
▲ El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante una conferencia en el Palacio de Planalto en Brasilia.Foto Ap
Eric Nepomuceno
Especial Para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 25 de abril de 2020, p. 24
Río De Janeiro., La crisis en Brasil alcanzó un nuevo peldaño, considerado muy elevado, con la renuncia de Sergio Moro al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, pues era el más popular integrante del gobierno del ultraderechista Jair Bolsonado.
Según muchos analistas es posible afirmar que el gobierno de Bolsonaro se acabó.
Puede que haya un segundo periodo, pero en condiciones especialmente frágiles y con plazo imprevisible.
La nueva crisis, que coincide con el avance vertiginoso de la pandemia del coronavirus, explotó luego de largas negociaciones de Bolsonaro con Moro el jueves, cuando el presidente reiteró su decisión de despedir al director de la Policía Federal, que es la versión brasileña de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
Bolsonaro insistía en nombrar a alguien de su cercanía personal con tal de tener acceso a informes confidenciales.
En la madrugada del viernes Bolsonaro emitió un decreto presidencial cesando al director general de la Policía Federal, Maurício Valeixo, hombre de total confianza de Moro.
Como respuesta, Moro convocó una conferencia de prensa y anunció que tan pronto saliese de donde estaba presentaría su renuncia.
En su discurso acusó a Bolsonaro de intentar intervenir en las investigaciones de la Policía Federal y tener acceso a informes altamente confidenciales.
Tan pronto se supo de la renuncia de Moro un núcleo específico del gobierno se irritó profundamente: los cuatro militares de alto rango que ocupan despachos en el palacio presidencial.
De inmediato surgieron rumores de que estarían examinando su permanencia en sus puestos.
En su pronunciamiento a la nación, Moro resaltó que, al contrario de lo que decía la nota oficial, no había firmado el cese del director de la Policía Federal, es decir, acusó al presidente de falsear un documento oficial y ésta es quizá su más suave denuncia.
Básicamente, dijo que Bolsonaro pretendía deshacerse del director de la Policía Federal para proteger a dos de sus hijos de investigaciones criminales.
El senador Flavio Bolsonaro y el concejal por Río de Janeiro, Carlos Bolsonaro, están bajo la lupa de la justicia.
El primero, por desvío de dinero público. Y el otro por incitar, por medio de redes sociales, manifestaciones violentas.
A las cinco de la tarde el presidente hizo un insólito y largo (casi una hora) pronunciamiento a la Nación, en el cual aseguró que es un tipo honesto y que trata de salvar al país.
Dio ejemplos de semejante esfuerzo: ordenó que se apagara el calentador de la piscina de la residencia oficial y determinó cambios drásticos en el menú, con tal de ahorrar dinero público.
También contó que Moro, en la víspera del cese del director de la Policía Federal, le pidió que esperase hasta noviembre, cuando se abre una plaza en el Supremo Tribunal Federal.
Moro lo desmintió con un argumento lógico: si su objetivo fuese ser nombrado integrante del tribunal bastaría con quedarse donde estaba.
A raíz de las afirmaciones del ahora ex ministro, la Fiscalía General pidió al Supremo abrir una investigación y Moro podrá ser convocado a presentar pruebas de lo que dijo, que podrían ser grabaciones de las conversaciones con Bolsonaro.
Si logra probar lo que dijo, Bolsonaro estará liquidado.
Dos detalles finales: el escándalo ocurrió en medio a una pandemia cada vez más descontrolada en Brasil.
Durante el discurso de Bolsonaro, solamente un ministro no usaba saco y corbata, además portaba mascarilla y estaba descalzo: Paulo Guedes, el ex funcionario pinochetista que ocupa la cartera de Economía.
Todo indica que será la próxima víctima de la guillotina presidencial.
Mirar al sur
Vargas Llosa y la pandemia
Ángel Guerra Cabrera
Aludiendo al reciente manifiesto firmado por el escritor peruano y otros ilustres fanáticos neoliberales fulmina el bonaerense Página 12 que su verdadera intención es levantar la cuarentena,despojar al Estado de su compromiso regulador y dejar librados bienes y vidas, respectivamente, a los rigores de los mercados y el coronavirus.
Piñera es peor que el virus
Así afirma el diario italiano Il Manifesto. Aduce que más allá del Covid-19, ha sido el gobierno de Sebastián Piñera el que ha golpeado más duro a los sectores pobres y que gracias a su gestión de la pandemia, solo en el mes de marzo fueron despedidos 300 mil trabajadores y más de 800 mil obligados, para no perder el empleo, a aceptar recortes salariales. Irónicamente, este logro del mandatario se apoya en la Ley para la protección del empleo, que permite suspender el pago del salario o una reducción del mismo a los trabajadores obligados a permanecer en cuarentena. Pero peor le va al ejército de precarizados e informales que recibirán por una sola vez el bono Covid, equivalente a 58 dólares. Para colmo, en pleno crecimiento del número de contagiados con el patógeno, el millonario ocupante de La Moneda dispuso el regreso gradual de los empleados públicos al trabajo, además de la reapertura de las escuelas para el 27 de abril. No en balde se afirma que el virus vino a dar un respiro a Piñera. Mientras, los integrantes de las grandes protestas advierten: teníamos razón en octubre y hoy tenemos mucha más. No regresaremos más al silencio, y menos a la normalidad neoliberal, consigna Il Manifesto.
Manaos, otra vez el neoliberalismo
La Nación de Buenos Aires y otros medios informan de un congestionamiento de los cementerios debido a las defunciones por Covid-19 en Manaos, capital del estado brasileño de Amazonas, que ha obligado a abrir enormes fosas comunes. Pero en la germana DW leo la causa verdadera del desastre en esta declaración de un ex alcalde de la ciudad fluvial: Amazonas hace unos 20 años era uno de los estados con la mayor inversión en salud, y hoy la mayoría de los municipios ni siquiera tienen un hospital.La obsesiva reducción neoliberal de la inversión social mata a miles.