miércoles, 9 de mayo de 2018

Candados sobre la política macroeconómica en México.

Alejandro Nadal
Es frecuente escuchar en el contexto del debate político mexicano la queja de que los candidatos no tienen propuestas, sobre todo en materia económica. Eso es inexacto. Sí se hacen propuestas, pero lo que falta es un análisis riguroso sobre la naturaleza de los males que aquejan a la economía mexicana. Es como si los médicos estuvieran recetando medicinas sin hacer un diagnóstico de los padecimientos que aquejan al paciente.
En especial, uno de los temas que brilla por su ausencia en el debate político hoy en México es el de las restricciones que se imponen en materia de política macroeconómica. Esto es clave, porque ningún gobierno podrá reorientar el rumbo de la economía mexicana si no recupera el control de la política macroeconómica.
Para cualquier diagnóstico, un poco de historia es vital. En México se viene aplicando una doble ofensiva contra la población desde 1982. Por un lado, una contención salarial. Por otro, una restricción fiscal que ha limitado el gasto social. Los efectos sobre la desigualdad y la generación de pobreza han sido devastadores. Entre 1980 y 2017 el poder de compra de los salarios perdió 70 por ciento. Hoy la pobreza en México, según cifras oficiales, rebasa 55 por ciento de la población.
Por el lado fiscal, desde 1982 se aplicó una cruel política de recortes sobre el gasto público, con el fin de permitir al gobierno enfrentar el servicio de la deuda. Por eso se sacrificó el gasto en los rubros de salud, vivienda y educación, medulares en cualquier estrategia de desarrollo.
En la década de 1990 se consolida el proyecto neoliberal. Pero la crisis de diciembre de 1994 mostró las contradicciones de este modelo económico. Desde entonces la economía mexicana navega sin rumbo, cada vez más fusionada con la economía estadunidense y atada a sus ciclos económicos. Y hoy el manejo de los principales instrumentos de la política macroeconómica está restringido por diversas fuerzas económicas y por amarres legales.
Por el lado de la política fiscal, la Ley Federal del Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (Lfprh) consagra el principio neoliberal del equilibrio presupuestario. En su artículo 17, esa ley subordina el manejo de la política fiscal a los llamados requerimientos financieros del sector público. Como la idea de una verdadera reforma fiscal parece ser un tabú para todo mundo, comenzando por los personeros de las clases privilegiadas, ese precepto se traduce en restringir el gasto programable para poder obtener un superávit primario. En los hechos, eso condena a la política fiscal a servir como fuente de recursos para canalizarlos al sector financiero.
Un punto clave aquí es que con ese artículo 17 la Lfprh vulnera las atribuciones otorgadas por la Constitución federal a la Cámara de Diputados en materia de política fiscal. Pero el orden constitucional no es algo que quite el sueño a los gobiernos de corte neoliberal. En su cosmología, todo se debe subordinar a los dioses del mundo financiero.
La política monetaria también se encuentra capturada por los mercados financieros. En efecto, hoy el banco central es autónomo por ley frente al gobierno, pero no lo es frente al sector bancario y financiero. La importante función de creación monetaria es desarrollada por los bancos comerciales y el banco central sirve para proporcionar reservas cuando la banca las necesita. Además, la tasa de interés es una variable exógena y no tiene nada que ver con un mítico mercado de fondos prestables. En la realidad, la tasa de interés está más relacionada con la necesidad de retener capitales en México para sostener las reservas del banco central que con cualquier otro objetivo.
Hubo una época en que los mercados financieros estaban alertas a las medidas que podía adoptar el banco central. Esos tiempos han concluido. Hoy, es el banco central el que se mantiene preocupado frente a lo que puede suceder en los mercados financieros. Por supuesto, las expectativas de los participantes del mercado se relacionan con las posibles variaciones en el valor de sus activos. Pero son esas expectativas, no las metas de desarrollo, lo que constituye la variable principal en las discusiones en la sala de juntas del Banco de México.
La captura del banco central por el mundo de las finanzas es una de las características centrales de la financiarización. México no es una excepción, por eso las consideraciones de corto plazo sobre posibles perturbaciones en las operaciones de los mercados financieros constituyen la principal preocupación del banco central.
Si el próximo triunfador de las elecciones presidenciales está preocupado por reorientar el rumbo de la economía mexicana para sacarla del marasmo en el que se encuentra, deberá tomar en cuenta estas restricciones, que a final de cuentas se han impuesto como candados para evitar cambios en el modelo neoliberal. Ahora, si al ganador no le inquieta el trágico panorama económico que sufre México, estas consideraciones le parecerán superfluas. Pero también le debe parecer trivial el hecho de que la sociedad mexicana es una bomba de tiempo.
Twitter: @anadaloficial