Jorge Durand
Durante este año llegaron tres caravanas de migrantes a México. La primera fue en abril, llamada Caravana Viacrucis, de las cuales habían varias ediciones anteriores, todas en Semana Santa. La segunda es la caravana de madres de migrantes desaparecidos, que ya tiene 14 ediciones y que ingresa a México en busca de sus familiares o información sobre su paradero. La tercera es la caminata migrante, que luego se llamó caravana hondureña, luego éxodo y finalmente éxodo sin Moisés.
Si bien todas son caravanas de migrantes son diferentes y requieren de un análisis más preciso para entender este fenómeno social y esta nueva forma de migrar y sus consecuencias.
La caravana de madres de migrantes desaparecidos pretende encontrar a sus hijos, con los que perdieron contacto o tener algún tipo de información acerca de ellos. Es una caravana que no pretende emigrar, ni pasar a Estados Unidos, pero sí lucha de manera colectiva en un proceso de autocuidado y sanación.
Se han dado muchos rencuentros entre madres, hijos e hijas, que por múltiples razones, que la vida impone, perdieron contacto. También se han constatado las malas noticias y en algunos casos se han podido recuperar restos o cadáveres. Constatar la vida o la muerte de un ser querido permite mitigar la angustia o concluir el duelo.
Y viajan juntas en caravana, por protección y visibilidad en su lucha, que no sólo es de casos particulares o personales, sino un movimiento por el respeto a los derechos humanos, por el cambio en los sistemas legales y para demandar sistemas de información y el uso de la tecnología para identificar a personas desaparecidas.
Detrás de la caravana opera el Movimiento Migratorio Mesoamericano que organiza la ruta, los apoyos, las vinculaciones con otras organizaciones y organismos de gobierno. Es un movimiento social que trasciende las fronteras, de dimensión regional, mesoamericana, en demanda de información, justicia y derechos para los migrantes y sus familias.
La caravana de madres interpela al estado mexicano que ha sido incapaz de frenar la violencia y los abusos cometidos por delincuentes comunes, pandillas y crimen organizado que se ceba en los migrantes que vienen solos o en pequeños grupos y en condiciones muy precarias. Y también por la extorsión y abuso sistemático de las diferentes fuerzas policiales, privadas y del personal del Instituto Nacional de Migración. Y el Estado es responsable de dar soluciones y respuestas sobre los miles de muertes y personas desaparecidas.
La segunda caravana es la Viacrucis que se hacía en los días santos, en procesión. En cierto modo se le daba un contenido religioso, ligado a la pasión y el sufrimiento de las personas migrantes. Esta caravana, realizada en abril, la promovió Pueblos sin Fronteras una organización que tiene amplia experiencia en la travesía de migrantes, a los que ha acompañado y asesora desde hace años. Se considera como una organización transfronteriza con voluntarios de varias nacionalidades, activistas, abogados y defensores de los derechos humanos y de los migrantes.
En abril de 2018 esta caravana llamó la atención de la prensa estadunidense (FOX) y fue inmediatamente retomada por el presidente Trump para demonizarla, considerarla una invasión en la que viajaban muchos criminales.
Fue esta caravana la que provocó la decisión de enviar a la guardia nacional a la frontera y exigir a México que la detuviera, porque tenía leyes más severas que los estadunidenses. La reacción en contra fue unánime, se reafirmó en discursos y pronunciamientos la postura soberana e independiente de México.
Al llegar la caravana a la capital logró negociar con las autoridades mexicanas permisos de salida, que no es otra cosa que un permiso de tránsito. Estos permisos se entregaban a los cubanos porque tenían prácticamente asegurado el asilo en Estados Unidos. También se acogieron a estos permisos los haitianos que venían de Brasil y africanos, que de uno u otro modo estaban protegidos por Acnur y tratados internacionales. Nunca se les había dado estos permisos a los centroamericanos. Más bien la política había sido la deportación sistemática a partir de la crisis humanitaria de 2014.
Curiosamente, en un comunicado de prensa de las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores se decía: “Como se esperaba, la Caravana conocida como ‘Viacrucis del Migrante’ comenzó su dispersión por decisión de sus integrantes”
En efecto, llegaron dispersos a la frontera, pero cerca de 400 lograron cruzar y solicitar audiencia para refugio.
La ira del presidente Donald Trump, no se hizo esperar. Y en julio se hizo evidente la separación de familias, muchos de aquellos caravaneros fueron separados de sus hijos y los menores de edad fueron desperdigados sin mayor orden ni concierto.
La tercera caravana, la hondureña, la del éxodo migrante, que todavía no termina, es mucho más compleja y se analizará en la próxima entrega.