Además de los pagos directos a ciudadanos, o los beneficios de desempleo, asistencia alimentaria y de pago de alquiler –comunes a otros programas implementados por sus antecesores en momentos de crisis–, el actual plan incluye el primer programa de ingreso familiar universal garantizado en la historia del país, con el cual se podría reducir a la mitad la pobreza infantil.
Más allá de este magno proyecto, con el cual se busca superar las secuelas económicas de la crisis sanitaria, el ex senador y ex vicepresidente ha tenido gestos inesperados que sugieren una nueva orientación en la política económica de la Casa Blanca. Uno de estos giros está en su postura ante el sindicalismo y la organización de los trabajadores en defensa de sus derechos: como ha resaltado nuestro corresponsal David Brooks, el endoso de Biden a un proyecto de ley para ampliar los derechos laborales, y su respaldo verbal a la campaña de sindicalización de casi 6 mil trabajadores de un almacén de Amazon en Alabama, pueden verse como la expresión más prolaboral de un jefe de Estado en décadas. Además, se encuentran en preparación iniciativas de infraestructura, tributación sobre los más ricos y combate al cambio climático.
En su conjunto, estos cambios han llevado a expertos como los premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman a sugerir que se encuentra en marcha el fin de la era neoliberal y la recuperación de una conciencia, identificada con el keynesianismo, acerca de la necesidad de la intervención gubernamental para salvaguardar los derechos sociales y los intereses básicos de las mayorías de los estragos del libre mercado.
Así, la afirmación de Biden de que el gobierno no es alguna fuerza extranjera en una capital distante. No, somos nosotros, todos nosotros, el pueblo, parece enterrar los gritos de guerra neoliberales del republicano Ronald Reagan, quien se lanzó al desmantelamiento del Estado de bienestar proclamando en 1981 que el gobierno no es la solución a nuestro problema, el gobierno es el problema. Este acto de fe antisocial fue refrendado tres lustros después por el demócrata Bill Clinton con su famosa frase la era del gran gobierno se ha acabado.
Falta mucho recorrido a una administración que apenas se estrena, y está por verse si este giro a favor de las mayorías se mantiene una vez que la economía deje atrás los efectos de la pandemia. Con todo, es sin duda positivo que se cuestione y se tomen medidas para remplazar un modelo económico tan pernicioso que, a lo largo de ya casi medio siglo, ha fallado de manera sistemática en sus promesas de crecimiento y que, en cambio, ha sumido a Estados Unidos y al mundo en un abismo de desigualdad, estancamiento salarial, pérdida de derechos fundamentales y destrucción sin precedentes del tejido social.
Sin dejar de reconocer el mérito de un mandatario que ha tomado decisiones a contrapelo de la ideología dominante, debe recordarse que este cambio de paradigma es posible gracias a la lucha incansable de un amplio abanico de movimientos progresistas que ni en los momentos más oscuros del neoliberalismo dejaron de abogar por la creación de un sistema más justo tanto para las mayorías trabajadoras y para el planeta, como para minorías que padecen formas particulares de exclusión, entre las que se cuentan los migrantes, los afroamericanos, las mujeres, los indígenas y quienes conforman la comunidad de la diversidad sexual.
Giro en EU a la política neoliberal que ha dominado por 4 décadas
La lección de la política anticrisis es que el reaganomics ha muerto
▲ El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, expresó su simpatía con los trabajadores de una instalación de Amazon en Bessemer, Alabama, quienes tratan de formar un sindicato.Foto Ap
David Brooks Corresponsal
Periódico La Jornada Domingo 21 de marzo de 2021, p. 15
Nueva York. Las primeras iniciativas del gobierno de Joe Biden –el megarrescate económico, el apoyo explícito a derechos laborales y trabajadores migrantes, así como los nombramientos al gabinete económico– expresan un giro que podría marcar el fin de 40 años de la agenda neoliberal en Estados Unidos.
Hace justo 40 años Ronald Reagan estrenó la era neoliberal con el discurso inicial de su presidencia, en el cual incluyó su famosa frase: El gobierno no es la solución a nuestro problema, el gobierno es el problema. Entre las primeras acciones del ex actor, anunció una ofensiva contra el movimiento laboral, empezando con la destrucción del sindicato de controladores aéreos, y promovió una agenda de austeridad (con excepción del gasto militar) y reducción de impuestos y regulaciones para el gran empresariado.
Con esa agenda, en las pasadas cuatro décadas, gobiernos republicanos y democratas –el presidente demócrata Bill Clinton declararía en 1996 que la era del gran gobierno se ha acabado– han desmantelado y/o privatizado segmentos de los sectores públicos de salud, educación y hasta justicia criminal, reduciendo la red de bienestar social.
Los saldos incluyen un sindicalismo que ha llegado a su punto más débil en la historia moderna, el salario promedio real está al mismo nivel de hace 40 años y la desigualdad económica ha llegado a su punto más extremo desde poco antes de la Gran Depresión.
Durante cuatro décadas el eje de la política exterior de Estados Unidos fue promover la democracia, definida como el libre mercado consolidado a través del libre comercio.
Apoyo a migrantes
Ahora en 2021, las primeras iniciativas anunciadas por Biden al llegar a la Casa Blanca fueron la de un magno paquete de apoyo y rescate económico enfocado en la clase media trabajadora, que incluye a los migrantes, así como la ampliación de servicios públicos (salud, educación, transporte, vivienda, asistencia social a familias y niños). Al mismo tiempo, ofreció la expresión más prolaboral y sindical de un presidente en décadas, al endosar un proyecto de ley para ampliar los derechos laborales y expresar apoyo a la campaña de sindicalización de casi 6 mil trabajadores de un almacén de Amazon en Alabama –cuyo dueño, Jeff Bezos, es el hombre más rico del planeta y uno de los 660 multimillonarios que han incrementado su fortuna durante la pandemia, en conjunto, en más de un billón de dólares.
El llamado Plan de Rescate de Estados Unidos de 1.9 billones de dólares (más del doble del promovido por Barack Obama en 2009) no sólo contiene medidas antipobreza, como los pagos directos de mil 400 dólares a los ciudadanos, sino también la ampliación de beneficios de desempleo y asistencia alimentaria y de renta para inquilinos, entre otras; incluye también acciones sin precedente, como el primer programa de ingreso familiar universal garantizado en la historia del país, con el cual se podría reducir a la mitad la pobreza infantil.
Estas medidas son temporales, durarán sólo hasta finales de año o menos. Pero el gobierno de Biden está preparando programas más ambiciosos, que buscan financiar proyectos de infraestructura, aplicar impuestos sobre los más ricos y la promoción de iniciativas económicas verdes para combatir el cambio climático, entre otras. Sus estrategas están apostando a que el enorme apoyo popular del que goza el Plan de Rescate se traducirá en suficiente apoyo para iniciativas adicionales que superen la resistencia política de buena parte de los republicanos y otros opositores.
Biden ha sorprendido a progresistas por su apoyo explícito al movimiento laboral, declarando en febrero que “los sindicatos elevan a los trabajadores… y especialmente a trabajadores afroestadunidenses y latinos”.
A principios de este mes el proyecto de ley Protegiendo el derecho a la organización (PRO Act), el cual propone revertir medidas antisindicales puestas en marcha a lo largo de las varias décadas, fue aprobado por la cámara baja con el endoso explícito del presidente y ahora goza de una amplia e inusual coalición de gremios y ambientalistas para su promoción en el Senado.
Proteger a los trabajadores, no sólo a las empresas
Mientras tanto, el consenso bipartidista sobre el libre comercio que ha imperado durante las últimas décadas también se está modificando y ya no es un objetivo casi sagrado. Katherine Tai, la recién ratificada Representante de Comercio de Estados Unidos, ha prometido –junto con otros altos funcionarios e incluso el secretario de Estado, Antony Blinken– enfocarse en cómo proteger los intereses de los trabajadores estadunidenses y el medio ambiente, y no sólo en promover más acuerdos para empresas.
Varios economistas y otros expertos están señalando que este giro podría estar marcando “el fin de la era neoliberal, y que se está recuperando el viejo principio keynesiano sobre la necesidad de la intervención del gobierno en el libre mercado para defender los derechos sociales y los intereses básicos de las mayorías.
El propio Biden, en un discurso a la nación sobre el paquete de rescate, afirmó, como si fuera respuesta no solo a Reagan, sino a su colega demócrata Clinton, que el gobierno no es alguna fuerza extranjera en una capital distante. No, somos nosotros, todos nosotros, el pueblo.
Para el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, la propuesta de Biden es transformadora por su enfoque en rescatar a gente de la pobreza. Comentó que con esto posiblemente se ha puesto fin a la economía trickle down promovida desde la época de Reagan y vigente hasta el gobierno de Trump. “Esto es lo opuesto a eso… es construir la economía desde el medio y desde abajo”, dijo en Democracy Now.
Otro Nobel de Economía, Paul Krugman, escribió en su columna en el New York Times, en referencia a la declaración de Clinton de 1996, que eso de “‘la era del gran gobierno se acabó’ [ahora] se acabó” y señaló que el plan de rescate económico de Biden representa un giro contra la ideología que ha dominado la política de Estados Unidos por cuatro décadas.
Robert Reich, quien fue secretario del Trabajo con Clinton, festejó la aprobación del paquete de rescate, al cual describió como la expansión más grande de asistencia gubernamental desde los años sesenta y concluyó que “la lección económica es que el reaganomics ha muerto”.
Al descubierto, los saldos de la política económica
La resistencia progresista contra el neoliberalismo en Estados Unidos incorpora desde los grandes movimientos altermundistas, los cuales rechazaban lo que se llamaba el Consenso de Washington en los años 90, a movimientos contra la desigualdad económica y la concentración de riqueza, como Ocupa Wall Street, que surgieron en años recientes y que nutrieron después las sorprendentes campañas presidenciales, legislativas y locales de socialistas democráticos. Todo eso ha llevado a este giro en la política económica ante la crisis de salud y económica en Estados Unidos que dejó al descubierto los saldos reales del neoliberalismo.
En una reciente comparecencia ante el Comité del Presupuesto del Senado, presidido ahora por el ex candidato socialista democrático Bernie Sanders, Reich recordó la famosa frase del juez de la Suprema Corte, Louis Brandeis, podemos tener democracia en este país o podemos tener gran riqueza concentrada en las manos de unos cuantos, pero no podemos tener ambas cosas.