Ana María Aragonés
El presidente Andrés Manuel López Obrador manifiesta que uno de los propósitos de su gobierno es evitar que la migración sea por hambre, pobreza o violencia. Ello es un cambio sustancial de perspectiva, pues en el diagnóstico se establece una clara responsabilidad del Estado en las causas que promueven el fenómeno. Como se destaca en el Plan Nacional de Desarrollo (PND), la mayor riqueza de las naciones es su población y el modelo neoliberal agudizó la emigración de mexicanos y un alto porcentaje reside fuera del país y bajo condiciones de precariedad y sujeta a discriminación y atropellos. Para evitarlo se requiere crear un conjunto de políticas públicas que conviertan la migración en una opción y no en una necesidad, por supuesto siempre en un marco de libertad y de derechos.
Algunas de las propuestas que se presentan en el PND para encarar el problema es el Programa Nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez, dirigido a niñas, niños y jóvenes menores de 18 años, cuyos hogares se encuentren en pobreza extrema y que estudien en una escuela pública, desde educación inicial y básica, educación media superior y educación superior. Está limitado a una beca por familia y el apoyo es de 800 pesos mensuales.
Es decir, se trata de un ambicioso programa no sólo para combatir la pobreza, sino para que los jóvenes puedan acceder a un conjunto de oportunidades educativas ensanchando sus posibilidades. Está en el camino correcto, pues permite enfrentar uno de los problemas del país, la eficiencia terminal. Pero además, estos importantes recursos humanos pueden seguir aportando sus conocimientos y sus esfuerzos a la investigación, al desarrollo de la ciencia, abonando a una verdadera transformación de las condiciones del país y pasar a una población de verdaderos innovadores.
Sin embargo, preocupa que el PND dedique un escueto párrafo a ciencia y tecnología. No sólo es insuficiente, sino contradictorio con el resto del documento, ya que se ensancharán las oportunidades para los jóvenes, pero al no invertir lo suficiente para crear centros de investigación, universidades, etcétera, objetivamente se les excluye. De por sí México enfrenta el tener cientos de científicos con doctorados y posdoctorados, pero están desempleados.
Estas son algunas de las razones que han favorecido la migración altamente calificada, cuyas causas son también responsabilidad del Estado. Los datos son impresionantes. México es el país latinoamericano con más migrantes internacionales altamente calificados entre los países de la OCDE, monto que aumentó 2.4 veces entre 2000-12, al pasar de 411 mil a un millón 15 mil personas, la mayoría de las cuales se encuentran en Estados Unidos, cifras que se han seguido incrementando. Nuestros estudios muestran que los talentos mexicanos se encuentran laborando exitosamente en todos los continentes. ¿Cómo se explica? La misma historia: no hay cabida para ellos, lamentablemente. No se trata de la mal llamada fuga de cerebros, sino de la necesidad imperiosa de estos talentos mexicanos de hallar dónde desarrollar sus conocimientos y, además, ser reconocidos.
De acuerdo con la Unesco, el porcentaje del producto interno bruto (PIB) asignado a la investigación en ciencia y tecnología se ha mantenido hasta ahora en casi 0.5 por ciento; habría que señalar además que se han disminuido 6 por ciento los recursos asignados al Programa Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, y se ha recortado 12 por ciento al Conacyt. Destinar uno por ciento del PIB en México a la investigación en ciencia y tecnología, como señalan los organismos internacionales, parece que tampoco en esta administración podrá alcanzarse.
No hay duda de que es necesario superar la profunda asimetría social y económica que aleja las posibilidades de alcanzar el ansiado desarrollo, y algunas de las propuestas señaladas en el PND van en ese sentido: incorporar a la población a los sectores educativos, salud universal, trabajo formal, salarios dignos. Sin embargo, no puede dejarse de lado el complemento al desarrollo, es decir, una inversión suficiente y necesaria para generar las grandes transformaciones a través de la ciencia, la tecnología y la innovación que permita desplegar toda su potencialidad como factor de igualdad y de inclusión social.
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