Grupos de ultraderecha como Proud Boys se suman a la protesta en Washington DC
▲ Miembros de Antifa y Proud Boys, algunos con cascos, chalecos antibalas o embozados, se enfrentan en medio de la calle después de la marcha en Washington DC.Foto Afp
Afp, Ap y Reuters
Periódico La Jornada
Domingo 15 de noviembre de 2020, p. 28
Washington. El presidente Donald Trump apareció ayer de manera sorpresiva ante miles de sus seguidores que protestaron en el centro de Washington para denunciar lo que ellos consideran un robo electoral en los comicios del pasado día 3, pese a la ausencia de elementos concretos que acrediten esa acusación.
En su trayecto de la Casa Blanca a su club de golf en Sterling, Virginia, el magnate republicano, quien no reconoce su derrota frente al demócrata Joe Biden una semana después de conocerse los resultados electorales, observó desde su limusina blindada a cientos de sus simpatizantes reunidos en el centro de la ciudad.
Los fervientes manifestantes –la mayoría no usaba cubrebocas pese a los elevados contagios por Covid-19– vitorearon cuando la limusina de Trump se acercaba. La gente se alineó a ambos lados de la calle, sobre las banquetas, para dejar pasar al convoy presidencial. Algunos se pararon a apenas unos metros del vehículo y otros mostraron su entusiasmo corriendo junto con la columna.
La caravana presidencial pasó lentamente frente a la Plaza de la Libertad, a unas cuadras de la Casa Blanca, donde entusiastas seguidores gritaron: ¡Cuatro años más!, ¡Cuatro años más! o ¡Estados Unidos!, ¡Estados Unidos! Muchos de ellos agitaron banderas con el lema Trump 2020, mientras otros portaron pancartas en las que podía leerse Mejor presidente de la historia o Detengan el robo.
Un video publicado en las redes sociales mostró a Trump, con una gorra de beisbol roja, saludando a sus seguidores desde el interior de la limusina. La movilización fue muy promovida en Internet como la Marcha del Millón MAGA, cuyas siglas en inglés se refieren al eslogan de Trump: Hagamos grande a Estados Unidos otra vez.
Tras finalizar el paso del convoy presidencial, los manifestantes se dirigieron hacia el edificio de la Corte Suprema, en Capitol Hill. En prevención de choques entre manifestantes, la policía cerró zonas amplias del centro de la ciudad, donde muchas tiendas y oficinas han sido tapiadas desde el día de las elecciones.
La protesta se tensó cuando unos 300 contramanifestantes expresaron un mensaje a los partidarios más ardientes del presidente: Las elecciones terminaron. Trump perdió, reportó el diario The Washington Post en su portal.
Otro momento similar fue cuando decenas de miembros del grupo de extrema derecha Proud Boys, grandes partidarios de Trump, se sumaron a la protesta vestidos de negro y algunos con cascos, chalecos antibalas o embozados. Sin dar detalles, la policía de Washington informó sobre 10 arrestos durante la protesta, cuatro de ellos por infringir la ley de armas de fuego y uno por violencia contra un policía.
Los resultados de todos los estados ya fueron anunciados por las grandes cadenas de televisión del país: Biden consiguió 306 votos electorales, contra 232 de Trump. Aunque todavía debe realizarse un en Georgia, donde la diferencia es muy pequeña entre ambos candidatos, el resultado no cambiará nada el desenlace de esta contienda.
Trump estuvo a punto de admitir el viernes, al dar su reporte sobre la respuesta contra el coronavirus, que perdió las elecciones del 3 de noviembre. Esta administración no irá a un confinamiento. Ojalá, pase lo que pase en el futuro. ¿Quién sabe qué administración será? Supongo que el tiempo lo dirá, dijo desde la Casa Blanca al dar sus primeras declaraciones públicas tras los comicios.
Sobre la grave crisis sanitaria en el país, los asesores de Biden han señalado que el presidente electo de no está sopesando un confinamiento nacional de corto plazo para combatir finalmente un rebrote de la pandemia. Por ahora, es algo que el demócrata prefiere evitar.
Una mujer para el Pentágono
En otro orden, se prevé que el virtual presidente electo dé un paso en la historia de Estados Unidos al nombrar a Michelle Flournoy, una mujer, como jefa del Pentágono, uno de los pocos puestos en el gabinete presidencial que siempre han sido ocupados por hombres.
Cinco varones han ocupado la jefatura del Pentágono bajo la presidencia de Trump. Mark Esper fue cesado por la presidencia el lunes, después de expresar discrepancias en asuntos como los retiros de tropas y el empleo de fuerzas militares para reprimir manifestaciones civiles.
El nuevo jefe interino del Pentágono, Christopher Miller, dijo ayer en su primer mensaje a las tropas que es tiempo de volver a casa, con lo que dio a entender que podría acelerar el retiro de los militares estadunidenses de Afganistán y el Medio Oriente.
Todas las guerras deben terminar, afirmó Miller, nombrado el mismo lunes por Trump. El responsable dijo que Estados Unidos está comprometido con la derrota de la red islamita Al Qaeda, 19 años después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, y que está muy cerca de hacerlo.
En tanto, el secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo, analizó los retos globales con miembros de un instituto de investigaciones en París, la primera escala de una gira por siete países de Europa y Medio Oriente, que sin duda tendrá sus momentos incómodos, ya que todos los gobiernos por donde pasará han felicitado a Biden por su victoria electoral.
Revés migratorio para Trump
Un juez federal dictaminó que el jefe interino del Departamento de Seguridad Nacional fue nombrado ilegalmente e invalidó la suspensión de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), el programa que protege a los dreamers, informó ayer NBC News.
Nicholas Garaufis, juez federal del distrito este de Nueva York, dictaminó que Chad Wolf, elegido por Trump, no se desempeñaba legalmente como secretario interino del Departamento de Seguridad Nacional cuando emitió un memorando el 28 julio, que suspendió efectivamente la DACA, que protege a los jóvenes de la deportación.
El juez también otorgó la certificación a los beneficiarios del programa afectados por la directiva de Wolf para que presenten una demanda colectiva.
Jair Bolsonaro en su laberinto
Eric Nepomuceno
Alo largo de sus 32 años como político profesional –cuatro como concejal, y otros largos 28 como diputado nacional– ni por un minuto Jair Bolsonaro demostró vestigios de equilibrio y lucidez.
Desde que asumió la presidencia del país más extenso, poblado y económicamente más poderoso de América Latina, esa vertiente de su personalidad no hizo más que acentuarse.
Alcanzó momentos de tensión extrema entre marzo y junio, cuando llegó a participar en manifestaciones callejeras que pedían el cierre del Congreso, del Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de justicia en Brasil, y una intervención militar con Bolsonaro.
No hubo quién le parase la mano: los uniformados que lo rodean, la Corte Suprema, el Congreso.
Ha sido la prisión de Fabricio Queiroz, especie de administrador de los intereses de la familia presidencial, en julio pasado, lo que puso freno a sus desvaríos.
Queiroz está directamente involucrado en un esquema de desvíos de dinero público llevado a cabo por el senador Flavio Bolsonaro, primogénito del presidente, y que se extiende por toda la familia.
La pesada sombra de un juicio político en el Congreso, con fuertes posibilidades de destituirlo, llevó a Jair Bolsonaro a bajar el tono de sus diatribas, y luego buscar socorro junto a partidos de derecha que, por encima de cualquier ideología, se especializaron en dejarse comprar.
Con eso, el presidente brasileño pareció entrar en una temporada de menos agresividad, pero siempre de inevitables desatinos.
Frente a un déficit fiscal que roza la marca de 100 por ciento del producto interno bruto, con el aumento exponencial del número de brasileños que integran la franja de la pobreza y de miseria, con la pandemia matando por doquier, pudo dedicarse a temas trascendentales como la urgencia en eliminar barreras para conceder licencia de conductor de jet-sky.
Pero como siempre ocurre cuando un sicópata es contrariado, por esos días una secuencia de contrariedades regresó a Jair Bolsonaro a su estado bruto. Y para reiterar por enésima vez que desconoce límites, en una ráfaga insuperable –al menos hasta que él mismo se supere– el presidente saludó la muerte de un voluntario en la prueba de la vacuna Coronavac, desarrollada por un laboratorio chino en asociación con el Instituto Butatan, de São Paulo. Sin otra base que su capacidad de delirio, Bolsonaro expresó que Coronavac causaba daños colaterales, y acusó al gobernador de São Paulo, el derechista João Dória, su adversario, de tratar de imponer una vacuna mortal.
Al mismo tiempo: el voluntario en cuestión, un farmacéutico de 33 años, se suicidó. Ninguna relación con la vacuna.
Negándose a aceptar la derrota electoral de su ídolo Donald Trump, Bolsonaro aprovechó para mandar un mensaje a Joe Biden. Recordó, sin nombrarlo, que el presidente electo de Estados Unidos amenazó con imponer restricciones económicas a Brasil, en caso de que prosiga la devastación, claramente incentivada por el gobierno, del medio ambiente.
Recurriremos a la diplomacia, pero si con la saliva (en referencia al diálogo) no es suficiente, tenemos pólvora.
Más allá del ridículo y de la irresponsabilidad, la frase pone en relieve el grado de desequilibrio de Jair Bolsonaro.
Las adversidades prosiguieron, ahora alcanzando un punto especialmente sensible para él: las fuerzas armadas.
Dueño de un currículo a lo sumo mediocre como integrante del ejército, de donde fue expulsado, Bolsonaro no pierde oportunidad de realzar sus lazos militares.
De sus 23 ministros, nueve son uniformados, uno de ellos, general, continúa activo. Además, esparció otros 6 mil por todos los rincones del gobierno. En vano.
Luego de oír la increíble secuencia de declaraciones absurdas de los días recientes, el comandante en jefe del ejército, general Edson Pujol, recordó que la corporación no es parte del gobierno, sino del Estado. Y agregó que el ejército no obedece a partidos, que no hace parte de la política y que los militares no quieren la política en los cuarteles.
Las relaciones de Jair Bolsonaro con el vicepresidente Hamilton Mourão, general reformado, están congeladas.
Hoy domingo se eligen alcaldes y concejales en Brasil. Todo indica que los candidatos de Bolsonaro, especialmente en São Paulo. y Río, las dos principales ciudades del país, ni siquiera llegarán a la segunda vuelta.
Aislado en el escenario externo, abrigado casi exclusivamente por la parcela de seguidores incondicionales y fanatizados en el campo interno, Bolsonaro parece cada vez más perdido. Presionado, tenderá a reiterar cada vez más sus brotes delirantes.
Con eso, llevará más y más al país por los vericuetos de un laberinto sin salida, rumbo al fondo de las tinieblas.
Y todo eso frente a la inercia de un Poder Judicial y un Congreso que permanecen impasibles observando cómo se acumulan los crímenes de irresponsabilidad política y administrativa de un presidente desvariado, cada vez más aislado, cada vez más sumergido en el laberinto de su creciente soledad.