Anaya y el tío Lolo
AMLO, violento
Gasolina: 20 pesos
Carlos Fernandez Vega
Con eso de que no son muy creativos, y por lo mismo se mantienen alejadísimos del primer lugar en las encuestas presidenciales, algunos candidatos con gustos esclavistas –que siempre se suben a pleitos ajenos para llevar agua a su molino– gritan a los cuatro vientos que regresó el López Obrador violento, que de nueva cuenta éste patentiza su intolerancia y que, en fin, una vez más ese político es el mismísimo chamuco.
Tal es el caso del pollito panista, quien en la capital potosina aportó la siguiente perla: “es irresponsable que Andrés Manuel López Obrador agreda a quienes generan más de un millón y medio de empleos en México. Regresó el López Obrador violento… Es una amenaza para la inversión y los empleos, pues ahora pelea y agrede a quienes crean los puestos de trabajo. Una de dos: o de plano López Obrador no se da cuenta que con estas calumnias y estos pleitos pone en riesgo la inversión y el empleo de millones de personas en el país, o de plano su obsesión por el poder ya es tal que ya ni siquiera eso le importa”.
Bien, pero onanismo anayista aparte, lo cierto es que López Obrador no se ha peleado con ni agredido a los empresarios del país. Hay muchísimos de ellos que cotidianamente se rompen el lomo para sacar adelante a sus empresas y garantizar la fuente laboral de millones de mexicanos, con todo y que son ninguneados por el aparato gubernamental, que sólo tiene ojos y atenciones para la élite. Pero al pollito le encanta jugar al tío Lolo.
La crítica concreta del Peje se ha dirigido a la minoría rapaz congregada en el Consejo Mexicano de Negocios (antes de Hombres de Negocios), un grupo de presión política, económica, financiera y electoral desde su fundación en 1962, cuando el entonces inquilino de Los Pinos era Adolfo López Mateos, y se acercaba el destape del genocida Díaz Ordaz. Y la mayoría de sus miembros presumían su alemanismo, no sólo por la cercanía con el ex mandatario, sino, especialmente, porque con él vieron crecer rápida y sostenidamente sus respectivas cuan voluminosas fortunas.
Entonces, si violencia e intolerancia es igual a denunciar las prácticas de una minoría rapaz que ha saqueado al país y se ha enriquecido brutalmente a costillas de los bienes de la nación, que acapara los contratos gubernamentales, que se mantiene impune y que de las componendas con el poder político ha hecho su modus operandi, entonces el moreno sí merece esos calificativos, aunque de hecho no regresó el violento, sino que siempre ha estado presente, pues en realidad el Peje candidato no ha quitado el dedo del renglón desde, cuando menos, dos décadas atrás, cuando se destapó el estercolero llamado Fobaproa, en cuya panza quedaron muchísimos millones de pesos de esa misma minoría rapaz, los cuales, sin más, se los endilgaron a los mexicanos por cortesía de panistas y priístas.
Es cuestión de darse un paseo (de Salinas a Peña Nieto, sin olvidar a Fox y Calderón) por las privatizaciones (que tornaron monopolios del Estado en monopolios privados), concesiones, jugosos negocios con dinero ajeno (Afore, por ejemplo), rescates, salvamentos, contratos públicos inflados, políticas gubernamentales a la medida de los barones (y de paso, financiamiento para las campañas de los candidatos a modo) y muchísimo más, para constatar que la violencia e intolerancia tienen los mismos nombres y apellidos, que son los de siempre, y que en realidad los agredidos han sido los mexicanos.
El Consejo Mexicano (de Hombres) de Negocios es una muestra concreta y fehaciente del corporativismo que tanto daño ha hecho al país (corporativismo que el Partido Acción Nacional dice combatir), siempre de la mano del partido único, del señor presidente de la República y de, obvio es, el presupuesto de la nación, todo ello aderezado con un altísimo grado de impunidad. Y ejemplos sobran.
Pero resulta que el pollito Anaya finge demencia y no sólo defiende el modelito corporativista, sino que lo alaba, y a quienes critican esas prácticas antidemocráticas los califica de violentos e intolerantes. En los hechos, sin embargo, no queda duda de que él defiende la tesis de que el Consejo Mexicano (de Hombres) de Negocios no es del país… el país es de ellos. Y todo indica que el candidato panista es uno de sus tantos gatos.
Por cierto, en el desplegado (Así no) que publicó en diversos medios de comunicación, dicho consejo se pavonea de que las empresas de sus integrantes emplean de manera directa a más de un millón y medio de jefes de familias mexicanas. Qué bueno, pero debería darles vergüenza.
Ese millón y medio de empleos apenas representa, en números cerrados, 7.5 por ciento de las plazas formales reconocidas por el Instituto Mexicano del Seguro Social, y 2.5 por ciento de la población ocupada en el país, de tal suerte que el logro laboral de tales empresarios ha sido inversamente proporcional al volumen y crecimiento (como la espuma) de sus fortunas, de tal suerte que le salen debiendo, y mucho, al país y a sus habitantes.
Lo anterior en el mejor de los casos, porque las muchísimas empresas que acumulan los integrantes del Consejo Mexicano (de Hombres) de Negocios de mucho tiempo atrás recurren al outsourcing para bajar salarios (prestaciones inexistentes) y aumentar utilidades. Y lo han hecho a lo largo del tiempo en connivencia con el gobierno en turno (priístas y panistas).
Dicha práctica fue ilegal durante décadas (de acuerdo con la Ley Federal del Trabajo), pero para eso tuvieron a otro gato: Felipe Calderón (autodenominado presidente del empleo; por cierto, la candidata Margarita, su esposa, es financiada por uno de los barones: Alberto Baillères), quien no sólo permitió y estimuló tal práctica, sino que al cierre de su sexenio la legalizó. Entonces, no es gratuito que a estas alturas casi 60 por ciento de la población ocupada sobreviva en la informalidad.
Las rebanadas del pastel
Dos meses atrás, en la Secretaría de Hacienda aseguraban que el precio por litro de gasolina Premium estaba bastante lejos de los 20 pesos y, molestos, rechazaban la posibilidad de que se alcanzara esa cota. Pues bien: ¡sorpresa!, mexicanos crédulos, que en algunas zonas del país ya se pagan los 20 pesos, y contando. Y lo peor del caso es que el precio de la gasolina en Estados Unidos –de donde el nuestro importa un volumen cada día mayor– se mantiene 26 por ciento por debajo del que aquí se cobra a los consumidores… Y el dólar cierra semana cambiaria en 19.61 masacrados pesitos (Bancomer).
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