miércoles, 11 de noviembre de 2020

El trumpismo ha fracasado.

Emir Sader
La derrota de Donald Trump no es sólo electoral. Expresa el fracaso de un estilo de gobierno, que se puede llamar trumpismo, porque se reprodujo en otros lugares, comenzando por Brasil.
Trump y Jair Bolsonaro eran modelos alternativos de gobierno de derecha dentro de la derecha. La derecha estaba en crisis, ya que adoptó el modelo neoliberal. Dado que este modelo concentra la riqueza, promueve sólo los intereses del capital financiero y la desigualdad, sin la capacidad de obtener bases de apoyo social que permitan gobiernos con estabilidad política. La derecha tradicional estaba perdiendo elecciones y revelando una incapacidad para combinar el modelo neoliberal con la fuerza política.
El trumpismo apareció como nueva forma de liderazgo político, que buscaba recoger críticas acumuladas contra la democracia liberal, contra los parlamentos, contra el Poder Judicial, contra los medios de comunicación, pero con una perspectiva de extrema derecha. Tenía la intención de capitalizar la erosión de la política, proponiendo una nueva forma de hacer política, supuestamente sin corrupción.
De esta manera, logró reconstruir el campo del debate político, con una base de apoyo específica y puso a la defensiva las demás interpretaciones. Polarizó la vida política en torno a los líderes políticos y sus gobiernos, con un estilo agresivo, declaraciones contra los consensos existentes hasta ese momento y provocando escándalo en la opinión pública. Se pretendía expresar la mayoría silenciosa mencionada por Richard Nixon, que habría estado callada, pero se rebeló, contra la liberalización de las costumbres, contra los derechos humanos, contra la democratización política, contra la protección del medio ambiente, contra los movimientos de defensa de derechos de las mujeres, negros, jóvenes y LGBT. Sectores que serían reconocidos en las declaraciones extremadamente conservadoras de estos nuevos líderes.
Trump fue el candidato al que apeló la derecha estadunidense, contra la voluntad de la dirección del Partido Republicano, imponiéndose como forastero, a través de los medios. Se impuso al Partido Republicano, ganó las elecciones en el Colegio Electoral, impidiendo la continuación de la administración Obama con Hillary Clinton.
Impuso un estilo de conflicto, sobre todo con los medios de comunicación, considerados como enemigos, constituyendo una base de apoyo radicalizada, a la que se sumaron sectores que se sentían huérfanos por un sistema político y un modelo económico que no los contemplaba. Reunió su base de apoyo con su discurso, pero profundizó las divisiones en la sociedad en su conjunto.
Fue un estilo político de gran éxito en su surgimiento, con sus críticas dirigidas a otros, libre tirador. Funcionó, hasta que llegó al gobierno y permitió que sus palabras fueran confrontadas con sus acciones.
La campaña electoral de este año fue el momento de la verdad de Trump. Terminó derrotado, aunque con una gran votación, porque fue juzgado por el gobierno que hizo, incapaz de combatir la pandemia, por el negacionismo que caracteriza a estos gobernantes, así como por la negación de los derechos humanos, el racismo y la discriminación.
Su derrota muestra el fracaso del trumpismo y apunta a un futuro similar para Bolsonaro. El Partido Republicano se condenará a sí mismo al suicidio si pretende mantener a Trump como líder. Un político que se desgasta aún más con la actitud que tiene ante su derrota electoral. Además, el trumpismo puede servir como estilo de gobierno, pero no sirve para ser oposición.
Algo distinto es que la extrema derecha ha venido para quedarse en el campo político, tanto en Estados Unidos como en Brasil, como corriente política e ideológica. Pero perderá gran parte de su atractivo por haber fracasado como gobierno. La derecha tendrá que volver a apelar a sus partidos y candidatos tradicionales. Puede ser que la extrema derecha siga polarizándose contra la izquierda, pero sin la atracción que tenía cuando eran francotiradores.
Los votos que tuvo Trump no son suficientes para definir su continuidad como líder de la derecha estadunidense. Su imagen se desgasta todos los días que no acepta su derrota. Los líderes importantes del Partido Republicano difieren públicamente de él, porque saben que no es una posición sostenible para el partido. El partido tiene la mitad de los gobernadores de Estados Unidos, que no pueden gobernar en una postura como la de Trump.
La derecha se valió de la alternativa del trumpismo, sin poder hacer gobiernos exitosos, que son el patrimonio que le queda a una corriente política. Como fuerza de oposición, el trumpismo funcionó, pero no pasó la prueba de ser un gobierno y tiende a perder protagonismo como alternativa política.

El evangelio según Joe Biden
Bernardo Barranco V. 
Llamó la atención que Joe Biden, en su mensaje político de victoria en Delaware, estuviera cargado de numerosas expresiones religiosas. Acogió conceptos bíblicos como la sanación, la reconciliación, el alma, la restauración, las fuerzas misteriosas y al mal como la demonización de la realidad. Por momentos parecía una homilía política. El objetivo de su presidencia, así lo dijo, es: Restaurar el alma de América. Me queda claro que hay una disposición de imbricar lo religioso en la cultura política de Estados Unidos (EU), pero en el caso de Biden fue una constante a lo largo de su campaña. ¿Es el estilo Biden o el discurso político secular está tan erosionado que recurre a las metáforas de lo sagrado? Biden sería el segundo presidente católico en la historia de EU, después de John F. Kennedy. El sábado recibió el reconocimiento de la poderosa conferencia de obispos estadunidenses. José H. Gómez, arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de EU, emitió un escueto posicionamiento sobre las elecciones presidenciales de 2020: “Damos gracias a Dios por la bendición de la libertad. El pueblo estadunidense ha hablado en esta elección… Al hacer esto, reconocemos que Joseph R. Biden Jr. ha recibido suficientes votos para ser elegido el 46 presidente de Estados Unidos”.
Pese a su constante retórica religiosa, Biden ha sorteado enormes dificultades con el mapa complejo de las iglesias en aquel país. Su postura religiosa transitó por delicadas fronteras. Trató de superar los recelos entre los propios votantes católicos sobre su postura explícita en favor del aborto. En efecto, logró la empatía de los católicos progresistas que se identifican con la tradición de la justicia social, pobreza e igualdad racial. Pero enfrentó las reticencias de los católicos blancos conservadores que combaten el aborto, los homosexuales y sostienen una concepción tradicional de las familias patriarcales. Por ello, Trump arremetió en la contienda contra las convicciones religiosas de Biden, advirtiendo que EU será anticristiano. Caricaturizó a Biden como un “ catholic for choice”. La retórica del presidente obtuvo gran eco entre los evangélicos y protestantes blancos. La cosmovisión evangélica blanca lo abarca todo. Lo cristiano contiene posturas políticas que incluyen el nacionalismo cristiano, la pureza racial blanca, las familias patriarcales, el capitalismo de libre mercado y antiestatismo. Por tanto, cualquier agenda política que parezca estar fuera de estos compromisos se considera anticristiana. Biden, por estrategia, se enfocó hablar de su experiencia de fe durante la campaña, mientras Trump proclamó la religión como factor de identidad e hizo alarde de sus políticas públicas en favor de las estructuras religiosas conservadoras de las iglesias. Antes de la jornada electoral, varias iglesias evangélicas presionaron a los votantes resaltando la amenaza que representaba Biden. Diversos pastores evangélicos oraron en público por la relección de Trump. Según el National Catholic Register, periódico católico conservador, la asociación CatholicVote advirtió a los católicos que una victoria de Biden significaría luchar contra la financiación de los abortos por parte de los contribuyentes.
En las elecciones 2020, los cristianos evangélicos blancos volvieron a respaldar a Trump para retener la presidencia. Aunque hubo una caída marginal en comparación con 2016. Surge la paradoja, cómo los puritanos evangélicos blancos apoyan a un presidente mujeriego, mentiroso, ventajoso en los negocios; en suma, uno de los presidentes más inmorales que ha tenido el país. Sarah Posner en su libro Unholy. Why White Evangelicals Worship at the Altar of Donald Trump (Profano: Por qué los evangélicos blancos adoran en el altar de Donald Trump) sostiene que es pragmatismo. Como la tolerancia hacia muchos líderes pastores de dudoso comportamiento. Posner profundiza en la historia de la derecha radical religiosa para mostrar cómo los problemas de raza y xenofobia siempre han estado en el centro de su agenda y cómo la religión a menudo oculta las ansiedades sobre las amenazas percibidas para un EU blanco y cristiano. Dicha derecha, impulsada por la pulsación antidemocrática, construye una narrativa de victimización inversa. Apoyan una agenda común para hacer retroceder, como en México, los avances en materia de derechos civiles.
Las encuestas de salida, elaboradas para NBC News, mostraron que 75 por ciento de los evangélicos blancos votaron por Trump, en comparación con 81 por ciento hace cuatro años. El grupo, que representa casi uno de cada cinco del electorado estadunidense. La caída de 6 por ciento en el apoyo a Trump entre 2016 y 2020 puede haber sido fundamental en estados claves en que decidieron el resultado de las elecciones. Como señalábamos, hubo un cambio no espectacular, pero significativo entre los votantes católicos en pro de Biden. Según las encuestas, poco más de la mitad de los católicos (51 por ciento) votaron por Biden, en comparación con 45 por ciento que votaron por los demócratas en 2016. Es imperativo mencionar que los sectores que no se identifican con ninguna adscripción religiosa, los llamados nones, votaron de manera notoria por Biden. Muchos de ellos son millennials, también jóvenes agnósticos y ateos. Los nones han ido creciendo, son cerca de 30 por ciento y son parte de la población de los jóvenes adultos de EU. En este segmento principalmente mujeres y afroestadunidenses, según encuestas de salida, 65 por ciento votaron por Biden y 30 por ciento por Trump.
El Covid-19 ha transformado la vida estadunidense. Ha vulnerado el orgullo de EU. Ha evidenciado enormes desigualdades raciales e injusticias del sistema social de seguridad de ese país. El sufrimiento es tan desigual que tiene tintes de dolorosa escatología; quizá por ello la apelación de Biden por lo sagrado.