miércoles, 5 de mayo de 2021

EU es socio de AL, dice Harris, pero mantiene críticas a Cuba y Venezuela.

▲ Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, ayer en la Conferencia Anual de Washington sobre las Américas.Foto Ap
David Brooks  Corresponsal
Periódico La Jornada  Miércoles 5 de mayo de 2021, p. 21
Nueva York., La política revitalizada del gobierno de Joe Biden favorece el esfuerzo colectivo entre socios para promover la prosperidad y seguridad en el hemisferio americano, aunque en algunos casos Washington presionará a quienes considera que no están cumpliendo con sus compromisos democráticos.
La vicepresidenta Kamala Harris reiteró la consigna de su gobierno de que Estados Unidos está de regreso y eso incluye revitalizar nuestras relaciones con América, las cuales son increíblemente complejas.
En un discurso ante la Conferencia Anual de Washington sobre las Américas, auspiciada por el Council of the Americas, en conjunto con el Departamento de Estado, Harris afirmó que es compromiso de su gobierno promover la democracia y el buen gobierno en la región, pero enfatizó que “los latinoamericanos están dando forma a su propio futuro, están escribiendo su propia historia… Nuestro papel es ayudar en lo que podamos mientras América Latina escribe su próximo capítulo”.
Indicó que la respuesta estadunidense a la migración desde Centroamérica y el sur de México se desarrolla bajo su coordinación de manera conjunta no sólo con esos gobiernos, sino con el sector privado, fundaciones y ONG, y recordó que tiene programada una conversación con el presidente Andrés Manuel López Obrador el próximo viernes, y una visita en persona en junio, para abordar este tema.
Queremos ayudar para resolver tanto las condiciones extremas actuales como los problemas de fondo que obligan a la gente a migrar, y afirmó que para ello se requiere de estrategias integrales y trabajo regional conjunto para abordar asuntos que van desde el cambio climático hasta la violencia, la falta de oportunidad económica, la corrupción y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.
En ese contexto señaló que Washington tiene que criticar al gobierno de El Salvador por sus acciones contra el Poder Judicial en ese país.
El secretario de Estado, Antony Blinken, reiteró el mensaje de Harris, detallando tres prioridades en la relación con el hemisferio: frenar la pandemia, promover la recuperación económica con equidad, y dar un nuevo impulso a nuestro apoyo a la democracia.
En ese último punto indicó que aunque Estados Unidos trabajará como un socio con el resto de los países, aparentemente se reserva el derecho de enjuiciar y castigar a algunos. Al señalar que nuestras democracias están siendo puestas a prueba y que incluso la estadunidense está enfrentando obstáculos, pidió redoblar esfuerzos para cumplir con las normas de la Carta Democrática Interamericana.
Declaró que se debe “condenar a quienes avasallan los derechos humanos y democráticos, como el régimen feroz de (Nicolás) Maduro y afirmó que, junto con los países socios, se ejercerá presión sobre el régimen” para restablecer la democracia.
Agregó: seguiremos promoviendo los derechos humanos del pueblo cubano, incluida la libertad de expresión y reunión, y condenando la represión de los derechos humanos en la isla.
Aunque Blinken declaró que el gobierno de Biden marca un cambio en la política estadunidense, en el caso de Venezuela y Cuba lo más notable es la continuidad con el gobierno anterior.
La conferencia anual también incluyó comentarios sobre la política hemisférica por otros integrantes del gabinete de Biden (https://www.as-coa.org/events/51st-annual-washington-conference-americas).

Reformas migratorias pero sin injerencia
Ana María Aragonés
El presidente Joe Biden, en su discurso sobre los 100 primeros días de su gobierno ante el Congreso de Estados Unidos, mostró un cambio sustancial en relación con su antecesor en el tema migratorio, sobre todo al plantear la necesidad de atacar las causas que generan las migraciones forzadas. Propone importantes inversiones en los países llamados del Triángulo del Norte: Guatemala, El Salvador y Honduras.
Hemos documentado cómo muchos países lograron revertir la tendencia migratoria cuando las políticas públicas atendieron las causas que la generaban, convirtieron a la migración en una opción y eliminaron las movilizaciones por necesidad. Sin embargo, en el caso de Latinoamérica resulta que la historia es diferente, sobre todo en relación con los países centroamericanos.
Esas naciones enfrentaron enormes dificultades cuando intentaron superar la lacerante realidad y transformar estructuralmente sus condiciones. Estados Unidos obstaculizó en numerosas ocasiones los cambios al considerar que sus intereses geopolíticos estaban en peligro, apoyó golpes de Estado y a dictadores.
Habría que recordar a la United Fruit Company instalada sobre todo en Guatemala, dueños absolutos de las tierras, que para mantenerse apoyaron dictadores que reprimían cualquier movimiento reivindicativo. Cuando Jacobo Árbenz alcanzó la presidencia (1951) quiso restablecer la democracia política y transformar las condiciones económicas aplicando una reforma agraria, una nueva legislación laboral y extender los niveles educativos a la población.
Fue considerado comunista por el gobierno de Estados Unidos, por lo que en junio de 1954 Guatemala fue invadida y diversas localidades fueron bombardeadas bajo el liderazgo de Carlos Castillo Armas en combinación con la CIA (García Ferreira).
El Salvador también sufrió una profunda injerencia de Estados Unidos en su economía y en su política, al favorecer a partidos oficiales militares cuyo objetivo fue luchar contra los movimientos de izquierda. A partir de la década de 1980 vivió una prolongada crisis política con graves enfrentamientos entre el gobierno y la guerrilla del FMLN, conflicto que Estados Unidos consideró un problema de seguridad nacional por temor al contagio comunista.
Y mucho más reciente, tenemos lo sucedido el 28 de junio de 2009 con el golpe de Estado en contra del presidente Miguel Zelaya a manos de la oligarquía hondureña y el gobierno de Estados Unidos.
Zelaya había puesto en marcha un conjunto de propuestas transformadoras que beneficiaban a la población en general, educación pública gratuita, un salario mínimo más alto, una serie de políticas de bienestar social y planteó la revisión de la Constitución de 1982, redactada en el periodo de la dictadura militar que defendía los intereses de empresas estadunidenses como la United Fruit Company.
Como señaló la líder y cofundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras ­(Copinh), Berta Cáceres Flores, por cierto asesinada el 2 de marzo de 2016, el golpe de Estado fue para impedir que el pueblo hondureño acceda a un Estado y una sociedad incluyente, democrática, con equidad y participación directa, esto lo saben los oligarcas golpistas.
Y si bien la Asamblea de Naciones Unidas condenó el golpe y también el propio Barack Obama, entonces presidente de Estados Unidos, su secretaria de Estado Hilary Clinton lo contradijo (Copinh).
Uno de los golpistas fue precisamente Juan Orlando Hernández, quien se convertiría en presidente del Congreso en 2010 y más adelante en presidente de Honduras, en 2013, proceso considerado fraudulento y con enorme violencia para reprimir los actos contrarios a sus designios y a las estructuras militares y de seguridad subordinadas a la presidencia.
Por ello el proyecto de desarrollo integral propuesto por Alicia Bárcena, directora de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) como forma de atacar las causas de los enormes movimientos migratorios, debe ser discutido por los países, aprobado y monitoreado por los distintos sectores para evitar que los recursos se desvíen.
Y si Estados Unidos va a participar, no hay que olvidar la triste historia de la Alianza para el Progreso impulsada por la administración de John F. Ke­nnedy para desarrollar la región. Fue un fracaso porque el interés real y principal era contrarrestar los movimientos guerrilleros y las fuerzas de izquierda, por eso fue imposible realizar las necesarias reformas agrarias que fueron consideradas izquierdistas.
La injerencia de Estados Unidos ha sido demoledora para estos países y es parte de la explicación del enorme éxodo hacia los países de Norteamérica.
¿Será cierto que Joe Biden es socialista, como dicen los grupos ultraconservadores? Ironía pura.
amaragones@gmail.com