Víctor Flores Olea
Una primera cuestión que salta la vista de quienes siguen con atención el proceso electoral es, sin duda, su muy baja calidad política e intelectual. Por supuesto, no quisiéramos unas elecciones, ni a candidatos de los partidos políticos, que fueran simplemente como maestros de alguna escuela de nivel medio superior. No, no se trata de enseñar sino de convencer y de mostrar a la ciudadanía los caminos que ofrecen los candidatos para el próximo futuro del país.
Y aquí debemos decir que, en verdad, el nivel de las intervenciones de los candidatos ha sido casi siempre muy pobre. Es decir, vemos una suerte de argumentación y de lógica en los mismos, trabada por los compromisos tácticos y estratégicos, y por los intereses personales o de grupo de los candidatos. No es el hecho de que en casi todos los formatos de estos debates nos lleven a un necesario acartonamiento en las exposiciones, sino algo más: los argumentos de cada uno están por debajo de su capacidad y posibilidad real o supuesta de exposición, como si el nivel efectivo de cada uno hubiera dado al traste por una forma cotidiana de hacer (o de no hacer) política en nuestro país.
El nivel tan bajo de la discusión política diaria, que sigue manteniéndose en México (ausencia de la discusión política de calidad), inevitablemente afecta a sus momentos culminantes, como este en que ya tenemos encima la elección de funcionarios más importante que jamás ha tenido México. Y hay otro problema más grave aún: que de los cinco candidatos formales a la Presidencia tal vez solamente uno hace el necesario contacto con la ciudadanía, con su potencial clientela política.
El del PRI sigue hablando como si estuviera en una reunión de funcionarios (casi casi en un confesionario) y se siente el sopor y el sueño que transmite a su auditorio. Y lo malo es que cuando despierta y procura imitar a un candidato, se convierte también casi en jilguero rentado por el PRI, sin transmitir ninguna real convicción. Lo repetimos ahora, para AMLO fue una suerte que el PRI le presentara este triste adversario, que además, con la piedra del Pípila que carga, se ha convertido en poco menos que en total ausente. No dudamos de su inteligencia, de su honestidad y experiencia, pero es evidente que sus cualidades brillarían en otras funciones, no en la de candidato.
En cuanto a Ricardo Anaya, que encabeza la coalición Por México al Frente, no hay duda de que tiene tablas y talento, aunque no acaba de resolver su problema de acusación de lavado de dinero y defraudación fiscal. El escándalo publicitario que dura ya varios meses hizo ver, por otra parte, la enorme, elemental equivocación del PRI, quien dirigió en su contra sus más poderosas baterías publicitarias y de organismos políticos (la PGR). Equivocación elemental porque pensó probablemente que Anaya era su principal adversario, y que eliminando al segundo lugar de las preferencias sería después más fácil alcanzar y superar al primer lugar. Por supuesto, la mescolanza que implica la presencia del PAN y del PRD en la misma coalición, hace prever que fácilmente habrá abandonos de esta candidatura, sin compensaciones suficientes. Entre una y otra cosa, muchos signos indicarían que Anaya adelantó su candidatura, además de que las siglas del PAN están ya harto envejecidas para la renovación política que necesita México.
Por lo que hace a las llamadas candidaturas independientes, la de Margarita Zavala, por mejor que le hubiera ido en su intervención en el debate de los cinco, y por más elogios que hubiera obtenido, parece definitivamente borrada para ascender a otra etapa de la contienda. Para no hablar de Jaime Rodríguez Calderón, que a la obvia limitación intelectual añade una perfecta vulgaridad (que sigue insistiendo en el corte de la mano a los bandidos). No se entiende con qué fines el gobierno manipuló esta candidatura para hacerla aparecer entre los independientes, sólo hasta un segundo momento sin futuro…
En cuanto a Andrés Manuel, el pueblo de México se ha encontrado con un candidato que, en la actualidad, llena vastamente sus necesidades y aspiraciones. Por ello desde hace meses lleva una delantera que parece inconmovible…, no obstante que las otras coaliciones, partidos y candidatos se han unido como un solo hombre en su contra, como pudo verse en el debate y como puede verse cada día en los spots publicitarios de los otros candidatos y en los variados canales que utilizan los medios. El hecho es que, además de esta circunstancia, que para muchos es favorable a AMLO puesto que los incita a cerrar filas en torno al (relativo) opositor al sistema, hasta el punto, no sin bases, que ya algunos afirman que López Obrador podrá superar en su favor incluso 50 por ciento de los sufragios. En todo caso, para muchos el tema del resultado electoral está ya fuera de discusión y parece un hecho evidente…
Por supuesto, sigue siendo el temor de muchos morenistas que a última hora vuelvan a reunirse el resto de los candidatos inscritos y que otra vez, como un solo hombre, hagan pandilla unitaria en contra de Andrés Manuel. Desde luego el temor viene de las dos últimas elecciones en que participó como candidato, también mayoritario en las encuestas, y fue objeto de sendos fraudes escandalosos que ahora pudieran repetirse a una escala más elevada de fraude, ya que ahora AMLO cuenta con un apoyo que no tuvo en el pasado, así como nunca una mayoria de población repudia al PRI.
Claro está que no se excluye de ninguna manera la intentona de un nuevo fraude, pero éste tendrá que ser de una magnitud tal que provocaría un escándalo mayúsculo dentro y fuera del país. En el plan interno, hasta el punto de ser posiblemente el detonador de un levantamiento de gran intensidad, entre el nuevo y el viejo México. Esta perspectiva doble podría ser el principal inhibidor de este perspectiva doble de posibles enfrentamientos, que tal vez el Ejecutivo considere demasiado riesgosos para el prestigio de la República y para la seguridad de los dirigentes actuales.