Alfredo Jalife-Rahme
▲ El ex secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, terminó enemistado con el presidente Donald Trump. En la foto se despide de su personal en Washington, DC.Foto Afp
En una semana tempestuosa al interior y al exterior, Donald Trump se enfrascó en un duelo con su anterior secretario de Estado, el texano Rex Tillerson, ex mandamás de Exxon Mobil: máximo Imperio Privado de EU (https://amzn.to/2E9mf2a), que ha empezado a ser desplazado por los gigantes electrónicos del GAFAT (Google, Apple, Fa cebook, Amazon y Twitter). La querella no es menor ya que Trump favorece también a las petroleras, en particular a las consagradas al canibalismo del fracking (http://bit.ly/2EaefhC), amén de las inmobiliarias y los casinos.
Durante una colecta de fondos en Houston para el MD Anderson Cancer Center, Tillerson, quien fue defenestrado de fea manera, se enteró de su sustitución por Mike Pompeo, ex director de la CIA, mientras se encontraba en un mingitorio (http://bit.ly/2EaCmwA), arremetió contra Trump quienganó porque los votantes estaban desenganchados de los temas importantes, en referencia a una presidencia manejada por 128 caracteres de twitter, lo cual es preocupante ya que el pueblo estadunidense parece querer saber muy poco sobre los temas nodales y se sienten satisfechos con un twitt.
Aquí Tillerson exagera ya que el twitter, al unísono de las benditas redes sociales (López Obrador dixit), forma parte de la panoplia de la comunicación interactiva de los ciudadanos de la cuarta revolución industrial cuando a la medieval plutocracia neoliberal le conviene regresarnos al papiro con el fin de explotar la ignorancia de sus esclavos.
Sobre el zar Vlady Putin, Tillerson comentó que “juega un ajedrez tridimensional (https://bit.ly/2EjoRLZ)”.
Tillerson volvió a fustigar a Trump, en una entrevista con CBSNews, a quien tildó de indisciplinado (sic), que no lee ni los reportes resumidos y de pisotear las leyes y violar tratados, además de ser orgullosamente antintelectual (sic), pregonando que su éxito se debe a seguir sus instintos.
El tuit vengativo de Trump no se hizo esperar, amarrando navajas cual su costumbre insana: “Mike Pompeo está haciendo un gran trabajo; no estoy muy orgulloso de su antecesor. Tillerson no tenía la capacidad mental necesaria. Era tonto como una roca (¡súper-sic!) y no pude deshacerme de él lo suficientemente rápido. Él era perezoso como el infierno “ahora es un juego completamente nuevo, gran espíritu en el Departamento de Estado (http://bit.ly/2Eapfv6)”.
Algo ha de saber Tillerson quien se le fue a la yugular a Trump en su borrascosa semana que empezó, en el frente exterior, con la detención de Meng Wanzhou, la princesa tecnológica de Huawei, principal trasnacional de celulares del mundo (http://bit.ly/2E6LhPA), y que concluyó con su enésimo twitt caústico (http://bit.ly/2EdtKW7) donde festeja los chalecos amarillos contra el atribulado presidente galo Macron (http://bit.ly/2E9rlvt).
En el frente interno, el polémico fiscal especial Robert Mueller apretó las tuercas de su persecución judicial contra Trump la cual, a juicio de Garrett M. Graff del portal Wired, “se acerca a uno de los peores escenarios con memoranda de sentencia contra los íntimos socios trumpistas: Paul Manafort y Michael Cohen (http://bit.ly/2E9uBXx)”, lo que quizá haya orillado al presidente de EU a remodelar la columna vertebral de su gabinete y acercarse al nepotismo dinástico de los Bush.
Se van su jefe de gabinete, el General retirado John Kelly y el jefe de las fuerzas conjuntas, General Joe Dunford, quien sería sustituido por el General Mark Milley quien favorece un mayor gasto militar (http://bit.ly/2EapRAU).
También es despedida la locuaz embajadora en la ONU, Nikki Haley, quien será sustituida por Heather Nauert, ex conductora de Fox News, lo cual expone el desprecio de Trump por la inservible ONU.
En forma espectacular,Trump nominó a Willian Barr como fiscal general, que había servido de 1991 a 1993 con el recién fallecido George H. W. Bush, a quien Trump rindió un homenaje inusitado durante su funeral oficial.
¿Podrá William Barr apagar el incendio judicial contra Trump promovido por Robert Mueller?
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