Si bien hay mucho que festejar con la derrota de Donald Trump (bit.ly/2JSoY56), pecando de ingenuidad y por una duda que tengo, quisiera preguntar si el rasgo principal de la presidencia de Joe Biden será articular los lazos con sectores progresistas de su campo y estar abierto a las presiones desde abajo (bit.ly/3lodF2s) o seguir −en esto al final se basó su estrategia electoral− apostando a un mix de neoliberalismo y neoconservadurismo, cortejando y cooptando a los republicanos disidentes (p.ej. a Mitt Romney, bit.ly/3lioTW8) –dadas las comparaciones de Trump a Hitler y de su periodo al fascismo, todo ya empieza a parecer la operación Paperclip en la que Washington reclutaba a los ex nazis− para ir cerrando el horizonte de posibilidades y sofocar el clima social que podría abrir el camino a los verdaderos cambios en Estados Unidos (bit.ly/2I7A5GX).
¿Existe mejor muestra de su gatopardismo –siendo Joe Biden la encarnación del consenso neoliberal que mató la política y parió a Trump− que su postura en la pandemia de Covid-19 ante la cual, contrario a la izquierda de los demócratas, se negó a ofrecerles a sus ciudadanos el acceso a la salud universal −su pragmático, o sea, corto plan ( Medicare for All), apenas se mencionó en la campaña−, plantando no más una cara experta y aferrándose a la vulgata neoliberal dictada por corporaciones y bancos que sostienen el sistema de salud (y económico) funcionable a los ricos (bit.ly/38kZNCt)?
¿Cuál, disculpen, será –frente a sus llamados a reafirmar la posición internacional de Estados Unidos (véase: Joseph Biden, Why America must lead again. Rescuing U.S. foreign policy after Trump, en Foreign Affairs, marzo-abril 2020)− su primer país bombardeado? El presidente electo ya tiene todo un gabinete de guerra para restablecerla (bit.ly/3lgXjsh); como senador fue un arduo promotor y arquitecto de guerras en Afganistán e Iraq y figura clave para gestionar el apoyo bipartidista para hazañas neoimperiales de G. W. Bush (bit.ly/3l9rXDX). Siendo vicepresidente, junto con Obama, bombardeó a más países que Bush Jr.
¿Supondrá su presidencia también el apretar el tornillo a los migrantes para satisfacer –por el bien de la unidad nacional− la base trumpista? Durante su vicepresidencia solía referirse a los centroamericanos, niños incluidos, que él y Obama deportaban a cifras récord −más que Trump− como una peligrosa oleada.
¿Cuánto tiempo pasará hasta que, tras el siguiente asesinato de un afroestadunidense por un policía (blanco), la dupla Biden-Harris salga a defender a la policía en lugar de a la víctima (olvidando de paso que el voto negro les dio buena parte de la victoria)? En #BlackLivesMatter nunca se trataba de Trump. El problema es el racismo estructural/institucional y la impunidad. ¿Joe Biden, uno de los principales legisladores del sistema carcelario masivo-racializado y de la militarización de la policía ( Crime Bill/Patriot Act) y Kamala Harris, otro pilar del sistema carcelario y ex fiscal de California que carecía de mano firme en casos parecidos ( lat.ms/2Usk3tP ), como una esperanza? ¿De veras? ¡Hope!, ...chiiin, ¡¿...se acuerdan?!
¿Cuánto tardará Biden en empezar a conspirar con golpistas, libertarios, ultraderechistas/fascistas (bit.ly/3n4kUgi) y fuerzas del orden en Bolivia en contra de su nuevo presidente Luis Arce? ¿Cuánto tiempo tardará en instrumentalizar a la OEA y la DEA −siendo uno de los principales promotores de la guerra a las drogas en Estados Unidos y en la región− en contra de él? En sus tiempos de vicepresidente, Washington instigó o bendijo el golpe parlamentario-judicial en Brasil en contra de Dilma y la subida de Temer, quien le abrió el camino a Bolsonaro (que hoy puede ser el huérfano de Trump, pero es un hijo de Obama y Biden), el brutal golpe en Honduras, la remoción de Lugo (Paraguay), la intentona golpista en contra de Correa (Ecuador), los constantes ataques a Venezuela y las restauraciones en Argentina y Chile (Macri, Piñera).
¿Revertirá este político conocido −igual que su vicepresidenta (bit.ly/32sYvBy, bit.ly/35ggpJq)−, por el incondicional apoyo a Israel (bit.ly/2U4CPH9), algunas de las decisiones de Trump en Medio Oriente: el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, el traslado de la embajada allí, el reconocimiento de los Altos de Golán, el Acuerdo del siglo que arrasó con Palestina soberana (y sepultó de paso la quimera de solución de Dos Estados), los basados en él los “acuerdos de ‘paz’/normalización” con Bahréin, EAU y Sudán, etcétera, que no sólo demolieron la región, sino el derecho internacional? (es una pregunta retórica: el presidente-electo ya dijo que no).
¿Llevará a cabo Biden alguna suerte de detrumpificación –o dadas las analogías históricas respecto a Trump (bit.ly/3piUF7I), una denazificación de Estados Unidos (bit.ly/3lecAdn)− un proceso de limpia que, sin importar su modelo (Núremberg, Sudáfrica, “Reconstrucción“ bien hecha) no sería mala idea (bit.ly/38o2cfr), o encabezará sólamente hueca sanación nacional y una gloriosa restauración que, ante su propio neoliberalismo, conservadurismo, crecimiento de su ala reaccionaria vía cooptación, aversión a cambios estructurales y pretensión de volver no más a 2015 (bit.ly/32rfTGR), acabará a lo mucho en un efímero interregnum entre –tratado ya como un accidente− Trump y algo peor (bit.ly/3lstUvy)? ¡Welcome back to Weimar!
México SA
Se regulará el outsourcing // AMLO: pondremos orden
Carlos Fernández-Vega
Rumbo al Congreso va la iniciativa presidencial para regular el outsourcing, con el objetivo de poner orden en todo lo relacionado con la subcontratación, la cual se ha utilizado como una forma de defraudación fiscal y sobre todo que afecta a los trabajadores, porque de esta manera les niegan sus prestaciones laborales, los despiden a fin de año, masivamente, y no les reconocen sus derechos laborales fundamentales, ni aguinaldo ni reparto de utilidades, nada, por este mecanismo que se creó para facilitar a las empresas los trámites de contratación de servicio, pero se deformó y se echó a perder (AMLO dixit).
La decisión gubernamental de presentar al Congreso tal iniciativa la hizo pública Andrés Manuel a principios de octubre pasado y ratificó la decisión a finales del propio mes, de tal suerte que los hoy histéricos representantes de la cúpula empresarial no pueden quejarse de que los sorprendieron. Y para que nadie dudara que el anuncio iba en serio, el propio mandatario subrayó que el fin de la reforma legal es erradicar uno de los frutos podridos del periodo neoliberal.
Desde diciembre de 2019, en el Senado de la República la comisión respectiva aprobó, por unanimidad, el dictamen de la iniciativa para reformar las leyes Federal del Trabajo y del Seguro Social en materia de subcontratación ( outsourcing) que presentó el dirigente de los mineros, Napoleón Gómez Urrutia, pero más tardó en avalarla que Ricardo Monreal en mandarla al congelador legislativo (y ahí la mantiene casi un año después), y para justificarlo organizó un parlamento abierto a modo para la cúpula empresarial, porque él tenía compromisos con el capital privado.
Desde entonces la cúpula empresarial no hizo más que dar largas y más largas para truncar la posibilidad de regular el outsourcing, en el supuesto que era suficiente mantener congelada la iniciativa de Gómez Urrutia y al obsecuente Ricardo Monreal –siempre tras la candidatura presidencial– como celoso guarura del gran capital. Y entre queja y queja no ha dejado de evadir sus responsabilidades laborales, sociales y fiscales. (Por cierto, no hay que olvidar que, disfrazado de reforma, casi al finalizar su sexenio El Borolas legalizó el outsourcing como un regalo de despedida a sus patrones).
Pero se les apestó, porque el presidente López Obrador decidió enviar su iniciativa al Congreso; estamos seguros de que los legisladores van a analizar a profundidad esta propuesta y, en su caso, podrá aprobarse, y ojalá y sea lo más pronto posible.
Tras la firma de la citada iniciativa presidencial, la cúpula empresarial se rasgó las vestiduras y aseguró que con ella se rompieron los pactos que mantenía con el gobierno federal; viola el compromiso expreso de las autoridades de llevar a cabo una consulta con las organizaciones del sector privado que son afectadas por estas disposiciones para la elaboración del proyecto; desalienta la creación de empleos.
Lo que en realidad exige la cúpula empresarial es mantener el estatus garantizado en el neoliberalismo. Pero bien haría en detallar y documentar, si existieron, ¿cuáles fueron los pactos rotos? ¿Con quién o quiénes los formalizó y en qué tenor? ¿Cuáles son los compromisos que se violan ?, porque hasta ahora sólo divulga su lamento sin presentar prueba alguna. Y por el lado del empleo, según dice, se desalienta la creación de nuevas plazas (sin ningún tipo de prestaciones), aunque lo que realmente le apanica es la obligación de cumplir con las leyes Federal del Trabajo y del Seguro Social. ¿Cuántas fortunas se han amasado a costillas de los derechos laborales de los trabajadores y cuánto evaden?
Sólo como ejemplo, el senador Gómez Urrutia ha documentado que por el outsourcing las empresas que a eso se dedican evaden al fisco alrededor de 500 mil millones de pesos y las arcas del IMSS dejan de captar cerca de 50 mil millones por cuotas no declaradas.
Las rebanadas del pastel
Parece que la pinza se cierra y, en breve, esperamos ver enchiquerados a Enrique y Luis, junto con toda su pandilla.
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