Carlos Fernández-Vega
Para ser una deficiencia metodológica, según la Auditoría Superior de la Federación (ASF), una diferencia de 220 mil millones de pesos resulta realmente abismal respecto de las cifras reales y, ni de lejos alcanza para justificar el desfase existente a la hora de las sumas y restas para estimar los costos por la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). A finales de febrero pasado, como parte de su informe sobre la cuenta pública 2019, la ASF dio a conocer que, de acuerdo con sus cálculos, el costo de dicha cancelación –ordenada por el presidente López Obrador– se aproximó a 332 mil millones de pesos, monto que rebasó, por mucho, las estimaciones que sobre el particular realizó el gobierno federal.
Tal afirmación causó malestar en Palacio Nacional, donde el presidente López Obrador invitó a la ASF a revisar y rectificar sus números, porque sus señalamientos están mal y son exagerados, amén de que en su informe le están dando mal la información a nuestros adversarios y yo creo que no deben de prestarse a esas campañas. Entonces, antes de que aclaremos nosotros, que lo haga la Auditoría.
El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, le hizo segunda y advirtió que 75 por ciento de los resultados de la revisión de la ASF al costo de cancelación del NAICM, efectuada por la Auditoría, son erróneos, pues calculó en alrededor de 331 mil 996 millones de pesos dicho costo (estimación que sorprendió a todos), cuando en los hechos fue sustancialmente menor. La ASF claramente confundió las operaciones netas con las operaciones brutas, en un asunto de contabilidad financiera muy elemental; en el reporte de la ASF no se utilizaron los criterios contables esenciales. Con criterios financieros extraordinariamente elementales eso es difícil de entender, sobre todo cuando proviene de una institución experimentada.Por ello, no sabemos bien a bien a qué se debe. O hay un problema de preparación básica de quien formuló esto o se trata francamente de mala fe de quien dio a conocer el informe.
El reclamo gubernamental se basaba en hechos contra estimaciones mal realizadas por la ASF, tanto que la diferencia entre los primeros y las segundas resultó en la friolera de 220 mil millones de pesos menos. Y, ataque hepático de por medio, la Auditoría se vio en la penosa necesidad de recular y poner nuevas pilas a su calculadora.
Así, la ASF reconsideró su informe previo y ayer se conocieron sus correcciones, las que incluyen el reconocimiento de que al finalizar 2019 la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México costó 113 mil 327.7 millones de pesos, según Gerardo Lozano Dubernard, titular de la Auditoría Especial de Cumplimiento Financiero (AECF), de la Auditoría Superior de la Federación, instancia que encabezó el grupo revisor del informe en el que la propia Auditoría señalaba que el cierre de la terminal de Texcoco había costado tres veces más que lo proyectado por el gobierno federal ( La Jornada, Arturo Sánchez Jiménez).
La diferencia entre el primer informe (febrero pasado) y el corregido (divulgado ayer) es de 220 mil millones de pesos (alrededor de 11 mil millones de dólares), monto lo suficientemente grande como para que, sin más, haya pasado de largo a la hora de las sumas y restas. Es decir, quién sabe por qué la ASF infló los costos en casi 200 por ciento, algo que resulta incomprensible en una institución dedicada y obligada a la precisión en sus informes sobre el ejercicio del gasto público.
Para la memoria: en septiembre de 2014 el entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, públicamente informó que el costo total del faraónico NAICM sería de 120 mil millones de pesos, y prácticamente al cierre del sexenio peñanietista ese monto ya rebasaba los 320 mil millones, es decir, un incremento de 267 por ciento. En diciembre de 2018 se canceló la construcción de la nueva terminal aérea. Entonces, ¿la ASF se hizo bolas, hubo mano negra, o qué pasó ahí?
Las rebanadas del pastel
Otro filón que se les va a los barones: el presidente López Obrador anunció que los 10 parques industriales en el sureste del país no se concesionarán a particulares; es un asunto de soberanía y lo manejará el Estado mexicano.
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Sequía y desatención, fórmula para el desastre
La sequía y el uso irracional de los recursos naturales amenazan a dos de las grandes riquezas de México: por una parte, se encuentra en riesgo la producción de maíz, alimento básico y símbolo identitario; por otra, científicos alertan sobre la inminente desaparición del ecosistema del valle de Cuatro Ciénegas, Coahuila, el sitio más biodiverso del mundo y albergue de cuantiosas especies endémicas.
En cuanto al grano insignia de México, en un año la producción nacional de maíz para consumo humano cayó un 30 por ciento, y el próximo ciclo será incluso menos alentador, debido a que hay menos superficie sembrada, van dos años seguidos de sequías y hubo siniestros en cultivos.
En los tres primeros meses de 2021, alrededor de 348 mil hectáreas quedaron siniestradas por heladas y agostamiento –300 mil de ellas sólo en el estado de Tamaulipas–, y al menos 1.7 millones de hectáreas ubicadas en zonas de alta vulnerabilidad quedaron sin cosechar debido a los bajos niveles de las presas. De acuerdo con el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Sistema Producto Maíz, Vicente Álvarez Delgado, la situación es delicada, y se agrava porque no hay una política gubernamental dirigida al productor.
La falta de agua también acecha a Cuatro Ciénegas, una región que ha merecido el sobrenombre de la Galápagos mexicana por la increíble diversidad de especies animales y vegetales que sustentan sus lagunas, producto del afloramiento de agua subterránea en medio del desierto.
La extracción del líquido para actividades agrícolas a gran escala, la cual se inició en la década de los 70, provocó un grave deterioro ambiental y, aunque desde 1994 el valle es un área de protección de flora y fauna, la falta de conciencia de los agricultores y la necesidad de acceder al recurso hídrico tienen a los humedales al borde de la extinción.
El pasado 5 de mayo, un grupo de ejidatarios destruyó obras de conservación que habían permitido el renacer del río Mezquites y alentado una significativa pero frágil recuperación de la zona, por lo que en estos momentos el destino de este tesoro natural es más incierto que nunca.
Mientras una mala cosecha de maíz, a pesar de todos sus indeseables efectos socioeconómicos, puede paliarse con la importación del grano y recuperarse en un futuro, la destrucción de Cuatro Ciénegas es una pérdida irreparable en tanto la desecación de las lagunas se llevará consigo un acervo biológico que la ciencia apenas empezaba a comprender, y que debe ser visto como un patrimonio común de la humanidad, cuya desaparición empobrece a las presentes y a las futuras generaciones.
Las autoridades no pueden mirar hacia otra parte cuando se encuentran amenazados el principal recurso alimentario de las mayorías y un ecosistema único, digno de todos los esfuerzos de conservación.