Luis Hernández Navarro
En septiembre de este año, en sus ocho columnas, un periódico de circulación nacional anunció: Enseñará CNTE desobediencia. Alarmado, otro que se distribuye gratuitamente en la Ciudad de México, puso como su nota principal de portada: “CNTE pide llevar a todo México plan que exalta al Che Guevara”. Y, ya encarrerado, un par de meses después, alertó: “Y ahora… la CNTE mete el marxismo en las escuelas”. Otro más, destacó como su información central: Opacos sueldos de jefes de la CNTE.
En su interior, diversos diarios se esmeraron por publicar cartones racistas, denigrantes y calumniadores contra los maestros democráticos. Sus autores parecieron competir para dilucidar quién era capaz de trazar la caricatura más ofensiva contra la disidencia magisterial.
Un monero los representó como un violento burro de gafas oscuras, ataviado con una camiseta negra con una estrella roja y las siglas de la CNTE estampadas al frente, que pisa con el pie izquierdo a un niño, que yace en el suelo indefenso. En su mano izquierda, ese borrico-profesor blande un enorme lápiz amarillo roto, mientras un ganso blanco, con la cara de Andrés Manuel López Obrador, le alza la mano derecha en señal de triunfo. Insaciable, el asno-docente exige: Sí, pero no es insuficiente.
Otro cartón, bautizado como Acorralada, muestra un pupitre con el letrero Reforma educativa atrapado en el centro de una enorme telaraña, a punto de ser devorado por una descomunal tarántula que en la espalda tiene manchas rojas y el letrero CNTE.
En otro, titulado Turno por jerarquía, un gorila (o un orangután) con la camiseta de la CNTE aplasta al secretario de Educación sentándose sobre él, en lo que se supone es el escritorio de José Vasconcelos en la SEP. El simio está leyendo la nueva reforma educativa, y advierte: Espere, secretario Moctezuma, primero la revisamos nosotros.
Como si fuera un libreto a seguir, las caricaturas muestran gráficamente lo que el columnista Catón (y muchos otros) dice con palabras. En un artículo titulado Educación secuestrada, el periodista escribe: “Ya puede Esteban Moctezuma irse a su casa. Ya puede sacar sus cosas personales de la oficina que ocupó Vasconcelos… Al haberse rendido así a la CNTE López Obrador inflige un grave daño a la nación”.
El relato coincide con la protesta que los diputados del Partido Acción Nacional (PAN) orquestaron para rechazar la nueva reforma educativa y sus leyes secundarias. En su performance legislativo en San Lázaro portaron carteles impresos en los que, en la parte superior, en tinta azul (panista) se decía Niñas y niños sí. Y, abajo, en tinta café: CNTE no.
A lo largo de los últimos años, una extensa nómina de cartonistas ha construido una imagen del magisterio democrático racializada y animalizada. Los rasgos indígenas de muchos profesores de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán son deformados para sugerir que, como no son suficientemente blancos, son atrasados, ignorantes y brutos. En otros dibujos, se les representa como burros, tarántulas, perros rabiosos o peligrosas alimañas. En otros se les dibuja como obesos y violentos porros, punks agresivos, secuestradores de la niñez y la educación o modernos fariseos crucificadores de indefensos infantes.
A pesar de que los maestros de la coordinadora enseñan con muchos esfuerzos en las regiones más pobres y marginadas del país, muchas sacudidas por la violencia, los caricaturistas los presentan como eternos vagos que descansan en una hamaca, o teporochos tirados en el suelo que cierran escuelas durante años. Se regocijan retratándolos panzones y desaseados, con bigote y barba escasa (apenas unos cuantos pelos), cabellera negra mal cortada y despeinada, paliacate rojo en el cuello, gorra y morral, exigiendo demandas absurdas. Los convierten indistintamente en una soga que ahoga la economía de un estado completo o en un improvisado Frankenstein. O en enloquecidos pirómanos que buscan incendiar la enseñanza pública. Los trasmutan en modernos Cantinflas disfrazados de tigre que tienen bajo su puño al presidente domador. O los dibujan como modernos neandertales, con mazo al hombro.
Estas representaciones no desacralizan a personajes autoritarios y poderosos; estigmatizan y se burlan de un movimiento que carece de ellos. No critican los rasgos negativos de una abusiva figura de alcurnia; se ceban con quienes resisten las arbitrariedades de políticos y los caprichos empresariales. No corroen el poder ni señalan a quien lo detenta, infaman a quien no lo tiene. No desahogan un malestar social genuino, sirven a los intereses de los de arriba. No ridiculizan el mal para hacer triunfar el bien; son mera propaganda en favor de quienes están contra la educación pública.
Abusivamente, estas muestras de humor gráfico político descontextualizan las reivindicaciones de los maestros de la CNTE y su lucha, apelando a los más bajos prejuicios raciales y clasistas. Sin el menor pudor, falsean la realidad y juzgan a los docentes desde el Olimpo de una supuesta superioridad moral. Están lejos, muy lejos de las mejores tradiciones de la caricatura mexicana, y cerca, muy cerca, de lo peor del denigrismo periodístico.
Twitter: @lhan55