sábado, 25 de abril de 2020

Maíz nativo: la ley y el plan, el plan y la ley.

Ana De Ita*
Ahora que todos sabemos que la Asociación Mexicana de Semilleros (Amsac) felicitó a los diputados por aprobar la Ley de Fomento y Protección del Maíz Nativo (https://bit.ly/3cFlGLL), intentamos avanzar en sus posibles motivos.
El Consejo Directivo de la Amsac integra a los gigantes genéticos Syngenta y Bayer, ahora dueña de Monsanto, y tiene como uno de sus socios estratégicos a Corteva, fusión de Pioneer-Dupont-Dow. Estas tres corporaciones solicitaron la gran mayoría de permisos para siembra de maíz transgénico en el país entre 2009 y 2012.
En años recientes otro grupo de corporaciones realizó reuniones en torno al maíz, convocadas por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMyT) y auspiciadas por el gobierno de México a través del programa Masagro, por la membresía del Fondo de Innovación del sector privado en el que participan Kellogg’s, Bimbo, Gruma, Nestlé, Syngenta y Pioneer. En estas reuniones, celebradas entre 2017 y 2019, participaron instituciones del gobierno y académicas, empresas, además de asociaciones, entre ellas por supuesto la Amsac. Sus resultados fueron publicados en agosto de 2019, como Plan Estratégico 2030, Maíz para México.
Plantearon posibles escenarios para el grano en México hacia 2030 y definieron dos propósitos: aumentar la autosuficiencia de producción de maíz, que repercutiría en la disminución de importaciones, a cargo de pequeños y medianos agricultores con excedentes y grandes productores, proteger la milpa, la biodiversidad y el bienestar, en el que entran los agricultores familiares y comunitarios.
El plan maíz para México separa dos tipos de producción: de agricultores y de razas y variedades de maíz; por un lado, los que se orientan a lograr la autosuficiencia de la producción y, por otro, los que protegen la milpa y la biodiversidad. Pero ambos son parte de la misma estrategia que interesa a las corporaciones.
Para la autosuficiencia, propone aumentar la adopción de semillas mejoradas, asunto muy importante para las corporaciones semilleras, pues en México, según la Encuesta Nacional Agropecuaria 2017, sólo 26 por ciento de las unidades de producción las utiliza, mientras que 77 por ciento siembra semillas campesinas. Busca aumentar la superficie de maíz sembrada con semilla mejorada en 1.7 millones de hectáreas, que será disminuida a la que actualmente se siembra con granos campesinos, para duplicar las ventas de las empresas semilleras mexicanas. Además, promueve adoptar sistemas de agricultura climáticamente inteligente, que de acuerdo con las investigaciones del Grupo ETC resultan en una agricultura sin campesinos, a la par que afianzan el control corporativo sobre la agricultura y la alimentación.
Para proteger la milpa y la biodiversidad, el plan propone acciones muy similares a las que plantea la ley de fomento al maíz nativo: proteger al sistema milpa como patrimonio biocultural, desarrollar un consejo consultivo para guiar la agenda nacional, preservar la biodiversidad y los recursos genéticos, la creación de bancos comunitarios de semillas, consolidar un registro nacional sobre la diversidad en el sistema milpa y vincular a los productores de maíz nativo con los mercados formales. Apunta también que es necesario un marco legal para salvaguardar la integridad del sistema milpa. No sabemos si fue la ley la que inspiró al plan o al revés.
Tal como señaló la Red en defensa del maíz, en su comunicado del 2 octubre de 2019, uno de los aspectos más cuestionables de la ley de fomento del maíz nativo es su artículo 12, el cual propone que las instituciones identificarán las áreas geográficas en las que se practican sistemas tradicionales de producción de razas de maíz nativo. Segregar regiones donde sí se produce maíz nativo, coloca a las que no como sitios donde se puede sembrar cualquier cosa y bajo cualquier método. Las corporaciones semilleras han sido las más interesadas en lograr esta diferenciación regional para tener un territorio libre para sus paquetes tecnológicos.
En paralelo, y tal como analiza la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca, la propuesta de proteger al sistema milpa resulta un instrumento idóneo para la biopiratería de las semillas y saberes campesinos en favor de las trasnacionales. A través de los bancos de semillas, los catálogos, las bases de datos y los procesos de sistematización que pretenden llevar a cabo los agentes que elaboraron el plan maíz para nuestra nación, podrán adueñarse de la biodiversidad del sistema milpa y de sus conocimientos asociados, que pertenecen a los pueblos originarios, quienes los han creado, mantenido, mejorado y diversificado a través degeneraciones.
El plan corporativo de maíz para México clarifica que el avance de la agricultura industrial, mediante su intensificación y uso de los insumos producidos por las trasnacionales, incluye también la protección de la milpa, la biodiversidad y el maíz nativo como recursos genéticos privatizables por las corporaciones, y sugiere una explicación posible al beneplácito de la Amsac por la Ley de Fomento y Protección al Maíz Nativo.
*Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano

Gestando la próxima pandemia
Silvia Ribeiro *
Esta pandemia ha causado la caída de muchos velos que ocultaban mecanismos perversos del sistema capitalista globalizado.
Uno de los velos que se ha hecho pedazos, dejando al descubierto una fétida realidad, es el rol del sistema alimentario agroindustrial, principal factor de producción de epidemias en décadas recientes.
La cría industrial de animales en confinamiento (avícola, porcina, bovina) es una verdadera fábrica de epidemias animales y humanas. Grandes concentraciones de animales, hacinados, genéticamente uniformes, con sistemas inmunológicos debilitados, a los que se administran continuamente antibióticos, por lo que, según la OMS, son la principal causa de generar resistencia a antibióticos a escala global. Un perfecto caldo de cultivo para producir mutaciones de virus más letales y bacterias multirresistentes a los antibióticos, que con los tratados de libre comercio se distribuyen por todo el globo.
El biólogo Rob Wallace, autor del libro Big farms make big flu, documenta este proceso analizando los brotes de nuevos virus de origen animal, las gripes aviar y porcina, ébola, zika, VIH y otros. Gran parte se originó en criaderos, otros en animales silvestres, como el nuevo coronavirus que proviene de murciélagos. Estudios recientes indican que no llegó directamente a los humanos, sino hubo intermediarios. El secuenciamiento genómico señala pangolines, pequeños mamíferos asiáticos. Podrían haber sido otros, por ejemplo, los megacriaderos de cerdos que existen en Hubei, provincia de la que Wuhan es capital. Grain compiló datos al respecto (https://tinyurl.com/ybdvmegz).
Al tiempo que se detecta el Covid-19, los grandes criaderos de cerdos en China son devastados por otro virus que afecta y mata a millones de cerdos: la peste porcina africana, que afortunadamente no ha mutado aún en virus infeccioso para humanos, pero crece por China y Europa ( https://tinyurl.com/y9f98atd ).
La relación entre ganadería industrial y epidemias-pandemias va más allá de los grandes criaderos. Como explico en otro artículo (Desinformémonos, https://tinyurl.com/ydenks9z), hay causas concomitantes: la cría masiva de animales confluye con la destrucción de hábitats naturales y de biodiversidad, que hubieran funcionado como barreras de contención de la expansión de virus en poblaciones de animales silvestres.
Los principales responsables de esta destrucción de ecosistemas son el sistema alimentario agroindustrial en su conjunto, el crecimiento urbano descontrolado y el avance de megaproyectos para servicio de los anteriores, como minería, carreteras y corredores comerciales, como por ejemplo el Corredor Transístmico.
El sistema alimentario agroindustrial juega el papel principal: según la FAO, la causa mayoritaria de deforestación en el mundo es la expansión de la frontera agropecuaria industrial. En América Latina causa 70 por ciento de la deforestación, y en Brasil hasta 80 por ciento.
De toda la tierra agrícola del planeta, 78 por ciento (!) se usa para la industria pecuaria a gran escala: sea para pasturas o siembra de forrajes. Más de 60 por ciento de cereales que se siembran globalmente son para alimentar animales en confinamiento (Grupo ETC, https://tinyurl.com/y7lszo4n).
En cada paso de la cadena alimentaria agroindustrial, 4-5 grandes trasnacionales dominan más de 50 por ciento del mercado global. (Ver Tecno-fusiones comestibles, mapa del poder corporativo en la cadena alimentaria, Grupo ETC, 2020 https://tinyurl.com/y8bwd6k3).
Por ejemplo, solamente tres empresas (Tyson, EW Group y Hendrix) controlan toda la venta de genética avícola en el planeta. Otras tres la mitad de toda la genética porcina. Y unas pocas más la genética bovina. Esto causa una enorme uniformidad genética en los criaderos, que facilita la trasmisión y mutación de virus.
Igual sucede con las empresas del comercio mundial de commodities agrícolas (granos y oleaginosas), controlado casi en totalidad por seis empresas: Cargill, Cofco, ADM, Bunge, Wilmar International y Louis Dreyfus Co, que comercian los forrajes que van a la cría industrial de animales, principalmente soya y maíz transgénico.
Las mayores procesadoras de carne avícola, porcícola y vacuna son actualmente JBS, Tyson Foods, Cargill, WH Group-Smithfield y NH Foods. WH Group, de China, es la mayor empresa porcícola del globo y domina en América del Norte, dueña de Granjas Carroll, donde se originó la gripe porcina.
Es significativo el caso de Cargill, que siendo la mayor empresa global de comercio de commodities agrícolas pasó de proveer forrajes a ser además criadora, siendo la tercer compañía mundial de cárnicos (aves, cerdos, vacas).
Pese a los desastres que está causando la pandemia de Covid-19, esas empresas siguen sus actividades, gestando la próxima pandemia, que podría incluso ocurrir mientras la actual sigue activa.
Es hora de terminar con este sistema agroalimentario absurdo y dañino, que solamente beneficia a las corporaciones. Es el principal factor de cambio climático y pese a utilizar de 70 a 80 por ciento de la tierra, agua y combustibles de uso agrícola, sólo alimentan a 30 por ciento de la población mundial (ETC Group, https://tinyurl.com/yxv3dz8s).
* Investigadora del Grupo ETC