martes, 24 de noviembre de 2020

Noviembre en Aldama.

Luis Hernández Navarro
En noviembre, los cafetos de Aldama, Chiapas, se visten de rojo. Las cerezas del aromático alcanzan su madurez óptima. Justo entonces, los cultivadores deben recolectar los granos a mano, uno a uno, dejando los verdes para más tarde. Si los frutos se quedan en el arbusto más tiempo, cambian de color y adquieren un sabor amargo y avinagrado.
Pero este noviembre, los pequeños productores de Aldama no pueden cosechar su café. Como tampoco pudieron recogerlo en su totalidad el año pasado ni en 2018. Hacerlo, pone en riesgo su vida. Cuando caminan a sus huertos, los paramilitares de Santa Martha les disparan a matar, con armas de uso exclusivo del Ejército. Por eso, se tienen que valer de la oscuridad de la noche para ordeñar a los arbustos unos pocos frutos. La violencia en su contra, desde 2017 presente durante todos los meses, se intensifica en la temporada de la recolección.
Para un caficultor, no pizcar el aromático es la ruina. Con las pocas ganancias que obtiene de su venta, junta el dinero necesario para adquirir los productos que la milpa no le da. Si no comercializa el grano, no tiene ingresos. Así les ha pasado a los de Aldama durante los últimos tres años.
Igual sucede con las mujeres que se dedican a la artesanía. No sólo fueron desplazadas de sus comunidades junto a sus hijos y sus padres. Pasan cada día entre ráfagas de proyectiles, temiendo por su vida y la de los suyos, sin poder salir a trabajar.
Según el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, hasta el 19 de septiembre se habían producido 628 intimidaciones y agresiones con armas de fuego. Como ha documentado Ernesto Ledesma y Rompeviento.tv, la autoridad no ha intervenido para evitar los ataques; por el contrario, la policía estatal ha apoyado a los paramilitares de Santa Martha. Estos ataques han obligado a los habitantes de Aldama a construir muros de concreto para protegerse de las balas. Hasta en las escuelas han levantado parapetos (https://bit.ly/2HoNZ6W).
A partir de marzo de 2018 la ofensiva paramilitar provocó el desplazamiento forzado de más de 2 mil personas de 13 comunidades. A los de Aldama les han arrebatado casas, enseres personales, tierras, milpas, huertos, animales y el derecho a vivir en paz. Todos los días y las noches, cientos de mujeres y niños viven en el monte, bajo la amenaza de que algo malo les suceda. El hambre es su compañera habitual (https://bit.ly/3lR1RG9).
Aldama es un pequeño municipio tzotzil de los Altos de Chiapas, con cabecera en Santa María Magdalena, surgido de la remunicipalización de 1999, promovida por el gobierno de Roberto Albores, El Croquetas, para enfrentar la expansión zapatista. Durante el siglo XIX tuvo rango de municipio, hasta que en 1921 quedó subordinado a San Pedro Chenalhó (https://bit.ly/2KAUo0l).
Los agresores pertenecen al vecino eji­do de Santa Martha, en Chenalhó. En 1975, la Secretaría de la Reforma Agraria le adjudicó indebidamente 60 hectáreas pertenecientes a Santa María Magdalena. Comenzó así, por un error gubernamental, un largo litigio agrario, agravado con el paso de los años por una mezcla de parcialidad y desidia gubernamental. En 2008, el Tribunal Unitario Agrario (TUA) falló en favor de Aldama las 60 hectáreas. Sin embargo, Santa Martha rechazó la decisión de los tribunales.
Pero, la pugna Aldama-Santa Martha no es la única existente en la región. Dentro de Santa Martha hay un conflicto interno que ha provocado muertes, que arranca desde la liberación de los paramilitares que perpetraron la masacre de Acteal. Hay un fuerte pleito entre la ex alcaldesa de Chenalhó Rosa Pérez y el ex síndico, que vive en Santa Martha.
A lo largo de los años, se ha negociado y llegado a acuerdos de coexistencia pacífica que no se cumplen (https://bit.ly/3pQVq8v). Mientras, en la región florece el negocio de deshuesaderos de autos robados (de buenas marcas y años recientes), el tráfico y venta de armas, la piratería y el narcomenudeo. Estas actividades muestran la presencia de grupos de la delincuencia organizada, con articulaciones nacionales, que buscan el control territorial para sus operaciones, y que sólo pueden actuar con el contubernio de las autoridades. Grupos a los que la autonomía zapatista y de comunidades indígenas estorban.
En Santa Martha actúa impunemente un grupo paramilitar con armas de alto poder y capacidad y recursos para hostigar diariamente a un municipio completo, sin que las autoridades lo impidan. Suponer que una operación paramilitar de esta envergadura es originada exclusivamente por un conflicto por 60 hectáreas, es, por decir lo menos, ingenuo. Por supuesto, el problema agrario existe y tiene que resolverse. Pero no se limita a ello. El avivamiento de las disputas intercomunitarias forma parte del manual de la guerra de contrainsurgencia. Aldama no es la excepción.
Más: desde 2006 en Oaxaca, con la lucha de la APPO, autoridades civiles subrogan en grupos de la delincuencia organizada labores de contrainsurgencia que antes se encargaban al Ejército y las policías. El modelo se ha extendido, al menos a Guerrero, Michoacán y Baja California (https://bit.ly/398LmS7). Todo parece indicar que también opera en Chiapas, donde hay una estrecha relación entre política institucional (la familia chiapaneca reloaded) y actividades criminales, como el tráfico de migrantes y el trasiego de drogas.
Twitter: @lhan55

Infecciones por resistencia a fármacos, la próxima pandemia: FAO
Carolina Gómez Mena | lunes, 23 nov 2020 10:31Compartir en Facebook Compartir en Twitter
La resistencia a los antimicrobianos se está extendiendo más lejos y con mayor rapidez cada día, advierte el organismo. En la imagen, una enfermera le aplica la vacuna contra la influenza a un mujer, en la alcaldia Iztapalapa. Foto Roberto García Ortiz / Archivo
Las infecciones farmacorresistentes amenazan con convertise en la próxima pandemia, alertó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En la Semana mundial de concienciación sobre el uso de los antimicrobianos (18-24 de noviembre), la FAO expuso que la resistencia a los antimicrobianos (RAM) eleva las posibilidades de la una nueva pandemia, “lo que podría tener graves consecuencias para la salud, los sistemas agroalimentarios y las economías a escala mundial”.
El motivo por el que un microorganismo se torna resistente a un antimicrobiano al que antes era sensible es consecuencia de la capacidad de ciertos patógenos de neutralizar el efecto de los medicamentos, y en esto, destacó la FAO se debe a que los fármacos antimicrobianos se han usado durante mucho tiempo “en exceso y de forma indebida”.
“La RAM se está extendiendo más lejos y con mayor rapidez cada día. Si no se le hace frente puede tener como resultado que decenas de millones de personas más se vean aquejadas por la pobreza extrema, el hambre y la malnutrición”.
El organismo de la ONU destacó que el COVID-19 ha demostrado que la salud de las personas, los animales y el medio ambiente son más interdependientes que nunca.
“Los patógenos que afectan a una zona pueden agravar los desafíos de otras y tener repercusiones enormes en la manera en que prevenimos y controlamos las amenazas para la salud a fin de proteger el mundo. La RAM constituye una de esas amenazas mundiales y puede ser incluso más peligrosa que el COVID-19”.
Advirtió que el uso de antimicrobianos en la salud humana y animal está aumentando la resistencia. “Actualmente, 700 mil personas mueren cada año a causa de enfermedades resistentes a los fármacos. Cada vez son más las enfermedades comunes, como las infecciones de las vías respiratorias, las infecciones de transmisión sexual y las infecciones del tracto urinario, que resultan difíciles de tratar. La resistencia a los medicamentos también amenaza cada vez más nuestros sistemas agroalimentarios y la seguridad alimentaria mundial”.
La labor de la FAO en materia de RAM se realiza en coordinación con la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial de Sanidad Animal, adoptando el enfoque “Una salud”.
Mañana lunes la FAO pondrá en marcha una nueva comunidad de profesionales dedicados al cambio de comportamiento para formular soluciones que faciliten el uso apropiado de los antimicrobianos y la prevención eficaz de enfermedades.