La propuesta de Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 que el gobierno federal presentará a la Cámara de Diputados incluye una denuncia por la devastación sufrida en el sistema educativo a manos de los gobiernos oligárquicos del denominado periodo neoliberal –es decir, las presidencias de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña–, debido a que éstos convirtieron a los niveles básico, medio y medio superior en oportunidades de negocio para venderle al gobierno insumos educativos inservibles y a precios inflados.
Lo cierto es que la política educativa seguida al menos durante los tres pasados sexenios, y en especial la reforma constitucional en la materia aprobada en 2013, fueron resultado directo de las presiones e incluso la abierta extorsión ejercidas de manera incesante por organismos empresariales y paraempresariales. También lo es que la introducción del concepto de calidad en el texto del artículo tercero constitucional se ha usado como pretexto para que instituciones privadas, algunas de las cuales carecen de vínculos con las esferas académica, docente o pedagógica, vendieran al sector público toda suerte de productos y servicios cuyo aporte a la formación de los niños y jóvenes se encuentra lejos de ser evidente.
Igualmente grave resulta que la ofensiva mediante la cual los citados organismos usurparon las funciones del Estado en el diseño y concepción de la política educativa tuvo su correlato en una inefable campaña de estigmatización en contra del magisterio democrático organizado y de las escuelas normales, así como en un brutal abuso de la fuerza pública en contra de los defensores de la educación pública, que más de una vez arrojó saldos trágicos.
La política neoliberal no sólo desvió millonarios recursos públicos al sector privado o a instancias pretendidamente públicas que en los hechos funcionan como correas de trasmisión de la voluntad empresarial –de manera destacada, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE)–, sino que al mismo tiempo significó el descuido sistemático de la infraestructura material de los centros educativos y la acumulación de reza-gos en el acceso y permanencia de los estudiantes. Todo lo anterior apunta, más que a errores o insuficiencias, a un desmantelamiento deliberado de la educación pública a fin de transferir cada vez más funciones a la iniciativa privada.
Cabe esperar que los planteamientos del Plan Nacional de Desarrollo en este rubro contribuyan de manera significativa a corregir las lacras señaladas, pues queda claro que sólo rescatando una educación auténticamente pública se logrará que ésta sirva tanto al cabal desarrollo personal de niños y jóvenes como a la mejora de las condiciones de vida de todo el país.
Nos hacen mucha falta
Griselda Triana*
Permítanme reiterar a nombre de Tania, Francisco y toda la familia, nuestro agradecimiento a las organizaciones, instituciones, embajadas de Francia y Suiza, convocantes y auspiciantes, por la creación de este premio que honra la memoria de Javier Valdez y, desde luego, el periodismo libre, digno y valiente que realizó antes de ser asesinado.
Es alarmante que los crímenes contra periodistas continúen ocurriendo, pero peor todavía, que hasta el momento no existan señales de que estos puedan detenerse. Prueba de ello es que, en la víspera de la conmemoración del Día Mundial de la Libertad de Prensa, en el estado de Oaxaca fue asesinado Telésforo Santiago Enríquez, fundador de una estación de radio comunitaria desde la cual ejercía el análisis y la crítica hacía el quehacer gubernamental.
Quienes amenazan, agreden, desaparecen, obligan a desplazarse o asesinan a periodistas, buscan silenciarles y con ello, priva a la ciudadanía de estar informada. Eso es inadmisible, es antidemocrático porque estamos hablando de derechos humanos y esos no se negocian.
Nuestros compañeras y compañeros asesinados nos hacen mucha falta, sobra decirlo, pero también les hacen falta a los medios de comunicación que fundaron y donde trabajaron, en los que dejaron parte de sus vidas visibilizando a las víctimas, narrando las injusticias cometidas en contra de la población que sólo tiene en periodistas como Javier Valdez y Miroslava Breach la oportunidad de ser escuchada, de no pasar inadvertida ante un Estado que no ha sido capaz de garantizarnos vivir en una nación segura.
Por ello, celebro que mujeres y hombres de este país sigan haciendo un excelente periodismo de investigación; me regocija que, a pesar de los riesgos que entraña ejercer este oficio, continúan escribiendo y enfrentando de manera casi heroica todos los obstáculos para informarnos.
Recordamos y extrañamos a Javier como nunca, sobre todo ahora que están a punto de cumplirse dos años de su cobarde crimen, y seguiremos en pie de lucha exigiendo castigo para quienes lo asesinaron y ordenaron su muerte.
Ante la falta de garantías para ejercer nuestros derechos a la libertad de prensa y a la información, yo convoco a defender rabiosamente, pero sobre todo con dignidad, el buen periodismo que este país necesita, el que realizan mujeres y hombres como los que este día habremos de reconocer, el periodismo insolente para el poder y organizaciones criminales intolerantes, pero indispensable para quienes aspiramos vivir en un México mejor y en paz.
*Periodista, viuda de Javier Valdez. Palabras en la entrega del Premio de Periodismo Breach/Valdez