Ap y Afp
Periódico La Jornada. Lunes 16 de noviembre de 2020, p. 31
Washington. El presidente Donald Trump pareció reconocer ayer, por primera vez, que Joe Biden ganó la Casa Blanca, pero dejó en claro que no cedería y seguirá intentando revertir el resultado de las elecciones.
En varios tuits que publicó y que incluían varias afirmaciones infundadas de fraude en la votación del 3 de noviembre, Trump, sin mencionar a Biden, escribió: él ganó, algo que el presidente no había dicho antes públicamente. Aunque agregó que la victoria del demócrata fue sólo a los ojos de los medios.
Biden derrotó a Trump al recuperar tres estados en disputa en el centro del país: Michigan, Wisconsin y Pensilvania, y superó el umbral de 270 votos del Colegio Electoral para ganar la presidencia. El demócrata hasta ahora tiene 77.5 millones de votos, la mayor cantidad obtenida por un candidato ganador, frente a los 72.3 millones de Trump.
Él ganó porque la elección fue amañada, escribió Trump, en referencia a Biden.
El mandatario volvía así a su hipótesis de un fraude masivo –que no ha sido respaldada por ningún dato concreto–, aunque las dos primeras palabras de su tuit (Él ganó) llamaron la atención por ser la primera vez que lo admite tras el anuncio de los resultados.
Pero, poco más de una hora después, y frente a la avalancha de reacciones suscitadas por su mensaje, replicó: “Sólo ganó a los ojos de los medios fake”.
¡No concedo nada! ¡Tenemos todavía un largo camino por recorrer. La elección estaba amañada!, añadió el presidente saliente, quien fracasó en su intento de relección, al contrario que sus tres predecesores Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton.
Varios de estos mensajes llevaban una etiqueta de Twitter alertando: esta denuncia de fraude electoral es controvertida.
Si el presidente está preparado para reconocer esta realidad, es positivo, sostuvo Ron Klain, recién nombrado jefe de gabinete de Biden, en entrevista para Meet the Press, de la cadena NBC. Aunque, añadió, la cuenta de Twitter de Donald Trump no convierte a Joe Biden en presidente; el pueblo estadunidense lo hizo.
Funcionarios electorales de ambos partidos han manifestado que la elección transcurrió sin irregularidades graves.
Ayer por la mañana, en medio de una larga serie de airados tuits y retuits, el magnate republicano se refirió por primera vez a la victoria de Joe Biden.
Desde el 3 de noviembre, cuando todavía no se conocían todos los resultados, Trump adoptó una postura beligerante prometiendo una gran guerra judicial.
Miles de seguidores del magnate se manifestaron en Washington el sábado, apoyando sus acusaciones de fraude, en una protesta mayormente festiva que acabó con algunos enfrentamientos con grupos rivales. Al menos 20 personas fueron detenidas, según medios locales, cuatro de ellas por violar la ley de portación de armas de fuego, y uno por violencia contra un policía.
A falta de pruebas que acrediten su hipótesis de que hubo fraude electoral masivo, la mayoría de estas demandas han sido rechazadas por los tribunales.
El ex mandatario Barack Obama dio, por su parte, un paso el frente en los últimos días para denunciar la actitud de su sucesor, de la que no hay precedente en la historia moderna de Estados Unidos.
Cuando Donald Trump ganó (en 2016), me quedé despierto hasta las 2:30 de la mañana y le llamé para felicitarlo, recordó ayer en CBS.
Nuevo menú de opciones en la Casa Blanca
Arturo Balderas Rodríguez
Por razones evidentes, nuestro menú de opciones ha cambiado: si usted creyó que Joseph Biden ganaría la elección marque 1 sí, 2 no. Si usted pensó que Donald Trump se negaría a reconocerlo marque 1 sí, 2 no. Si usted considera que habrá una transición pacífica marque 1 sí, 2 no.
Si atinó a todas las respuestas, usted es un optimista que debe apostar por que el mundo será mejor sin un maniático, mentiroso, tramposo y ególatra al frente de la nación más poderosa del orbe. Si atinó los dos primeros pero se muestra escéptico sobre el tercer punto, usted debe empezar a tomar calmantes desde ahora.
Lo insólito sucedió, aunque no debido a que Biden derrotó a Trump en las urnas, sino porque es la primera ocasión que en Estados Unidos un presidente en funciones se niega a reconocer que perdió la presidencia y amenaza con sumir en el caos al país los próximos dos meses. Para ello, no ha escatimado en prometer, no sólo usar todo tipo de medidas legales para demostrar que él ganó, sino abrir la puerta a la insurrección de los grupos más violentos para que tomen las calles en protesta por lo que él considera una elección fraudulenta.
La dignidad en el Partido Republicano se pierde en la bruma, debido a que sólo unos cuantos legisladores pertenecientes a esa fuerza política han admitido que es tiempo de cerrar el capítulo y dar paso a una transición pacífica.
Es muy pronto para hacer una reflexión seria sobre los resultados de la elección y la forma en que, nuevamente, los pronósticos (encuestas) fallaron en torno a los resultados electorales. Se irán decantando conforme se conozcan más puntualmente los detalles de los comicios. Aunque hay que evitar la especulación que otra vez puede llevar a conclusiones erróneas. Existen, sin embargo, hechos concretos sobre los que se puede hacer algún comentario.
En primer término, no se concretó la gran ola azul que pronosticaron quienes se adelantaron a la realidad en una actitud que contrastó incluso con la mesura de Biden, quien se abstuvo de hacer declaraciones triunfalistas previo, durante y aun después de las primeras horas de la elección. El dique que frustró la intensidad de esa ola azul fue, entre otras cosas, ignorar que la profunda división social, económica y política en la nación pudiera cristalizarse en las urnas.
Cada vez es más evidente que entre millones de estadunidenses hay una incapacidad para entender y admitir los cambios que en la mayoría de las sociedades han ocurrido a lo largo de los años. El magnate cabalgó en esa ignorancia para seducir y usar a millones de sus fanáticos que aún viven en el siglo XVIII, y a otros, los menos, que al igual que Trump la han aprovechado en beneficio propio en los cuatro años recientes.
Una de las paradojas de la elección fue el incremento sustancial en el número de votantes, a pesar de la intensa campaña que el presidente y su equipo hicieron para disuadir a los electores de sufragar. Además de los millones de jóvenes que acudieron a las urnas por primera ocasión, hay que tomar en consideración la algidez provocada por la represión a los negros y latinos, cuyo resultado fue el movimiento multitudinario Black Lives Matter, la amenaza de coartar los derechos que millones adquirieron mediante la reforma al régimen de salud, la fabulosa campaña de los millones que promovieron el voto y la astronómica recolección de fondos en favor de los demócratas.
Es innegable, también, que por el lado de los republicanos hubo más votantes.
Una de las razones fue que, en las tres semanas previas a la elección, el presidente realizó una desesperada campaña con apariciones públicas en las que se esmeró en mentir y distorsionar la realidad para energizar y deleitar a sus seguidores.
Si acaso se vale hacer un pronóstico: el voto por correo llegó para quedarse, lo que en el futuro debería incrementar el nivel cívico y la participación electoral en Estados Unidos.