viernes, 1 de mayo de 2020

Vargas Llosa y la pandemia: no a la vida.

Ángel Guerra Cabrera
En esta pandemia, como pocas veces en la historia, se ha podido apreciar de forma tan clara el menosprecio del capital por la vida humana. La obsesión de la gran mayoría de los magnates por no cerrar el negocio no importa el daño que ello pueda infligir a la salud de los trabajadores. Lo mismo es válido para el personal sanitario, con frecuencia en grave riesgo al carecer de apropiados equipos de protección. El capitalismo, en la etapa neoliberal, ha llegado a extremos tales de explotación, saqueo, marginación y agresión despiadada contra las fuentes de la reproducción de la vida, que necesariamente tiene que acrecentar la histórica insensibilidad de sus señorías del dinero por los valores humanos.
Esta actitud de las élites, incluyendo a algunos intelectuales, las ha impulsado a un irracional rechazo, un odio visceral, a las medidas de aislamiento y sana distancia tomadas por los pocos gobiernos nacionales que han decidido proteger a tiempo a sus poblaciones. Incluso, la furia se extiende contra gobiernos regionales de Estados Unidos, que aunque no actuaron a tiempo, luego adoptaron enérgicos planes contingentes para frenar la propagación del virus y curar a sus gobernados. Es el caso de Nueva York, convertida en epicentro mundial de la pandemia, donde la presión popular y acaso su sensibilidad han empujado al gobernador Andrew Cuomo a enfrentar las exigencias de relajamiento que le hace Donald Trump, movido por su despepite electorero y presionado por los grandes conglomerados empresariales a abrir cuanto antes la economía del país en contra de las advertencias y, a pesar de la angustia, de una mayoría de epidemiólogos. Un ejemplo terrible es el de la industria de la carne, a cuyas plantas empacadoras Trump ordenó reanudar labores el martes 28. Éstas habían ido cerrando sus puertas de manera paulatina debido a presiones del sindicato y de autoridades locales en la medida que entre sus trabajadores, muchos de ellos latinos, surgían brotes de Covid-19. Según el sindicato, resueltamente opuesto a la orden de Trump, más de 6 mil trabajadores de la industria están contagiados o son sospechosos de contagio y 20 han fallecido. La orden del inquilino de la Casa Blanca evoca aquel cínico lema a la puerta de Auschwitz: el trabajo libera, que parece inspirar sus acciones para arrollar en todo el país con las medidas que podrían salvar decenas de miles de vidas cuando el virus continúa propagándose y su gobierno no ha sido capaz de asegurar una razonable aplicación de pruebas PCR y de anticuerpos a su población que, sin embargo, sí facilitan a los suyos Cuba y Venezuela bloqueadas.
En medio de un debate tan decisivo entre los derechos del libre mercado y los de los seres humanos, como el planteado por la pandemia, era de esperar una acción descocada del escritor Mario Vargas Llosa, adorador del neoliberalismo, al ver evidenciado su inviabilidad. Así, don Mario publica un libelo que intenta descalificar el buen proceder ante la pandemia de los gobiernos de Argentina, México y España. Pero no contento con eso, carga, con las mismas y gastadas mentiras y calumnias de siempre, contra las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Endosan su texto algunos intelectuales que hace tiempo pusieron sus plumas y cerebros al servicio del imperialismo yanqui y un grupo de empresarios favorecidos por las privatizaciones y privilegios fiscales de los gobiernos neoliberales. Sentencian que “en lugar de algunas entendibles restricciones a la libertad, ‘en varios países impera un confinamiento con mínimas excepciones, la imposibilidad de trabajar y producir, y la manipulación informativa’”. He ahí la tragedia que atormenta a los firmantes: la imposibilidad de trabajar y producir. De antemano los había fulminado el presidente de Argentina, Alberto Fernández, cuando al explicar las medidas de encierro y distanciamiento que adoptaría, dijo: si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida.
Vargas Llosa, o es un redomado hipócrita, o ya los años y lauros le impiden ver la realidad. Cómo es posible que este señero defensor de la democracia y los derechos humanos no vea el golpismo anti-Lula en Brasil, ni la despiadada represión de Piñera, que ahora intenta posponer el plebiscito constitucional. Supuesto defensor del libre mercado, nunca ha exigido a Washington que Cuba y Venezuela puedan ejercerlo en el mundo. Don Mario hace tiempo padece esquizofrenia. En T iempos recios, publicada casi al unísono del golpe de Estado contra Evo Morales, censura el golpe de Estado de la CIA en Guatemala contra el presidente Arbenz. ¿Es ese el mismo Vargas Llosa que acto seguido sale a apoyar a gritos igual medida de fuerza en Bolivia para derribar al presidente constitucional? Sí, desgraciadamente. Un gran escritor pero muy mal hombre. Yo me quedo con Alberto Fernández. Elijo la vida. Vargas Llosa se parece cada vez más a Trump.
Twitter: @aguerraguerra