Carlos Fernández-Vega
▲ Recolectores de fresas en Oxnard, California, la mayoría inmigrantes mexicanos. El Banco de México informó que de enero a octubre las remesas enviadas por los paisanos superaron 30 mil millones de dólares, monto casi 12 por ciento mayor al del mismo perio-do de 2018, por lo que cerrarían 2019 en nivel récord.Foto Cuartoscuro.com
En la feria de los abundantes clarividentes financieros hay de todo: unos dicen que en sus bolas de cristal aparece la recesión; otros aseguran que no hay tal, pero alcanzan a visualizar que en este año el crecimiento económico sería de cero por ciento; algunos más observan que el resultado será abiertamente negativo y de largo plazo, y, en fin, hay augurios de todo colores y sabores, para todos los gustos, incluso a la medida, y de manera cotidiana es lo mismo.
Cierto es que la economía mexicana no se encuentra en su mejor momento –de hecho, acumula casi 40 años en esa tesitura– y que el horno no está para bollos, pero también lo es que a lo largo de los años los presagios de los clarividentes financieros no han sido muy puntuales que se diga y se han apartado –para bien o para mal– de los resultados concretos.
De lo anterior da cuenta la diferencia entre los pronósticos oficiales y reales de, por ejemplo, los tres últimos sexenios, cuyos cabezas visibles prometieron a más no poder e incumplieron todo en absoluto.
Cómo olvidar aquel 7 por ciento anual de Vicente Fox, cuando en los hechos apenas logró 2.3 por ciento. O el de Felipe Calderón, con su 5 por ciento, cuando milagrosamente alcanzó 1.8 por ciento. Y el de Enrique Peña Nieto, con su 5 por ciento, gracias a las reformas que los mexicanos quieren, y a duras penas registró 2.1 por ciento. Ello, entre el aplauso de los clarividentes a quienes la bolsa de cristal se les empañó.
Si esas promesas se hubieran cumplido, la economía mexicana habría crecido alrededor de 6 por ciento anual en los tres sexenios referidos (es decir, al ritmo de la premodernidad), pero como el hubiera no existe, pero sí los gobiernos ineficientes, entonces el promedio anual de avance fue de 2 por ciento en el periodo, y esa proporción se acumula si en el balance se incluyen las tres administraciones previas (De la Madrid, Salinas y Zedillo).
El gobierno de López Obrador no puede desestimar que la economía pasa por un mal momento. De hecho, no lo hace (aunque aluda a otros datos), porque desde julio pasado el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, anunció que en un entorno de incertidumbre global se aplicarían medidas contracíclicas de corto plazo para dar un empujoncito a la economía nacional, para lo cual destinaría 485 mil millones de pesos.
Pero bueno, los clarividentes financieros dicen que hacen su chamba, y entre lo más reciente aparece la encuesta que levanta el Banco de México (BdeM) sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado. La correspondiente a noviembre –divulgada ayer– revela que los 39 grupos de análisis y consultoría nacionales y foráneos inquiridos redujeron su estimación de 0.2 a 0.0 por ciento, de tal suerte que, según sus cálculos, la economía mexicana no crecería en 2019. Y para 2020 recortaron de 1.2 a 1.07 por ciento.
Según los resultados obtenidos por el BdeM, “los especialistas consideran a nivel general que los principales factores que podrían obstaculizar el crecimiento de la actividad económica en México se asocian con la gobernanza (49 por ciento) y las condiciones económicasinternas (27). A nivel particular son incertidumbre política interna (21 por ciento de las respuestas); problemas de inseguridad pública(18); incertidumbre sobre la situación económica interna (15); debilidad en el mercado interno (6), y política de gasto público (6).
Las rebanadas del pastel
El mismo Bdem informó que de enero a octubre el acumulado de las remesas enviadas por los paisanos rebasó 30 mil millones de dólares, monto casi 12 por ciento superior al del mismo periodo de 2018, de tal suerte que cerrarán 2019 en nivel récord. Sólo en octubre pasado por concepto de referencia ingresaron al país 3 mil 125 millones de billetes verdes. Cerca de 99 por ciento de los envíos (cada uno de 326 dólares en promedio) fue por transferencia electrónica; el resto, en efectivo y órdenes de pago.
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