Como siguiendo un libreto, los medios internacionales reproducen sin ningún rubor y sin mínima verificación las especies divulgadas por la ultraderecha boliviana. En sus afirmaciones de que los hechos en curso en la provincia más poblada y con mayor riqueza de este país andino constituyen un levantamiento unánime de la sociedad civil, omiten que desde el arranque mismo del paro las acciones han estado guiadas por el fanatismo, la intolerancia y el recurso de la violencia: el primer día del sabotaje a la economía nacional, esbirros vinculados al Comité Cívico pro Santa Cruz (organismo paraempresarial de la derecha racista y secesionista) asesinaron al empleado público Juan Pablo Taborga, quien intentaba despejar un bloqueo; en la localidad de Puerto Quijarro, paramilitares amenazan con allanar la vivienda del alcalde por el Movimiento al Socialismo, Luis Chamby, y en otras regiones se han producido ataques contra comunidades indígenas que se oponen a la cruzada de las élites provinciales.
Además del guion, se repiten los personajes: el actual gobernador de Santa Cruz es el golpista Luis Fernando Camacho, en 2019 dirigente del Comité Cívico y organizador principal de desmanes callejeros, del amotinamiento policial y la consumación del golpe con la traición de las fuerzas armadas. Fundamentalista religioso, minutos después de que el ejército obligara al gobierno de Morales a huir, Camacho ingresó a la sede del Ejecutivo con una Biblia y proclamó, en un Estado que es laico desde 2009, que ahora Dios va a gobernar Bolivia.
En esta misma senda, Áñez usurpó la presidencia con el libro sagrado del cristianismo en la mano, y afirmó: Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar a palacio; que él nos bendiga.
Tres años después de estos hechos que dejaron decenas de muertos, suspendieron la democracia y sumieron al país en la ingobernabilidad, Camacho demuestra que mantiene la misma voluntad de asaltar el poder por la vía de la violencia y el sabotaje.
Por ello, fue la única autoridad de las 300 convocadas que no se presentó al diálogo con el presidente Luis Arce para destrabar el conflicto en torno al aplazamiento del censo poblacional que debía llevarse a cabo este año, pero se movió a 2024 por razones técnicas, el pretexto usado por la derecha para emprender su nueva aventura golpista.
Estos sucesos se producen al mismo tiempo que en el vecino Brasil, Lula da Silva logró derrotar en las urnas al fascismo de Jair Bolsonaro, y a pocos meses de que en Chile y Colombia se inauguraron gobiernos de izquierda tras décadas de noche neoliberal. En este sentido, el paro oligárquico de Santa Cruz es un recordatorio siniestro de que las derechas no darán tregua en el designio de imponer sus agendas, sin reparar en los costos ni en los métodos.
Los límites del crecimiento, 50 años después
Víctor M. Toledo
Han pasado cinco décadas desde la publicación del estudio Los límites del crecimiento, que entre más pasa el tiempo más se reconoce como la obra que sacudió con alta intensidad los cimientos económicos y la cosmovisión del mundo moderno. Recordar sus orígenes vale la pena, porque permite identificar fenómenos inusitados. La investigación fue solicitada por el Club de Roma al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). El Club de Roma es un consorcio de científicos, empresarios, políticos y pensadores europeos fundado por Aurelio Peccei, industrial italiano, y Alexander King, director de ciencia en la Comunidad Europea, que continúa vigente y ha publicado 45 reportes sobre la situación del mundo. Hoy el Club de Roma está formado por unos 100 miembros, tiene presencia en 30 países y su sede central se encuentra en Suiza.
El estudio, publicado en 1972, que hizo el grupo de dinámica de sistemas del MIT está basado en un modelo global que incorporó cinco variables o factores críticos: crecimiento de la población, producción de alimentos, industrialización, agotamiento de recursos naturales y contaminación. Este modelo intentó develar las tendencias para 100 años. La investigación llegó a tres principales conclusiones: a) de seguir las tendencias actuales de los factores incluidos, el planeta alcanzaría los límites de crecimiento en los próximos 100 años. El resultado más probable: un súbito e incontrolable descenso tanto de la población como de la capacidad industrial; b) se deben modificar estas tendencias con el fin de alcanzar un equilibrio ecológico y económico; c) cuanto más pronto se empiece a trabajar la opción b, mayores serán las posibilidades de éxito. El modelo mundial creado logró analizar de manera conjunta los cinco factores en términos de circuitos de retroalimentación entrelazados. Cincuenta años después, no hay duda de que la huella ecológica de la humanidad supera sustancialmente sus límites naturales cada año.
El impacto de este libro fue muchas veces mayor, porque provino no de intelectuales disidentes o alternativos sino de las entrañas mismas del sistema científico normal o dominante. Su mayor aporte es que mostró por primera vez las consecuencias del crecimiento incontrolado en un planeta de recursos finitos. La autora principal del informe, en el que colaboraron 17 profesionales, fue Donella Meadows, biofísica y científica ambiental, especializada en dinámica de sistemas. El Club de Roma ha publicado otras tres versiones actualizadas del informe original en 1992, 2004 y 2012.
Podemos distinguir varios sucesos en torno a este informe. Primeramente los eventos que acompañaron la publicación de esta obra en la década de 1970. Por los mismos años apareció otra obra clave que puso en duda los fundamentos de la teoría económica: el libro de N. Georgescu-Roegen (1971) The Entropy Law and the Economic Process, precursor de la economía ecológica y de la termoeconomía. En 1973 se organizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo, Suecia, que fue la primera conferencia mundial en hacer del ambiente un tema importante.
El enorme efecto perturbador que provocó el libro tuvo que ser enfrentado y luego neutralizado por los defensores del establishment, y esto se logró mediante la introducción de un concepto que ocultara la aprobación de seguir creciendo: el de desarrollo sustentable (o sostenible). Este concepto lo introdujo el Informe Brundtland (1987), conciliando ambientalismo y desarrollismo y se impuso para sostener la idolatría del crecimiento y/o el desarrollo económico. Su lanzamiento espectacular ocurrió en la Cumbre de Río de Janeiro en 1992. Casi sin excepción, quienes hemos estado en la preocupación permanente por el futuro de la humanidad y del planeta aceptamos y adoptamos acríticamente el concepto de desarrollo sustentable y su ingenua triada (ambientalmente correcto, socialmente justo y económicamente viable). El concepto sigue vigente marcando las políticas internacionales con los llamados Objetivos del Desarrollo Sostenible con las metas ubicadas en 2030.
Contra lo anterior han surgido todo un alud de obras, informes, posicionamientos y declaraciones que dejan cada vez más claro que estamos ante una crisis de civilización, donde el capital corporativo es realmente el principal causante de la crisis ecológica y social del mundo actual. Han contribuido a lo anterior los textos y el movimiento social sobre decrecimiento, la teoría del capitaloceno, los posicionamientos de uniones de científicos y, por supuesto, los movimientos de ecología política que hoy existen en todo el mundo cuestionando la cosmovisión de la modernidad y su principal ariete: el sistema económico y su obsesión imparable por el crecimiento.