En uno de sus reportes más recientes, el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) –institución del Tecnológico de Monterrey que periódicamente lleva a cabo escrupulosos análisis y estudios en materia económica y financiera– pronostica que la economía de México no superará 2 por ciento de crecimiento, mientras más de la mitad de la población que trabaja lo haga en la informalidad.
El reporte ayuda a responder preguntas que a menudo se hace la ciudadanía de a pie cuando se aborda el tema de la insuficiencia o la falta de ingresos: ¿Por qué por un lado los indicadores oficiales (vía la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) muestran que la tasa de personas ocupadas es aceptable y que quienes buscan trabajo lo encuentran, y por otro lado casi 62 millones de hombres y mujeres en el país tienen un ingreso diario menor al mínimo indispensable para vivir dignamente? ¿Acaso las cifras emanadas de las encuestas hechas por los organismos públicos están amañadas y no reflejan la realidad del ámbito laboral mexicano? Las respuestas no se encuentran en lo cuantitativo sino en lo cualitativo: el problema no es tanto la falta de empleo –apuntan los investigadores del CIEN– como los bajos salarios que perciben los ocupantes de las plazas ofrecidas, que resultan insuficientes para cubrir sus necesidades básicas.
Pero eso no es todo: el índice de subocupación supera con creces al de desocupación, aunque ello no significa que las personas subocupadas estén, en cuanto a ingresos, en condiciones mucho mejores que las que no tienen trabajo. A estas categorías debe sumarse otra que a partir de la llamada flexibilización laboral incorpora cada vez a más personas no sólo en México sino en todo el mundo: la informalidad, en donde se desempeñan, grosso modo, 32 millones de personas. Y hay todavía una modalidad más para categorizar a la población económicamente activa (PEA), sobre la cual se hacen todos los cálculos: la que agrupa a quienes se encuentran en condiciones críticas de ocupación, que trabajan un número reducido de horas o en cualquier caso lo hacen ganando menos que el salario mínimo (en ocasiones hasta dos veces menos).
En tales condiciones resulta comprensible que las perspectivas de crecimiento económico del país sean poco alentadoras, para no hablar de las economías individuales de quienes sólo disponen, como medio de subsistencia, de su fuerza de trabajo. De deplorable califica la investigación del CIEN a la calidad de los empleos que mayoritariamente se ofrecen en el mercado laboral mexicano, calificativo que naturalmente engloba a gran parte de ese porcentaje de la PEA que conforman las personas insertas en el sector informal de la economía.
El estudio de referencia no se queda en el mero diagnóstico de la situación: postula, a grandes rasgos, que la única forma para superar la difícil situación laboral por la que atraviesa un vasto sector de nuestra población, y de paso destrabar el lento crecimiento económico del país, no está en habilitar más puestos de trabajo mal pagado sino en la creación de empleos que ayuden a quienes los desempeñan a vivir una existencia sin privaciones.