Tere Garduño*
La pandemia es el fenómeno más impactante a escala global que hemos tenido desde la Segunda Guerra Mundial, que ciertamente no vivimos, ni sentimos. Estamos convencidos que no dejará al mundo igual. No seremos los mismos después de esto. Los sistemas sanitarios de una gran cantidad de países están volcados en una lucha frontal cotidiana para enfrentar los efectos del virus en la población que acude angustiadamente a los hospitales. Las calles de muchísimas ciudades y de pequeños poblados están vacías y la supervivencia de los que no pueden parar porque no tienen una actividad formal, es muy frágil y se encuentra en un gran riesgo. Todo esto lo leemos y vemos en múltiples imágenes digitales todos los días en el confinamiento en nuestros hogares. No es una realidad ajena y se ha convertido en uno de los ejes de nuestra vida cotidiana.
En ese panorama no se comprende la gran miopía de las autoridades educativas no sólo de México, sino de gran cantidad de países al no comprender el sentido de la escuela y negar la realidad que estamos viviendo. Esta negación, es un profundo error.
La escuela es un espacio social muy poderoso que puede proporcionar herramientas a la niñez y la juventud para comprender el mundo y poder enfrentarlo de mejor manera. Si esto no se hace, ciertamente que los dejamos indefensos. Habiendo revisado cuidadosamente las circulares, comunicados y conferencias de la autoridad educativa, no encontramos un solo señalamiento para que el magisterio analice con la población infantil y juvenil la lección de la pandemia. Esta realidad lacerante que nos rodea, no ha pasado a formar parte de los contenidos escolares. Se sigue hablando de cumplir los objetivos del programa oficial para completar el ciclo escolar, condenando nuevamente a la ahora casa-escuela como una instancia de transmisión rígida y mecánica de saberes muertos y caducos.
No han advertido las autoridades escolares que la escuela es la posibilidad de abrir el pensamiento para comprender de otra forma la realidad. Por ello, es necesario hablar con nuestras y nuestros estudiantes sobre lo que está pasando, sobre su origen, sobre las bacterias y los virus, sobre la investigación científica, sobre la función de las vacunas, sobre el papel de todo el personal de salud que asume el riesgo de manera directa ante los infectados de Covid-19. También es necesario que el estudiantado tome conciencia del papel social de todas aquellas personas que siguen en los trabajos esenciales para que no nos falte comida, energía, agua, seguridad y limpieza en las calles, entre otras muchas tareas. Aprender que en la pandemia, la colaboración es el único recurso que nos puede sacar adelante, es fundamental. Es el momento de entender algunas de las consecuencia de la globalización y por qué un microscópico virus puede viajar al resto del mundo; este es un aprendizaje necesario. La lección también debe permitir analizar los sistemas políticos propios y externos, su visión sobre el capital o sobre las personas y reflexionar sobre lo que desearíamos para el futuro; comprender que enfrentamos una profunda crisis del capitalismo, es vital. Es necesario para comprender lo que ha pasado y está pasando en los países; sobre sus prioridades y sobre sus perspectivas. Entender cómo esas fuerzas reaccionarias de derecha, no están sólo en nuestro vecino país del norte, sino también aquí en casa, con empresarios y comunicadores que con sus políticas, con su negación a cerrar los negocios para no perder ganancias y con sus mensajes en los medios, ponen en riesgo a la población.
No ha habido ninguna propuesta oficial para explicar de una forma adecuada y de acuerdo con el nivel de los estudiantes, lo que pasa. Y eso, es un error. Porque la escuela, es una escuela para la vida, no para repetir una serie de datos acumulados. Hemos comprobado que eso, a la larga, se olvida. Se requiere la formación de un pensamiento crítico y en estos momentos es fundamental para comprender cómo se va a transformar el futuro y cuál es nuestra participación en el mismo.
La primer clase que debe transmitirse por la televisión, la radio, el Internet, se llama Pandemia Covid-19. La Secretaría de Salud ha hecho un enorme esfuerzo para poner a disposición de toda la población, la información mundial, nacional y local que nos permite comprender dónde estamos y hacia dónde caminar. ¿Por qué no hay un diálogo entre Salud y Educación para que la pandemia no sea sólo algo que nos llegó sino un espacio donde aprendimos?
¿No es más importante para la población infantil y juvenil comprender por qué deben renunciar a su vida cotidiana y cómo la sociedad responde antes esto que hacer una copia del libro de lectura o responder un ejercicio de sumas y restas? ¿Realmente creen las autoridades que se van a lograr todos los aprendizajes esperados sometiendo a la población infantil y juvenil a jornadas intensas de escuela en casa, que no es un aula, ni la familia es el profesorado? ¿Cómo explican que su estrategia virtual se convierta en un peso tan opresor que obligue a niños del Valle de Chalco a salir de su casa para buscar un Internet para hacer la tarea porque en casa no existe ningún dispositivo que se los permita?; ¿han pensado qué decirle a la población infantil de las pequeñas y escondidas comunidades que para ellos no hay escuela, porque no hay energía eléctrica, ni Internet, ni mucho menos computadoras?; ¿por qué no aprovechar la lección de la pandemia para entender que como país tenemos que reorientar nuestras políticas para acabar con las enormes desigualdades?
No dejemos pasar la lección, se vive en la piel pero tiene que pasar por las conciencias para que pueda transformar el sentido de solidaridad, equidad, emancipación y justicia.
*Directora de la Escuela Activa Paidós y del Instituto de Investigaciones Pedagógicas AC
Autonomías para enfrentar las pandemias
Raúl Zibechi*
Cuando el Estado es poco más que un miserable espectro genocida, los recursos de los pueblos son el único relevo posible para combatir guerras y enfermedades, cuyos efectos no tienen, casi, la menor diferencia. Es cierto que las guerras destruyen, además de personas, edificios e infraestructuras, mientras las epidemias afectan, primordialmente, a los seres humanos.
En el norte y el este de Siria, después de una larga década de guerra azuzada por los principales estados del planeta y de la región, los más armados y los menos razonables, capaces incluso de haber creado y alimentado ese monstruo llamado Estado Islámico, los pueblos organizados están resistiendo ahora la pandemia de coronavirus.
Lo más notable, según las noticias que nos llegan, es que combaten el virus con las mismas armas que utilizaron durante la guerra: la cohesión comunitaria, la organización de base y la determinación, como pueblos, de hacer frente colectivamente a los mayores obstáculos. Así es la vida en los territorios donde el pueblo kurdo hace de la autonomía su seña de identidad.
Un ventilador cada 100 mil habitantes, son los recursos técnicos con los que cuenta la región, según el Centro de Información de Rojava. Buena parte del instrumental sanitario fue destruido por los recientes ataques de Turquía a las regiones autónomas kurdas.
Las cooperativas textiles y agrícolas son las encargadas de producir mascarillas para protección y los alimentos necesarios. Las comunas decidieron un toque de queda desde el 23 de marzo, sometiendo a los viajeros que llegan a la zona a una cuarentena preventiva, mientras las estructuras económicas y políticas de la autonomía, las mismas que han permitido la sobrevivencia durante una década de guerra civil en Siria, son las que garantizan la vida de la población.
Las cooperativas están más en sintonía con las necesidades de las comunidades en las que viven sus miembros y, por tanto, tienen más probabilidades de tomar decisiones basadas en la necesidad que en las ganancias, señala un reporte de Kurdistán América Latina (https://bit.ly/2RX5EVo).
Las comunas, que son la unidad básica en las que está organizada la población, garantizan el cumplimiento del toque de queda y la distribución de alimentos, basadas en el conocimiento local y la pequeña escala de estas estructuras. Elaboran listas con las familias que tienen mayores necesidades de alimentos, productos de limpieza y medicamentos y van de familia en familia distribuyendo la ayuda, para evitar aglomeraciones.
Una forma de organización que facilita la protección de las familias, ya que los integrantes de la comuna no necesitan viajar mas allá de sus vecindarios para distribuir ayuda, disminuyendo el número de personas que viajan de ciudad en ciudad.
Este orden comunitario y autónomo se mantiene en una región poblada por 4 millones de personas, incluyendo alrededor de un millón de refugiados que viven en tiendas de campaña por la agresión turca. A pesar de la estricta organización, del trabajo de las cooperativas y comunas y de la solidaridad internacional, los hospitales y centros de salud tienen capacidad para atender sólo 460 casos activos de coronavirus.
Un informe del Comité de Solidaridad con Kurdistán de la Ciudad de México destaca que los estados y las organizaciones internacionales, como la ONU y la OMS, están actuando de forma irresponsable ante los continuos bombardeos de Turquía sobre las aldeas de Rojava, que provocan cortes de agua y agravan la situación sanitaria.
Ante esta situación sólo vale la autoorganización comunal, ecológica y pacífica de los pueblos en el contexto de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria, inspirada en el confederalismo democrático teorizado por Abdullah Öcalan, líder kurdo prisionero en la isla turca de Imrali.
En sintonía con la experiencia zapatista y de otros pueblos latinoamericanos, sigue el Comité de Solidaridad, defienden una salud comunitaria basada antes que nada sobre la autonomía, la prevención social y la educación más allá de las medidas estatales represivas y centralizadoras.
Volver a la tierra y a la naturaleza, es uno de los lemas del pueblo kurdo, que busca enfrentar ésta y futuras pandemias repoblando aldeas rurales, reforestando, con cultivos diversificados en base al trabajo comunitario.
Las palabras autodefensa, autonomía y salud comunitaria, resuenan estos días aciagos desde Rojava hasta Chiapas, pasando por Lima, donde cientos de andinos retornan a sus pueblos en la sierra, bajo el lema Aquí termina Lima, en una magnífica descripción de Rodrigo Montoya (https://bit.ly/3bvGW69). Lejos de la modernidad urbana individualista, quieren rehacer su vida en comunidades, tejidas con base en la reciprocidad y la ayuda mutua.
El futuro de la humanidad se juega en estos espacios y territorios de los abajos, ya que resistir la pandemia supone poner en juego los mismos recursos con los que resisten al Estado y al capital.
*Periodista polaco