Las cifras que la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) da a conocer sobre créditos bancarios al consumo y para la compra de vivienda en el año pasado, permite examinar la economía del país desde un ángulo distinto al elegido por los críticos de la actual administración de gobierno. Éstos, entre los que se cuentan algunos organismos empresariales, instituciones calificadoras y analistas de orientación neoliberal (además, claro, de las oposiciones políticas), a últimas fechas han centrado sus juicios negativos en un supuesto punto de estancamiento económico, reflejado en una virtualmente nula tasa de crecimiento que lo aproximaría peligrosamente a un estado de recesión.
En más de una oportunidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha argumentado que, desde su óptica, lo esencial en esa materia no estaría en lo cuantitativo sino en una distribución más equitativa de la riqueza. Los disconformes, sin embargo, ponen el énfasis en algunos datos (disminución en los índices de la producción manufacturera; tasas de interés de los bonos gubernamentales muy altas en relación, por ejemplo, con las que pagan los bonos del Tesoro estadunidense; tardanza en la ejecución del gasto público, entre otros que señalan) que según ellos serían asomos de un modelo fallido.
Lo anterior evidencia que hay por lo menos dos visiones diferentes del desarrollo económico, donde cada una de ellas le da importancia a distintos indicadores. Las reflexiones del titular de investigación aplicada de la Fundación de Estudios Financieros (Fundef) a propósito de los números que la CNBV presenta en torno a los créditos aludidos al principio, refuta la idea de que la economía nacional va camino de la recesión y de que ya se encontraría en un hipotético nivel de crisis. El especialista apunta que si bien no se advierte un movimiento a la alza de la economía en su conjunto, ello no implica una parálisis del gasto y del consumo, opinión que avalaría la tesis del gobierno en el sentido de que las finanzas gozan de buena salud y no hay signos recesivos.
Más allá de las interpretaciones, el solo hecho de que las instituciones bancarias mantengan la movilidad ascendente de sus carteras de crédito –aun cuando proporcionalmente hayan registrado cierta disminución– demuestra que confían en la dirección que el gobierno ha impreso a su política económica: los banqueros nunca toman decisiones al azar y jamás apuestan por modelos de gestión que los hagan perder dinero. El último mes sobre el que hay datos (octubre) indica que la cartera de crédito creció 3.1 por ciento, lo que constituye un sensible aumento en comparación con el mismo mes del año pasado, cuando el incremento fue de 1.9 por ciento. Es decir, los bancos aumentan sus créditos y con ello fortalecen un aspecto de la economía –el consumo– que para el ciudadano común es más concreto y tangible que cualquier cifra macroeconómica.
Es por lo menos aventurado hacer un diagnóstico del futuro económico del país con base en un solo elemento –el crédito bancario en este caso–; pero no se trata de un elemento menor, dado el volumen de recursos que con la creciente bancarización de la economía manejan esas instituciones.
Despertar en la IV República
Reforma o Revolución, ¿cuál es mejor?
José Agustín Ortiz Pinchetti
En un excelente artículo, Pedro Salmerón ( La Jornada 3/12/2019), pide a los historiadores comprender las revoluciones y la violencia política y no juzgar o descalificar las ideas y comportamientos de los personajes históricos sin criticar y confrontar las distintas fuentes. Las insurrecciones despiertan odios, tensiones, rencores y conflictos acumulados, descalificar y criminalizar o canonizar ciertas conductas no es la labor del historiador. Las revoluciones tienen que ser examinadas en su contexto histórico pero no hay duda de que desatan instintos feroces. Esto nos hace pensar en las opciones del cambio.
Por lo que toca a la Revolución mexicana, los jefes importantes deben ser juzgados con madurez, independientemente del lado en que hayan combatido. Martín Luis Guzmán recuerda cómo David Berlanga, un alto oficial, de los más valientes y cultos de la Revolución, en una cena privada hizo un comentario en voz alta contra los militares villistas que desprestigiaban la bandera revolucionaria: “…la División del Norte está llena de salteadores, los villistas no saben triunfar sino para el robo.” Bastó que Villa supiera lo que había dicho para que ordenara su fusilamiento. Ni siquiera hubo un interrogatorio o un careo. El narrador recuerda la serenidad imperturbable de Berlanga ante la muerte. Este episodio refleja muy bien lo que significó la Revolución, miles de estos casos fueron frecuentes. ¿Cómo idealizar a Villa?
Creo que valdría la pena hacer otra reflexión, un tanto provocativa. Cierto es que las revoluciones son estallidos sociales generados por la opresión de un tirano y/o de una oligarquía. Pero no todos los revolucionarios están al nivel de las banderas de su movimiento. Las revoluciones no han conducido inevitablemente a la justicia, a la prosperidad o a la democracia, mucho menos a la igualdad. Podríamos preguntarnos qué ha resultado mejor para los pueblos de acuerdo con la experiencia histórica: la evolución progresiva y lenta del reformismo o los estallidos revolucionarios. Creo que sin una sola excepción las revoluciones han terminado mal y el reformismo (siempre que no sea gradualista) ha terminado bien. La revolución es la liebre, el reformismo es la tortuga. La tortuga democrática es más rápida que la liebre revolucionaria.
Colaboró Meredith González A.