viernes, 30 de noviembre de 2018

El comandante, sus tropas y la sanación.

Jorge Carrillo Olea
Una sorpresa más con muchos fondos es la que dio el presidente electo el domingo 25 en el campo militar. Reunido con 30 mil miembros de las tres fuerzas armadas cuyo promedio de edad sería quizá 20-24 años, los encendió de manera no registrada. No fueron los edulcorantes y vacíos discursos del Día del Ejército, no. AMLO dio muestras de lo que puede lograr en su favor como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas al hacerles sentir sus dotes de líder.
Atentos por casi una hora del discurso, los soldados fueron aprobadores sonrientes, aplaudidores frenéticos y respondientes eufóricos ante los últimos exhortos. Fue un acto que simplemente no se había dado. El presidente electo cautivó a la tropa con su verso simple, sus frases coloquiales, sus justas propuestas y su convocatoria a seguirlo en esa lucha que se anticipa ciclópea contra la violencia. Un lenguaje desconocido para los asistentes.
Por parte de la tropa, qué enorme diferencia de esas presencias cansadas hasta el desmayo en actos que no entienden, a discursos que nada les dicen, a oradores que siempre, sean los que sean, hasta los cadetes oradores del 13 de septiembre, porque así se los imponen, acaban loando al magnífico señor que nos preside, a sus obras majestuosas y a su bondad infinita.
Los militares del domingo tal vez por jóvenes, que se prodigaron con su próximo líder, no se conforman con las fórmulas artúricas que fríamente los convocan a cumplir con el deber. Son jóvenes que sienten venir el futuro y quieren saber más de él. Por eso consintieron al que identificaron como un líder que tiene la singular virtud de identificarse con los de abajo. Ellos que viven no sólo la existencia difícil de su oficio sino los frecuentes abusos de poder de los que nadie los defiende. Ellos que no tienen voz hallaron un interlocutor.
Por su parte AMLO reveló poseer un talante singular, inexistente entre sus antecesores, rígidos, prosopopéyicos, que simplemente no entendieron a la jodidez, y los soldados pertenecen a ella. Esos antecesores, todos, al intentar hablar a sus ejércitos se referían como a un ente vacío, inescrutable, a un espacio sideral y en el mejor de los casos sólo hablaban para la tiesa jerarquía que es a la única que conocen.
Ojalá para el bien de todos, del país, del propio presidente y su gestión, que este tipo de dirigencia eficaz se convierta en una constante y con variados mensajes. Ojalá que el presidente siga hablando cara a cara con sus ejércitos. El olvido de pasados desatinos. La sanación de una herida producida por AMLO durante la campaña. Por el bien de todos es lo mejor.
Para el presidente AMLO destaca el que se haya hecho de un activo político invaluable, de un aliado cuyo potencial es incomparable. Con la presencia que adquirió ese día puede convocar al mejor esfuerzo, puede exigir los mejores resultados haciéndolos compatibles con las mejores conductas. Puede porque con ese acercamiento demostró su decisión de ejercer el mando con dignidad y excelencia. Se ha hecho de un capital que no tuvieron sus precedentes: el respeto moral de sus subordinados.
Él no será el personaje lejano, acartonado, inaccesible e incomprensible. Ante ellos AMLO resultó un ser humano. Por eso los altos mandos presentes arrugaban el ceño, otros sonreían desconcertados ante la efectividad del arrojo. A dónde va éste, es posible que pensaran. Estando ahí los futuros secretarios de Defensa y Marina es deseable que pronto tradujeran el cambio hacia adentro.
Para la opinión en general quizá el acto haya sido sólo uno más. Por hoy se quedan cortos. No se rasca en el alcance de las consecuencias que, dicho abiertamente, que sabiéndose de su intenso potencial, por hoy no son tan claras. Lo indiscutible es que una vez más, AMLO mostró su sagacidad, astucia, imaginación y capacidad para sorprender innovando. Sus gobernados a partir de mañana deseamos que esas cualidades tan singulares sean para el bien de la nación.
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