Arturo Balderas Rodríguez
No le fue muy bien a Donald Trump la semana pasada debido a que en por lo menos tres frentes sufrió tremendos descalabros: el primero, en el marco de la visita del presidente de Francia; el segundo, producto de la decisión de un juez federal que determinó que el gobierno debería aceptar nuevas solicitudes en el programa DACA, que ampara a los jóvenes cuyos padres los llevaron a Estados Unidos cuando eran niños, y el tercero, en lo que apunta como una posible rectificación por parte de la Suprema Corte a la orden del presidente, mediante la que prohíbe la entrada a ciudadanos de seis países cuya población es musulmana, en su mayoría.
Emmanuel Macron, presidente francés, fue invitado al Congreso, donde expresó su repudio a la política de aislamiento de algunas naciones. No comparto la fascinación por poderes absolutos, el abandono de las libertades en favor del miedo y la ilusión del nacionalismo. Podemos escoger aislamiento y nacionalismo, pero cerrar la puerta al mundo no detendrá la evolución; en cambio, debilitará el orden de libertades que construimos después de la Segunda Guerra Mundial. Sin decir su nombre y con sutil ironía, fue evidente su referencia a la política diseñada por Trump en su propósito de imponer rigurosas barreras al comercio. Si perseveramos en la idea de América primero o Francia primero, habrá otras naciones que implementen esa misma política que no beneficiará a nadie. Macron también reiteró su convicción sobre la necesidad de preservar el pacto mediante el que Irán se compromete a suspender su programa nuclear y de fabricación de misiles que permitió se levantaran las sanciones económicas en su contra. Nuestro objetivo es claro: Irán no debe poseer armamento nuclear, no hoy, no en cinco o 10 años, sino nunca. Más adelante se refirió a la necesidad de fortalecer el Acuerdo de París para proteger el medio ambiente, y agregó: nuestros niños merecen un planeta habitable en el futuro. Terminó diciendo que esperaba que algún día Estados Unidos regrese al acuerdo.
En el frente doméstico, un juez federal ordenó al gobierno de Trump reabrir el programa DACA, mediante el cual se garantiza la residencia a cientos de miles de jóvenes que llegaron cuando eran niños. Hace poco menos de un año, Trump decidió no sólo suspender el programa, sino iniciar juicios de deportación a muchos de ellos. El fallo del juez es un fuerte golpe a uno de los capítulos de la draconiana política migratoria presidencial.
También en relación con la política migratoria, la Suprema Corte inició las audiencias para determinar la legalidad de la suspensión del visado a todos los ciudadanos de seis naciones musulmanas. En diversos tribunales federales, los jueces determinaron que era una política discriminatoria por motivos religiosos y ordenaron al gobierno reabrir la expedición de visas. Trump se amparó en dos ocasiones y los jueces rechazaron el recurso. En unas semanas la decisión definitiva corresponderá a la Suprema Corte.
En cada uno de estos actos la administración de Trump ha salido raspada. En cambio, el presidente francés, quien con la evidente excepción de la bancada del Partido Republicano, recibió sonoras ovaciones en algunos momentos de su discurso, cuando fuera del protocolo diplomático, se refirió a la lamentable política externa de Trump.