lunes, 10 de diciembre de 2018

Puntos y contrapuntos .

Víctor Flores Olea
El título de una novela de Aldous Huxley (Un mundo feliz) ha tenido mucho éxito como nombre de un programa de discusión política y no queremos desaprovechar, ya que expresa con mucha fuerza la situación política de México en este momento.
Por un lado, el aspecto propositivo del programa del presidente ganador en los recientes comicios, por un margen impresionante; por el otro, la expresión, ahora sí definida y clara, de fuerzas políticas e intereses opuestas al izquierdismo que de todos modos se transparenta en los principales puntos programáticos de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Durante los primeros pasos de la transición que se vive todo parecía ocurrir como miel sobre hojuelas; en efecto, ni las poderosas fuerzas de la oposición al statu quo, que centraron su crítica en la corrupción dominante y en el favorecimiento sin freno a los intereses particulares, parecieron despertar de su letargo a la derecha del país, que ya en otros momentos ha sabido expresarse con toda la virulencia de que es capaz. Por otro lado, la izquierda ganadora, con toda la fuerza y legitimidad que le otorgaba el voto claramente mayoritario, supo contenerse y no caer en las fáciles provocaciones que muchos esperaban.
Sin embargo, tarde o temprano han aparecido ya las divergencias de fondo. Desde luego, debe mencionarse en primer término la cancelación del aeropuerto de Texcoco, por una vía heterodoxa en la toma de decisiones políticas en México: la encuesta ciudadana, que además fue elaborada y aplicada con gran premura. Al respecto se ha acentuado la crítica sobre el modo de realizar este levantamiento de la opinión pública, en que se ha señalado, por ejemplo, que los votos ciudadanos podían expresarse tres o cuatro veces en diferentes casillas, o que el conjunto de los consultados apenas llegó a una cifra menor a 20 por ciento de la votación del pasado primero de julio.
Pero la crítica más acerba a la decisión se ha formulado en el aspecto económico, donde se muestra (¿o se demuestra?) que los cálculos económicos optimistas elaborados por los asesores de López Obrador estaban equivocados, y que en realidad la pérdida económica por la construcción del actual proyecto es mucho mayor que el cálculo elaborado por los allegados a AMLO. Además, por tanto, que las negociaciones que se emprendan sobre la base de los costos del aeropuerto que se entregaron en su momento a Peña Nieto, ni de lejos se aproximan al costo real de la mencionada sede.
Un grupo de acreedores rechazó la oferta del gobierno mexicano para comprar obligaciones como parte de la deuda, en la inteligencia de que debieran cambiar algunos aspectos de las obligaciones actuales del gobierno mexicano. La parte estadunidense rechazó la oferta pensando que podrían perder entonces algunas de las ventajas que ahora tienen. Estas propuestas iniciales se presentan como negativas para el presidente Andrés Manuel López Obrador. Debe recordarse que uno de los puntos principales de su campaña política fue la de ahorrar 13 mil millones de dólares que costaría el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, lo que llamó un gasto corrupto y un desperdicio. David Knutson, analista de Schroder Investment Management, que está entre los más fuertes acreedores de la deuda por la nueva obra, declaró, sin embargo, hace poco que los acreedores de la deuda Mexcat están ansiosos por iniciar las discusiones que hagan falta con el gobierno mexicano.
Es claro que AMLO cuenta actualmente con un inmenso capital político de signo expresamente democrático, y supongo que él es actualmente él más interesado en conservarlo. De todos modos, no debe olvidarse que asuntos como la cancelación del aeropuerto en Texcoco, y también, digamos, las discusiones que ha levantado la Suprema Corte al frenar la iniciativa de reducir el salario de los más elevados puestos del Poder Judicial y desde luego del Ejecutivo, quienes no podrán ganar más de los 107 mil pesos que será en adelante el ingreso del Presidente de la República.
Para decirlo en una palabra, se muestra aquí, muy resumidamente, la inmensa tarea que espera a López Obrador en su nueva responsabilidad. Él ha visto certeramente que la Cuarta Transformación a la que aspira no es simple­mente un problema de presupuestos, sino que es, sobre todo, una cuestión moral y cultural. Y esta es precisamente la dificultad mayor en un mundo regido sobre todo por consideraciones económicas y muy alejado, desde luego, de los valores morales y culturales. ¿Cómo hacer? Hay desde luego un mundo de valores morales y culturales en el centro del programa político de López Obrador. ¿Cómo hacer para situarlos en el centro de la preocupación de los mexicanos?
Desde luego organización y sentido de los tiempos históricos. Sabiendo entonces que, en una lucha como ésta, la paciencia es absolutamente fundamental, la virtud por excelencia que, a la postre, le dará el triunfo a los más necesitados. Pero cuál es el plazo. Obviamente no hay términos fijos, pero sí avances muy impresionantes, como el que se produjo el primero de julio en la justa electoral. Organización y paciencia: he ahí dos términos que, en adelante, la izquierda mexicana no podrá olvidar ni descuidar.