por ciento. El grupo de edad más propenso a la mortalidad excesiva es de 45 a 64 años.
El incremento de esta mortalidad, en concordancia con la curva Covid, puede tener varias explicaciones. Aquí interesa analizar el alza en relación con los determinantes sociales de las muertes. La primera es técnica y se refiere a las defunciones que en realidad fueron causadas directamente por Covid, pero que no han sido inscritas como tales por deficiencias en los sistemas de registro. Estas fallas pueden ser generales en un país, pero es más común que ocurran en zonas o áreas pobres. Pueden ser una proporción importante de las muertes en exceso cuando la calidad de los registros administrativos es deficiente. Debe de tomarse en cuenta que producen un sesgo donde van en la misma dirección, tanto el subregistro como otros determinantes sociales. Es decir, el subregistro es mayor entre los pobres y también la propia pobreza.
La inequidad en las condiciones socioeconómicas puede incidir en varios aspectos. Un primer grupo se relaciona con la distribución desigual de la comorbilidad, por ejemplo, obesidad, diabetes, hipertensión, que tienden a darse en mayor frecuencia entre la población pobre. Lo mismo pasa con el acceso a la detección, diagnóstico y tratamiento del Covid, sea éste en clínicas u hospitalario, tanto en las zonas rurales como urbanas necesitadas. Esta falta de acceso se ha incrementado como resultado de la reconversión cuando, particularmente, las instituciones públicas han pospuesto la atención de padecimientos de tipo no Covid, lo que conlleva una mayor mortalidad por causas no atendidas. Esta es la razón por la cual el IMSS está acelerando la vuelta de sus hospitales al funcionamiento normal y apuesta por la expansión de la atención en el primer nivel.
Otro tipo de determinantes socioeconómicos son los relacionados con precarias condiciones de vivienda y el impacto directo de la crisis económica. Las características de la vivienda determinan las de hacinamiento con impacto sobre la transmisión del virus, el estrés síquico y la violencia. En tanto, la crisis económica golpea a grupos importantes de la población con la baja del ingreso y el desempleo que arrojan a partes de la población a la pobreza o la pobreza crítica.
Es decir, la pandemia profundiza las características de la desigualdad de una sociedad. Esto se observa también en estudios realizados en Estados Unidos, donde los latinos muestran una mortalidad excesiva de 54 por ciento, la población negra de 33 y la blanca de 12 por ciento.